viernes, 1 de noviembre de 2013

NUNCA TE ENAMORES DE UN HOMBRE LOBO

Hola a todos.
Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que hice una entrada en este blog. Prometo que intentaré hacer alguna entrada de vez en cuando, pero mis otros blogs me tienen absorbida.
Sin embargo, no pienso olvidarme de éste.
Esta entrada corresponde a un pequeño relato que he escrito con motivo de la festividad de hoy, el Día de Todos los Santos, aunque bien podría ser un relato propio de Halloween.
Tiene buenas dosis de romanticismo y es de época. ¡Por supuesto, je, je!

ISLA DE DAVAAR, EN EL FIORDO DE CLYDE, 1805

                     Rose Farlane parecía estar distraída. 
-No me está haciendo caso-le llamó la atención su institutriz, Alexandra Muir-Estamos dando los verbos en francés. 
-Discúlpeme, señorita Muir-se excusó Rose-Estaba pensando en otra cosa. Empecemos desde el principio. 
-Está bien. 
                         Las dos estaban en el salón. Rose repitió la lección. Sin embargo, su francés no era muy bueno. Y su institutriz lo sabía. 
-¿Se puede saber lo que le pasa?-quiso saber. 
-Esta noche es la última noche en la que hay Luna llena-contestó Rose. 
-No debe de preocuparse por eso, señorita. Usted no sale sola por la noche. 
                         Rose tenía diecisiete años. 
                         En algo más de un año, sería presentada en sociedad. Su madre viuda y ella vivían con el primo de Rose, Lucien Farlane. Lucien tenía veintitrés años y vivía casi aislado del mundo. Sus padres, los tíos de Rose, habían muerto en poco tiempo a la vez. 
                         A Alexandra no le gustaba trabajar en aquella casa. Le parecía que había algo siniestro en ella. No lo podía decir en voz alta. Quizás, Rose creía que se había vuelto loca. 
-Dejemos la lección por hoy-decidió Alexandra. 
                      Prácticamente, salió corriendo del salón. Rose agradeció el poder quedarse sola. Pensó en su primo Lucien. Siempre había tenido la impresión de que le ocultaba algo. Pero no sabía bien lo que era. 

-¿En serio hay siete cuevas en esta isla?-le preguntó Rose a Lucien. 
-Es lo que se cuenta-respondió el joven. 
                        Habían salido aquella tarde a dar un paseo. 
                        Rose y Lucien habían llegado hasta la parte occidental de la isla. Rose no se cansaba de pasear por aquel lugar. Y arrastraba a Lucien en sus paseos. 
-Será mejor que volvamos-le sugirió el joven.
-¿Por qué quieres que volvamos?-inquirió Rose-¡Se está tan bien fuera! Sin mi institutriz regañándome.
-Tienes que hacerle caso, Rosie.
-¡Hablas igual que mi madre, primo! 

                       El aullido de un lobo despertó a Rose. Una cosa que le llamó la atención desde que llegó a Davaar fueron aquellos aullidos. Ya llamaron su atención cuando llegó, apenas unos meses antes. 
                        Se sentó en la cama. ¿Había lobos en Davaar? 
                       Llena de curiosidad, se puso de pie. 
                       Se puso la bata encima del camisón. Salió al pasillo descalza. 
                       Bajó la escalera. Oyó el sonido de unos golpes en la puerta de la cocina. La casa de los Farlane estaba sumida en la penumbra. Todo el mundo estaba durmiendo. Sin saber bien lo que estaba haciendo, Rose se dirigió a la cocina. Le latía muy deprisa el corazón. Antes de abrir la puerta, Rose cogió un cuchillo. Se parapetó detrás de la puerta, dispuesta a saltar si había algún ladrón. 
                     La sorpresa de Rose fue mayúscula. 
                      Un joven completamente desnudo cayó nada más abrir la joven la puerta. Tenía algunos rasguños por todo el cuerpo. Rose ahogó un grito. Reconocía a aquel joven que tenía sangre en la boca. Era su primo Lucien. 


                   Como pudo, Rose lo llevó a su habitación. Nada más acostarlo en su cama, Lucien pareció abrir los ojos. 
-Me temo que ya conoces mi secreto, prima-dijo con voz cansada. 
-No te entiendo-le aseguró Rose-¿De qué secreto estás hablando?
-De lo que soy realmente. 
-Eres Lucien Farlane, mi primo. 
-Te equivocas, Rosie. La Luna llena me hace esto. Intento resistirme a ella. Pero no puedo. Me convierte en algo que no soy. Una bestia...
                        Rose no entendía lo que quería decirle Lucien. De pronto, una luz se hizo en su cabeza. Se sentó a su lado en la cama. 
-No quiero que estés cerca de mí-prosiguió el joven. 
-Sé que nunca me harías daño-afirmó Rose con rotundidad-Te quiero, primo. Aunque tú no me lo demuestres mucho. 
                         Un nudo se formó en la garganta de Lucien al escuchar a Rose. No podía estar cerca de ella porque temía hacerle daño. 
                           Lo que sentía por su prima no lo había sentido nunca antes por nadie. La idea de dañar a Rose le horrorizaba. Se puso tenso cuando la mano de la joven acarició su mejilla. 
-Además, sólo serían unas cuantas noches al mes-añadió Rose-Nadie tiene porqué saberlo. 
                        Lucien vio el amor reflejado en los ojos de su prima. Alzó la mano para acariciar su rubio cabello, que llevaba suelto y caía por sus hombros. 
                        Rose vio amor en aquellos ojos. 
                        La Luna empezaba a desaparecer por el horizonte. Lucien le habló acerca de la maldición que acechaba a los hombres de la familia Farlane. Aquella maldición había acabado con su padre. Había acabado también con su tío, el padre de Rose. Y acabaría antes o después con él. 
-Eso no va a pasar-le aseguró Rose-Mi padre y mi tío descansan en paz. Ahora, entiendo el porqué él pasaba una semana lejos de casa. No quería hacernos daño ni a mi madre ni a mí. Nos quería. Si mis padres pudieron ser felices juntos, ¿por qué no vamos a ser nosotros felices?
                       Lucien sonrió débilmente. 
-¿Desde cuándo te transformas?-inquirió Rose-Cuéntamelo todo. 
-Desde que cumplí trece años-contestó Lucien-Mi padre, entonces, me encadenaba en el sótano. Mi madre encadenaba a mi padre cuando llegaba la Luna llena. Noté cómo me convertía en algo que no sabía lo que era. Es muy doloroso. Se sufre mucho. Pero se sufre más cuando te das cuenta de que no puedes hacer nada para evitarlo. 


-¿Y no tiene cura?
-Que yo sepa no. Estoy condenado a llevar esta vida. Y no es vida. 
-¿Por qué te transformas en ese ser?
-He oído que una bruja maldijo a mi familia hace muchos siglos. Condenados a convertirse en bestia cada Luna llena. Sólo los hombres...Si tengo un hijo, será como yo. Otro maldito...
-Lucien, por favor, no hables así. 
-¿Estás dispuesta a llevar esta vida que no es vida?
-¡Por supuesto que sí! Haría cualquier cosa por ti. 
                    Lucien cogió la mano de Rose y tiró de ella hasta que cayó sobre el lecho. A su lado...
                    Lucien la besó de manera apasionada. Rose le devolvió todos los besos que le dio. 
-Te amo-le confesó-¡Qué Dios me perdone!
-¡Qué Dios nos perdone a los dos!-exclamó Rose. 
                        Lucien la ayudó a despojarse de la bata. Luego, la ayudó a quitarse el camisón. 
-No tengas miedo-le pidió. 
                         Y se dispuso a amarla lo que quedaba de la noche. Buscó la mirada de Rose. Aquellos hermosos ojos de color azul le miraban con mucha dulzura. Poco a poco, entre ellos harían el futuro. 
                         Se convertiría todas las noches de Luna llena en aquel ser bestial. Pero intentaría no hacerle daño a Rose. Como su padre y su tío hicieron con sus esposas. Sentiría aquel dolor que le desgarraba por dentro. Y el saber que estaba condenado. Vagaría por aquella isla. 
                      Sabía que Rose estaría siempre a su lado. Se susurraron numerosas palabras de amor. Se besaron muchas veces. Los labios de Lucien recorrieron el cuello de Rose. Se abrazaron con fuerza. Lucien acarició el cuerpo de Rose. Llenó de besos cada centímetro de su piel. Recorrió con la lengua cada porción de su cuerpo. La tomó entre sus brazos, haciéndola suya. Y sintió cómo el cuerpo de su prima se estremecía al tiempo que se estremecía su cuerpo. 
                    Cuando todo terminó, Lucien se sorprendió al encontrarse con la radiante sonrisa de Rose.
                     No sabía qué decir. Había sido por primera vez en mucho tiempo feliz. Feliz...Rose le amaba. Y él, a su vez, también la amaba. Los cada vez más débiles rayos de Luna iluminaron el cuerpo desnudo de Rose. Su cabello de color rubio se extendía sobre la almohada. 
-Siempre juntos...-le susurró Lucien. 
-Tú y yo...-susurró Rose.
-Contra el mundo...Contra todo...
                         Volvieron a besarse con fuerza y con pasión. 

FIN

2 comentarios:

  1. Excelente relato! Contenido de sutileza y romanticismo. El amor lo puede todo, cierto?
    Saludes

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    Respuestas
    1. Hola Yessy.
      Tienes toda la razón del mundo.
      El amor lo puede todo.
      Me alegro muchísimo de que te haya gustado.
      Un fuerte abrazo.

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