Y, por fin, llegamos al final de Nunca te enamores de un hombre lobo.
Si os gustan las historias de terror clásicas, espero que os haya gustado esta historia. No es muy buena, lo admito. Pero la he escrito con mucho cariño.
Vamos a descubrir el final de la mano de nuestro hombre lobo protagonista: Lucien.
Aquí os dejo con la segunda y última parte del epílogo de este relato.
A la hora del té, me reúno en el comedor con mi prima Rose y con su institutriz, miss Muir.
Miss Muir remueve su taza de té con la cucharilla y bebe un sorbo.
-Debo decir que estás prosperando mucho, Rose-felicita a mi prima-Por lo menos, ya sabes caminar erguida. Sólo me falta que aprendas a tocar el piano.
-Todavía no entiendo para qué quiere que aprenda a tocar el piano-comenta mi prima-No vive mucha gente en esta isla.
-¡Pero querrá ir a Edimburgo! Toda joven sueña con su puesta de largo.
-Y yo sueño con mi puesta de largo. Pero no sé todavía lo que quiero hacer. No quiero irme de aquí. Es mi hogar.
-Tiene que viajar a Edimburgo para ser presentada en sociedad.
Bebo un sorbo de mi taza de té.
Intercambio una mirada nerviosa con Rose. No quiere separarse de mí. Pero esta noche habrá Luna llena. La primera Luna llena desde que los dos descubrimos lo que realmente sentíamos el uno por el otro.
-Edimburgo es una ciudad preciosa-intervengo-Te va a gustar mucho, Rosie. Yo te la enseñaré de mil amores.
-¿Lo dices en serio?-inquiere maravillada.
No estamos pensando precisamente en Edimburgo. Estamos pensando en el tiempo que pasaremos juntos en esa ciudad.
-Te lo prometo-le aseguro.
Rose me dedica la sonrisa más angelical del mundo. Tengo miedo de lo que pueda pasar esta noche. Me aterra la idea de hacerle daño a Rose. He de alejarme de su lado en cuanto caiga la noche.
-Esta noche, no podré cenar con vosotras-le informo-Dile a mi tía que me excuse.
-¿Adónde va?-quiere saber miss Muir-¡No puede irse así como así!
No le contesto.
Rose coge una pasta. Le da un mordisco. Mientras, clava sus bonitos ojos azules en mí. De algún modo, entiende los motivos por los cuales he de estar lejos de ella esta noche. Y lo comprende. Todo irá bien, parecen querer decirme sus ojos. Y yo quiero creerlo. Igual que ella también quiere creerlo.
-Mi primo tiene sus motivos para no cenar con nosotras esta noche-afirma Rose-Le ruego que le disculpe si le disgusta el no poder saberlo. Pero el cotillear es un vicio que está muy feo. Usted misma me lo dice.
-Lo que no quiero es que la gente de la isla hable mal de tu primo-se defiende miss Muir-Su reputación podría afectarte.
-Mi reputación no tiene porqué afectar en nada a Rosie-intervengo-Lo que yo haga no tiene nada que ver con ella. Los vecinos pueden criticarme. Pero no pueden criticarla a ella. Rosie nunca haría nada malo.
Miss Muir se pone roja de vergüenza.
Rose disimula una risita. A veces, sospecho que le gusta meterse con su institutriz.
Empieza a caer la noche.
Salgo por la puerta de la cocina.
Alzo la vista al cielo apenas he caminado unos pocos pasos.
Y allí está ella. Redonda...Brillante...
Y empieza el dolor.
Un dolor que se apodera de todo mi cuerpo. Un dolor que me hace gritar. Que parece que está desgarrando mi piel. No puedo evitar caer de rodillas al suelo. Lo único que pido es que se detenga. Pero ese dolor parece que me está lacerando todo el cuerpo. Pienso que voy a morir. No quiero que la angustia se apodere de mí.
No recuerdo nada más. Sólo sé que me rodea la oscuridad. Oigo el aullido de una bestia. Un aullido cargado de dolor y de desesperación...Gruñidos que salen del fondo de mi garganta. Y un hambre terrible se apodera de mí.
Comida...He de buscar comida.
Pasan las horas.
Me despierto completamente desnudo y acostado en mi cama. Me fijo en que no estoy solo, sino que Rose está a mi lado.
-¡Te has despertado!-exclama.
Lleva puesto su camisón. Con su pelo suelto, es la imagen más hermosa que jamás he visto.
-No te he hecho daño-digo, casi llorando.
Rose apoya la cabeza sobre mi pecho. Yo acaricio su pelo.
-Sabía que no me harías daño-afirma en tono triunfal-¡Lo sabía, Lucien!
Nos besamos en los labios. No puedo dejar de besar a Rose. No puedo dejar de abrazarla con fuerza. De acariciarla.
-Tenía mucho miedo, Rosie-le confesó.
-Algún día, la maldición se acabará-me dice ella-Buscaremos la cura. ¡Todo terminará, Lucien! No sé cómo. ¡Pero terminará! Yo tengo fe en ello.
-No terminará nunca, Rosie. Va de padres a hijos. Si tenemos algún día un hijo varón. Entonces...
-¡No pasará nada! ¡Te lo juro! La maldición no le afectará. Antes, le buscaremos un remedio.
Abrazo con fuerza a Rose. Al besarla, quiero contagiarme de su optimismo. Los besos que nos damos están llenos de esperanza y de amor. Nos abrazamos. No podemos dejar de abrazarnos. Beso a Rose en el cuello. Lleno de besos cada centímetro de su cuerpo.
Y quiero pensar que tiene razón cuando me dice que la maldición acabará algún día. ¡Ojala se haga realidad nuestro deseo y este calvario termine! Será sólo un mal recuerdo.
FIN
Wow, que final! Imagino la felicidad de Rose, al descubrir que no le hizo daño alguno.
ResponderEliminarY dime, habrá continuación? Porque Lucien esta positivo que sus hijos heredaran su condición. Muy buena historia.
Saludos
Uy que tierno final, una historia muy apasionada y muy linda. Te felicito adore el personaje de Rose
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