miércoles, 29 de enero de 2014

"AMARTE" MI "ONE SHOT" DE "PECADOS INCONFESABLES"

Hola a todos.
Hoy, me gustaría compartir con vosotros este one shot que escribí ayer de Pecados inconfesables. 
Un one shot es un cuento de una sola parte. Se le relaciona mucho con los fanfics.
La acción transcurre en Grecia, a finales del siglo XIX.  Los apellidos han cambiado, así como el nombre de Rebecca, que es más ruso.
Está centrado en la figura de lady Parthenia Westland. Sí, confieso que siento cierta debilidad por este personaje. Nos centramos en su relación amorosa con el Príncipe Mikhail Kurkov, quien es el galán de esta pequeña historia.
Espero que os guste.
Se llama Amarte. 
ADVERTENCIA: Las situaciones descritas aquí son producto de mi imaginación. Los personajes son de Gaelen Foley. Lo que ocurre aquí no guarda relación alguna con la novela.

AMARTE


ISLA DE NAXOS, EN EL ARCHIPIÉLAGO DE LAS CICLADAS, GRECIA, 1898

            Parthenia poseía una cintura de avispa. Su boca poseía un trazado suave. Poseía, además, una larga cabellera rubia, era alta, de grandes ojos de color azul claro. Parecía una frágil muñeca de porcelana con su físico. Su belleza era angelical. Pero algunos decían que parecía fría. No era la clase de mujer que llamara mucho la atención. O quizás sí…No lo sabía… 
            Parthenia podía ser la típica jovencita que pasaba más tiempo escogiendo la ropa que iba a lucir en una fiesta que pensando seriamente. Rebecka se burlaba de ella. Decía que no tenía cerebro alguno. No sabía pensar. 
-Papá, no conoces a Mikhail. Papá, Mikhail me quiere. Y yo le quiero a él. Deseo estar con él. Papá…Papi, tú me quieres mucho.
            Todo esto lo pensaba Parthenia cuando miraba a su padre. Mikhail podía pertenecer a la nobleza rusa, sí. Pero era un extranjero. Y su hija no podía casarse con un extranjero.
            Dejó que Mikhail, desnudo ante ella, llenase su cuerpo desnudo de besos y de caricias. Besó cada porción de su piel. Lamió cada centímetro de su cuerpo. Él la besó. La abrazó. La acarició. Se abrazaron. Se besaron. Se acariciaron. Se mordieron mutuamente. Hicieron el amor. Durmieron juntos.
            Eran una sola persona.

Allí estaba ella.
            Mikhail contempló a Parthenia a sus anchas.
            La muchacha era, en realidad, muy bonita. No parecía humana. Parecía un hada. Una ninfa…Un ángel…
            Llevaba su cabello recogido en un moño muy sencillo.
            Su mirada era dulce, pero también era brillante.
            La joven estaba dando un paseo cerca de la Portará. La gran Puerta que era el icono de la isla.
            Parthenia caminaba con aire ausente.
            Ello confirmó la teoría de Mikhail.
            Parthenia no podía ser un ser humano. Debía de ser un ángel que había descendido a La Tierra. Tenía la sensación de que permanecía ajena a todo lo que pasaba a su alrededor. Nada le importaba. Mikhail ardía en deseos de acercarse a ella. Pero era tímido por naturaleza. ¿Qué le podía decir? Sabía hablar griego bastante bien. Pero tenía la certeza de que no era suficiente. Se quedó quieto en un aparte. Miraba con arrobo a Parthenia. Parecía una cariátide. ¡Qué bella era!

            Parthenia era, en conjunto, una joven vital, seria, elegante, inteligente, muy culta, buena conversadora, discreta, buena confidente, divertida cuando se presentaba la ocasión. También podía ser apasionada. Mikhail creía que podía despertar su sensualidad. No era audaz y temeraria como su prima Rebecka. Pero quería conocer mejor a Parthenia. Quería saber más cosas de ella.
            Rebecka emanaba, según decían algunos caballeros, erotismo y fuego.
            Rebecka había sido presentada en sociedad en San Petersburgo. Según habían comentado algunos, aquella presentación en sociedad había sido un error lamentable. La belleza de la joven había sido definida como peligrosa. Mikhail se acordó de la señora Arkadievna. Era una amiga de su madre.
-Vigila a tu prima, Mikhail, pues será motivo de escándalo en tu casa-le había dicho.
-No diga eso, Irina Arkadievna-le dijo Mikhail-Mi prima es una joven preciosa. Le gusta coquetear. Nada más. Sólo quiere divertirse y conocer gente.
-Rebecka Ward es un peligro andante. Demasiado bella para estar sola.
-Ser bella no es ningún defecto, Irina Arkadievna. Al contrario. Yo lo considero una virtud. Me alegra que mi prima sea tan admirada.
-Rebecka Ward sólo busca una cosa, Mikhail Kurkov. Y es ser el centro de atención siempre.


RELATO DE UNA CRIADA DE LA SEÑORITA PARTHENIA WESTLAND

            Admito que me he acostumbrado a este estilo de vida. Servir a mis señores. Como el otro día, por ejemplo. La señorita Parthenia había recibido a uno de sus pretendientes. Se llama Mikos. Por lo que sé, es oriundo de Atenas. ¡De la mismísima Atenas! Me pregunto si la señorita Parthenia estará interesada en él. Oía a la señorita Parthenia y al señor Mikos riéndose en el salón, que era el lugar en el que se encontraban. Yo estaba en la cocina. Era ya la hora de la merienda. Mi jefa, el ama de llaves, me ordenó que volviera al salón, pues, en ausencia de los señores, alguien debía de vigilar a la señorita Parthenia. Me puso una bandeja en las manos. Me dirigí al salón. Entré en él sin llamar.
            No me sorprendió ver a la señorita Parthenia sentada en el sofá besando apasionadamente a su pretendiente. A mí no me cabía la menor duda de que el señor Mikos había caído rendido ante la belleza de la señorita Parthenia.
            Deposité la bandeja en la mesa que tenía dos teteras llenas de café y leche y dos tazas. Serví café para el pretendiente de la señorita Parthenia, el señor Mikos, y leche para ella. Ellos tomaron un sorbo.
-El señor Mikos es el primo de mi amiga Rebecka-me explicó la señorita Parthenia.
-¡Ah!-exclamé-Conozco a vuestra prima, señor-Me dirigí al señor Mikos-Es una joven muy guapa. Y muy agradable.
-Rebecka cae bien a todo el mundo-me aseguró el señor Mikos-Puede tener a cualquier hombre que desee. Por eso está en Naxos. Aquí vive su futuro marido.
-No entiendo a Alexios-dijo la señorita Parthenia.
-¿Quién es Alexios?-quise saber.
-Es el futuro marido de Rebecka-contestó el señor Mikos-He perdido la cuenta del tiempo que mi prima lleva aquí esperando. He venido a ver qué pasa. Pensé que ya estaría casada cuando llegué. Pero me he equivocado.
-Tienes que encontrar a ese hombre-le aconsejó la señorita Parthenia-Y tienes que obligarle a que se case con tu prima.
            El verdadero nombre del señor Mikos no es ése. Aquí se le conoce como Mikos. Su verdadero nombre es Mikhail Kurkov. Él y la señorita Rebecka son naturales de Moscú. Son primos y viven juntos. De hecho, la señorita Rebecka es la tutora del señor Mikhail.
-Alec le prometió a Rebecka que se iría con ella a Moscú después de la boda-le dijo el señor Mikhail a la señorita Parthenia-Pero el tiempo pasa y él aparece y desaparece como un fantasma. Mi prima está desesperada. Si esto sigue así, creo que me tendré que batir en duelo con él. Se está burlando de Rebecka.
-¡Oh, no lo hagas!-le imploró la señorita Parthenia-Puede ser muy arriesgado.
            El señor Mikhail quería muchísimo a su prima Rebecka. Le dolía verla sufrir por amor. El tal señor Knight es más mayor que él y tiene más experiencia.
-No quiero que mi prima sufra-afirmó-Y la veo sufrir cada día que pasa.

            El otro día, estaba limpiando los cuadros que hay en el recibidor que da al salón. Entonces, vi a la señorita Parthenia. Me escondí detrás del cuadro que había descolgado para verla mejor. Me gusta vivir en esta casa. La señorita Parthenia es una joven interesante. Su padre asegura que hará una buena boda. ¡Espero que se case con el señor Mikhail! ¡Hacen una pareja preciosa! Él la quiere mucho. Y creo que ella también lo quiere a él.
            Había un hombre con ella. Era el señor Mikhail. Estaban de pie cerca del umbral de la puerta del salón, que estaba abierta. El señor Mikhail tenía abrazada a la señorita Parthenia y llenaba de besos su rostro. La besó también en la boca con mucha pasión. Y besó con fervor sus manos. Yo contemplaba la escena atónita.
            No me gusta ser cotilla, pero no salgo y me aburro. Por eso, espío a la señorita Parthenia. Cuando el señor Mikhail se fue, seguí limpiando el polvo de los cuadros y la señorita Parthenia se retiró a su cuarto. Creo que no me vio

            ¿Cómo definir a una belleza?
            ¿Cómo definir a la prima de Mikhail, Rebecka? Miembro de la nobleza rural rusa…Enamorada de un caballero griego…Así era Rebecka. Parthenia la conocía y la adoraba.
            Si digo que Rebecka era la joven más bella y liberada de su tiempo me quedo corta. Era la mejor amiga de Parthenia. Tenía unos cinco o seis años más que ella. Sobrepasaba con creces la barrera de los veinte. Y era el polo opuesto a Parthenia.
            Era todo eso y más. Parthenia la entendía. Era su amiga…Su confidente…
            Se asomó Rebecka por la ventana vestida tan sólo con un camisón de tirantes con lazos en el escote que era muy profundo. Miró hacia la calle.
            El camisón era de hilo fino y dejaba ver el cuerpo de la joven porque era semitransparente. Ahogó un gruñido. Alec, su amado Alec, no daba señales de vida. Él venía a verla todas las noches. Pero también la dejaba plantada con mucha frecuencia.
            Tenía unos rasgos perfectos. Era una mujer muy bella y eso era algo que había heredado de su madre. La mujer que renunció a todo por amor. Había oído decir que su madre era la mujer más bella de todo Moscú.
            Tenía una piel que al tacto era de seda. Se estremeció al imaginarse en brazos de Alec.
            Su voz era cálida. Según sus muchos admiradores, era una voz un tanto ronca y muy, muy sensual. Era una joven alta. Y esbelta. La nariz era recta y pequeña, como la de una noble patricia romana. La boca era carnosa, con unos labios bellos y sugerentes, de trazado sensual.
            Se estremeció al recordar la primera vez que Alec la besó.
            Se apartó de la ventana. Tenía los ojos llenos de lágrimas. Tenía que haberlo adivinado. Alec no iba a acudir a su cita aquella noche. Era una tonta por estar esperándole. Él no vendría. Rebecka luchó contra las ganas que tenía de echarse a llorar. Alec no era un buen hombre. Se lo había dicho Mikhail muchas veces. Y ella era tan tonta que seguía llorando por él. Pese a que ya le conocía. Alec sólo vivía por una persona. Él mismo.
            Y Rebecka no se había dado cuenta de eso. ¿Cómo podía haber sido tan tonta? Pero se corregía así misma en el acto. Alec la quería. No podía dudar nunca de él. Estaba enamorado de ella. ¿No se lo había dicho muchas veces? Ella le había creído. ¿Cómo no iba a creerle? ¡Era el hombre de su vida!
            La voz de Rebecka era cálida, un poco ronca y con un timbre muy sensual. Y su risa era grave, profunda, como sus ojos, y muy ronca. Pero hacía mucho tiempo que Rebecka no se reía.            

            Mikhail y Parthenia estaban cenando en un céntrico restaurante de la isla.
            Eran las ocho de la noche.
            Por lo general, Parthenia nunca salía sola con un hombre al que casi no conocía. Pero Mikhail era diferente de los demás hombres que ella conocía. Aquélla era la primera temporada que pasaba Parthenia en sociedad.
            Tengo que salir más, pensó la joven.
            Tenía que dejarse ver. Miró con dulzura a Mikhail. Se sentía cómoda estando con él.
            Estaban dando cuenta de un delicioso plato de musaca con patatas. Había bastante gente en el restaurante aquella noche. Parthenia estaba disfrutando de una velada bastante agradable en compañía de un joven al que consideraba como un buen amigo.
-Eres la mujer más lujuriosa que jamás he conocido-le dijo Mikhail a Parthenia mientras miraba el subir y bajar de sus pechos ocultos tras el corpiño de su vestido.
-Más bien me considero fría como el hielo-sonrió Parthenia.
            Mikhail alzó la mano por encima de la mesa y acarició con la yema de los dedos el largo cuello de Parthenia.
-A mí no me engañas-le replicó-Te estremeces cada vez que te toco.
-Todavía no ha pasado nada entre nosotros-le recordó Parthenia.
-Pero no tardará en pasar. Me gustan las mujeres que son como tú. De apariencia fría… Pero que esconden un volcán dentro de sí. Apuesto a que no llevas nada debajo del vestido.
-Llevo una camisola y los calzones puestos. No salgo nunca medio desnuda a la calle.
            Mikhail cogió el tenedor y se llevó un trozo de musaca a la boca. 
-Te estoy mirando-le dijo a Parthenia-Sé que lo que te estoy diciendo te está desconcertando. Pero te estoy diciendo la verdad.
-Me gustaría seguir cenando tranquilamente contigo-le pidió Parthenia.
            Mikhail trató de adivinar los pechos de la joven que estaban encerrados dentro de aquel vestido tan cerrado y sin escote.
-Pero es que tengo que ser sincero contigo-insistió el muchacho-Desde que te conocí sólo he podido pensar en ti. ¡En ti! ¡Eres una bruja! He venido a Naxos por mi prima. ¿Recuerdas? Un sinvergüenza le está tomando el pelo. Y ella, mientras, sigue suspirando por él. No es justo para ella. Lo sé. Se merece algo mejor. Sin embargo, apenas he tenido tiempo para estar con ella. ¡Sólo quiero estar contigo! ¿Te parece algo normal?
-Piensa en Rebecka. Estás aquí por ella. Lo acabas de decir. Pero estás siempre pegado a mí. Los dos estamos de acuerdo en que eso no es normal.
            Mikhail vio cómo Parthenia se llevaba el tenedor a la boca con un trozo de musaca. El camarero estaba atendiendo a una pareja que acababa de entrar en el restaurante. Otra pareja se disponía a irse una vez que habían acabado de cenar.
            Mikhail trató de no pensar en cómo estaría Parthenia desnuda.
-No quiero que sufras-le dijo a la muchacha-No quiero que te pase lo mismo que le está pasando a Rebecka. Eso sería una injusticia por mi parte. Quiero que te quede esto claro. Nunca te haría daño. ¡Jamás te haría daño!
-Debo de sentirme halagada por lo que acabas de decir-sonrió Parthenia.
            Mikhail cogió la mano de la joven y depositó un beso en su palma.
-Mi experiencia con las mujeres ha sido bastante escasa-se sinceró-Limitada…Nula… Nunca he estado con una mujer. No puedo entender a los hombres que son como Alec. Hoy está con una mujer…Mañana está con otra mujer…Y le está haciendo daño a Rebecka. Mi prima no se merece estar con un hombre como Alec. Debería estar con otro hombre. Con alguien mejor…Con alguien que la sepa amar como se merece…
-Está enamorada-le aseguró Parthenia-Las personas que están enamoradas no piensan. Se quedan ciegas ante los defectos del ser amado. No quieren oír como los demás critican al ser amado. Se vuelven sordas. Para ellas, el ser amado es perfecto. No tiene ningún defecto. Cierran los ojos. Se tapan los oídos. Y justifican lo que no tiene justificación. Es muy triste.
            Mikhail bebió un sorbo de su copa de vino.
-Si alguna vez me enamoro, me pasará lo mismo-afirmó Mikhail-Se dicen que los rusos somos personas frías. No te lo creas. Los rusos somos bastante románticos. Sentimos el amor hacia los demás con intensidad. Lo vivimos…Lo sufrimos…Lo disfrutamos…
-Eso es muy bonito-dijo Parthenia-Puede que digas cosas que me incomodan. Pero también dices cosas muy bonitas. Me halagas.
            Parthenia se puso roja. Sabía que Mikhail estaba mirando sus pechos. Pese a que llevaba un vestido cerrado, Parthenia no pudo evitar sentirse desnuda ante los ojos de Mikhail. En aquel momento, el joven hizo algo imprevisto. Se inclinó por encima de la mesa y besó a Parthenia en los labios. La besó con intensidad. La besó con una pasión desconocida para ambos. Parthenia le devolvió el beso. ¿Soy capaz de despertar algún tipo de pasión en un hombre?, se preguntó Parthenia. Me desea…Me desea…
            La deseo, pensó Mikhail.
            Se pasaría la vida admirando aquel rostro de facciones dulces. Tenía un perfil digno de una Reina. Quizás sea una Reina, pensó Mikhail.
            Era delgada.
            La piel de Parthenia sería sedosa al tacto. Le cogió las manos y se las besó. Sus manos eran delicadas y pequeñas, totalmente perfectas. Jugueteó con sus dedos largos y delgados. Los ojos de la joven estaban coronados por unas espesas pestañas.

-¿Y el amor?-se preguntaba Rebecka-¿Qué pasa con el amor?
            La joven se veía atada a un matrimonio carente de amor y lleno de frustraciones. Había creído que Alec la amaba. Era muy seguro que, una vez casados, Alec le hiciera regalos en forma de joyas acompañados por falsas promesas de amor para resarcirla.
            Ella no quería joyas. Rebecka pedía ser amada. Necesitaba que Alec la amara. Si estaba en Naxos era por él. No por Mikhail. Estaba en aquella isla por él. Por Alec.

            El martes, Mikhail decidió ir a tomar el té con Parthenia. Eran las cinco de la tarde cuando llegó a la residencia de la joven. Encontró a Parthenia en la sala de estar, con un pie encima del sofá donde se hallaba. Lucía un vestido de color blanco, sin ninguna joya y el pelo estaba recogido en un pulcro moño. Mikhail, al verla, la besó en la mano.
-¿Qué te ha pasado?-le preguntó.
-Ha sido un accidente muy tonto-respondió Parthenia-He salido a montar a caballo. Monto siempre a los caballos más dóciles. Pero tuve la mala suerte de que mi yegua se encabritara. El médico me ha dicho que sólo tengo un esguince. Por fortuna, no tengo nada roto.
            Parthenia tocó una campanilla que tenía a mano, mientras Mikhail se acomodaba y se sentaba en un sillón, al lado del sofá en el que estaba recostada la joven. Pasó una criada y Parthenia le ordenó que sirviera la merienda.
            Al poco rato, volvió de nuevo la criada portando un carrito con té, pan, bollos, zumos varios y quesos. Mientras merendaban, comenzaron a hablar. A Mikhail le gustaba hablar con Parthenia, ya que podían hablar de cualquier cosa.
            La joven tenía en el regazo un libro que Mikhail nunca antes había visto. Cogió un bollo y miró el libro.
-¿De quién es ese libro?-quiso saber.
-Me lo prestó una amiga hace poco-contestó Parthenia-Da un poco de miedo. Pero me gusta mucho. Es sobre vampiros.
-¿Vampiros?
-Ya sabes. Chupan la sangre de sus víctimas.
            Mikhail cogió un vaso de zumo de naranja. Parthenia cogió un vaso de zumo de limón. Bebieron los contenidos de sus vasos al mismo tiempo. Mikhail le dio un mordisco al bollo que tenía en la mano.
            Durante unos instantes, le invadió el deseo de hundir sus dientes en la suave carne de Parthenia.
-¿Cómo se llama el libro?-preguntó Mikhail.
            Tragó saliva. Tenía la garganta seca.
-Se llama Drácula-respondió Parthenia-Es de un autor irlandés. Bram Stoker. Se inspira en un personaje que existió de verdad. El Príncipe Vlad de Valaquia.
-¿Vlad?
-¿Has oído hablar de él?
-Le apodaban El Empalador. Le gustaba meter palos por el culo a sus prisiones y clavarlos en el suelo. Era una forma horrible de morir. La agonía podía prolongarse durante horas.
            Parthenia partió un trozo de queso. Le dio un mordisco.
-Ese libro me ha dejado sin sensibilidad-comentó la muchacha-No puedo escandalizarme de nada.
-¿Te gustan las novelas de terror?-le preguntó Mikhail.
-Te confieso que el terror es mi género favorito. Lo que pasa es que a mi padre no le gusta que lea esa clase de novelas. Dice que esas cosas no las hacen las chicas como yo. Una chica bien como yo.
-Puedes lo que quieras. No le haces daño a nadie.
-Eso no es lo que dice mi padre. Piensa que esas novelas me van a convertir en una brutal asesina.
-No te veo matando a nadie.
            Parthenia sonrió con dulzura a Mikhail y le acarició el brazo con la mano. Cogió la mano del joven. Se la llevó a los labios. Se la besó. 

            Le gustaba llenar el rostro de Parthenia de besos. La besaba en la boca. No podía parar de besarla cuando yacían juntos y desnudos en la cama. La besaba una y otra vez. Era un sueño hecho realidad. Le daba besos suaves. Le daba besos apasionados.
            Besaba sus mejillas. Besaba su nariz. Besaba su frente. Besaba su barbilla.
            Se inclinaba para besar sus pechos. Los chupaba. Los lamía. Recorría con sus labios sus bien torneadas piernas. Besaba cada uno de los dedos de sus pies. No dejaba de acariciarla con las manos. Le gustaba demasiado tocar a Parthenia. Besaba y apoyaba Mikhail la cabeza en los muslos de su amada. 

lunes, 27 de enero de 2014

UN CABALLERO PERFECTO

Hola a todos.
Hoy, retomo mi novela El caballero perfecto. 
En el fragmento de hoy, veremos cómo Charles le habla a Phoebe de Martha.
¡Vamos a ver lo que pasa!

        Aquella noche, Charles entró en la habitación que le asignó a su hermana. Phoebe se estaba cepillando el pelo. Se había quitado el vestido que había llevado puesto durante algunos días, el tiempo que duró el viaje. Se había puesto el camisón. Se había lavado en una jofaina con agua fría. Pensaba que debía de acostumbrarse a no tener servicio.
-¿Vas a volver a Edimburgo conmigo?-le interrogó Phoebe.
-Me temo que no-contestó Charles.
             Phoebe empezó a inquietarse. Ella se había jurado así misma que pensaba regresar a casa con Charles. ¿Acaso no se daba cuenta de que su familia le necesitaba? ¿O es que quería vengarse de ellos por cómo se habían portado con él? Phoebe pensaba que estaba siendo injusto. ¿O acaso había algún motivo por el cual Charles quería quedarse en la isla?
-Hay alguien aquí-afirmó Phoebe-Alguien que ha captado tu interés.
-Sí...-tuvo que admitir Charles-Hay una joven.
              Aquella afirmación despertó el interés de Phoebe.
              Era un chico muy guapo, de unos veintidós años.
        El chico era alto. Tenía el cabello negro. Sus ojos eran enorme, de color pardo y mirada risueña.
              Phoebe suspiró. Charles era un joven que, de haber querido, habría roto numerosos corazones. 
-Siento algo muy fuerte por ella-prosiguió el joven-No lo había sentido antes por nadie. 
               Phoebe lo escuchó fascinada. Por primera vez, Charles admitía que estaba enamorado. El hecho de no haber protagonizado nunca un escándalo a causa de un lío de faldas había despertado las burlas de Anthony. Afirmaba cosas horribles de él. Phoebe se estremeció con el recuerdo. 
-¿De quién se trata?-inquirió.
              Durante unos instantes, Charles guardó silencio. Phoebe pensó que la curiosidad acabaría con ella. A lo mejor, pensó, conocía a aquella joven.
-Se trata de una de las primas de Daphne-contestó Charles-La amo.
-¿Estás enamorado de Bárbara Kendix?-quiso saber Phoebe-Ten cuidado. Es la prometida de lord Dennison.
-Estoy enamorado de Martha Kendix.
-Entiendo.
       Charles era el primero en admitir que Martha no era una belleza. Al menos, una belleza en el sentido clásico de la palabra.
          Era una muchacha de apariencia angelical, al menos, en su opinión. Era un tanto distraída. Pero eso formaba parte de su encanto. Era adorable. Era bajita y delgada. A Charles le recordaba a una graciosa muñeca. Tenía una carita redonda rodeada por una masa de esponjosos rizos negros.



-Vamos a cambiar de tema-sugirió Charles-Háblame un poco de ti.
-Nunca he tenido muchos pretendientes-le recordó Phoebe-Ya la cosa no ha variado mucho desde que murió Tony. Además, empiezan a circular rumores acerca de mi dote.
-No pienses en eso ahora, hermana. Olvídalo.
                      Charles recordó la conversación que había mantenido un rato antes con Martha. La joven le había dado un beso antes de irse en los labios.
-Haz lo que debas-le exhortó.
                        Charles se sentía atrapado. Su familia le necesitaba. Y él, a su vez, necesitaba a Martha.
-Me voy a la cama-anunció Charles. 
-¿Cuándo piensas contratar servicio?-inquirió Phoebe-Podríamos convertir esta casa en nuestro nuevo hogar. 
-¿Es que os han embargado la casa?
-No lo sé. Padre está hablando con el administrador. No quiere que nos echen a la calle. ¡Oh, Charles! ¡Tengo mucho miedo!
-Todo se solucionará, hermana.          

viernes, 24 de enero de 2014

GABRIEL

Hola a todos.
Hace algún tiempo, subí a mi blog Un blog de época uno de mis relatos titulado Secretos de familia. 
Decidí, al cabo de un tiempo, borrarlo. Es una historia que me gustaría ver publicada en papel, pero, antes de que eso pase, me gustaría corregirla.
En un principio, pensé en convertirla en una historia romántica, pero he decidido cambiar. Tendrá su dosis de romanticismo, pero será, más bien, una historia dramática.
Se titula de forma provisional, aunque puede llegar a ser definitiva, El secreto. 
Tiene tres protagonistas.
Ana, profesora en una Academia para Señoritas, que aspira a casarse con un aristócrata al precio que sea.
Gabriel, un joven de origen humilde.
Y Judith, alumna de la Academia y miembro de la nobleza rural.
Nos vamos a centrar en el protagonista, en Gabriel.
Gabriel es un joven de origen humilde que ha sido despreciado desde que era niño. Es el hijo de una joven gitana y de un campesino que decidió tomar partido por los franceses. Vive con el tío de su padre, el párroco de un pequeño pueblo. Como agradecimiento, Gabriel decide ordenarse sacerdote, a pesar de no tener vocación religiosa. Quiere trabajar y estar cerca de los feligreses.
Judith regresa a su pueblo durante unas vacaciones. Gabriel y Judith se enamoran nada más verse. Estalla la Primera Guerra Carlista y Gabriel es obligado a alistarse. Antes de partir, Judith le comunica que está esperando un hijo suyo. Gabriel decide abandonar el sacerdocio una vez que acabe la guerra para poder casarse con Judith. La falta de noticias de su amada le obliga a desertar y regresar a buscarla. La encuentra moribunda en un convento y Judith, antes de expirar, le confiesa que le robaron a su hijo nada más nacer.
Durante años, la obsesión de Gabriel es encontrar a su hijo y recuperarlo. Pero no tardará en descubrir que la mujer que lo robó ha construido su vida sobre una base de mentiras y recuperarlo no le será tan fácil como pensaba.
Gabriel es un joven ha trabajado duro desde pequeño. Sabe leer y escribir gracias a su tío, pero no posee una vasta cultura. Ha sentido el desprecio de los vecinos, no sólo por ser el hijo de una gitana, sino también por ser el hijo de un afrancesado. Por darle una alegría a su tío abuelo paterno, el hombre que le ha criado desde que se quedó huérfano, Gabriel se ordena sacerdote, pero, a pesar de su fe, no siente una gran vocación religiosa.
Se enamora de Judith nada más verla, pero lucha contra ese sentimiento hasta que sucumbe a él. Tiene las ideas muy claras con respecto a todo.
Su determinación y su firmeza serán claves a la hora de buscar a su hijo, a pesar de todas las trabas que encuentra en su camino.
Como podéis ver, no es una historia muy alegre ni muy romántica porque hay mucho drama por medio, pero he decidido que sea así.
Así es como me imagino yo a Gabriel.



Le he puesto los rasgos del actor Matthew Macfyden, que dio vida a Arthur Clennam en la versión más reciente del clásico de Dickens, La pequeña Dorrit. 
Su expresión seria y su mirada triste encaja a la perfección con la manera de ser de Gabriel.

miércoles, 22 de enero de 2014

EN UNA PEQUEÑA ISLA ESCOCESA (EPÍLOGO)

Hola a todos.
Hoy, me gustaría compartir con vosotros este pequeño epílogo de mi relato corto En una pequeña isla escocesa. 
Espero que os guste.

                            La visita que Adrianne hizo a Forewick Holm supuso toda una sorpresa para Ashley. La joven se alegró muchísimo de ver a su amiga. En los últimos tiempos, sólo sabía de ella a través de las cartas que se escribían. La hizo pasar al interior de su casa. Adrianne pensó que nunca antes había visto a Ashley tan animada. Ni tan feliz...Está enamorada y es amada, pensó Adrianne.
                         Ashley la recibió con un fuerte abrazo.
-Me alegro muchísimo de verte-le aseguró.
                           La hizo pasar al interior de la casa. Un criado se ocupó de las maletas de Adrianne.
                           Un rato después, cuando se hubo cambiado de ropa y se hubo lavado un poco, Adrianne se reunió con Ashley en el salón. Su amiga la invitó a tomar el té con ella.
-¡Qué sorpresa más agradable me da verte!-exclamó Ashley cuando la criada se retiró después de haber servido el té.
-No voy a pasar muchos días aquí-admitió Adrianne-Me gustaría daros a Louis y a ti una noticia. Pero, dado que Louis no está, te lo diré a ti en primer lugar. Desde que mi prometido murió, siento que no puedo seguir adelante.
-¡Pero no estás sola!
-Ashley, no podría volver a enamorarme. Estoy rota de dolor. Lo único que quiero es buscar un sitio en el que refugiarme. Dirás que soy una cobarde. Pero es lo que siento. Tú tienes a Louis y eres feliz. Yo he perdido toda esperanza de ser feliz algún día.
-¿Y qué piensas hacer?
-Pienso tomar los hábitos.
                        Ashley estuvo a punto de atragantarse cuando bebió un sorbo de su taza de té. ¿Cómo podía Adrianne pensar en tomar los hábitos? Su amiga le cogió las manos.
-Te ruego que me entiendas-le pidió.



-¡Es que no lo entiendo!-replicó Ashley-¡Tú no estás hecha para la vida monacal!
-Lo sé. Pero no tengo otra salida. No podría volver a enamorarme. Y no quiero casarme con un hombre al que no ame.
-Me dejas atónita.
                        Louis llegó en aquel momento. Se alegró mucho de ver a Adrianne y la saludó dándole un beso en la mejilla.
                         Se sentó en el brazo del sofá, al lado de Ashley. Fue ésta la que le contó la decisión que había tomado Adrianne de ingresar en el convento.
-¿Lo has pensado bien?-la interrogó Louis.
                        Adrianne contestó que se trataba de una decisión muy meditada.
-Os pido a los dos que la respetéis-añadió-Me alegro mucho de veros tan felices.
                        Louis miró con adoración a Adrianne. Se habían cogido de las manos.
                        Eran la viva estampa de la felicidad. Louis se inclinó sobre Ashley y la besó con ternura en los labios.
                        Adrianne apartó la vista de ellos.
-Espero que no te arrepientas de la decisión que has tomado-le dijo Ashley-Louis y yo deseamos que seas feliz.
-Sí...-susurró Adrianne.
                      Forzó una sonrisa. Louis se acercó a ella y la abrazó con cariño.
                      Regresó al lado de Ashley.
-Hazla feliz-le pidió Adrianne.
                       Louis le dedicó una sonrisa llena de amor a Ashley. Le aseguró a su hermana que eso era lo que pensaba hacer.
-¡Ojala vuestra felicidad dure siempre!-exclamó Adrianne-Sed siempre felices. Y que yo pueda verlo.
-Me encargaré de que sea así-le prometió Louis-Adrianne, espero que tú también seas feliz algún día.
                        Dicho esto, Louis se acercó a Ashley. Se inclinó sobre ella y se miraron con amor. Louis y Ashley se fundieron en un beso apasionado. Fue un beso largo. Fue un beso cargado de promesas en un futuro cargado de esperanzas para ambos. De sueños que acabarían haciéndose realidad. De un amor sincero y profundo...

martes, 21 de enero de 2014

UN CABALLERO PERFECTO

Hola a todos.
Hoy, Charles recibe una visita inesperada.
Espero que os guste.

                           Al día siguiente, alguien despertó a Charles golpeando la puerta.
                           El joven se levantó de la cama en la que dormía. Vestido con una camisa corta de dormir y descalzo, fue a abrir la puerta. Su sorpresa fue enorme cuando se encontró con la joven que estaba en el umbral de la puerta.
-Phoebe...-murmuró.
-Hola, Charles-dijo la joven.
                          Era su hermana mayor, Phoebe Woolf.
                          Era apenas un par de años mayor que Anthony.
                         Charles la hizo pasar al interior de la casa.
-¿Qué estás haciendo aquí?-le preguntó.
                          Phoebe estaba muy nerviosa. Le había costado mucho trabajo dar aquel paso e ir a ver a su hermano.
-Quería pedirte perdón-respondió la joven.
                           Sujetaba un pequeño bolso entre sus manos. Charles se fijó en que las manos de Phoebe temblaban de manera violenta. Su hermana había sido la que más dolida se había mostrado con él cuando murió Anthony. Al igual que el resto de la familia, Phoebe adoraba a Anthony. Estaba soltera y vivía por y para él.



-Fui muy injusta contigo-admitió Phoebe con pesar.
                     La joven tenía los ojos hinchados de tanto llorar. Había sufrido a consecuencia de la muerte de Anthony. Pero el saber que Charles se había marchado estaba a punto de volverla loca.
-¿Cómo me has encontrado?-la interrogó el joven.
-Pensé que vendrías a ver a Daphne-contestó Phoebe.
                     Encontró a Charles más delgado. Su cabello oscuro estaba revuelto. Sus ojos de color gris tenían la mirada dolorida.
                      Phoebe respiró hondo.
-Tony me robó la dote-le contó a Charles-Hace poco que me enteré.
                     Phoebe estalló en sollozos. Durante años, se había negado a ver la verdadera naturaleza de Anthony.
-El contable de nuestra familia me lo contó de manera confidencial-prosiguió-Tony nos ha dejado en la más completa ruina.
                    Charles miró a su hermana mayor. Anthony se había encargado de arruinar demasiadas vidas. Phoebe había sido su más leal defensora en todo momento. Sin embargo, ni ella misma podía seguir negando la evidencia.
-Lo siento mucho-dijo Charles.
-¡Tienes que volver a casa!-le imploró Phoebe-¡Te necesitamos!
-No pienso volver.
                       Charles notó cómo su hermana le cogía las manos casi con desesperación.
                       En aquellos momentos, Phoebe se aferraba a su hermano.
-Vosotros me odiáis-le recordó Charles-Estoy cansado de cargar con las culpas que no son mías. Siempre ha sido así.
-¡Te hemos perdonado!-afirmó Phoebe-¡Perdónanos a nosotros! ¡Charles!
                       Phoebe se abrazó a él. Rompió a llorar de manera desconsolada. Charles deseó decir algo para poder consolarla. Pero entre él y su familia había un gran abismo. No sabía qué hacer para sortearlo. Phoebe le necesitaba. Su familia le necesitaba.

                         Encontrarse al cabo de un rato con Martha supuso cierto consuelo para Charles. Le dolía la cabeza después de la visita que había recibido de Phoebe.
                         Martha fue a verle a su casa.
-Mi hermana Phoebe está aquí-le informó Charles.
-No lo sabía-dijo Martha.
                       A pesar de que Charles no tenía servicio, Phoebe decidió quedarse en su casa. Se hospedó en una de las habitaciones. Martha percibió mucho desasosiego en Charles a raíz de aquella visita.
-Me ha pedido perdón-dijo el joven-Dice que me necesitan.
-El tiempo pasa-opinó Martha-Las cosas se ven más claras.
                        Al acabar de decir esta última frase, besó a Charles en la boca.

lunes, 20 de enero de 2014

FRAGMENTO DE "LA PEQUEÑA DORRIT"

Hola a todos.
Hoy, me gustaría compartir con vosotros un fragmento de una de las novelas que más me ha llamado la atención. Se trata de La pequeña Dorrit. 
Está considerada como una de las mejores novelas de su autor, el genial Charles Dickens. La fue publicando a modo de folletín entre 1855 y 1857.
Nos cuenta una historia más bien triste. El señor Dorrit va a parar a la cárcel de Marshalsea en compañía de su mujer embarazada y sus dos hijos por no poder pagar unas deudas. Su mujer da a luz allí a su tercer hijo, una niña, muriendo en el parto. La pequeña Amy crece en la cárcel junto con su padre y sus dos hermanos mayores, Fanny y Edward. Los tres hijos del reo pueden salir a la calle y Amy consigue trabajo como costurera para la fría señora Clennam. El hijo de ésta, Arthur, regresa de China donde ha pasado los últimos años de su vida junto con su padre intentando labrarse una fortuna hasta la muerte de su progenitor. Arthur se siente intrigado por la dulce y misteriosa Amy. Un día, siguiéndola, se entera de que vive en la cárcel de Marshalsea. Amy le cuenta la desgracia de su familia y Arthur se propone ayudarla.
Es curioso porque Amy se enamora en un primer momento de Arthur. Me recuerda mucho en ese aspecto a Agnes, la protagonista de David Copperfield. Agnes se enamora de David, pero él no le hace caso porque queda prendado de Dora. No voy a spoilear mucho, pero es obvio que David comete un terrible error cuando se casa con la caprichosa Dora. Ahí, David me decepcionó un poco. Le creía más espabilado como para fijarse sólo en una cara bonita. Pero también es humano.
En La pequeña Dorrit, otra joven, Pet, muy similar a Dora, también llama la atención de Arthur. Por suerte, Arthur y Pet no llegan tan lejos como hacen David y Dora, quienes terminan casándose en un matrimonio fracasado desde el momento en el que salen de la Iglesia. Al menos, a mi parecer.
Y, sí, Arthur también se enamora de Amy, pero le cuesta mucho trabajo y algunos pesares admitirlo.
Os voy a dejar con un fragmento de esta inmortal novela.
Espero que os guste.

Marsella ardía bajo los rayos del sol. El viento no podía formar una sola arruga en la quieta y sucia superficie del agua del puerto, ni en la más limpia de mar adentro. Las barcas, ancladas en el puerto, parecían braseros, e incluso las losas del suelo parecían no haberse enfriado en varios meses. En aquella época, había en Marsella una repugnante prisión. En una de las salas de la prisión estaban dos hombres. Cerca de los dos hombres aparecía un banco carcomido adosado a la pared, sobre el que había tallado groseramente un tablero de damas a punta de cuchillo.

Este fragmento corresponde al inicio de la novela. 


Escena romántica entre Amy Dorrit y Arthur Clennam en la versión muda que se hizo de la novela en el año 1920.


jueves, 16 de enero de 2014

UN CABALLERO PERFECTO

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de Un caballero perfecto. 
Es bastante más largo que de costumbre porque van a ocurrir varias cosas.
La primera es que tendrá lugar un encuentro entre Charles y la familia Kendix. La segunda será otro encuentro entre Charles y Martha. Veremos cómo avanza la relación entre esta particular pareja.

                       Daphne había pasado llorando toda la noche.
                       Bárbara permaneció a su lado consolándola. Le dolía ver a su prima tan hundida después de que empezara a asumir la realidad de su matrimonio. El sueño acabó venciendo a Bárbara. Se quedó dormida en el balancín de la habitación de Daphne.
                      Cuando se despertó, el Sol entraba a raudales en la habitación. Daphne seguía durmiendo tras haber vaciado toda la pena que llevaba dentro. Fueron unos gritos en el recibidor lo que acabaron por despertar a Bárbara.
                       Llevaba puesto el mismo vestido que había llevado la tarde antes, cuando salió a pasear con Daphne. Su moño se había deshecho.
                        Acarició con la mano el cabello suelto de Daphne. Sin preocuparse en arreglarse un poco, salió de la habitación. A medida que avanzaba por el pasillo, el corazón de Bárbara se detuvo. Reconoció la voz de su padre gritándole a alguien.
-¡Usted no es bienvenido en esta casa!-bramó-¡Lárguese de aquí si no quiere que yo mismo le eche!
-He venido porque debo de hablar con su sobrina-se defendió otra voz.
                     Bárbara estuvo a punto de desmayarse al escuchar aquella voz. Era Charles.
                     Vio a Martha salir de su habitación ya vestida y peinada.
-¿Qué está pasando, Barbie?-le preguntó a su hermana.
-Ve a ver a Daphne-respondió Bárbara.
-No has respondido a mi pregunta.
-¡Hazme caso!
                      Bárbara descendió por la escalera. Sus pasos eran sigilosos.
                      Martha no le hizo caso. Se asomó por la barandilla. Su corazón empezó a latir muy deprisa cuando vio a Charles.
-¡Ya la he hecho demasiado daño a mi sobrina!-intervino Cynthia, fuera de sí-¿Es que no va a parar hasta matarla?
-Señora, con el debido respeto, fue mi hermano el que le destrozó la vida a su sobrina-replicó Charles-Estoy cansado de cargar con una culpa que no es mía. La muerte de Tony fue un accidente. Pero mi hermano no era ningún Santo.
-¿Cómo se atreve?
-¡Madre!-intervino Bárbara-Tiene razón.
                   
    

                   Bárbara se detuvo en el último escalón.
                   Henry y Cynthia intercambiaron una mirada cargada de ansiedad.
-Los tres sabemos cómo era realmente Anthony Woolf-admitió Bárbara-Y creo que Daphne también lo sabe.
-No quiero pensar que ese hombre haya podido hacerle daño a tu prima-se lamentó Cynthia-Tu padre y yo juramos protegerla cuando murió tu tío. Si el señor Woolf le ha hecho daño, significa que hemos fracasado. Porque nosotros permitimos su matrimonio.
-Señora Kendix, ocurrió algo la tarde en que Tony murió-contó Charles-Es necesario que lo sepa su marido y usted. Mi hermano tenía pensado abandonar a su sobrina.
-¿Cómo iba a abandonar a Daphne?-se escandalizó Henry-¡Iba a darle un hijo, por el amor de Dios! ¿Qué clase de hombre abandona a su esposa y a su futuro hijo? ¡No se trataba de una amante embarazada de su hijo bastardo! ¡Era su legítima esposa! ¡Era su hijo!
                        Martha cerró los ojos al escuchar las palabras de Charles. Todo lo que acababa de decir era cierto. Bárbara se puso pálida y se tambaleó ligeramente. Su madre, al darse cuenta, le sujetó la mano.
-Cuéntenos lo que ocurrió aquella tarde-le pidió Cynthia a Charles.
-Tony me envió una nota por la mañana-relató el joven-Me pedía que me reuniera urgentemente con él a orillas de aquel riachuelo. Yo acudí a la cita. Cuando llegué, mi hermano estaba borracho. Pero también estaba fuera de sí. Empezó a insultar a Daphne.
                    Las lágrimas empezaron a rodar por las mejillas de Martha. Era la versión extendida de lo que Charles le había contado a ella días antes. Bárbara también estaba llorando. Daphne era como su hermana mayor. Le horrorizaba saber que alguien a quien su prima tanto amaba la aborrecía y deseaba hacerle daño.
-¡Juro por mi padre que es verdad!-afirmó Charles con vehemencia.
-Madre, padre, yo oí rumores acerca del señor Woolf en Edimburgo-se sinceró Bárbara-Ese hombre sólo quería a Daphne por el dinero que le legó mi tío. No lo sabe. Si llega a enterarse, se moriría. Aunque...
-Hemos fracasado, Henry-sollozó Cynthia, desolada.
                     Su marido se acercó a ella. Le rodeó los hombros con el brazo. La atrajo hacia sí.
-Mi sobrina debe de saberlo-admitió-Tiene que saber la clase de hombre con el que estaba casada. Aunque le duela.
                       Charles se sintió muy cansado. Bárbara se acercó a él y le dio un abrazo fraternal. Le dio un beso en la mejilla sin decir nada.

                        Aquella misma tarde, Martha fue a la casa abandonada y golpeó la puerta. Sus sospechas de que Charles vivía allí se vieron confirmadas cuando el joven le abrió la puerta. Nada más verle, la joven le abrazó con fuerza. Le dio un beso en la mejilla.
-¿Qué estás haciendo aquí?-le preguntó Charles.
-He venido a darte las gracias-respondió Martha-Mi familia ha empezado a abrir los ojos. Ya no te odian.
-No has debido de venir. Yo vivo solo. ¡Ni siquiera tengo servicio!
-Hablemos fuera.
                       Charles salió a la calle. Había ido a visitar a los Kendix movido por un impulso. Porque estaba harto de vivir con la culpa que cargaba desde que murió Anthony. Era igual que cuando eran pequeños. Tanto él como sus hermanas Carla, Lauren y Phoebe cargaban con la culpa de las travesuras de Anthony.
                        Martha le dio un nuevo beso en la mejilla, dándose cuenta de lo que Charles estaba pensando.
-Tan sólo falta que hables con Daphne-opinó la muchacha.

               

                       Charles suspiró.
                       La familia de Daphne se había mostrado más receptiva de lo que había pensado. Le cogió las manos a Martha.
-Dale las gracias a tu hermana-dijo-Ella intercedió por mí.
                      Martha recordó la charla que había mantenido días antes con Bárbara.
-Mi hermana conoce la verdadera naturaleza de tu hermano-dijo-Oyó hablar de él en Edimburgo.
                      Se sentaron sobre la hierba. El cielo estaba cubierto de nubes oscuras.
                      Martha arrancó una brizna de hierba. Pensó en cómo había transcurrido su vida desde el mismo instante en que nació. Todo había sido placidez hasta que murieron sus tíos.
                      Primero, murió su tía Vivian. Después, murió su tío Stephen. Martha aún los echaba de menos. Habían sido como unos padres para ella. Recordaba las veces que iba a visitarles a Edimburgo. Bárbara y ella les adoraban. Recordó cómo cayó enferma su tía Vivian. Martha aún era una niña. Creía que su tía acabaría curándose. Desgraciadamente, no ocurrió. Su tía murió. Martha estaba convencida de una cosa. Su tío Stephen murió de pena. Le dolía el corazón el saber que su esposa, a la que tanto amaba, ya no volvería con él. Se había ido para siempre.
                       Sus padres decidieron acoger en su casa a Daphne y cuidar de ella. Desde entonces, para ellos, la joven era como una hija más.
                        Martha recordaba la escena que presenció cuando bajó y entró en el salón.
                         Su madre no paraba de llorar. Su hermana intentaba consolarla, pero ella también estaba destrozada. Su padre estaba de pie ante el amplio ventanal del salón, ocultando sus propias lágrimas. Cuando Martha quiso saber lo que había pasado, nadie le quiso contar nada. Sin embargo, ella había escuchado la conversación mantenida con Charles. Daphne se sintió con fuerzas para bajar a la hora del almuerzo. Al verla, todos disimularon que no había pasado nada. Lo habían decidido después de recordar cómo regresó de su paseo con Bárbara. Sufrió un ataque de nervios al entrar en casa. Martha entendió la actitud de su familia. No querían herir a Daphne.
-Ahora, más que nunca, debo de hablar con ella-insistió Charles-He de contarle la verdad.
-¿Has pensado en hablar con tu familia?-inquirió Martha.
-Ya no me importa nada. Ni mi familia...Ni la sociedad...
-¿Y qué piensas hacer?
-Quería irme. Ahora, ya no estoy tan seguro de lo que quiero hacer.
                       Charles miró con intensidad a Martha. Aquella sencilla chica le había hecho reflexionar. Le había hecho ver que no podía seguir sufriendo por culpa de Anthony. Todo lo que rodeaba a Martha era hermoso y puro. Y le hacía sentirse limpio. No se sentía así desde que murió Anthony. Cuando su propia familia le dio la espalda.
                       Alzó la mano y acarició con la yema de los dedos la cara de Martha. La besó en la mejilla. Y, acto seguido, los dos se fundieron en un beso cargado de ternura. Un beso cargado de dulzura...

martes, 14 de enero de 2014

EL VAMPIRO

Hola a todos.
Hoy, regresa a este blog nuestro vampiro favorito: lord Ruthven.
Lord Ruthven, el protagonista de El vampiro, nació de la mente de Polidori durante la noche de tormenta en la que nació también de la mente de Mary Shelley Frankenstein. Si bien, una de las amantes de lord Byron, lady Caroline Lamb, se puede considerar la creadora de lord Ruthven, una especie de trasunto de lord Byron. Lo convirtió en una especie de vampírico psíquico, alguien que se aprovecha de los demás y les hace tanto daño hasta el punto de casi acabar con ellos.
Fue Polidori el que dotó a lord Ruthven del comportamiento vampírico que gozan todos los vampiros clásicos.
El vampiro es un fanfic de la novela de Polidori y también de la novela de Gaelen Foley Pecados inconfesables. Lady Parthenia, la hija del duque de Westland, el hombre al que Becky acude buscando ayuda, es la protagonista del fanfic. Una joven que ha pasado gran parte de su vida sobreprotegida por su padre y que, de pronto, se siente atraída por un hombre misterioso y atormentado. Una atracción recíproca, a pesar de que son muchos los rumores que corren acerca de lord Ruthven.
En este fragmento, veremos cómo era la vida de lord Ruthven antes de su conversión en vampiro.
Además, Becky le dará a Parthenia una mala noticia relacionada con la familia de Alec.

                           Lord Ruthven había sido en una vida pasada Nicholas Oates, el cuarto hijo de un squire, de un terrateniente inglés.
                            Su hermano mayor heredaría el título. Su otro hermano estaba haciendo carrera en el Ejército. El otro hermano había decidido ser vicario. Y estaba él, un auténtico crápula.
                            Hacía lo que le daba la gana. Famosas eran sus borracheras en la taberna del tranquilo pueblecito inglés en el que vivió sus primeros años de vida. Su hermano mayor se había casado y tenía ya dos hijos. Los otros dos también se habían casado. El matrimonio, opinaban, le volverían una persona responsable.
                         Su padre, por desgracia, acababa de fallecer. Pero su madre decidió ocuparse de la tarea de buscarle una esposa. Decidió que a Nicholas le convenía una joven a la que él conociera de siempre.
                          Se decantó por la hija menor de sus vecinos, los barones de Smith, lady Victoria Andrews.
                          Nicholas conocía a Victoria de toda la vida.
                          Pero la relación entre ambos había sido prácticamente nula.
                          Victoria odiaba visitar la casa solariega de sus padres. Había sido presentada en sociedad. Tenía numerosos pretendientes, ya que estaba considerada toda una belleza. Sus dos hermanas mayores habían hecho buenos matrimonios. Pero la familia Andrews estaba en la ruina.
                           Por ese motivo, se pactó el matrimonio entre Victoria y Nicholas.
                           Nicholas aceptó casarse con Victoria a sabiendas que nunca la amaría.
                          Mientras, la joven montó en cólera al saber que sus padres querían casarla con un auténtico crápula. Victoria aborrecía a Nicholas.
                           Sabía que era un juerguista. Para ella sería vergonzoso el ir a buscar a su marido a la taberna. El saber que podía gastarse toda su fortuna en partidas de naipes. El saber que se acostaba con rameras. Nicholas no se sentía orgulloso de su vida como mortal.
                             Corría el año 1800 cuando la vida de Nicholas Oates cambió para siempre.
                             En el interior de su ataúd, lord Ruthven se removió nervioso. Los recuerdos de su pasado siempre volvían a su mente. Le hacían demasiado daño. Era curioso sentir dolor cuando uno está muerto, pensó.
                               Igor abrió la tapa del ataúd.
-¿Es ya de noche?-le preguntó lord Ruthven.
                               Unas velas parecían iluminar la estancia donde se encontraba el ataúd.
-Le he oído quejarse, milord-respondió Igor-Está anocheciendo. ¿Acaso estaba sufriendo alguna pesadilla?
-Tan sólo recordaba-contestó lord Ruthven. Se sentó en el ataúd-Y el recordar nunca es bueno. Sobre todo, cuando uno ha obrado mal.
-Usted no es peor que esos libertinos que sabe Dios lo que hacen cuando se encierran en sus casas a beber en grupo y buscan a muchachas en los burdeles. Usted bebía y jugaba. Pero yo sé que nunca le hizo daño a nadie.
-A veces, siento que mi muerte fue lo mejor que pudo pasarle a mi familia.
                            Había una infinita tristeza en la voz de lord Ruthven. En ocasiones, se sentía tentado a regresar a su pueblecito natal. Buscar a su madre y a sus hermanos. Saber qué había sido de Victoria.
                              Las campanas de la Iglesia de San Jorge empezaron a tocar con tristeza.




-Ha muerto lady Isabella-dijo de pronto.
                        Salió del ataúd.
                        Parecía estar como ido.
-¿De quién habla?-quiso saber Igor.
                        Muchas imágenes pasaron por la mente de lord Ruthven.
                        Vio a la duquesa de Hawkscliffe, lady Belinda Knight, rota por el dolor. Su marido, lord Robert Knight, duque de Hawkscliffe, intentaba mantener el tipo a su lado. Un carruaje oscuro tirado por caballos negros recorría las calles de Londres. Portaba un féretro. Y, en su interior, estaban los restos mortales de una niña. De la pequeña lady Isabella...
-Alguien ha matado a esa niña-murmuró lord Ruthven de pronto-Como intentó hacer con Daisy Maning.

                         Unos golpes histéricos en la puerta de la mansión de los Westland despertaron a todos los habitantes. Fue una criada quien abrió la puerta a Becky, quien estaba histérica.
-¿Dónde está Parthenia?-le preguntó a la criada.
                        La joven se despertó de golpe al oír los porrazos en la puerta.
                        Reconoció la voz de Becky en el acto.
                        Apenas alcanzó a ponerse una zapatilla. Bajó la escalera abrochándose la bata.
-¿Qué ocurre, Becky?-le preguntó a su amiga.



                          La aludida se precipitó sobre ella. Parecía que estaba a punto de desmayarse. Parthenia la hizo sentarse en un escalón. No recordaba haber visto nunca a Becky tan alterada. Su rostro estaba desencajado.
-¡Está muerta!-respondió.
-¿Quién está muerta?-quiso saber Parthenia.
-Isabella...La hija de Robert...El hermano mayor de Alec...La han encontrado muerta.
-¿Qué estás diciendo?
                       Parthenia recordaba a la perfección a aquella niña. Era el vivo retrato de lady Belinda, su madre. Aunque oyó decir que poseía el carácter travieso de su tía Jacinda. ¿Cómo había podido fallecer una criatura que estaba llena de vida? Abrazó a Becky y trató de consolarla.
-¡Esto es una pesadilla!-sollozó la joven-Robert está destrozado. Y Belinda está como ida. ¡Dios mío!

                        Un rato después, Parthenia acudió con Becky a la residencia de los duques de Hawkscliffe.
                       Apenas tuvo tiempo de ponerse un vestido de color negro encima del camisón y de cubrirse con una especie de mantilla su cabello suelto.
                        Parthenia se arrepintió de haber ido allí. La gente parecía estar más pendiente de cotillear que de dar consuelo a los destrozados padres. Parthenia recordó que Belinda no pertenecía a la aristocracia. Antes de conocer a Robert, trabajaba como profesora en una Academia Para Señoritas. La misma en la que recibió clases Parthenia. Después, ocurrió algo y abandonó la Academia. Lo siguiente que la joven supo de su antigua profesora fue que se había convertido en una cortesana.
                      A pesar de que estaba casada con uno de los hombres más ricos y poderosos del país, lady Belinda no era bien recibida en ninguna parte.
                        Sólo se relacionaba con las esposas de sus cuñados.
                       Y allí estaban ellas. Parthenia vio que lady Miranda, la esposa de lord Damien, intentaba consolar a la destrozada duquesa. Lady Belinda permanecía echada en el sofá, con la mirada perdida. Sus ojos estaban hinchados de tanto llorar. Lizzie Strathmore estaba allí, pero estaba sola.
                        Lady Jacinda estaba con su hermano. Lord Robert tenía el rostro desencajado.
-¿Dónde está Alec?-le preguntó Becky a Parthenia.
                         La muchacha no respondió. Se acercó lentamente a lady Belinda. Al percatarse de su presencia, lady Miranda la miró con cierta desconfianza.
-¿Cómo está?-le preguntó Parthenia.



-Ha perdido a su hija-respondió lady Miranda-Y sabe Dios cómo le afectará a su embarazo. Está embarazada de cuatro meses. Ha sufrido pérdidas de sangre cuando ha visto el cuerpo de Isabella. ¿Qué clase de alimaña le haría algo así a una criatura?
-¿A qué se refiere?
-Bel fue a buscar a Bella al cuarto de juegos. Pero no estaba allí. Henry, el sobrino de Alice, y uno de mis hijos tenían golpes en la cara. Mi hijo...Aún no ha vuelto en sí. Pero Henry se despertó y nos contó que un hombre malo se llevó a Bella. Le pegó a Henry y a mi niño cuando intentaron defenderla. Robert, Damien y Lucien salieron a buscarle. Entonces...Fue Damien. Mi marido...Encontró el cadáver de Bella. Y...
                        Lady Miranda estalló en sollozos. Era ya de madrugada. La niñera de Isabella se estaba encargando de amortajar el cadáver de la niña.
                        Parthenia se sentó al lado de la destrozada mujer en el sofá. Se fijó en que la falda de lady Belinda estaba manchada de sangre. A punto estuvo de ponerse a chillar allí mismo.
-Excelencia...-la llamó.
                        Pero lady Belinda parecía no reaccionar.
-Voy a buscar a un médico-decidió Parthenia.
                         Becky no tuvo tiempo de preguntarle adónde iba. Parthenia salió corriendo de la residencia de los duques. Trató de recordar la dirección de algún médico en el barrio de Mayfair. De pronto, la joven tropezó con alguien en su alocada carrera. Parthenia respiró aliviada al percatarse de que se trataba de lord Ruthven.
-¿Adónde vas?-le preguntó.
-Voy a buscar a un médico-respondió Parthenia-Lady Hawkscliffe...
-Lo sé. Vuelve a la residencia de los duques. Allí estarás a salvo.
-¿Sabes lo que le ha pasado a la hija de los duques? ¡Era una niña!
-Hazme caso, Parthenia. Vuelve a la residencia de los duques. Ese criminal es el mismo que atacó a Daisy Maning. Es un mortal. Un hombre...Pero parece actuar igual que Satanás. Iré a buscar yo mismo al médico.
                       Lord Ruthven besó con fuerza a Parthenia en la boca. La abrazó con ímpetu y sintió miedo. Un miedo terrible a perderla. Nunca antes había estado tan asustado como lo estaba en aquel momento.

lunes, 13 de enero de 2014

UN CABALLERO PERFECTO

Hola a todos.
Después de diez días sin dar señales de vida en este blog, retomo mi historia de Un caballero perfecto. 
Vamos a hacer un pequeño resumen de esta historia.
Daphne Woolf es una joven viuda llena de amargura y de resentimiento contra su cuñado Charles, un joven serio y respetuoso, al que acusa de la muerte de su marido Anthony. Daphne se refugia en la casa de sus tíos en Inchmurrin. Charles va a verla para pedirle perdón, pero, como Daphne no quiere saber nada de él, pide ayuda a una de sus primas, a Martha. Entre Charles y Martha empieza a surgir una intensa atracción.
En este fragmento, Daphne sale a dar un paseo con su prima Bárbara (la hermana mayor de Martha). Bárbara también intentará abrirle los ojos, ya que el difunto esposo de Daphne era un auténtico sinvergüenza.

                          Daphne aceptó salir a dar un paseo por la orilla del Lago Lochmond.
                          Se llevó las manos al vientre mientras paseaban, recordando el funesto día en el que perdió lo único que le quedaba de Anthony. El niño que ambos habían engendrado. Le parecía lejana la época en la que era una mujer felizmente casada con un marido que amaba y que creía que la amaba a su vez e iba a darle un hijo. Pero su marido estaba muerto. Su hijo también había muerto. Daphne estaba rota de dolor.
-Tienes que recuperarte-le dijo su prima Bárbara, quien la acompañaba en aquel paseo-No puedes vivir toda la vida sumida en el dolor.
-No has estado nunca enamorada-le recordó Daphne-No sabes lo que es perder al hombre que amas.
-Daphne, es normal que llores la muerte de Anthony Woolf. Era tu marido y me consta que lo amabas con todas tus fuerzas. Pero hay algo que me asusta. Tienes muy idealizado a ese hombre. Piensas que es perfecto y no es así. Tu marido no era trigo limpio. Lo sabes bien.
                        Daphne la fulminó con la mirada.
-Me resisto a creer que des crédito a las injurias que circulan acerca de Tony-le reprochó-Le odiaba demasiada gente porque era muy rico.
-¿Sólo por eso?-terció Bárbara-¡Por el amor de Dios, Daphne! Me resisto a creer que seas tan ingenua. En tu corazón, sabes que eso no es cierto.
                       Daphne se detuvo.


-No...-murmuró-No...
                          Tenía los ojos llenos de lágrimas. Bárbara también se detuvo y se sintió culpable al verla en aquel estado. Abrazó con cariño a Daphne. Le dio un beso en la frente.
                          La joven lloró de forma desconsolada. No quería admitir que, en el fondo, Bárbara tenía razón. Daphne se apartó de su prima. Recordaba con total nitidez cómo había sido su matrimonio con Anthony. A pesar de que no era el marido perfecto, Daphne lo amaba con todo su ser.
-Tony me quería-le aseguró a Bárbara-¡Me quería!
                        Su prima no supo qué pensar. Eran demasiados los rumores que circulaban acerca de Anthony Woolf. Y ella misma le había visto en una ocasión en una situación comprometida. Pero Daphne estaba demasiado enamorada de aquel fantasma. Si quería ser feliz, debía de hacer algo para poder librarse del recuerdo de aquel mal hombre. Le cogió las manos.
-Piensa en todos los momentos que viviste a su lado-le exhortó-Y recuerda cómo era en realidad. Sin que su recuerdo ni el amor que le profesas te nuble la mente.
-Tony...-murmuró Daphne.
                           No pudo seguir hablando. Un sollozo se escapó de su garganta.
-Podía no hacerme caso-recordó-Podía pasar días enteros sin querer hablar conmigo. Podía llegar a casa apestando a perfume. Perfume de mujerzuela...De dama...¡Pero yo le adoraba! ¡Era toda mi vida!
-Si te hacía esas canalladas, entonces, no te amaba como decía-afirmó Bárbara con pesar-Anthony Woolf no te merecía. Tú mereces ser amada porque eres una mujer extraordinaria, Daphne. El mundo está lleno de hombres bondadosos que están deseando conocerte y que te amarán de verdad. No dejes que el recuerdo de ese malnacido te siga haciendo daño.

viernes, 3 de enero de 2014

UN CABALLERO PERFECTO

Hola a todos.
En el fragmento de hoy de Un caballero perfecto, veremos un nuevo encuentro entre Charles y Martha. Seremos testigos de cómo la atracción que hay entre ellos va en aumento.
¡Vamos a ver lo que pasa!

                        Charles llevaba algún tiempo viviendo en Inchmurrin y había oído algunos comentarios acerca de Daphne y de sus primas. Daphne era famosa en la isla por su inmensa belleza. Bárbara era famosa en la isla por su inteligencia. Mientras, Martha era bastante conocida por su carácter tranquilo. Ninguna de las tres jóvenes pasaba desapercibida.
                        Se las veía con frecuencia dando un paseo por el pequeño jardín que rodeaba la casa de los Kendix. Estaban muy unidas. Daphne no quería salir a la calle.
                        Un aura de misterio y de tragedia la envolvía. Daphne estaba rota de dolor. Tanto Henry como Cynthia se esforzaban en ocultarle las noticias que llegaban desde Edimburgo. La señora Woolf le había escrito una carta a Cynthia contándole que hacía semanas que no sabía nada de Charles. Y Cynthia creía que el cuñado de Daphne podía encontrarse en Inchmurrin.
                        Martha y Charles se encontraron de nuevo algunos días después en la playa. Martha fue la que llegó primero y se dedicó a caminar por la orilla de la playa. ¿Qué estoy haciendo aquí?, pensó la muchacha. No sabía el porqué había acudido a aquella cita. Charles no tardó en aparecer ante ella.
-Excúseme por la tardanza-se excusó el joven.
-He estado indagando un poco acerca de su hermano-le contó Martha-He hablado con Bárbara. Me ha contado algunas cosas que no me gustan nada. Mi hermana no quería contarme nada. Daphne no lo sabe. Su marido...Él no la quería. No le era fiel.
-Lo sabía. Los rumores que corrían acerca de Tony eran ciertos. Él mismo me lo contó.
-¿Piensa que Daphne debe de saberlo?
-Lo último que quiero es hacerle daño. Pero pienso que debe de saber la verdad.
-La verdad acabará matándola.
-Dígame lo que quiere que haga.



                        Charles se quedó admirando a Martha. Se fijó en que poseía unas facciones delicadas y dulces. Había unas pocas pecas salpicando su nariz que le daban un aspecto que Charles encontró adorable. Al compararla mentalmente con Daphne, el joven pensó que su cuñada salía perdiendo porque Martha era más bonita.
                       ¿Y qué estoy haciendo pensando en Martha de este modo?, pensó Charles.
                       La joven se ruborizó al sentirse observada. Veía admiración en los ojos de Charles. Nunca antes nadie la había mirado de aquel modo.
-Hable con Daphne-decidió Martha.
-No me quiere ver-le recordó Charles.
-Yo prepararé un encuentro entre ambos. No será ahora. Ya le avisaré. Daphne ha vuelto a recaer. No quiere salir a la calle. Esta situación acabará con ella.
-A menudo, pienso que Tony sigue ahí. Haciéndole daño. Daphne no se merece vivir atada al recuerdo de un hombre que jamás la amó. Aunque ese hombre sea mi hermano.
-Tiene razón.
                       Martha se fijó en que Charles poseía unos bonitos ojos de color azul oscuro de una mirada tan profunda que parecía leer cada uno de sus pensamientos.
                        Pensó que aquel joven era digno de ser amado porque veía bondad en su alma. Veía honradez en su corazón. Casi sin darse cuenta de lo que estaba haciendo, se acercó a Charles. Posó sus labios sobre los labios del joven. Esta vez, fue Martha quien le besó. Fue un beso cargado de ternura.
                        Cuando Charles se quiso dar cuenta, Martha se había ido. La vio correr.
-¡Martha!-la llamó a gritos-¡Martha!
-Ha sido un error-pensó la joven-Un error...
                         Esta vez, había sido ella quien había besado a Charles. Y él había correspondido a aquel beso.
                           Aún podía sentir los labios de Charles sobre sus labios. Entró en el recibidor y el mayordomo le preguntó adónde había ido. Martha no supo qué responder. Estaba como ida.

jueves, 2 de enero de 2014

UN CABALLERO PERFECTO

Hola a todos.
El fragmento que os traigo hoy de Un caballero perfecto hace referencia al refrán: "No hay peor ciego que el que no quiere ver".
Daphne no quiere admitir cómo era realmente su matrimonio.

                          La criada sirvió para acompañar el té de las cinco un plato de tarta de chocolate. Partió un pedazo. Se lo tendió a Daphne. La joven lo agradeció. Lo probó. Martha también aceptó el trozo que le ofreció la criada.
-Señora Daphne, dicen que el chocolate ayuda a aliviar las penas-le comentó a la joven.
                        Se retiró de manera discreta.
-¡Ojala tenga razón!-suspiró Daphne.
                          Martha se llevó un poco de tarta de chocolate a la boca. La tarta estaba deliciosa. Pero el rostro de Daphne seguía estando triste.
-Me gustaría hacerte una pregunta-se decidió Martha.
-¿De qué se trata?-inquirió Daphne.
-Es sobre tu matrimonio.
-¿Qué es lo que quieres saber?
-¿Cómo era?
-Tony y yo éramos felices.
                          Se habían quedado solas en el salón. Martha arqueó las cejas. Daphne se dijo así misma que su matrimonio era feliz. Anthony la amaba. Bebió un sorbo de su taza de té. ¿Por qué todo el mundo parecía dudar de Anthony?
-Dime la verdad-le pidió Martha.
-Nos has visto juntos muchas veces-le recordó Daphne-Tony me adoraba. Vivía sólo para complacerme.
-¿Lo dices en serio?
                        Daphne sonrió al pensar en su marido. Sentía por Anthony una adoración que rayaba la devoción. En su fuero interno, había cosas de su matrimonio que no le gustaban. Anthony nunca se había quedado dormido abrazado a ella.
-Mi matrimonio era perfecto-contestó la joven-Fui muy feliz durante el tiempo que estuve casada con Anthony. Él me amaba con locura. Y quería a nuestro hijito. Habría sido un buen padre. Yo sé que él me era fiel.
-Daphne, tu marido no era ningún Santo-le recordó Martha-Acuérdate de lo que se decía de él, incluso, después de casados. ¿Acaso lo has olvidado?
                        Daphne bajó la vista, intentando no pensar en aquellos espantosos rumores que corrían acerca de Anthony. Era el hijo mayor de los Woolf y siempre había estado muy mimado. Sus padres le consentían todo. Estaban completamente volcados en él. Sus preceptores acabaron tirando la toalla con él. Y sus hermanos asumían todas las culpas que eran, en realidad, de Anthony.



-Tony era muy envidiado por todo el mundo-afirmó Daphne casi con terquedad-Las madres con hijas casaderas le perseguían.
-Yo escuché que no era bien recibido en ninguna casa respetable-aseveró Martha.
-Eran rumores.
-¿En serio lo crees?
                        Daphne asintió casi con vehemencia.
                        Sin embargo, recordó algo que deseaba con todas sus fuerzas poder olvidar.
-Yo creo que estaba asustado y nervioso-le aseguró a Martha-Cuando le comuniqué que íbamos a ser padres, no se alegró. Fue imaginación mía. Lo sentí más distante. Más lejos de mí...¡Pero ya te digo que fue imaginación mía! Tony me amaba con todo su ser. Lo que pasó fue que se puso nervioso cuando se enteró de que yo iba a darle un hijo. Nos quería muchísimo a los dos.
                       Te casaste con un auténtico canalla, pensó Martha. Y te niegas a verlo.
-¿Tu marido quería ser padre?-interrogó a su prima.
-¡Espero que no pienses que Tony me era infiel!-se escandalizó Daphne-Estaba preocupado porque pensaba que no sería un buen padre. No me lo dijo, pero, como le conocía tan bien, lo adiviné. Me habría gustado hablar con él. Calmar sus temores.
-¿Salía mucho sin ti por las noches?-Había mucho escepticismo en la voz de Martha.
-Yo no podía salir con mi embarazo. Y Tony...A él no le gustaba estar encerrado. Era muy sociable. Se llevaba bien con todo el mundo.
-El problema no es ése, Daphne. El problema es otro. Creo que tú no lo conocías bien. Decidiste que estabas enamorada de él. Te pusiste una venda en los ojos. Tony no cambió cuando se casó contigo. Su fama empeoró. ¿O es que no lo sabías?
-Estás muy equivocada, Martha. Tenía algunos enemigos en Edimburgo. Se encargaron de intentar arruinar su reputación con historias horribles sobre él. ¡Pero no lo consiguieron!
-Daphne...
-No olvido a mi marido. Te puedo asegurar que, cuando me conoció, Tony cambió por completo. ¡Es verdad!

miércoles, 1 de enero de 2014

UN CABALLERO PERFECTO

Hola a todos.
He querido que la primera entrada que hago en un blog en este 2014 sea en este blog.
Vamos a ver un fragmento de mi relato Un caballero perfecto. 
Martha quiere indagar en cómo era realmente el matrimonio entre su prima Daphne y Anthony. Para ello, hablará con su hermana Bárbara, ya que cree que Daphne puede haberle confiado algo.

                              Martha había salido a su madre, con su cabello de color negro. Con sus ojos del mismo color negro...Con la piel blanca, pero con las mejillas sonrosadas. En cambio, Bárbara era el vivo retrato de su padre. Poseía su cabello de color rojo encendido. Así como también poseía sus ojos de color verde esmeralda. Cuando Daphne se casó con Anthony, muchas miradas se posaron en Bárbara. Se le duplicaron los pretendientes que antes tenía. Ninguno de ellos había logrado conquistar el corazón de la joven. La besaban sólo en las manos. Alguno, los más atrevidos, habían osado besarla en las mejillas. Por supuesto, todo eso cambió cuando Henry decidió que casaría a Bárbara con lord Dennison.
                             Bárbara estaba leyendo un libro acurrucada en un sillón del salón. Martha, por el contrario, estaba bordando un pañuelo. Daphne estaba acostada en su cama. Decía que le dolía mucho la cabeza.
-Me gustaría hacerte una pregunta-atacó Martha-¿Cómo era el matrimonio de Daphne con el señor Woolf? A ti te lo cuenta a todo.
-Daphne decía que era feliz-contestó Bárbara-Y yo me inclino a creerla. La veía muy enamorada de su marido.
-La cuestión es otra. ¿El señor Woolf estaba enamorado de Daphne? He oído hablar de él. No tenía muy buena fama. Su hermano es distinto.
-¿Has hablado con él?
-No...Yo sólo me acuerdo de las pocas veces que lo he tratado.



                       Bárbara arqueó una ceja.
                       También ella había oído hablar de la malísima reputación que poseía Anthony Woolf. Pero veía a Daphne tan enamorada de él que deseó creer que aquel amor era correspondido.
-¿Crees que Anthony Woolf quería ser padre?-interrogó Martha a su hermana.
-Yo creo que sí quería ser padre-contestó Bárbara-Era un hombre muy rico. Los hombres buscan tener un heredero a toda costa.
                       Pero no buscan hacerse cargo de sus herederos, pensó Martha con algo de cinismo. Pensó que era obvio que Daphne no le había contado gran cosa a Bárbara acerca de su matrimonio. O sólo le había contado lo que quería contarle. Bárbara cerró el libro.
-Si te soy sincera, creo que el matrimonio con cambió para nada a Anthony Woolf-opinó la joven.
                     Aquel comentario llamó la atención de Martha. Quizás, Daphne no le había contado nada. Pero Bárbara podía haber oído toda clase de rumores en otra parte. Bárbara tenía algunas amigas en Edimburgo. Amigas que se relacionaban con la familia Woolf.
-No te quiero contar nada-titubeó Bárbara-Porque no quiero que esto le pueda hacer daño a Daphne. Pero he oído rumores. Y hay quien ha visto a Anthony Woolf retozando con una actriz de segunda fila en Princes Street Gardens.
-¡Jesús bendito!-se escandalizó Martha.
                    Bárbara se arrepintió de haber hablado porque pensó que había dicho algo que no debía de haber dicho.
-¡Por favor, Martha, no le cuentes nada a Daphne!-le rogó a su hermana.
                     Martha asintió.
                    Estaba demasiado aturdida como para articular palabra.
                    Bárbara recordó comentarios que había escuchado relacionados con Anthony. Aquel hombre no quería ser padre. No sentía cariño alguno por el hijo que Daphne esperaba de él. Incluso, había oído cómo Anthony se refería de un modo muy despectivo tanto a Daphne como a su hijo.
-Ese hombre no la quería-acabó sincerándose Bárbara-No la quería ni a ella. Y tampoco quería a su hijo. ¡No lo entiendo! ¿Por qué se casó con Daphne si no la quería? ¿Lo hizo por el dinero que le legó nuestro tío?
                       Bárbara se puso de pie y empezó a pasearse de un lado a otro del salón con gesto nervioso. Martha la siguió con la mirada con gesto espantado. Lo que acababa de contarle su hermana mayor era lo mismo que le había contado Charles el día antes. Momentos antes de besarla. No pienses en ese beso, se recriminó así misma. No pienses en ese beso. ¡No pienses en eso!
-No lo sé-contestó Bárbara con gesto enfadado.
-Daphne no lo sabe-dedujo Martha.
                      Bárbara apretó los puños al pensar en su prima. El único error que Daphne había cometido había sido enamorarse de un hombre que nunca la había querido. Por desgracia, Daphne había idealizado de sobremanera a su difunto esposo. En realidad, pensó Bárbara, estaba encerrada en su habitación llorando su pérdida.
                       No quería ver cómo había sido Anthony en realidad.
                      Se acercó a Martha y se sentó a su lado en el sofá. La chica vio una muda súplica en los ojos de su hermana.
-Hermana...-dijo Bárbara-Te ruego que no le cuentes nada a Daphne.
-Tiene que saber cómo era su marido en realidad-replicó Martha.
-Lo sabrá cuando llegue el momento. Pero Daphne está destrozada por la muerte de Anthony Woolf. No querrá oír a nadie criticar a su marido.
                       Charles tiene que hablar con Daphne, pensó Martha. Tiene que contarle lo que ocurrió aquella tarde a orillas del riachuelo. Que sepa lo que ese malnacido pensaba hacerle. ¡Tiene que saberlo! ¡Daphne lo debe de saber!