miércoles, 30 de julio de 2014

FRAGMENTO DE "NUNCA TE ENAMORES DE UN HOMBRE LOBO"

Hola a todos.
Hoy, me gustaría compartir con vosotros este fragmento de mi novela corta Nunca te enamores de un hombre lobo. 
Espero que os guste.

                                Roberta había pasado una noche espantosa. La última Luna Llena del mes había tenido lugar la noche antes.
                                Salió a dar un paseo por la playa. En su cabeza, estaban metidos los aullidos que había escuchado. Con razón hay lobos en la isla, pensó con ironía. Y se acordó de su prima Alana. Estaba convencida de que Alana había visto a Jason transformarse. Como lo había visto ella.
                               Las lágrimas empezaron a quemarle los párpados. Roberta tenía la mente confusa. No era sólo por lo que había presenciado en el jardín de su casa.
                                Recordaba los últimos días de vida de Alana. Roberta y Raven estaban todo el día con ella en su habitación. Alana no quería levantarse de la cama. Roberta y Raven se encargaban, incluso, de intentar darle de comer porque Alana no quería comer. Lo único que hacía era llorar. Parecía sufrir un fuerte ataque de pánico que no se acababa de ir.
                               Una noche, Alana contempló a Roberta durante un largo rato. Su prima se había convertido en una muchacha muy bonita. Pero su aspecto era más bien sencillo. Tendría numerosos pretendientes. Sólo tenía diecisiete años. Pero no tardaría mucho tiempo en convertirse en toda una mujer. Sus ojos de color negro eran hermosos. Y sus cejas eran finas y estaban bien perfiladas. Raven había ido a su habitación a prepararse para acostarse. La doncella que las tres chicas compartían ya debía de haberle soltado su cabello rojo, que llevaba recogido en un moño.
                              Se lo estaba peinando.
-No te pareces en nada a Raven-comentó Alana-Es mejor que te parezcas más a tu hermana. Robbie...Eres muy inteligente. Nunca dudes de tu inteligencia.
                             Le cogió la mano. Alana estaba más delgada. Había perdido varios kilos en los últimos días. Su piel se había tornado de un tono pálido que a Roberta le recordaba a un cadáver.
                             Los ojos de color verde esmeralda habían perdido todo su brillo. Su cabello de color cobrizo enmarcaba una cara de forma ovalada. Sus rasgos eran perfectos. Su figura era alta. Y estaba bien proporcionada.
                            Pensó en Cole. En los besos que le había dado. En los abrazos que deseaba darle.
                            Pero sentía que era un monstruo. Cole no merecía casarse con un monstruo.
-Nuestra familia...-empezó a hablar Alana.
-Somos una familia un poco rara-bromeó Roberta.
-Robbie, ten mucho cuidado. Pasa aquí algo muy malo.
-¿A qué te refieres?
-A tío Angus...A Jason...Se bajan todas las noches al sótano. En las noches de Luna Llena...¿Nunca te has preguntado el porqué hacen eso?
-Papá hace eso desde que me alcanza la memoria. Y lo mismo hace Jason. Es una costumbre que tienen. Es un poco rara. Lo admito.
-No sientas curiosidad por eso. Averiguar la verdad es peligroso. ¡Oh, Robbie!
-Descansa, prima. Tienes un poco de fiebre. Podrías terminar delirando.
                             Roberta se obligó así misma a regresar al presente.
-Estás aquí-dijo una voz masculina y juvenil a sus espaldas-Te gusta mucho pasear por la playa sola cuando estás triste. Robbie, no quiero hacerte daño. Nunca he querido hacerte daño.
                              La chica no miró.
                              Supo que era Jason quien se estaba acercando a ella. Pero no sentía miedo alguno.
                              Él se transformaba en aquella bestia por algún motivo. Pero también sentía que nunca le haría daño. Se lo había ocultado durante mucho tiempo para protegerla. Porque la quería.
-¿Por qué papá y tú os convertís en esos seres?-le interrogó Roberta.
-Sé que se trata de una maldición-contestó Jason-Por algún motivo, alguien maldijo a los hombres de nuestra familia. Todas las noches de Luna Llena, vagaríamos como bestias salvajes. Es algo que supe la primera vez que me transformé en ese salvaje ser que viste la otra noche.
-¿Cuándo ocurrió la primera transformación?
-Cuando cumplí trece años. Me cambió la voz. Empezó a salirme barba. Y empecé a transformarme. Nunca le he hecho daño a otra persona.
-Mis padres no quieren contarme nada de lo que está pasando.
                              Jason no podía apartar la mirada de aquel delicado rostro.
-Tus padres sólo quieren protegeros a Raven y ti-le recordó.
                              Se acercó más a Roberta.
                              Jason no quería hacerle daño a su prima. Pero hacía mucho tiempo que no veía a Roberta como su prima. Lo que veía cuando estaba con ella era a una mujer.
                               Ella no podía seguir conteniendo los nervios que se habían apoderado de ella desde el mismo día en el que Alana se suicidó y se arrojó en brazos de Jason y apoyó su cabeza en el hombro del joven para llorar. Él se sintió conmovido. Rodeó con sus brazos el cuerpo de Roberta y la abrazó con fuerza. No quería dejar de abrazarla.
                               La besó en la sien varias veces mientras le murmuraba palabras llenas de cariño. Intentaba consolarla como podía.
-Lainie se suicidió porque tenía miedo-afirmó Jason.
-La maldición no afecta a las mujeres-dijo Roberta.
-Es verdad. La maldición sólo afecta a los hombres de la familia. Pero Lainie no pensó lo mismo. Por eso, se quitó la vida. Tenía mucho miedo.
-Debió de haber hablado antes contigo. Yo entiendo más cosas después de haber hablado contigo.
                                Jason depositó un beso en la frente de Roberta.
-Eres demasiado inteligente, pero también eres demasiado inocente-le aseguró-Es peligroso estar cerca de mí en las noches de Luna Llena. Podría hacerte daño.
                               La joven le dio un beso en la mejilla que trastornó a Jason.
-Nunca me harías daño-dijo Roberta con seguridad.
                              Jason no supo qué decir. Alzó la mano para acariciar el rostro de Roberta. Depositó un beso en la punta de su nariz.
                              Al separarse, los labios de Roberta parecían estar entreabiertos. Aquellos labios eran como un imán para Jason.
                               Cuando se quiso dar cuenta, sus labios tocaron los labios de Roberta. Se separaron. Pero Roberta, movida por un impulso, rodeó con sus brazos el cuello de Jason. Los dos acabaron fundiéndose en un beso mucho más apasionado que el beso suave que se habían dado la vez antes. No podían dejar de besarse.
                             Fue un beso más largo. Fue un beso cargado de más intensidad. Fue un beso en el que los dos pusieron todo el corazón.
                               Fue Roberta quien se separó de Jason, asustada por su acción. Sus labios estaban hinchados. No podía seguir negando la verdad. Estaba enamorada de Jason.
-Lo siento-se disculpó Roberta.
-No, Robbie-le pidió Jason-No te disculpes. No has hecho nada malo. Pero, te lo ruego, no me quieras. Por favor...
-Ya te quiero.
-Robbie...
                                Roberta se alejó de su lado a paso acelerado. Jason la contempló mientras se alejaba. Sentía un fuerte dolor dentro de su pecho. Roberta era una muchacha preciosa y sencilla, pero también era fuerte. Era inteligente y decidida.
                                Jason suspiró con tristeza.
                                Estaba enamorado de Roberta.



                                 Y no podía sentir amor por ella.
                                Amarla podía ser destructivo para Roberta. ¡Qué Dios me ayude!, imploró Jason, sintiendo el fuerte deseo de romper a llorar. Lainie...Por favor...Dios mío...Ayúdame a no amar a Roberta porque podría ser fatal para ella.

martes, 29 de julio de 2014

LA HUIDA DE DOS ENAMORADOS

Hola a todos.
En el fragmento de hoy, continuamos viendo la historia de amor entre Harry y Christine.
¡Vamos a ver lo que pasa!

                          A Christine le estaba costando mucho trabajo conciliar el sueño aquella noche. El saber que su madrastra pensaba casarla con su amante la hacía sentirse furiosa con ella. Dio muchas vueltas en la cama.
                           Hannah no estaba al tanto de su relación con Harry. Christine no se había atrevido a contárselo. Se decía así misma que debía de contarle toda aquella historia a su padre. Lord Lydford era un hombre razonable. Acabaría entendiéndolo.
                          Christine quedó boca arriba en la cama. ¿A quién pensaba engañar?
                          Recordaba todos los besos que Harry y ella se habían dado en los últimos días.
                          Él le había escrito muchas cartas de amor. Cartas a las que Christine contestaba.
                         Le enseñó un buen manojo de aquellas cartas de amor a Mina una tarde en que su amiga acudió a su habitación. Mina la miró de manera reprobatoria. Y Christine tuvo la sensación de que no terminaba de ver con buenos ojos aquel romance. En ocasiones, Mina parecía una versión mucho más joven de Hannah.
-Deberías de quemar esas cartas-le sugirió-Mistress Fontwell las puede descubrir. Y te puede castigar.
-Las oculto en un lugar seguro-la tranquilizó Christine-No sabe ni siquiera de su existencia.
-Estoy preocupada por ti, Chris. Tengo la sensación de que esto va a terminar mal.
-Y yo tengo la sensación de que todo va a terminar bien.
                             Christine sonrió feliz al pensar en Harry.

                             El amanecer la encontró sentada en la cama. Christine sentía un fuerte dolor de cabeza.
                             El marqués no estaba enamorado de ella. De hecho, jamás la había visto. Sólo buscaba una esposa tonta a la que poder manejar a su antojo.
                             Christine sacó los pies fuera de la cama. Si se casaba con aquel malnacido, se moriría de dolor.
                             Le estaba costando mucho trabajo centrarse en las clases.
                             Hannah sospechaba que algo raro le estaba pasando a Christine. Desde hacía mucho tiempo, había sido más su niñera que su doncella. Entró en la habitación de la joven y la encontró poniéndose de pie. Tenía cara de haber pasado mala noche.
-No me gusta-observó Hannah-Usted tiene que cuidarse si no quiere caer enferma. Y su padre está lejos para poder atenderla como merece. Tiene que dormir de noche.
                           La mujer se dirigió al armario. Sacó un vestido. Christine ni siquiera quería mirar aquel vestido. Lo único que sentía era que le iba a estallar la cabeza. Hannah no sabía nada de su relación con Harry. No había reunido el valor necesario para decírselo.
                            Hannah era una mujer muy estricta en todos los sentidos. Para ella, una mujer debía de llegar al matrimonio siendo casta y pura. Christine era todavía virgen. Pero su comportamiento al encontrarse a escondidas con Harry escandalizaría a Hannah.



-La noto muy callada, niña-observó Hannah.
                        Christine no dijo nada. Se lavó el cuerpo con una esponja que mojó en el agua fría de la jofaina.
                         Hannah la ayudó a quitarse el camisón. La ayudó a ponerse el vestido que llevaría a clase. Le cepilló el cabello. Se lo recogió en una trenza.
                         Hannah no paraba de hablar. Y Christine guardaba silencio. No tenía ganas de hablar con nadie. Tenía muchas cosas en las que pensar.
                          Harry era el hijo de un conde. Pero era el segundo hijo de un conde. Y Christine era dueña de una importante fortuna. Su padre estaba preocupado por su futuro. Su madrastra, a lo mejor, ya le había hablado del marqués. Le habría dicho que era el mejor partido para Christine.
                        La joven se estremeció de miedo. Su padre podía dar el visto bueno a aquel matrimonio. ¡Y ella prefería morir si eso llegaba a pasar!
-Si tiene que contarme algo, es el momento de que lo haga-la instó Hannah.
-Son problemas con los estudios-mintió Christine-No es nada.
                           Hannah depositó un beso en la frente de la chica.

lunes, 28 de julio de 2014

LA HUIDA DE DOS ENAMORADOS

Hola a todos.
Hoy, seguimos con un nuevo fragmento de este bonito relato.
Nos metemos de lleno en la historia de amor entre Christine y Harry.
Deseo de corazón que os esté gustando.

                             Cuando Christine cumplió diecisiete años, Harry pudo entrar en el internado él solo para verla.
                             Se dio cuenta de que los años habían pasado para ella. Y que iba camino de convertirse en toda una auténtica belleza.
-Deseo verla a solas, lady Christine-le dijo cuando ella bajó la escalera, camino del jardín-Reúnase conmigo mañana a la caída del Sol. Yo la estaré esperando a la orilla del río Adyar.
-¿Me está pidiendo una cita, milord?-inquirió Christine.
-Tan sólo quiero verla.
                              A la tarde siguiente, Christine logró salir del internado sin ser vista. Pudo encontrarse con Harry a la orilla del río Adyar. Él llevaba diez minutos allí esperándola.
                               Christine no podía quedarse mucho tiempo en aquel lugar.
                               Harry tuvo la ocasión de conocer mejor a aquella joven. Le pareció que era inteligente y sensata.
                              A partir de aquel día, los encuentros entre ambos se sucedieron. Siempre que podía, Christine lograba escaquearse del internado para encontrarse con Harry a la orilla del río Adyar. Pasaban más de una hora sentados sobre la hierba. Hablaban de muchas cosas. Christine le contaba cómo era su vida en el internado. Harry, por su parte, le hablaba de cómo le iban las clases con el preceptor que hacía años que había contratado su padre.
                             Eran encuentros secretos. Pero, además, Harry era muy respetuoso con Christine. Ella lo valoró de forma positiva.
-Yo la respeto, milady-le aseguró una tarde, durante uno de aquellos encuentros-No es mi intención faltarle el respeto. No se lo merece. Sé comportarme.
                            Christine sentía que flotaba en una nube. En ocasiones, con cualquier excusa, Harry lograba colarse dentro del internado. Christine y él se encontraban en el aula de Música. Hablaban de muchos temas. Christine le habló de la relación que mantenía con su padre y con su madrastra.
                             Harry, por su parte, no terminaba de llevarse bien con su hermano mayor. Había regresado a Inglaterra, supuestamente para hacerse cargo de las tierras de la familia.
-Pero se pasa todo el día metido en los peores antros de Londres-se lamentó Harry.
                              Christine lamentó escuchar aquel triste comentario. Harry había sentido una gran admiración hacia su hermano mayor cuando era más pequeño. Pero ya no era un niño.
                               Christine comparaba mentalmente al hermano mayor de Harry con el último amante de su madrastra. Todo el mundo en el Estado de Tamil Nadu estaba al tanto de las infidelidades de la esposa del Gobernador con otros hombres. Christine no entendía el porqué lord Lydford no había repudiado ya a su esposa. No estaba enamorado de ella. Al menos, no la había amado como sí había amado a su primera esposa. A la madre de Christine...
                            Seguía al lado de la actual lady Lydford porque no quería verse expuesto a un escándalo de proporciones descomunales si se divorciaba de ella. Además, él también le era infiel a ella.
                            Christine lo sabía.

-¡Estoy enamorada!-exclamó Christine una tarde, cuando Mina entró en la salita de estar.
                          La hizo sentarse a su lado en el sofá. Empezó a hablarle de Harry. De sus encuentros secretos...De lo mucho que la amaba. Mina la escuchó atónita.
                          Pensó que Christine se lo estaba inventando.
-¿Cómo que te has enamorado?-le preguntó Mina a su amiga-¿De quién se trata?
-¡Es el joven más maravilloso del mundo!-respondió una ilusionada Christine-¡No concibo la vida sin él! ¡Es mi vida!
-¿Te has vuelto loca? ¡No sabes lo que dices! El curso apenas hace unas semanas que ha empezado. Y no acabas de asumirlo.
                         Lo cierto era que, aquella misma tarde, a orillas del río Adyar, Harry le había robado un beso a Christine.

domingo, 27 de julio de 2014

LA HUIDA DE DOS ENAMORADOS

Hola a todos.
Hoy, vamos a seguir con un nuevo fragmento de mi relato La huida de dos enamorados. 
Seguimos viendo cómo se desarrolla la huida de Christine del internado donde está estudiando para escaparse con Harry.

                                   Mina acudió al día siguiente a la salita de estar de Christine.
                                   El invierno en La India era muy crudo. Hacía mucho frío.
                                   Fuera, soplaba una fuerte ventisca. Pero el monzón todavía no había llegado.
-El marqués está interesado en una joven de diecisiete años-le explicó Christine-Me quiere a mí porque tengo diecisiete años. Se supone que no sé nada del mundo. Pero él no sabe que yo sé mucho más de lo que debería saber. Piensa que soy una tonta. Sólo quiere de mí que le complazca en todo. Y que le dé muchos hijos varones.
-No me has contado nada acerca de Harry-se sinceró Mina-¿Quién es él?
-Harry es el segundo hijo del conde de Hawkstone. Vive aquí con su padre y su madre. No ha vuelto a Inglaterra desde hace años. Nos conocemos desde hace cuatro años, cuando su familia se instaló aquí, en Quibble. Un día, su padre y él vinieron al internado porque mistress Fontwell quería convertirlo en su benefactor. Por lo que sé, lord Hawkstone aceptó. Le da bastante dinero a mistress Fontwell. Yo tenía trece años cuando conocí a Harry. Él tiene la misma edad que yo. Fue un flechazo. ¡Como en las novelas de amor!
-Me lo imagino.
-Harry ha tardado bastante tiempo en declarárseme. Decía que quería esperar. Hemos crecido mucho en todo este tiempo.
                               Mina escuchaba con atención a Christine. Su amiga estaba dispuesta a contarle muchas más cosas a ella. Era evidente que Christine estaba muy enamorada de aquel chico. Mina no le conocía. Nunca le había visto. Pero Christine hablaba mucho de él. Nunca se le ocurrió pedirle más información más allá de oír decir a su amiga que lo amaba apasionadamente.
                              En cierto modo, Christine estaba viviendo con una gran intensidad aquel primer amor. Y Mina tenía mucho miedo por ella.
                              Adivinando lo que su amiga estaba pensando, Christine la abrazó y le dio un beso en la mejilla.
-Todo va a salir bien, Mina-le aseguró-Tú me ayudarás a fugarme del internado. ¡No dejaremos que esa zorra se salga con la suya!



                                 Mina se sentó en el sofá. Sentía que todo le estaba dando vueltas.
-¿Harry se te ha declarado alguna vez?-inquirió.
-Cuando me vio por primera vez, no me habló de amor-contestó Christine-¡Éramos un par de niños!-Se rió-Me lo dijo más adelante.

sábado, 26 de julio de 2014

LA HUIDA DE DOS ENAMORADOS

Hola a todos.
Hoy, arranca mi relato corto La huida de dos enamorados. 
La acción de este relato transcurre en la isla de Quibble, donde ya transcurrió mi relato La chica de los ojos grises, mi fanfic de Olivia y Jai donde cuento la historia de amor de lady Stella, la madre de sir Joshua, tal y como me la imagino.
En esta ocasión, la acción transcurre durante la década de 1820.
Vamos a ver lo que pasa.

ISLA DE QUIBBLE, EN EL ESTADO DE TAMIL NADU, LA INDIA, 1825

                     Christine miró por la ventana. 
                    Le parecía que había transcurrido toda una vida desde que llegó a la isla de Quibble. En el fondo, pensaba que había pasado toda su vida viviendo en aquel internado. 
                     ¡No se saldrá con la suya!, pensó Christine con determinación. 
                      Mina, su mejor amiga, levantó la vista del escritorio. Estaba haciendo los deberes. 
                      La madre de Mina había muerto un año antes. Su padre había fallecido semanas antes. En ocasiones, Mina pensaba que Christine era la única compañía que le quedaba en el mundo. 
-Desde que recibiste la visita de tu madrastra, te noto tensa-observó Mina-Puedes contarme lo que te pasa. 
-¡Esa zorra pretende casarme a la fuerza con su querido!-contestó Christine con rabia-¡Eso es lo que me pasa! 
                         El bonito rostro de Christine estaba rojo de rabia. Nunca había soportado a su madrastra. Pero lo que pensaba hacer sobrepasaba todos los límites. 
-No dejaré que se salga con la suya-le aseguró a Mina-Harry y yo nos escaparemos juntos. 
-¿Y adónde pensáis ir?-le interrogó su amiga-Los dos sois menores de edad. Harry tiene veinte años. Tú tienes diecisiete años. No llegaríais muy lejos. 
-Llegaremos muy lejos si queremos. ¡Ya lo verás! 
                           Los ojos oscuros de la muchacha brillaron con determinación. Christine Lydford era una joven con las ideas muy claras. Y Mina la admiraba por ello. 
                           Iba camino de convertirse en toda una belleza. Poseía un cabello largo, de color negro y rizado. Sus rizos eran naturales. No había artificio alguno en ella. Y su piel era blanca como la leche. Había una expresión traviesa grabada en su rostro. Sin embargo, aquella expresión se había borrado por completo. De pensar en lo que pretendía hacerle su madrastra, Christine sentía el deseo de ponerse a chillar como una loca. 
-Eres demasiado obstinada, Chris-la regañó suavemente Mina. 
                            Su amiga se acercó a ella. 
-Le escribiré una carta a Harry y él vendrá a buscarme-le contó Christine-Nos escaparemos juntos. 
                            Cuando la joven sonreía, se formaban dos graciosos hoyuelos a ambos lados de su cara. Su carácter era alegre, pero, en aquellos momentos, estaba furiosa. Y preocupada...Y asustada...
                            Christine se había convertido en una de las chicas más populares del internado donde estaba estudiando. Había pensado que tendría la oportunidad de viajar a Londres para tener su puesta de largo. Pero sus planes se habían visto trastocados por dos sucesos. 
                            Mina y Christine se conocían desde que ambas llegaron al internado. Las dos pasaban las vacaciones con sus familias. Pero se alegraban mucho cuando volvían a verse.
                              La una veía en la otra a la hermana que nunca tuvo. Y eso era algo bueno.
                             Mina era apenas un año menor que Christine.
-¿Estás segura?-interrogó Mina a su amiga-Puede que esté jugando contigo. O puede que te quiera de verdad.
-¡Cómo se nota que nunca antes has estado enamorada!-contestó Christine, esbozando una sonrisa-Yo estoy segura de que Harry vendrá a buscarme si se lo pido. ¡Y nos iremos juntos!
-¿Y adónde pensáis ir?
-No lo sé. Pero me hago una idea del lugar al que va a llevarme Harry. ¡Oh, Mina!
                              Christine nunca había tenido preocupaciones de ningún tipo. Su padre era lord Lydford. Mina había oído hablar de él. Y no sólo por las cosas que le había contado Christine.
                              Era un hombre muy rico. Además, al morir la abuela paterna de Christine, le había legado a la chica una considerable fortuna al ser su única nieta. Pero Christine poseía una gran seguridad en sí misma. En ocasiones, otras alumnas acudían a ella en busca de consejo, de consuelo o de apoyo.
                             Mina y Christine siempre estaban juntas en el jardín que rodeaba el internado, a la hora del recreo. En todas las clases, procuraban sentarse juntas. Por desgracia, las dos no compartían habitación, pero por órdenes de la directora del internado. Mistress Fontwell era una mujer muy estricta. Mina le tenía un pánico terrible.
                         A veces, Christine invitaba a Mina a su habitación a dormir. Lo cierto era que la habitación de Christine no parecía una habitación. Parecía una casa.
                          Su habitación era el doble de grande que la pequeña habitación en la que dormía Mina. Había dos ventanas bastante grandes que daban al jardín. Incluso, disponía de una salita de estar anexa al cuarto. Mina pasaba largos ratos en aquella salita de estar hablando de cualquier cosa con Christine.
                            Aquella tarde, su amiga acudió a su habitación. Mina estaba haciendo los deberes en aquel momento.
-No será nada fácil-le advirtió la chica.
-¡No me importa!-afirmó Christine casi con rabia.
                         Hacía algún tiempo que el padre de la muchacha había sido nombrado gobernador de Madrás. Se había trasladado a vivir allí con su mujer. Pero ambos parecían llevar vidas separadas. En ocasiones, se dejaban caer por la isla de Quibble con la intención de ver a Christine. Ella se alegraba mucho de verles.
                         La joven, en realidad, no se alegraba tanto de ver a su madrastra.
                        Desde que se casó con lord Lydford, aquella mujer había demostrado sentir cierta animadversión hacia su hijastra. Mina estaba convencida de que lady Lydford no estaba enamorada de su marido. Una teoría que compartía con Christine.
                        Desde la boda, pese a que nunca discutió con su madrastra, Christine no veía a su padre todo lo que quería. Estaba convencida de que no iba a visitarla tan a menudo como quería porque no quería discutir con su esposa.
-¿Se lo has contado a Hannah?-le preguntó Mina a Christine.
-He preferido contártelo a ti antes-respondió la joven.
                        Hannah era la doncella de Christine.
                        Era ella quien la ayudaba a vestirse y a peinarse todos los días. Christine quería ir siempre vestida a la última moda.
                        Sus compañeras de clase solían decir de ella que, cuando entraba en alguna clase, Christine parecía que vestía para asistir a un baile en Almacks. Ella ignoraba tales comentarios. Opinaba que sus compañeras hablaban así porque tenían envidia de ella.
                        Y, muy a su pesar, Mina también sentía envidia de Christine.
                         Hannah había entrado como doncella de Christine cuando ésta era muy pequeña. En ocasiones, parecía más su niñera. Había llegado a adorar a la chica. Para ella, Christine era la hija que nunca tuvo. Tenía cuarenta años. Nunca se había casado.
                          Christine se sentó en la cama de Mina. Sabía que su amiga no terminaba de aprobar lo que pensaba hacer.
                          Después de todo, las huidas románticas podían terminar mal. Algo podía salir mal. Christine sintió pánico. Se dijo así misma que todo iría bien. Harry iría a buscarla. Podrían escaparse juntos a algún lugar. Nadie los encontraría nunca. Entonces, podrían ser felices. Ya buscarían la manera de salir adelante. Harry la amaba. Christine estaba segura de ello. Pero, antes de hacer realidad su deseo de fugarse con su amado, Christine tenía que mantener la calma.
                          Desde que llegó a la adolescencia, Mina había escuchado numerosas historias escandalosas por boca de su amiga relacionadas con la colonia inglesa en el Estado de Tamil Nadu. Christine le hablaba sin ruborizarse de adulterios. De hijos ilegítimos de hombres importantes con nativas de Tamil Nadu...De fugas escandalosas...
                        Mina se resistía a creer aquellas historias. Se decía así misma que Christine se las estaba inventado para reírse de ella.
                         De pronto, tuvo la sensación de que Christine se había quedado corta al hablar.
                         Mina no sabía qué hacer para ayudar a su amiga. Christine estaba dispuesta a escaparse con Harry. Mina creía que estaba cometiendo un terrible error. Pero no sabía cómo hacérselo saber. Christine no parecía estar dispuesta a escucharla. Mina llegó a la conclusión de que hablar con ella podría ser una pérdida de tiempo.
-Lo único que deseo es poder estar con Harry para siempre-le confesó Christine-¿Nos ayudarás, Mina? ¿Nos ayudarás a que estemos juntos?



viernes, 25 de julio de 2014

LA HUIDA DE DOS ENAMORADOS

Hola a todos.
Hoy, empiezo una nueva historia en este blog.
Se trata de La huida de dos enamorados. 
De momento, os dejo con el argumento.
Este relato está inspirado en la novela de Bárbara Cartland La gran aventura. En ella, la escritora inglesa cuenta cómo una chica se hace pasar por su mejor amiga, quien se escapa con el chico del que está enamorada. La amiga, que acaba de quedar huérfana tras morir su padre, va a casarse, en su lugar, con el amante de la madrastra de la que se ha fugado, el típico libertino que no quiere comprometerse con nadie hasta que no conoce a la casta y virginal esposa que le ha buscado su querida de turno y queda prendado de ella.
Confieso que me sale la vena cínica de "no creo en el amor" de vez en cuando.
En esta ocasión, lo que cuento es cómo Christine, una joven rica y perteneciente a la aristocracia, se escapa del internado en el que está estudiando con la ayuda de su mejor amiga, Mina, para encontrarse con Harry, el joven del que está enamorada.
Es una historia más bien cortita (¡esta vez sí que es cortita!) que me gustaría empezar a subir en los próximos días y acabar lo antes posible.
¡Menudo verano estoy teniendo!
Muchas gracias por estar ahí y espero que disfrutéis con esta historia.


jueves, 24 de julio de 2014

LOS BESOS QUE NOS DIMOS

Hola a todos.
Aquí os dejo con el último fragmento de Los besos que nos dimos. 
Mi fanfic de Toda una dama finaliza aquí. Me costó mucho trabajo decidirme a subirla porque el personaje de Pip, que se supone que es el protagonista, acaba de morir cuando empieza la historia y se centra en su viuda, Faith.
Faith finaliza la carta que le ha escrito a Pip. Una especie de despedida...Una especie de recordatorio...
Espero que os haya gustado esta historia de amor. Es una historia de amor triste, pero mi estado de ánimo cuando la escribí estaba por los suelos.
Muchas gracias por haberla leído.
Muchas gracias por haberla comentado.
Y deseo, de corazón, que os haya gustado.

                                  Mi querido Pip:

                                 Me ha llegado una buena noticia.
                                 Olivia se ha despertado. Ha abierto los ojos y ha hablado con su marido.
                                 Le pido a Dios que todo vaya bien para Peregrine y para Olivia. Se lo merecen.
                                 No debo de estar celosa de Olivia. Su marido está a su lado. La abraza. La besa. Aunque no tengan nunca hijos, por lo menos, se tendrán el uno al otro.
                                    Yo no soy como Olivia. A mí me faltas tú. ¡Me faltas tú, Pip! Puedo sentir tu presencia. Pero no te veo. Puedo hablarte. Pero tú no me puedes hablar. No puedo mirarte. No puedo ver tu sonrisa. Y, en ocasiones, creo que te escucho hablarme.
                                  He de ser fuerte. Me digo a mí misma que he de ser fuerte.
                                  Recuerdo que, por las noches, cuando venías a mi cuarto, eran las noches más felices de mi vida. ¿Te acuerdas, Pip? Deseábamos con todas nuestras fuerzas tener un hijo. No sé si tendré un día un hijo. Pero me duele pensar que tú no serás el padre. No sé si volveré a casarme. Tan sólo sé que he de seguir viviendo. Pero me duele mucho vivir si no te tengo a mi lado.
                                 Recuerdo cómo me besabas cuando te metías a mi lado en la cama. Cómo me abrazabas. Cómo me acariciabas con las manos debajo del camisón. Y yo me dejaba llevar. Me apretaba contra tu cuerpo. Y tú besabas mi cuello.
                                Ha venido tu madre hoy a verme. Me ha dado un cariñoso abrazo.
-Me marcho a Bath una temporada con Lizzie-me ha informado nada más entrar en el salón-Me he enterado de que hay miembros de la familia Ogden viviendo allí. Gente que conoció a mi Pip cuando era pequeño. Que lo quisieron mucho.
-¿Va a contarle que Pip ha muerto?-le pregunté.
                                Nos sentamos en el sofá. Tu madre ha envejecido cien años de golpe. Le cuesta mucho trabajo caminar. Tiene que usar un bastón para sujetarse.
-Es mi deber-respondió lady Charlotte-Ellos cuidaron de mi Pip durante sus primeros años de vida. Creo que el deshollinador que lo tomó bajo su protección tras la muerte del reverendo Ogden está vivo. Lo he de buscar. Él también quería a Pip. Quiero pensar que también lo quería.
-¿Y su marido no va a viajar con usted?-inquirí.
-Se va a quedar en Londres. Lizzie y yo tardaremos algún tiempo en regresar.
-La voy a echar de menos.
-He venido para pedirte un favor, hija. Los Ogden deben de saber que Pip fue feliz durante muchos años. Tú fuiste su mayor felicidad, Faith. Quiero que te vengas a Bath con Lizzie y conmigo.
                              He terminado aceptando la oferta que me ha hecho tu madre, Pip.
                              Se lo he comentado a Domenica. Dice que he hecho lo correcto.
                              Lady Charlotte y Lizzie están luchando por seguir adelante con sus vidas. Yo he de hacer lo mismo. He de seguir adelante con mi vida.
                                Se marchan a finales de esta semana. Ya he empezado a hacer las maletas. Domenica dice que me conviene pasar una temporada alejada de Londres.
                                Pero quiero regresar lo antes posible. Quiero visitar tu tumba y llevarte muchos ramos de flores. Aunque no esté aquí, en Londres, tú estarás conmigo en Bath. Tu espíritu me acompaña en todo momento, mi querido Pip. Lady Charlotte, Lizzie y yo buscaremos a los Ogden.
                                Les hablaremos muy bien de ti. Les contaremos que fuiste muy feliz.
                                 Domenica entró hace un rato en mi habitación.
-Eres muy fuerte, Faith-me dijo.
                                   Yo estaba preparando la primera maleta. Doblé una falda.
-Hemos de ser valientes cuando la vida nos golpea-añadió Domenica.
-Lamento mucho tener que dejar Londres-me disculpé.
-Estás haciendo lo correcto, amiga. No te disculpes.
-Volveré.
-Lo sé.
                                     Domenica se acercó a mí y me dio un beso en la mejilla.
                                     Nunca me despediré de ti, Pip. Porque siempre vivirás en mi corazón. Siempre serás el amor de mi vida.
                                      Y guardo, dentro de mi corazón, cada uno de los besos que nos dimos.
                                       Te amaré siempre.
                                       Faith.



FIN

jueves, 17 de julio de 2014

ARGUMENTO DE "NUNCA TE ENAMORES DE UN HOMBRE LOBO"

Hola a todos.
Hoy, me gustaría hablaros un poco acerca del argumento de mi novela Nunca te enamores de un hombre lobo. 
Esta historia nació en este blog como un modo de celebrar Halloween y recuperar al hombre lobo clásico, el hombre que vive atormentado por una maldición que le convierte en una bestia en las noches de Luna Llena. Alguien que vive prácticamente aislado y que, aunque se enamora (todos los hombres lobos se enamoran), lucha por estar alejado de la mujer que ama para no hacerle daño.
Me he animado a hacer el relato más largo y lo estoy convirtiendo en una novela. Una novela que será más bien corta y que me gustaría que viera la luz algún día. Pero no sé cuándo será.
El argumento es éste:

Sobre la familia MacFarlane pesa una maldición desde hace mucho tiempo. Los hombres de la familia se convierten en hombres lobo en las noches de Luna Llena. El cabeza de familia, Angus MacFarlane, y su sobrino Jason padecen esta terrible maldición, la misma que acabó con la vida del padre del joven. Sólo la esposa de Angus y tía de Jason, Leslie, la conoce y trata de ser fuerte en esas noches en las que su marido y su sobrino se convierten en unas bestias salvajes. Mientras, tratan de mantener a las tres jóvenes de la familia, Alana (hermana de Jason), Raven y Roberta (hijas de Angus y Leslie) al margen. Pero la joven Roberta sospecha que hay algo raro en su familia y quiere descubrir de qué se trata. Al mismo tiempo, Jason trata de luchar contra los intensos sentimientos que Roberta despierta en él.

viernes, 11 de julio de 2014

FRAGMENTO DE MI NOVELA "NUNCA TE ENAMORES DE UN HOMBRE LOBO"

Hola a todos.
Hoy, me gustaría compartir con vosotros este fragmento de Nunca te enamores de un hombre lobo. 
Esta historia nació en este blog con el deseo de celebrar Halloween, pero también, con el ánimo de recuperar al hombre lobo clásico. Al hombre que vive atormentado por la terrible maldición que pesa sobre él. Que le convierte en una bestia salvaje todas las noches de Luna Llena. Pero que al que todavía le queda un rastro de humanidad.
Esta historia ha ido creciendo y me la estoy convirtiendo en novela. En una novela corta, sí, pero fiel a cómo deseé crearla.
¿Os habéis fijado que los hombres lobos, en la mayoría de las películas que se han hecho sobre este tema, se enamoran? Casi siempre, intentan mantener a la mujer amada alejada de ellos, como una manera de protegerla de ellos mismos y de la maldición que sufren. Pero ella se niega. Lo curioso es que se enteran y, aún así, siguen a su lado.
Vamos a ver lo que ocurre en este fragmento.

                              Era una noche de Luna Llena.
                              Roberta era incapaz de conciliar el sueño. Después de dar varias vueltas en la cama, la muchacha se hartó de estar acostada. Era evidente que se había desvelado.
                              Se sentó en la cama. Sacó fuera los pies. El suelo estaba helado y buscó, a tientas, las zapatillas. Roberta sospechaba cuál era la causa de su desvelo. No entendía el extraño comportamiento ni de su padre ni de su primo Jason. Tendría que estar acostumbrada. Lo llevaba viendo toda la vida. Cuando Jason le dio un beso en la mejilla para desearle las buenas noches, Roberta se percató de que estaba temblando.
                               No era como Raven. Había cosas que Roberta no entendía. Quizás se debía a que no era tan inteligente como Raven. O como lo había sido su prima Alana. Pero Alana ya no estaba. Roberta se puso de pie. Tampoco podía dormir porque no entendía el porqué Alana se había ahorcado. Era una joven hermosa y llena de vida. Alana no tenía ningún motivo para cometer tal locura. Era cierto que había empezado a cambiar días antes.
                              Roberta se puso la bata encima del camisón. Alana le había mencionado que se veía así misma como un monstruo. Una afirmación que extrañó mucho a Roberta.
                              También se fijó en que Jason la aterrorizaba.
                              Roberta se dirigió a la ventana. La abrió. Se asomó.
                              Toda la isla estaba en calma. Incluso, podía ver que el mar también estaba en calma. Un escalofrío recorrió la columna vertebral de Roberta. Esto no es normal, pensó.
                             Alzó la vista al cielo. No había ni una sola estrella brillando en el firmamento. Una nube oscura pasó delante de aquella gran bola redonda. La Luna Llena...Roberta bajó la vista y divisó una figura que parecía salir por la puerta de la cocina. Era un hombre joven. Y, desde su habitación, Roberta se fijó en que iba completamente desnudo.
                             La chica notó cómo su corazón se paralizaba. Reconoció al joven que iba desnudo como su primo Jason.
                             De pronto, vio cómo su primo se doblaba sobre sí mismo. Parecía estar sufriendo un gran dolor. Era una situación extraña, pero Roberta no lo dudó.
                            Salió corriendo de la habitación. Bajó de dos en dos los escalones. El corazón de Roberta latía a gran velocidad, preguntándose porqué Jason sufría aquellos dolores. Porqué había salido al jardín completamente desnudo. ¿Qué está pasando en mi casa?, se preguntó Roberta. Salió al jardín. El aire de la noche la golpeó de lleno en el rostro.
-¡Jason!-gritó, mientras se acercaba a él.
                           El joven escuchó como lejana la voz de una mujer joven. Alzó la vista. Pero sentía que ya no la veía.
-¡Robbie, vete!-gritó con una voz tan fuerte que no parecía ser la suya.
                         Podía notar cómo la bestia pugnaba por salir de su interior. Y Roberta estaba allí.
-¿Qué te pasa, Jason?-le preguntó su nerviosa prima.
-¡Métete dentro!-le respondió él, más con pánico que con enfado.
-¡Dime lo que está pasando! ¿Qué tienes?
                               Pero Jason no pudo responder. Tan sólo pudo ver la piel blanca de Roberta. Su cabello negro, que llevaba recogido en una trenza. Su cuerpo esbelto...Roberta alzó la mano hacia él y le acarició la frente. El dolor que experimentó Jason aumentó y Roberta tuvo la impresión de que su primo estaba desapareciendo.
                             Ya no podía verle. Jason se había ido y, ante ella, estaba un ser monstruoso. Roberta tuvo la sensación de estar viendo a un lobo gigante. Tenía los ojos brillantes. La bestia se había apoderado de Jason y lo último que recordaba era ver el hermoso rostro de Roberta descompuesto en un rictus de horror.
-¿Qué eres?-le preguntó la joven, entre nerviosa y asustada.
                            La bestia no habló.
                            Roberta pensó que debía de salir corriendo.
                           Aquel ser que tenía dientes largos y estaba cubierto de pelo no podía ser su encantador primo Jason. Esto no está pasando. Roberta estaba paralizada. Aquel monstruoso ser se alejó corriendo. Roberta estaba helada. No podía moverse.
                             Su hermana Raven se asomó por la ventana. Había oído gritar a alguien y vio a su hermana en el jardín de pie.
-¡Robbie!-la llamó-¿Qué estás haciendo ahí? ¿Eras tú quien gritaba antes?
                           Pero Roberta no contestó.
                           De pronto, una especie de luz fue penetrando poco a poco en su cabeza. Y empezó a entender muchas cosas.

sábado, 5 de julio de 2014

LOS BESOS QUE NOS DIMOS

Hola a todos.
En este fragmento que he podido escribir, aunque se trata de un fragmento muy pequeño, Faith visita la tumba donde yace Philip.
Domenica la acompaña y habla con ella.

                                Una lágrima rodó por la mejilla de Faith.
                                Era la primera vez que se decidía a visitar la tumba de Philip.
                                Llevaba un ramo de flores que depositó sobre la lápida. Le habían enterrado lejos del panteón familiar de los Carsington. Pero también le habían enterrado lejos del panteón familiar de su abuelo materno.
                                Los veintinueve años de vida de Philip quedaban resumidos en las frases que aparecían en la lápida de mármol.

                                 PHILIP CARSINGTON
                                 1810-1839
                                  AMADO HIJO DE CHARLOTTE.
                                 AMADO ESPOSO DE FAITH.
                         
                                Un sollozo se escapó de la garganta de Faith.
-No llores-le susurró Domenica a su lado-No se lo he contado nunca a nadie. Pero entiendo lo que sientes.
-Tu marido está vivo-le recordó Faith.
-Conoces muy bien a mi marido. Y me conoces a mí también. Nunca he querido a mi marido y nunca lo querré. Sé lo que es perder al hombre que una ama.
-¿Qué quieres decir?
-Nunca se lo conté a nadie. Es mi secreto. No quiero que se lo cuentes a nadie, por favor.
                          Domenica se sentó en la lápida de al lado de la tumba de Philip. Faith tuvo la impresión de que su amiga era más mayor que ella. Los ojos de Domenica se llenaron de lágrimas.
                          La joven empezó a hablar. Contó cómo sus vecinos decidieron adoptar a un pequeño golfillo que vivía en el pueblo. Ya tenían doce hijos. Pero no les importó acogerlos en su hogar.
                         Él se llamaba Adrian. Su madre adoptiva le salvó de un futuro funesto. Era una mujer bondadosa. Se preocupaba por el prójimo. Todo el mundo la adoraba en el pueblo.
                        Domenica y Adrian crecieron juntos. Al llegar a la adolescencia, pasó algo maravilloso entre ellos.
                        El pasado de Adrian no le preocupaba mucho a Domenica. La chica estaba convencida de que se iban a casar.
                        Fue el primer hombre al que besó. Se veían a escondidas y, gracias a Adrian, Domenica aprendió a besar. Se besaron muchas veces.
-Y hubo más-se sinceró la joven.
                         Estuvieron juntos una vez. Una sola vez...
                         Fue una noche repleta de abrazos. De besos...De caricias...
                        Días después, un accidente practicando esgrima acabó con la vida de Adrian. Domenica no supo nunca qué pasó exactamente. Sólo recordaba ver el cuerpo sin vida del hombre que amaba. Y sintió que todo se acababa para ella.
                        A los pocos días, le sobrevino una menstruación abundante a Domenica. O eso fue lo que pensaron sus padres. Domenica estaba convencida de que había sufrido un aborto. Había perdido el hijo que podía haberle dado a su amado Adrian después de muerto. No podía parar de llorar. Sus padres no supieron nunca lo que le había pasado.
                       Entonces, se vio obligada a casarse. Nunca estuvo enamorada de su marido. Pero trató de amarle. De ser una buena esposa. No sintió nada cuando yació entre sus brazos en su noche de bodas.
-Nunca me lo habías contado-se asombró Faith.
                       Se dio cuenta de que Domenica, mientras hablaba, había empezado a llorar.
-Puedes vivir con esa pérdida-afirmó la joven-Pero nunca se supera.
-¿Y tú qué hiciste para vivir sabiendo que el hombre que amabas estaba muerto?-le preguntó Faith.
-Me costó mucho trabajo seguir adelante. De algún modo, siento que Adrian no se ha ido. Su espíritu me acompaña en todo momento. Incluso, ahora, mientras hablo contigo, siento a Adrian a mi lado.
-Yo también siento a mi querido Pip conmigo. ¡Pero no puedo verle!
-Es verdad. No puedes verle. No va a volver. Los muertos no regresan a la vida. Pero sí están con nosotros. Sus espíritus nos acompañan. Nos protegen. No nos sentimos solos cuando pensamos en ellos. Es como una forma de invocarles. Pip se ha ido. Su cuerpo está muerto. Pero pervive el amor que te profesó y que aún te profesa. Su espíritu está vivo, Faith. Y siempre estará contigo.



                        Faith tocó con la mano la lápida de Philip.
                        De algún modo, tuvo la sensación de que estaba allí. De que podía ver su rostro amado.

jueves, 3 de julio de 2014

LOS BESOS QUE NOS DIMOS

Hola a todos.
¿Acaso creáis que me había olvidado de esta historia?
¡Por supuesto que no!
Hoy, os traigo la primera parte de lo que yo considero que es el desenlace de esta historia.
He podido darle un buen empujón al final de esta historia y espero que os guste.
Aquí os dejo la primera parte del final de Los besos que nos dimos. 
Espero que os guste.

CARTA DE LADY FAITH CARSINGTON A SU DIFUNTO ESPOSO PHILIP CARSINGTON

                          Mi querido Philip:

                          Han pasado tres meses desde tu marcha. Mis hermanas han venido a verme. A pesar de que aún son unas niñas, están muy preocupadas por mí. Domenica sigue viviendo conmigo. Sospecho que no quiere regresar con su marido. No me importa. No me siento tan sola. Porque, desde que tú te has ido, siento un gran dolor dentro de mí. Un dolor que me impide respirar. 
                          Antes, cuando regresabas a casa, me abrazabas. Yo me ponía contenta porque podía besarte. 
                          Yo te abracé mientras sentía cómo la vida se escapaba lentamente de tu cuerpo. Yo deseaba retenerte a mi lado. Habría dado mi vida por ti. Oía llorar a tu pobre madre, quien estaba sufriendo por segunda vez tu pérdida. La vida no se portó bien contigo, mi adorado Pip. Pero...Pensaba que te estaba dando otra oportunidad. Yo pensé en darte un nuevo hijo si te recuperabas. Un niño que compensaría el niño que perdí, por desgracia. 
                     Te llené de besos la cara, a sabiendas de que ya no sentías nada. Te habías ido. Yo lo único que podía hacer era llorar. Y aún sigo llorando tu ausencia. Ya no entras en el salón a abrazarme. Ya no lleno de besos tu cuerpo cuando me uno a ti en el lecho. Ya no tengo nada. Lo importante de verdad era estar siempre juntos, mi adorado Pip. 
                      He ido a la Iglesia de San Jorge a oír Misa. Tu madre estuvo a mi lado y las dos nos apoyamos la una a la otra. Yo luchaba por no romper a llorar porque tenía la sensación de que estaba reviviendo el momento en el que te perdí. Recordé el día de nuestra boda. ¿Lo recuerdas tú también, Pip? 
                      Entré vestida de blanco en la catedral de Westminster, donde nos casamos. Tú me estabas esperando al pie del Altar. ¡Qué guapo estabas! Yo me dirigí a tu encuentro. Me sentía la mujer más dichosa del mundo. ¿Te acuerdas? Fue el día más feliz de nuestras vidas. Me susurraste al llegar a tu lado que siempre estarías a mi lado. Y nos besamos con tanto amor cuando el Obispo nos declaró marido y mujer. Recuerdo los aplausos de los invitados al acabar la ceremonia. 
                      Han pasado dos años desde aquel día tan feliz. Pero hoy todo lo que me rodea es dolor. 
                      Tu madre me sujetó la mano. Y las dos sentíamos que no estábamos solas. Tú nos habías unido de algún modo. Una madre sin hijos...Una viuda sin marido ni hijos...Solas...Pero, juntas, nuestra soledad era menor. 
                      Recuerdo cada beso que nos hemos dado. Fuiste el primer hombre que me besó. Con el que me casé. Con el que soñé con ser madre. Pero ya no puedo besarte nunca más. 

 

                               Lo sentí mucho cuando me bajó la menstruación a los pocos días de enterrarte. Me vine abajo. 
                              Creía que podía quedarme embarazada. Deseaba con todas mis fuerzas llevar en mi vientre un hijo tuyo porque me recordaría a ti. Sería como una manera de retener un trocito tuyo a mi lado después de haberte ido. Pero no fue así y siento que te he perdido para siempre, Pip.