sábado, 24 de mayo de 2014

LOS BESOS QUE NOS DIMOS

Hola a todos.
Este fin de semana, espero, desearía terminar Los besos que nos dimos, mi fanfic de Toda una dama. 
Sólo quedan dos trozos. Éste que voy a subir hoy y el de mañana, que es el final.
Sin embargo, antes de ponerme manos a la obra con esta historia, me gustaría advertiros de que es posible que la alargue más adelante.
Es decir, que veamos más adelante más recuerdos de Faith de su vida en común con Philip. Que veamos cómo lucha por salir adelante, a pesar del dolor.
Pero eso lo veremos más adelante.
No puedo prometeros que estos dos últimos trozos sean más alegres. Pero sí pueden estar abiertos a la esperanza.
Si decido alargar un poco más la historia más adelante, como ponerle una especie de segunda parte, Domenica, la mejor amiga de Faith, seguirá siendo un importante apoyo para ella.
Y es en este fragmento donde Domenica le da buenos consejos a Faith.

                          Al día siguiente, Faith logró salir de su habitación.
                          Su doncella entró y la instó a que se lavara.
-No puede permanecer encerrada por más tiempo, señora-le hizo ver.
                          Faith se lavó todo el cuerpo con una esponja que mojaba en el agua de la jofaina. Recordaba las veces que Philip y ella compartían baño en aquella bañera de porcelana portátil. Se metían desnudos en el agua. Se lavaban el uno al otro. Y también se besaban. El uno recorría con la lengua el cuerpo del otro. Se acariciaban mutuamente con las manos y con los labios. Se abrazaban con fuerza.
                         La doncella ayudó a Faith a ponerse su vestido negro. Faith tenía la sensación de que no volvería a vestir nunca más con un color claro. O con un color más fuerte...Debería de llevar siempre luto.
                         No quiso desayunar porque no tenía hambre.
                         Bajó al salón. Llevaba su rubio cabello recogido en un estrecho moño.
                         Domenica estaba sentada en el sofá cuando vio entrar a Faith. Estuvo a punto de lanzar un grito de terror porque le pareció que su mejor amiga había envejecido veinte años.
-Entiendo que estés mal porque tu marido acaba de morir-afirmó mientras la hacía sentarse a su lado-Pero tú todavía estás viva. ¡Estás viva, Faith! Y dudo mucho que Pip quiera verte en el estado en el que estás.
-Me he levantado de la cama-le recordó su amiga.
-Pero no es suficiente. Me hago cargo de que la muerte de tu marido está muy reciente. Pero...
-¿Pretendes que me vaya a una fiesta de las que se celebran en Almacks con el cadáver de Pip todavía caliente?
                      Domenica negó moviendo la cabeza.
                      Había una gran diferencia entre su matrimonio y el matrimonio de Faith y Philip.
                      Faith y Philip se amaban. Y ella, en cambio, sentía que ya no amaba a su marido. Él había matado todo el amor que le profesaba.
-No se trata de eso-contestó Domenica, con paciencia-Se trata de otra cosa. Que tú misma cojas fuerzas para seguir adelante.
-¿Y cómo quieres que lo haga?-le preguntó Faith con desamparo-Cuando me casé con Philip, me veía a mí misma envejeciendo a su lado. Cuidando de nuestros nietos. Pero no tendremos hijos porque perdí a nuestro bebé. Y Pip ya no está. ¡Dime cómo me enfrento a la vida si he perdido mi razón de vivir!
-Tienes a tu familia, que te quiere. Tus padres y tus hermanas están sufriendo por ti y sé que son capaces de venir aquí a Londres a estar contigo. Tienes a lady Charlotte y lord Darius. Lady Charlotte, la pobre, está destrozada. Pero está luchando por sacar fuerzas de donde no las tiene con tal de ayudarte.
-Recibí una nota suya. Me la envió su madrastra, Lizzy. No entiendo cómo esa mujer puede todavía conservar sus fuerzas.
-Tu padre es clérigo. Dirá que es la Voluntad de Dios. Se acata. Pero...¡Cuán difícil puede resultar entenderla! Todos nos morimos antes o después. Pero siempre uno se hace muchas preguntas cuando muere alguien tan joven.
                       Era lo mismo que repetía la anciana Lizzy durante el velatorio de Philip.
                       Faith tenía los ojos secos de tanto llorar. En el fondo de su corazón, sabía que Domenica tenía razón.
-No puedo salir a la calle-se asustó.
                        No era por el miedo al qué dirán.
                        Era porque no se sentía capaz de salir a la calle sin tener a Philip a su lado.
-Cuando estés preparada, saldrás a la calle-le aseguró Domenica.
-Mi duelo todavía no ha terminado-afirmó Faith-Te ruego que me dejes con mi duelo. Mis ojos están secos. Pero mi corazón todavía llora a Pip.
-Lo entiendo.
                        Faith no podía olvidar los besos que Philip le robó la primera vez que bailó con él, durante una fiesta en Almacks.
                        Todo lo que había alrededor de Philip era especial. Había logrado sobrevivir cuando era un recién nacido débil y enfermizo. Pero el Destino parecía haberle alcanzado.
                         Los dos años que habían pasado juntos habían sido los más felices de la vida de Faith. Unos años repletos de amor y de complicidad...
-Siempre amaré a Pip-afirmó-Ningún hombre podrá sustituirlo en mi corazón.
-Lo sé-le aseguró Domenica.
                         Philip ya no estaba. Pero sí estaba ella. Debía de convivir con la soledad. Debía de aprender a vivir con sus recuerdos.
                         Le resultaba todo aquello demasiado duro. Domenica estaba segura de que Faith lograría superar aquella terrible pérdida. Pero era cuestión de tiempo.
-No te dejaré-le prometió a Faith.



1 comentario:

  1. Pobre Faith espero que algún día vuelva a ser feliz aunque su corazón este roto. Te mando un beso y te me cuidas . Me gusta mucho este relato

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