viernes, 9 de mayo de 2014

LOS BESOS QUE NOS DIMOS

Hola a todos.
En el fragmento de hoy de Los besos que nos dimos, Faith se enfrenta al momento más doloroso de su vida: el entierro de su marido Philip.

                         El cementerio le parecía a Faith el lugar más desolador del mundo. Lady Charlotte caminaba asida de la mano de su madrastra Lizzy. Faith había intentado hablar con ella durante el trayecto en carruaje, pero su suegra estaba como ida.
-No entiendo nada de lo que está pasando-murmuró la anciana Lizzy-No sé porqué Dios no me lleva con Él. Soy vieja y he vivido mucho. Pip todavía es joven. Puede engendrar otro hijo con su mujer. Pero... Dios se lo ha llevado. Se ha ido con Él.
                       Lizzy recordaba el momento en el que sostuvo entre sus brazos a Philip cuando éste era un recién nacido. Le costaba mucho respirar. El parto de su hijastra Charlotte había sido prematuro. Pero, al mismo tiempo, había sido largo y difícil. Charlotte perdió mucha sangre y enfermó de fiebre puerperal. El Reverendo Ogden, el padre adoptivo de Philip, le aseguró a Lizzy que pondría al niño en las mejores manos posibles.
                        Lizzy recordaba con orgullo el día en el que Philip acabó sus estudios en Eton. Y cuando se graduó en Oxford. Y lo guapo que estaba el día de su boda con Faith, dos años antes.
-Nos reunimos hoy para despedir a nuestro hermano Philip Carsington-dijo el sacerdote en el cementerio.
                      Faith escuchó un sollozo lastimero y supo que había salido de su garganta. Cuando Philip expiró, ella se abrazó a su cuerpo, gritándole que despertara. No había sabido ser fuerte en aquel momento.
-Nuestro hermano Philip nos ha regalado veintinueve maravillosos años-prosiguió el sacerdote-Pero Dios ha querido llamarle a Su Lado.
                      La mente de Faith vagó lejos de aquel lugar.
                      Retrocedió atrás en el tiempo dos años. Fue invitada a cenar a la casa de lord Darius, en el lujoso barrio de Mayfair.
                      Faith era tan sólo la hija mayor de un sencillo clérigo rural. Tenía cuatro hermanas menores que ella. Pero su padre estaba convencido de que haría un buen matrimonio. Durante dos años, Faith estuvo en la temporada social de Londres. Hasta que, finalmente, captó la atención de uno de los miembros de una de las familias más importantes de la ciudad. Hasta su tranquilo pueblo había llegado la noticia de que lady Charlotte Hayward había tenido un hijo siendo soltera. Su padre, en un primer momento, desaprobó aquella relación. Pero Faith se mantuvo en sus trece.
                       Cenar en casa de la familia adoptiva de Philip fue todo un triunfo. Pero se sintió cohibida.
                       Se dio cuenta de una sabrosa tarta de anguila.
                      Faith fue sometida a un peculiar interrogatorio por parte de los Carsington. En realidad, éstos querían saber si realmente estaba enamorada de Philip.
-¿Dónde estudiaste?-inquirió lady Mirabel.
-Me eduqué en mi casa-contestó Faith-Mi padre nos daba lecciones a mis hermanas y a mí. Bueno, ahora, sólo le da lecciones a mis hermanas.
-Yo aprendí a leer con diez años-recordó Philip-Faith es una joven inteligente y bastante culta. Se parece a ti, tía Mirabel.
                      Faith miró a Philip con adoración. Hacía apenas unas semanas que le conocía. Había sido todo un flechazo. Lo que sentía por aquel joven tan apuesto no lo había sentido nunca antes por nadie. Tenía la sensación de que nada de lo que estaba pasando era real. El cortejo de Philip avanzaba muy deprisa.
                      Incluso, le había propuesto matrimonio. Faith necesitaba tiempo para pensarlo.
                      Entonces, le llegó aquella invitación a cenar con la familia de Philip. Y él se estaba portando extraordinariamente bien con ella.
-Faith está al tanto de mis orígenes-comentó Philip.
-¿Te casarías con mi hijo sabiendo que no es un verdadero Carsington?-quiso saber lady Charlotte.
-El apellido no importa, milady-contestó Faith con firmeza-Yo amo a Pip con todo mi corazón. Amo la clase de hombre que es. Su seriedad...Su inteligencia...
                      Lady Charlotte esbozó una sonrisa. Se sentía muy orgullosa de su hijo.
                     No pudo tener más hijos. Sospechaba que su marido había tenido algún que otro hijo bastardo. Pero lord Darius no se había hecho cargo de ninguno de ellos.
                     Philip nunca le preguntó a su madre quién fue su verdadero padre. Se contentó cuando se enteró de que aquella dama tan elegante y tan hermosa era su verdadera madre. Sin embargo, los criados hablaban. Philip no tardó en enterarse de que su padre era un oficial canalla que sedujo a su madre. Por supuesto, nunca lo mencionó. Intuía que el decirlo sólo le haría daño a lady Charlotte. Prudentemente, guardó silencio.
                 El recuerdo de Geordie Blaine, el hombre que le dejó a Philip en las entrañas, se había evaporado de la mente de lady Charlotte. Por suerte, nunca tuvo que hablar de él con su hijo. Muy pronto, Philip se casaría con aquella joven tan bella. En menos de un año, deseaba pensar lady Charlotte, la harían abuela.
                     Entonces, Faith lo vio claro. Se dio cuenta de que no podía pasar ni un sólo instante de su vida alejada de Philip. Que quería pasar el resto de su vida con él.
-Sí, Pip-dijo, de pronto.
-¿Sí?-se extrañó él-¿Qué?
-Quiero casarme contigo. Quiero ser tu esposa. La madre de tus hijos...
-¿Lo estás diciendo en serio, Faith?
                      A pesar de que estaban a la mesa, Philip estaba sentado al lado de Faith. Por eso, ignoró a su familia.
                       Faith y él se fundieron en un beso cargado de intensidad y de amor.
                       Fue en aquel momento cuando se obligó así misma a regresar al presente.
                       Estaban depositando el ataúd donde yacía el cuerpo sin vida de Philip en una tumba excavada en la tierra. Los Carsington tenían su propio mausoleo.
                       Sin embargo, se habían negado a enterrar a Philip allí. Lord Darius, por lo que Faith sabía, no se había opuesto.
                       La joven se agachó y recogió un puñado de tierra. La apretó con la mano. Si echaba aquella tierra sobre el ataúd de Philip, le estaría diciendo adiós de forma definitiva.
                      Oyó el grito desgarrador que profirió lady Charlotte. Faith no quiso arrojar la tierra sobre el ataúd de Philip. No se sentía preparada en modo alguno para despedirse de él.

1 comentario: