lunes, 12 de mayo de 2014

LOS BESOS QUE NOS DIMOS

Hola a todos.
En el fragmento de hoy de Los besos que nos dimos, aparece la mejor amiga de Faith, Domenica.
Con su amiga Domenica, Faith se sentirá mejor y podrá desahogarse.

                       Transcurrió una semana desde el entierro de Philip.
                       Faith no salió de su casa en ningún momento.
                      Era la hora del té.
                      Faith se disponía a entrar en el salón donde todo estaba preparado para el té. Entonces, el mayordomo la abordó.
-Señora, tiene una visita en el salón-le anunció.
-¿De quién se trata?-inquirió Faith.
-Dice que es una amiga suya.
                       Extrañada, Faith entró en el salón. Estuvo a punto de desmayarse cuando vio a su mejor amiga, Domenica Hawkscliffe. La joven se puso de pie cuando la vio entrar en el salón. Faith se arrojó en sus brazos y las dos se abrazaron durante un largo rato.
                       Se separaron apenas unos centímetros.
-Lamento mucho el no haber podido venir antes-se excusó Domenica.
                        Tomaron asiento en el sofá. La criada ya había dispuesto todo para el té. Domenica cogió un sándwich.
-Mi marido rara vez me deja salir de la finca-se sinceró Domenica-He tenido que mentirle y decir que mi tía estaba enferma para poder venir. ¡No sabes lo arrepentida que estoy de haberme casado con él! ¡Qué Dios me perdone! Pero le he deseado la muerte un millón de veces.
-No hablemos de tu marido-le pidió Faith-¿Cómo estás tú?
-Me interesa más tu estado. Lamento mucho lo ocurrido con Pip.
-Gracias...
                       Faith sintió cómo las lágrimas se agolpaban en sus ojos. No había podido conciliar el sueño desde que Philip cayó enfermo. Los dos dormían en habitaciones separadas desde que Faith sufrió el aborto. En ocasiones, Philip acudía a la habitación de su mujer para intentar engendrar un hijo.
                     La regla le había venido a Faith tres días antes. Ello acababa con sus esperanzas de poder darle un hijo póstumo a Philip. No estaba embarazada.
                     Domenica se había casado con un aristócrata inglés que le duplicaba la edad. Domenica estaba profundamente enamorada de su marido cuando se casó con él. Pero aquel hombre había destruido aquel amor. Mantenía a Domenica prácticamente encerrada en su casa solariega mientras que él realizaba viajes por toda Europa. Domenica sabía que su marido hacía de todo. Menos hacer negocios.
-Hay quien dice que un hijo te habría servido de consuelo-opinó Domenica-Yo opino que un hijo sería cualquier cosa menos un consuelo. Sería muy duro sacarlo adelante sin el apoyo de su padre.
-Pero me habría gustado haber tenido un hijo con Pip-se sinceró Faith-Por lo menos, tendría un recuerdo suyo. Tendría sus ojos y yo sentiría que Pip está aquí conmigo.
                      La joven no quería llorar delante de Domenica. En el pasado, su amiga había sentido envidia de ella. Domenica había sido la primera en casarse con un apuesto y adinerado aristócrata. Por aquel entonces, tenía dieciocho años. Cuatro años después, su matrimonio era un completo desastre. Tampoco habían tenido hijos.
-Tuviste la suerte de haberte casado con un hombre que te amó hasta el último minuto de su vida-afirmó Domenica-Pocas mujeres tienen la misma suerte que tú tuviste. Mi matrimonio fue pactado. Yo me casé muy enamorada de mi marido. Pero no fui correspondida por él.
-Y yo estaba enamorada de Pip-dijo Faith-Y sigo enamorada de él. Lo amaré hasta el último día de mi vida.
-Podrías volver a enamorarte.
-¿Volver a enamorarme?
                          La taza de porcelana que sujetó Faith para beber un sorbo de su taza de té tembló.
                          Volver a enamorarse.
                          No podía volver a enamorarse. Necesitaba tiempo para superar aquella pérdida. Un sollozo brotó de su garganta.
                          No podría volver a enamorarse nunca. Su vida había acabado.
-Eres joven y eres hermosa-observó Domenica-Tienes un cabello rubio brillante. Tus ojos son de color azul como el cielo. Eres alta y eres también esbelta. Posees un rostro perfecto.
-Ahora, lo único que quiero es llorar-dijo Faith-Quiero encerrarme en mi habitación. Y no salir de allí nunca.
-No deberías de hacer eso.
-¿Y qué quieres que haga? No puedo pensar en nada en estos momentos. A veces, siento que Pip está aquí conmigo. Quiero llamarle. Pero no lo hago. No me responderá. Y yo...
                      La voz de Faith se quebró. Ya no sentía tanto la ausencia de un hijo.
                      Tenía a Philip. Iban a pasar el resto de sus vidas juntos.
                      ¿Qué le quedaba ahora? No le quedaba nada. Estaba sola.



-En el fondo, Pip no se ha ido-le aseguró Domenica.
-¿Qué quieres decir?-inquirió Faith.
-Pip sigue estando presente en tu vida. Mientras lo recuerdes con amor. Pip nunca se irá de tu lado mientras sigas pensando en él.

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