domingo, 11 de mayo de 2014

LOS BESOS QUE NOS DIMOS

Hola a todos.
En este fragmento de Los besos que nos dimos, Faith recordará el primer beso que compartió con Philip.

                              Faith no podía ni siquiera coger la taza de tila que le sirvió una de las criadas.
-Beba un poco, milady-la instó-Le hará mucho bien.
-No tengo gana de nada-replicó Faith.
                            Las lágrimas caían sin control sobre sus mejillas.
                            Le parecía que había sido ayer cuando acudió a tomar el té a casa de lady Charlotte. La dama la recibió en el salón con grandes muestras de afecto.
                            Lady Charlotte había oído algunos rumores.
                           Faith lo pensó mientras bebía un sorbo de su taza de té.
                           Lady Charlotte sospechaba que su hijo Philip estaba interesado en aquella joven que entraba en su tercera temporada en sociedad. Lady Charlotte tenía que reconocer que Faith era hermosa, pero no dejaba de ser la hija de un modesto clérigo rural.
                           Sin embargo, durante el rato que estuvo hablando con ella, lady Charlotte apreció los conocimientos de los que hizo gala Faith. Se notaba que la joven estaba muy instruida.
                           Faith le confesó que le gustaba mucho leer. Quizás, su cultura no era tan vasta como la que poseía innegablemente lady Charlotte. La mujer se quitó méritos así misma.
-Lizzy, mi madrastra, opina que tuve una institutriz pésima-le aseguró a Faith.
-¿Por qué dice eso?-se interesó la joven.
-Bueno...Ocurrieron algunas cosas desagradables cuando era una adolescente. Pero preferiría no tener que hablar de eso.
                        Faith cogió una galleta de canela de un platito.
                        Hacía apenas unos días que había conocido a Philip. Y se encontraba tomando el té con su madre en el salón de su casa.
                         Faith se sentía cohibida. No sabía qué decir.
-¿Vive su hijo con usted, milady?-inquirió.
-Pip tiene casa propia-contestó lady Charlotte-Vive en esta misma calle. Pero viene mucho a vernos.
-Entiendo.
                          Podría aparecer en cualquier momento, pensó Faith con cierto nerviosismo.
                          Miró en dirección hacia la puerta. De momento, permanecía cerrada. Lady Charlotte no paraba de parlotear acerca de sus sobrinos. De los problemas que estaba teniendo una de sus sobrinas, lady Olivia, para quedarse embarazada. El marido de la joven, el conde de Lisle, se lamentaba porque su madre había vuelto a quedarse encinta. Faith recordaba a la madre del conde como una mujer que le recordaba mucho a una coneja, porque había dado a luz a numerosos hijos.
                        También recordaba a lady Olivia. Le parecía una joven encantadora. Desde hacía algo más de un año, su alegría parecía haberse esfumado. Desde hacía algunos meses, parecía haberse retirado de la alta sociedad. No podía soportar estar cerca de su suegra. Faith había coincidido con lady Olivia en unas cuantas reuniones. Se llevaban bastante bien. Incluso, habían empezado a escribirse.
                       Lady Charlotte parecía estar interrogándola. Faith pensó que la mujer debía de creer que ella era una trepa que iba tras el dinero de su hijo.
-Ésta es mi última temporada en sociedad, milady-le contó Faith-Si no encuentro marido este año, empezaré a dar clases en la escuela de mi pueblo.
-¿Y no le preocupa quedarse soltera?-inquirió lady Charlotte.
-Me gusta dar clases. He dado clases antes de venir aquí, a Londres. Me gustan los niños. No veo la hora de casarme y tener hijos.
-Tenga cuidado. En ocasiones, ocurre al revés. Se lo garantizo.
-No entiendo lo que ha querido decir.
-Es mejor que se lo cuente Pip. Parece que se lleva bastante bien con mi hijo. A pesar de que se conocen desde hace muy poco tiempo.
                         Faith tuvo que darle la razón a aquella dama.
                         En aquel momento, alguien llamó a la puerta. El mayordomo fue a abrir. Entonces, tanto lady Charlotte como Faith se pusieron de pie al escuchar la voz de Pip. El corazón de Faith empezó a latir a gran velocidad.
-Buenas tardes, madre-saludó alegremente el joven-Celebro ver que estás tan bien acompañada.



                    Faith buscó sus guantes, los cuales se había quitado en cuanto el té fue servido. Los encontró encima del sofá.
                     Dijo que tenía que irse. Que la mujer de la casa donde se hospedaba la estaba esperando para ir a hacer unas compras.
                     Entonces, Philip se ofreció a llevarla a casa. Faith se hospedaba en el barrio de Mayfair. Apenas unas calles más abajo de donde vivían lord Darius y lady Charlotte.
-No es necesario-afirmó Faith.
-No quiero que le ocurra nada malo-le aseguró Philip-Déjeme que la acompañe.
-Haga caso a mi hijo-intervino lady Charlotte-Es todo un caballero.
                    Los dos salieron de la casa de la mujer.
                    Empezaron a caminar.
                    Faith estaba algo nerviosa. No podía apartar la vista de la cara de Philip. Aquel joven poseía los ojos más hermosos que jamás había visto nunca en un hombre.
-Faith, me gustaría verla más a menudo-atacó Philip-Me gustaría salir a pasear con usted. O ir a la casa donde se hospeda a visitarla.
-¿Me está diciendo que quiere cortejarme?-se asombró la aludida.
-¿Es eso un sí?
-No sé qué decir.
-Todo está yendo muy deprisa.
-Es cierto. Pero...Me gusta que sea así. Aunque tenga la sensación de que esto que está pasando no es real.
-Le aseguro que es real, Faith.
                        Se detuvieron frente a la verja del jardín de la casa donde se estaba hospedando Faith. La joven tenía sus ojos clavados en los ojos de Philip.
-Sí...-murmuró ella.
                       Entonces, Philip se adueñó de sus labios y la besó de manera suave y larga a la vez. Un beso que cambió la manera de ver el mundo que tenía hasta entonces Faith. Que le hizo creer en los cuentos de hadas. Tener sueños.
                        Se obligó así misma a regresar al presente. La criada le comunicó que lady Olivia había acudido a visitarla.
-Dile que pase-le pidió.
                       Lady Olivia parecía un fantasma, con su vestido negro. Tenía el rostro pálido y demacrado. Profundas sombras surcaban sus ojos. Mechones de cabello de color rojizo se escapaban de su moño.
-Faith...-murmuró lady Olivia al verla.
                        Se sentó en el sofá, al lado de donde estaba sentada Faith.
                        Lady Olivia no podía parar de llorar.
                       La tierra que había sujetado Faith en el cementerio y que se había negado a tirar sobre el ataúd de Philip se esparcía por la falda de su vestido de negro.
                          Lady Olivia se ponía en el lugar de su tía. Aún no había tenido hijos. Y, a lo mejor, nunca llegaría a ser madre. Los médicos habían sido muy claros con ella.
                        Lo peor de todo era que sentía a su marido Peregrine cada vez más alejado de ella.
                       Había acudido a casa de Faith a consolarla. Pero Faith se dio cuenta de que la que realmente necesitaba consuelo era la propia lady Olivia. Aquella joven se sentía muy desgraciada. También sufría sus propias tragedias personales. Faith trató de ser fuerte por ella. Pero le estaba costando mucho trabajo conseguirlo.

2 comentarios:

  1. uy pobrecita, te mando un abrazo y buena semana

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  2. Hola Citu.
    Esta historia no es nada alegre y sí es bastante triste.
    La pérdida de la persona amada es uno de los momentos más dolorosos que debe de hacer frente una persona.
    Un fuerte abrazo, Citu.
    Y te deseo que pases una feliz semana.

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