martes, 17 de diciembre de 2013

UN CABALLERO PERFECTO

Hola a todos.
En el fragmento de hoy de Un caballero perfecto, la certeza de que Charles sigue en la isla incomoda mucho a Martha.
¡Vamos a ver lo que pasa!

                        Las tres primas estaban en el salón dando cuenta de una taza de té cada una. Bárbara y Martha habían decidido ocultarle a Daphne que Charles seguía en la isla. Era lo mejor para todos.
                         Bárbara estaba emocionada. Martha pensó que su hermana estaba excesivamente emocionada. Estaba preparando su ajuar de bodas. Su sonrisa era, en opinión de Martha, falsa.
-Estoy muy contenta-afirmó Bárbara-Mi vestido de novia será de color blanco. Sólo me falta fijar la fecha de la boda. Pero eso depende de lord Dennison. ¡Y llevaré un ramo de azahar!
-¿Y qué dice él?-inquirió Martha.
-Está ocupado. Piensa que es uno de los hombres más ricos de toda Gran Bretaña. Padre me ha buscado un buen marido.
-¿En qué está ocupado?-quiso saber Daphne.
-Os recuerdo a las dos que mi prometido es inglés-contestó Bárbara-Forma parte de la Cámara de los Lores. Tiene un escaño en el Parlamento. Viaja mucho a Londres. Y yo me quedo aquí. Y le espero. No puedo hacer otra cosa hasta que no estemos casados.
                     Martha frunció el ceño.
                     Bebió un sorbo de su taza de té.
                     Pensó en lo que había visto el día antes durante el paseo. El hombre que estaba en aquella casa en ruinas. Bárbara tenía razón. Era Charles. Martha estaba casi segura de que se trataba del cuñado de su prima.
                     Aún así, se resistía a creerse que Charles Woolf siguiera en la isla. Debió de haberse marchado cuando intentó hablar con Daphne. La noche anterior, Martha había dormido muy poco. Se había pasado toda la noche pensando en Charles. El cuñado de Daphne quería hablar con ella. Quería conseguir su perdón.
-¿En qué estás pensando, Martha?-le preguntó Bárbara-Tú vas a ser mi dama de honor.
                   Pero la aludida no estaba pensando en la boda de su hermana mayor. Tengo demasiadas cosas metidas en la cabeza, pensó Martha.
-Lo que nuestra Martha necesita es un pretendiente-opinó Bárbara-No hay muchos caballeros adinerados en esta isla. Ya tiene dieciocho años. No ha tenido una puesta de largo. Nunca ha sido cortejada. Lo que va a hacer padre es buscarte un buen marido. Ya lo ha hecho conmigo.
-Es cierto-corroboró Daphne-No he visto todavía a ningún caballero venir a verte. No ha tenido la oportunidad. Y me da mucha pena. Perdona que te hable así. Pero es cierto. Es una especie de prisionera en esta isla. No es justo para ella.
-No me importa-afirmó Martha-¡De verdad!
                    Unos pocos caballeros apenas habían besado su mano.
                     Miró a Bárbara. Su hermana poseía una belleza impresionante. Por eso, había logrado captar la atención de lord Dennison. Cuando aquel hombre iba a casa a visitarla, se comportaba con corrección. La saludaba dándole un beso en la mejilla. Siempre traía algún detalle para ella. Una vez, se atrevió a besarla en los labios. Fue un beso suave. Bárbara le confesó a Daphne que no había sentido nada.
-Te tiene que importar-insistió Bárbara-Piénsalo bien, hermanita. Eres lo que todo un caballero desea como esposa. Eres recatada. Eres sumisa. Eres virtuosa. Te comportas con corrección en todo momento. ¡Nosotras te admiramos!
-Ya...
-¿Te parece poco? Además, padre piensa darte una buena dote.



               Bárbara cogió una pasta que había en un platito. Le dio un mordisco. Bárbara echó un terrón de azúcar a su taza de té. Lo removió.
-¿Tú estás contenta con tu compromiso?-le preguntó Martha-¿Estás enamorada de lord Dennison? Padre no está aquí. A mí me lo puedes contar.
-Es un hombre rico y honorable-respondió Bárbara-Pienso que podría ser muy feliz a su lado.
-¿Y qué pasa con el amor?
                   Daphne bebió un sorbo de su taza de té mientras escuchaba hablar a sus primas. No tenía hambre. Se le había cerrado el estómago. Su vientre estaba vacío. Ya no crecería ningún bebé en su interior. Todos los planes que tenía al lado de Anthony. Envejecer juntos. Eso nunca ocurriría.
-Vamos a cambiar de tema-sugirió Bárbara.
-No me has contestado-le recordó Martha.
                  Su hermana mayor la ignoró.
-Hace mucho frío-comentó-¿Está la puerta abierta? La chimenea está encendida. ¿Por qué no viene la criada a darle fuelle para avivar el fuego?
                  Martha respiró hondo. Esperaba la reacción de Bárbara.
                  También ella sentía frío.
                  Pensó en lo que había visto en la casa abandonada. Quiso convencerse así misma que había sido fruto de su imaginación. Sin embargo, sabía que eso no era cierto. Había alguien viviendo en aquella casa abandonada. Y ese alguien podía ser Charles.
-Debería dormir más-comentó Martha en voz alta-Veo cosas raras. Es sólo eso. Nada más...Cosas... Que...Que no debería ver. Y eso...
-¿Qué estás diciendo?-indagó Bárbara.
                 Martha respiró hondo.
                 Recordó la conversación que había mantenido con Bárbara.
                 Charles Woolf podía estar viviendo en la isla. Quería conseguir a toda costa el perdón de Daphne. Si intentaba hablar con su prima, sería nocivo para ésta. Daphne debía de dejar atrás su pasado.
                    Daphne tuvo la sensación de saber a lo que se estaba refiriendo su prima. De algún modo, pensaba lo mismo que pensaba ella. Había alguien viviendo en la casa abandonada. Alguien que se parecía mucho a su cuñado Charles.
                   Henry y Cynthia entraron en el salón. Venían de hacer una visita a unos amigos. Martha cogió una pasta. Le dio un mordisco. Pero, en realidad, no tenía mucha hambre. Removió su taza de té. Le temblaban las manos.
-Hola, mamá-saludó.
-¡Un grupo encantador!-exclamó Henry sonriente.
-Os veo entretenidas-observó Cynthia-¿De qué estáis hablando?
-De nada en concreto...-contestó Daphne-De cualquier tema...Por lo menos...No pienso. No pienso en nada. En...Todo lo que me ha pasado. Es muy duro. Y...
-¡Oh, Daphne!-exclamó Bárbara-¡No estés triste! No me gusta verte llorar.
                     Abrazó a su prima. Le dio un beso en la mejilla. Le dolía ver triste a Daphne.
                     Cynthia se sentó en el sofá.
-Tenemos que hacer algo para animarnos-propuso Henry-No quiero ver caras largas en esta casa. Estamos muy tristes.
                 Martha se ofreció a tocar el arpa. Conocía una melodía que era bastante alegre. Antes de ponerse de pie, se inclinó sobre Daphne. Le dio un beso en la mejilla intentando animarla.
                   Poco después, mientras interpretaba una pieza con el arpa, una extraña sensación se apoderó de Martha.
                    Se le puso la piel de gallina.
                   Tuvo el presentimiento de que alguien la estaba mirando. Se dijo así misma que era sólo imaginación suya. Pero, por el rabillo del ojo, creyó ver algo a través del cristal de la ventana del salón. Ahogó un grito. Dejó de tocar el arpa de manera abrupta.
-¿Qué pasa?-inquirió Cynthia.
-Yo...-contestó Martha-He olvidado cómo sigue.
                 Le temblaba la voz.
-Voy a salir a tomar el fresco-anunció.
                   Agradeció el salir fuera.
                   Iba a descubrir lo que quería Charles.
                   Dio la vuelta hasta llegar a la parte trasera.
                   Entonces, le vio de pie frente a ella. Martha se acercó con paso firme hasta él. No entendía lo que quería. ¿Acaso no se daba cuenta de que su sola presencia le hacía daño a Daphne?



-Señorita Kendix, le juro que no es mi intención asustarla-le aseguró-Pero sólo quiero hablar con su prima. La muerte de Tony pesa sobre mi conciencia. Usted no sabe por lo que estoy pasando. Mi familia me repudia. La gente que conocía me ha dado la espalda. Todo el mundo piensa que soy el culpable de la muerte de Tony. Y, quizás, tienen razón. No pude salvarle la vida.
-Debería marcharse lejos, señor Woolf-le sugirió Martha-Podría empezar de cero en otra parte.
-¿Y cree que eso me ayudaría?
-Debería de pasar página y seguir adelante con su vida. Yo no puedo hacer más nada por usted que aconsejarle.
-Me iré, de acuerdo. Pero quiero hablar con Daphne antes. Intente que ella acceda a hablar conmigo, señorita Kendix.
                     Martha negó con tristeza.
                     Veía dolor reflejado en los ojos de Charles. Aquel hombre estaba viviendo un auténtico calvario.
                      Se sentía muy solo.
                      Charles sufría pesadillas. Veía una y otra vez a Anthony siendo arrastrado por la corriente. Luchaba por llegar hasta él. Pero sólo podía ver cómo la corriente se llevaba a su hermano. Cómo lo alejaba de él.
-La muerte de Tony fue un accidente-afirmó Charles-Es cierto que discutíamos mucho. Pero yo lo quería. Para mí, era un héroe. Deseaba ser como él.
-Tengo una hermana mayor, señor Woolf-dijo Martha-Sé lo que siente.
-Me gustaría haber muerto yo en lugar de Tony. Mi hermano tenía toda la vida por delante. Iba a ser padre. Y amaba a su mujer.
-A veces, no entendemos el porqué la vida nos somete a duras pruebas-Martha suspiró hondo-Sólo sabemos que debemos de estar preparados para hacerle frente.
                     Charles cogió las manos de la joven y se las besó con reverencia.
-Llámeme Charles-le pidió-Y yo la llamaré a usted Martha.
                      De pronto, las mejillas de la chica se tiñeron de un rojo intenso.

2 comentarios:

  1. Me gusta mucho el personaje de Marta. Veamos que pasará pronto. Te mando un beso y sigue me gusta mucho este relato

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    1. Hola Citu.
      Martha es un personaje adorable, pero sensato y razonable.
      El relato no quiero que sea demasiado largo, pero ¡esto aún no ha terminado!
      Vamos a ver cómo continúa.
      Un fuerte abrazo, amiga Citu.

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