Hola a todos.
Hoy, me gustaría compartir con vosotros un nuevo fragmento de Un caballero perfecto.
Toda la familia se esfuerza en ayudar a Daphne en el peor momento de su vida. Y Martha empieza a sentir que Charles no se ha ido de la isla.
Varios días después, Martha y su madre, Cynthia, sacaron a Daphne de su encierro.
Pasaron por delante de una casa.
Se encontraba algo lejos de donde se agrupaban las casas.
Se trataba de una casa ya vieja.
-No recuerdo haber estado nunca en este lugar-comentó Cynthia.
-Yo solía venir aquí a pasear-recordó Daphne.
-Hacías mal. Pudo haberte pasado cualquier desgracia.
-Las desgracias ya se han cebado sobre mí, tía Cynthia. Es imposible que me pase algo peor.
Hasta donde Martha recordaba, no vivía nadie en ella. Pero creyó atisbar una figura masculina en el interior de la casa. Y la figura masculina era muy parecida a Charles, el cuñado de Daphne. ¿Acaso era cierto lo que le había dicho Bárbara? ¿Charles Woolf aún no había abandonado Inchmurrin?
Un escalofrío recorrió la columna vertebral de Martha. Si Daphne se encontraba con Charles, sería peor. Se sorprendió así misma apretando el brazo de Cynthia. Debió de hacerle daño porque su madre se quejó. Daphne caminaba apoyada en el brazo de su tía.
-¿Qué te pasa?-inquirió la mujer.
-He creído ver a un hombre dentro de esa casa-contestó Martha-Es una tontería.
-¿Vive alguien allí?-quiso saber Daphne-Podríamos ir a saludarle.
-En esa casa no vive nadie-contestó Cynthia-Desde hace muchos años, está deshabitada.
-¿Estás segura, tía Cynthia? A lo mejor, se ha mudado alguien allí. Eso no lo sabes. Podríamos acercarnos. Dices que tengo que empezar a hablar con la gente. A salir de mi encierro. Y yo me asfixio en este lugar.
-En esa casa no vive nadie desde hace años. De haberse mudado alguien a ella, nos habríamos enterado, querida. No vivimos precisamente en Glasgow. Las noticias vuelan. Sobre todo, en un sitio como Inchmurrin.
-¡Quiero volver a casa!-pidió Daphne.
-¡Vámonos!-la apoyó Martha.
Charles no podía aparecerse de nuevo ante su prima.
-Está bien-cedió Cynthia.
-Bárbara y el tío Henry nos estarán esperando, tía Cynthia-añadió Daphne-Estarán preocupados. El cielo está cubierto de nubes. Y podría empezar a llover de un momento a otro.
-Daphne tiene razón-corroboró Martha.
-Lo que pasa es que tenéis miedo-opinó Cynthia-Creéis que hay alguien viviendo en esa casa. Y yo no lo creo. Pero...Bueno...Demos media vuelta. No quiero que Daphne y tú cogáis frío. Vamos.
Dieron media vuelta. Martha respiró aliviada.
-Estás muy blanca, prima-observó Daphne-¿Qué tienes?
-No es nada-contestó Martha-Estoy bien.
Se atrevió a mirar hacia atrás. Vio de nuevo aquella figura de hombre. Y creyó adivinar las facciones del rostro. Charles, murmuró Martha. Volvió a apretar el brazo de Cynthia.
Su madre pensó que Martha era una joven demasiado impresionable. Nunca había salido de aquella isla. Sólo lo hizo cuando Daphne se casó con Anthony. Nunca había tenido una puesta de largo en Edimburgo. Sólo había asistido a dos fiestas. La fiesta de compromiso de Daphne y Anthony...Y el banquete nupcial cuando la pareja contrajo matrimonio. Habían sido dos eventos espectaculares. La madre de Anthony corrió con todos los gastos. A pesar de que había protagonizado numerosos escándalos, con duelos incluidos, el matrimonio Woolf sentía verdadera adoración por su hijo mayor.
La desgracia de Daphne le había impedido a Martha disfrutar de su puesta de largo. El periodo de luto por la muerte de Anthony terminaría en unos meses. Y Martha podría viajar a Edimburgo.
Pero Daphne seguía destrozada.
Lloraba.
Lloraba a su marido.
Lloraba a su hijo no nato. Lloraba su vida truncada. Los sueños que nunca se harían realidad.
Daphne se percató de lo desencajada que estaba Martha. Se inquietó. Pensó que su prima se asustaba con demasiada facilidad. Siempre había sido muy sensible. Daphne la admiró por ello. Ella ya estaba curada de espanto. Le cogió la mano.
-Hay alguien en esa casa-dijo Martha.
-No hay nadie-le aseguró Daphne.
-Puede que me lo haya imaginado. No quiero que sufras, prima.
-Es posible. Martha...Descansa. No duermes. Te pasas la noche en vela cuidándome. Y eso no es bueno para ti. Ni para ti ni para nadie, prima. Hazme caso. Yo me encuentro un poco mejor.
-Tu prima tiene razón-intervino Cynthia-En cuanto lleguemos a casa, te acuestas. Y duermes.
Llegaron a casa. Bárbara se ofreció a acompañar a Martha a su habitación. Nada más entrar en ella, Bárbara le tendió una nota. Se la había entregado la criada.
-Ese hombre no se rinda-bufó Bárbara-Una de las dos tendrá que ir a hablar con él antes o después.
-¿A qué te refieres?-inquirió Martha.
-Léelo.
Martha se sentó en la cama. Sus sospechas quedaron confirmadas al leer aquella carta:
Mi querida señorita Kendix:
No soy quién para escribirle esta nota.
Pero necesitaba hacerlo.
No pienso abandonar Inchmurrin. Preciso hablar con Daphne lo antes posible. No merezco su perdón.
Ante sus ojos, soy el culpable de la muerte de su marido. Quizás, tenga razón.
Aún así, necesito hablar con ella. Contarle lo que ocurrió aquel día. Juro por Dios que luché por sacar a Tony del agua. Era mi hermano. Y lo adoraba.
Martha y Bárbara intercambiaron una mirada cargada de nerviosismo. No lo he imaginado, pensó Martha. Charles Woolf se había quedado a vivir en Inchmurrin.
-He creído verle esta tarde en una casa abandonada-le confió a Bárbara.
-¿Y él te ha visto?-la interrogó su hermana mayor-¿Ha visto a Daphne?
-No...
-¡Pues será mejor que no se atreva a pisar esta casa! ¡Por el bien de nuestra prima! Sé prudente, hermanita. Ese hombre es capaz de acercarse a ti. Y todo para poder hablar con Daphne. Lo que menos le conviene es tenerle delante. Le hace sufrir. Y tiene que recuperarse. Volver a ser como era antes.
-Lo tendré en cuenta.
uy ojala Dapne hable con Charles para que el le explique lo que paso. Te mando un beso y te me cuidas
ResponderEliminarLa cosa pinta mal para Charles porque Daphne, obviamente, no quiere saber nada de él.
EliminarUn fuerte abrazo, Citu.
Y cuídate.