sábado, 2 de agosto de 2014

EL VAMPIRO

Hola a todos.
Han pasado siglos desde que subí el último fragmento de El vampiro, mi fanfic de Pecados inconfesables. 
Pero no creáis que me he olvidado de esta historia.
Aunque no tenga ahora mucho tiempo para dedicarme de lleno a ella, la tengo siempre presente.
Es otra de las historias que quiero terminar. Sin embargo, me he propuesto terminar otras dos historias entre este mes y el mes que viene: mi blog novela "Una brisa suave" y mi relato Un sabor agridulce, que estoy subiendo a mi blog "Berkley Manor".
En este fragmento, lord Ruthven e Igor hablan de los asaltos.

                               Estaba empezando a anochecer.
                               Igor retiró la tapa del ataúd de lord Ruthven.
                               Pero su señor ya tenía los ojos abiertos.
-¿Qué hace despierto, señor?-le preguntó Igor, sorprendido-Pensaba que estaría durmiendo.
-No puedo dormir-respondió lord Ruthven-Tengo mucha sed. He podido leerle la mente a Daisy Maning. Su confesión se puede escuchar a muchos kilómetros a la redonda. Hay otro sospechoso.
                              Se sentó en el ataúd. Leerle la mente a Daisy Maning le había dejado cansado. Había pensado que aquella chica era tal y como aparentaba ser. Pero había mucho más trasfondo en ella. Daisy era más compleja de lo que aparentaba. Y su antigua maestra acababa de enterarse.
-Se llama Dolph-añadió lord Ruthven.
-He oído hablar de ese miserable-dijo Igor casi con asco-Creía que estaba muerto.
-Le destrozó la vida a la pobre lady Hawkscliffe. Ella no querrá hablar de él. Le duele recordar algunas partes de su pasado. Pero el pasado nunca queda atrás.
                              Lord Ruthven salió del ataúd. Igor salió de manera discreta de la estancia. Regresó al cabo de un rato portando una copa llena de sangre.
                              La sangre pertenecía a un perro. Igor lo había matado un rato antes.
                              Le tendió la copa a lord Ruthven. El conde bebió todo su contenido con verdadera ansia.
                               Le inquietaba tener tanta sed. Ni siquiera podía calmar aquella sed bebiendo la sangre de un perro. El recuerdo de Parthenia pasó por su mente. Lo último que quería era hacerle daño. Pero sabía que debía de verla para informarle de la aparición de aquel nuevo sospechoso.


No hay comentarios:

Publicar un comentario