martes, 5 de agosto de 2014

CERCA DEL MANANTIAL

Hola a todos.
Hoy, os traigo un nuevo y cambiado fragmento de mi relato Cerca del manantial. 
Deseo de corazón que os guste.

                              A Carlos le había tocado vivir una época extremadamente difícil. Había pasado los últimos cuatro años de su vida luchando en el frente. Desde que tenía uso de razón, lo único que recordaba era la guerra. Todo el país estaba en guerra. Carlos se alistó en el Ejército cuatro años antes. Su padre había pasado gran parte de su vida luchando. Carlos apenas le recordaba en su casa. La estancia en el frente había supuesto una experiencia terrible para él. Tuvo que aprender a disparar y a matar a otras personas a las que no conocía si quería sobrevivir.  Carlos sentía que ya no tenía casa. Cuando regresó a su casa, se encontró con que estaba arrasada.
         Carlos vivía en Ceuta. Era hijo único. Había tenido otros cinco hermanos. Pero todos ellos habían muertos cuando eran pequeños.
                 No sólo eso…Su madre estaba muerta. Murió durante el ataque. Estaba solo en el mundo. Su padre también había muerto, pero a raíz de una herida que se le infectó cuando estaba combatiendo en cerca de Tetuán. No tenía más familia. Carlos decidió irse. No quería ser una carga para sus tíos. Tenía también primos. Pero éstos necesitaban salir adelante. Pensó en ir a la Península Ibérica. Sin embargo, se arrepintió en cuanto pisó el puerto de Cádiz. No tenía a nadie allí esperándole. Estaba solo.
-Ya no tengo nada-pensó-¿Adónde voy a ir?
                Decidió abandonar la Península Ibérica. 

-Lo he perdido todo-pensaba Carlos.
Tenía que olvidar todo lo que había vivido en el frente. Tenía que olvidar que había matado gente. No era ningún criminal. Llegó hasta las islas Canarias.
Buscó un sitio en el que refugiarse.
Encontró aquella isla. Vivía poca gente en ella. Era el lugar idóneo para vivir. Un sitio pequeño…Un lugar tranquilo donde se escondería de todo. Se escondería de sí mismo.
            En ocasiones, Carlos se refugiaba entre las dunas porque necesitaba estar solo. Se llevaba varios libros consigo porque le gustaba mucho leer y los libros era el único recuerdo que tenía de sus padres. No le quedó el consuelo de enterrar a su madre. Tampoco le quedó el consuelo de enterrar a sus padres.  Carlos tuvo mucha suerte y salvó la vida. ¿En serio? ¿Podía considerarse afortunado por estar vivo? Al menos, sus padres ya no sufrían y él, en cambio, sí seguía sufriendo. Casi preferiría estar muerto. Así, no tendría que recordar todo lo vivido en el frente.
            Vivía aislado del mundo. Tenía miedo de todo el mundo. Pero sabía que no podía vivir así toda la vida.  
            Tenía pesadillas. Se despertaba empapado en sudor. Estaba acostado en la arena. Podía escuchar el sonido de las olas. Se decía así mismo que estaba vivo. Vivo… ¿Durante cuanto tiempo? No lo sabía.
            Cierta tarde, vio a una joven que estaba lavando la ropa de rodillas. Lavaba la ropa en el manantial. La muchacha estaba cantando y tenía una voz preciosa.
            Era la primera vez en mucho tiempo que se interesaba en alguien.
            Había vivido bastante tiempo aislado. Tenía derecho a relacionarse con la gente. Alicia estaba ajena al joven que la estaba mirando con admiración. Antes de la guerra, su familia era una de las más ricas del archipiélago. Habían tenido la suerte de sobrevivir. No tenían criados.
            Pero eso poco importaba.
            Estaban vivos.
            La Guerra había terminado. Le preocupaba la salud de Rebeca. Alicia quería pensar que se pondría bien.
            Cuando la joven se acercó, le dedicó una encantadora sonrisa a Carlos. Él depositó un beso en su mano con reverencia.
-Es la primera vez que os veo-dijo la joven.
-No os conocía-dijo Carlos, ruborizándose-Hasta hoy. ¿Cómo os llamáis?
-Me llamo Alicia. ¿Y vos? ¿Sois del archipiélago?
-No soy de aquí. Llevo viviendo en esta isla muy poco tiempo. Apenas acabo de llegar.
-Es un placer conocer gente nueva. En esta isla nos conocemos todos. Sabemos quién es quién y resulta raro ver a un forastero por aquí. Aún así, es un placer conoceros.  
            Carlos volvió a besar la mano de la joven.
-Un nombre muy bonito-dijo con timidez-Alicia…Hermoso nombre…Quiero decir…
-Aún no me habéis dicho el vuestro-dijo Alicia-Decidme-Lo miró con curiosidad-¿Quién sois? Nunca antes os había visto.
-Me llamo Carlos Madariaga.
-¿Habéis estado luchando en el frente?
-¿Os doy asco? No me extrañaría…
-No se trata de eso, es que es la primera vez que os veo.
-Eso ya me lo habéis dicho.
-Disculpad. No suelo hablar con desconocidos, pero os he visto solo y me he preguntado el porqué estábais aquí.
-Es verdad que he estado peleando en el frente. Todo lo que tenía lo perdí cuando estaba luchando. Mis familia, por desgracia, ya no está.  
-Es muy triste perder a tu familia. Mis padres, por suerte, están vivos.
-¿Vuestros padres?
-Mi prima Rebeca vive con nosotros. Sus padres también fallecieron durante la Guerra. Nos tenemos la una a la otra. Por desgracia, mi prima está muy enferma. Y, para colmo de males, no sabe nada de su prometido. Debería de haber regresado ya. Pero…
-Me hago cargo de ello.
-A lo mejor, vos sabéis algo de él.
-Lo único que quiero es olvidar todo lo que pasó en el frente. No sabría deciros nada acerca del prometido de vuestra prima. Conocí a mucha gente luchando. Los rostros acaban olvidándose. Los rostros de los vivos…Los rostros de los muertos…Son otra cosa. Por eso, me refugio entre las dunas; en parte, para no pensar.
-Se está a gusto aquí.
-¿Tenéis mucha prisa por regresar a vuestro hogar?
-La verdad es que no.
-Quedaos y hacerme compañía.
-No puedo.
-¿Por qué no?
-Porque vos sois un hombre y yo soy una mujer. No os conozco. Es la primera vez que os veo. Mis padres no me dejan que hable con desconocidos. Y mucho menos con hombres.
-¿Creéis que quiero haceros daño, señora?
-No lo sé…Es la primera vez que os veo.
-¿De dónde sois?
-De Ceuta…Pero no me queda nada allí. Toda mi familia está muerta. Tengo tíos. Y también tengo primos. Pero ellos tienen sus vidas. No quiero ser una carga para ninguno de ellos. Estuve viviendo en la Península durante unas semanas. Pero…No quería estar allí. Por eso…Me vine aquí.
-Nunca he salido de esta isla.
            Alicia no podía juntarse con Carlos por mucho que le interesase. No podía coquetear con desconocido, aunque fuera tan guapo y atrayente como aquel. Y Carlos no podía hablar con una mujer, aunque fuera la más hermosa que jamás había visto. Era mejor dejarlo en un encuentro casual.
-Es raro que no nos hayamos visto antes de hoy-comentó Carlos.
-Tal vez porque no frecuentamos la misma gente-sugirió Alicia.
-¿Os relacionáis los vecinos?
-Mantengo buenas relaciones con ellos. Antes, teníamos criados. Pero casi todos partieron para el frente. Ayudo en las tareas del hogar. No me quejo. No conozco tiempos mejores. La Guerra no ha pasado de largo por aquí.
 -Mucho me temo que la Guerra no ha pasado de largo para nadie. Ni siquiera en los lugares más pequeños…
-No quiero que penséis que soy atrevida. Pero me gustaría haceros una pregunta. A lo mejor, tenéis una mujer que os está esperando en la Península. ¿Estáis casado? ¿Estáis prometido a alguna joven en la Península?
-No estoy casado, no estoy prometido y no es indiscreción. No pienso que seáis atrevida, señora.
-¿Aún estáis soltero?
-Aún soy un poco joven para casarme. No se me ha ocurrido buscar aún una esposa. No creo que la situación aquí sea la apropiada para fundar una familia. Se respira miedo en el ambiente. No quiero que mis hijos ni mi esposa vivan en un país que está en guerra. Dicen que la guerra ha terminado. No me lo creo. Sigo pensando que los combates siguen en el frente. En la Península…No quiero volver a pelear. Estoy cansado de pelear. Sólo quiero vivir en paz en mi país. No pido mucho. ¿No creéis?
-Pedís lo mismo que pido yo. Vivir en paz y sin miedo a que haya una guerra. Pero, por desgracia, vivimos en una sociedad en la que nos enseña a odiar desde que nacemos. Por eso, de adultos, nos hacemos la guerra unos con otros.
-Lo que decís es muy sensato, señora.
-Pero, por ahora, no puedo seguir hablando porque tengo que regresar a casa antes de que mi madre empiece a preocuparse.
-¿Volveré a veros?
-No lo sé.
            Carlos cogió la mano de Alicia y se la besó con suavidad antes de que ella regresase con su cántaro de agua en las manos y le mirase con dulzura antes de irse.   
            En la rama de un árbol, un pájaro empezó a trinar.


2 comentarios:

  1. Me ha gustado :-). Bonito diálogo, y el final es muy sugerente... ♥

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    Respuestas
    1. Hola Marsar.
      Me alegro mucho de que te haya gustado.
      Pienso subir más trozos en los próximos días.
      Y deseo de corazón que te sigan gustando.
      Un fuerte abrazo.

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