Hola a todos.
He tardado en subir otro fragmento de Los besos que nos dimos.
Me hubiera gustado subir uno el domingo, pero no pude porque estuve todo el día fuera de casa.
Me he animado a subir poco a poco durante todos estos días los trozos que iban a subir más adelante. Considero que forman parte de la historia y nos permite conocer un poco más el día a día de Faith y de algunos miembros de su familia política, los Carsington.
En este fragmento, Faith y Domenica reciben malas noticias acerca de lady Olivia.
Faith permanecía sentada en el sofá mirando al vacío. La chimenea del salón estaba apagada.
Domenica se había ofrecido a leerle un libro en voz alta, con el fin de distraerla. Faith respondió encogiéndose de hombros.
Escogió la primera parte de una novela que Philip había comprado poco antes de caer mortalmente enfermo. Se llamaba Las ilusiones perdidas y su autor era un conocido escritor francés llamado Honoré de Balzac. Escuchar a Domenica leer en voz alta aquella novela desgarró el corazón de Faith.
Philip se la había comprado porque sabía que le gustaba mucho leer.
-He oído que el autor está proyectando escribir una segunda parte-le contó cuando le tendió la novela-Cuando salga a la venta, iré a París y te la compraré.
Ya nunca iría a comprarle aquella posible segunda parte. Una lágrima rodó por la mejilla de Faith. Intentaba no llorar porque Domenica le había dicho que Philip la estaba mirando. Desde algún sitio en el Cielo, Philip sabía que su mujer estaba llorando.
De pronto, una de las criadas entró muy nerviosa en el salón. Domenica dejó de leer. Faith se puso de pie de un golpe. En los últimos tiempos, en aquella casa sólo parecían ocurrir desgracias.
-¿Qué es lo que pasa?-le preguntó Faith.
-Señora Carsington, ha ocurrido algo terrible-respondió la criada-Ha venido el ama de llaves de lord Lisle. Lady Lisle ha intentado suicidarse.
Lady Olivia Carsington yacía acostada en su amplia cama con dosel. Sentada en una silla, su madre, lady Bathseba, lloraba amargamente. No entendía el porqué su única hija había intentado poner fin a su vida con una sobredosis de láudano.
Lord Peregrine, el marido de Olivia y conde de Lisle, sí sabía la verdad. El médico había sido muy sincero aquella terrible mañana con su esposa.
Lady Olivia sufría una anomalía en las trompas de Falopio. Por ese motivo, no podía quedarse embarazada. Una operación podría matarla. Lord Peregrine se inclinó sobre su mujer y depositó un beso en su frente. Acarició con la mano el cabello suelto de lady Olivia.
Unos golpes en la puerta sacaron a lord Peregrine de su estado de estupor. No había dicho nada desde que encontró a su mujer tirada en el suelo de su habitación.
Era la doncella personal de lady Olivia. La pobre mujer no paraba de llorar desde que entró en la habitación de su señora y la encontró tirada en el suelo.
Era un poco menor que lady Penélope, la madre de lord Peregrine. Fue asignada como doncella de lady Olivia cuando ésta era una adolescente. La vio convertirse en una hermosa mujer.
Toda la familia Carsington estaba reunida en aquellos momentos en el salón. Faith había hecho un gran esfuerzo al salir a la calle a visitar a la familia adoptiva de su marido. Domenica la había acompañado.
En aquellos momentos, lady Penélope, la madre de lord Peregrine, estaba a punto de acabar con la paciencia de Faith. Decía que su hijo había cometido un terrible error al casarse con una DeLacey, sobre todo, porque su mujer era incapaz de darle un hijo.
Domenica se percató de que Faith estaba a punto de darle un bofetón a lady Penélope. Faith se dijo así misma que debía de contenerse. No era el momento de protagonizar un escándalo en una casa que no era la suya.
-¿Estás escuchando?-le preguntó a Domenica con rabia mal contenida.
-Nunca vio con buenos ojos la boda de su hijo con su nuera-respondió la joven.
-Tengo la sensación de que Olivia, Pip y yo éramos unos intrusos en esta familia tan perfecta. No sé hasta qué punto está realmente enamorada lady Batsheba de su marido. Pero eso no tiene nada que ver con lo que ha intentado hacer Olivia esta mañana.
-Ha sido una locura.
-No importa que no puedan tener hijos. Se tienen el uno al otro. Peregrine está realmente enamorado de Olivia.
Faith se paseaba nerviosa de un lado a otro del salón. La idea de quitarse la vida había pasado alguna que otra vez por su mente durante el transcurso de aquellos terribles días. Pero no se sentía capaz de hacerlo.
A Pip no le habría gustado, pensó. Él quiere que yo sea fuerte.
-Voy a ver a Olivia-le comentó a Domenica.
Lord Peregrine se puso de rodillas junto a la cama donde yacía Olivia. La besó con cariño en la mejilla. El médico se había ido. Le había logrado salvar la vida a lady Olivia con un lavado de estómago. Parecía que estaba dormida.
Unos golpes en la puerta sobresaltaron a lady Batsheba.
-¿Puedo pasar?-preguntó Faith, entreabriendo la puerta.
-Pasa, querida-respondió lady Batsheba-Gracias por venir.
Faith entró en la habitación. Cerró suavemente la puerta. Contempló la figura de Olivia.
Tuvo la sensación de estar viendo a Philip instantes después de exhalar su último aliento. Estaba muy pálida y no se movía.
Conocía a todas las personas que se encontraban en la habitación. Los había visto el día de su boda con Philip. La habían visitado cuando perdió el niño que esperaba.
Estuvieron durante el velatorio de Philip. También acudieron al cementerio a darle el último adiós. Lady Batsheba estaba destrozada, pero, por lo menos, su hija seguía viva. Tenía esa suerte. El corazón de Faith no podía dejar de apoyar a aquella pobre madre que no entendía el porqué su única hija había intentado suicidarse. Faith había escuchado que lady Olivia era estéril y que había intentado quitarse la vida porque se sentía incapaz de asumir su esterilidad. De algún modo, Faith podía entender lo que lady Olivia sentía.
Había demostrado que podía concebir un hijo. Pero no sabía si el aborto le había dejado secuelas. Se acercó a lady Batsheba. La mujer recordaba los momentos de angustia que vivió cuando su hija y su yerno, siendo dos niños de nueve y trece años, se escaparon en busca de un mítico tesoro. Pero logró encontrarles sanos y salvos. Sin embargo, lo que había ocurrido era distinto. Su hija despertaría en cualquier momento y sólo Dios lo que pasaría desde ese momento.
-Lady Batsheba...-murmuró Faith.
-Dime-dijo la mujer.
Le costaba trabajo hablar.
-¿Cómo está Olivia?-inquirió Faith.
-No lo sé-contestó lady Batsheba-Está dormida. Pero despertará.
La dama rompió a llorar amargamente.
Blog de novela romántica en particular y de todo un poco en general. El blog de mis fanfics.
miércoles, 28 de mayo de 2014
sábado, 24 de mayo de 2014
LOS BESOS QUE NOS DIMOS
Hola a todos.
Este fin de semana, espero, desearía terminar Los besos que nos dimos, mi fanfic de Toda una dama.
Sólo quedan dos trozos. Éste que voy a subir hoy y el de mañana, que es el final.
Sin embargo, antes de ponerme manos a la obra con esta historia, me gustaría advertiros de que es posible que la alargue más adelante.
Es decir, que veamos más adelante más recuerdos de Faith de su vida en común con Philip. Que veamos cómo lucha por salir adelante, a pesar del dolor.
Pero eso lo veremos más adelante.
No puedo prometeros que estos dos últimos trozos sean más alegres. Pero sí pueden estar abiertos a la esperanza.
Si decido alargar un poco más la historia más adelante, como ponerle una especie de segunda parte, Domenica, la mejor amiga de Faith, seguirá siendo un importante apoyo para ella.
Y es en este fragmento donde Domenica le da buenos consejos a Faith.
Al día siguiente, Faith logró salir de su habitación.
Su doncella entró y la instó a que se lavara.
-No puede permanecer encerrada por más tiempo, señora-le hizo ver.
Faith se lavó todo el cuerpo con una esponja que mojaba en el agua de la jofaina. Recordaba las veces que Philip y ella compartían baño en aquella bañera de porcelana portátil. Se metían desnudos en el agua. Se lavaban el uno al otro. Y también se besaban. El uno recorría con la lengua el cuerpo del otro. Se acariciaban mutuamente con las manos y con los labios. Se abrazaban con fuerza.
La doncella ayudó a Faith a ponerse su vestido negro. Faith tenía la sensación de que no volvería a vestir nunca más con un color claro. O con un color más fuerte...Debería de llevar siempre luto.
No quiso desayunar porque no tenía hambre.
Bajó al salón. Llevaba su rubio cabello recogido en un estrecho moño.
Domenica estaba sentada en el sofá cuando vio entrar a Faith. Estuvo a punto de lanzar un grito de terror porque le pareció que su mejor amiga había envejecido veinte años.
-Entiendo que estés mal porque tu marido acaba de morir-afirmó mientras la hacía sentarse a su lado-Pero tú todavía estás viva. ¡Estás viva, Faith! Y dudo mucho que Pip quiera verte en el estado en el que estás.
-Me he levantado de la cama-le recordó su amiga.
-Pero no es suficiente. Me hago cargo de que la muerte de tu marido está muy reciente. Pero...
-¿Pretendes que me vaya a una fiesta de las que se celebran en Almacks con el cadáver de Pip todavía caliente?
Domenica negó moviendo la cabeza.
Había una gran diferencia entre su matrimonio y el matrimonio de Faith y Philip.
Faith y Philip se amaban. Y ella, en cambio, sentía que ya no amaba a su marido. Él había matado todo el amor que le profesaba.
-No se trata de eso-contestó Domenica, con paciencia-Se trata de otra cosa. Que tú misma cojas fuerzas para seguir adelante.
-¿Y cómo quieres que lo haga?-le preguntó Faith con desamparo-Cuando me casé con Philip, me veía a mí misma envejeciendo a su lado. Cuidando de nuestros nietos. Pero no tendremos hijos porque perdí a nuestro bebé. Y Pip ya no está. ¡Dime cómo me enfrento a la vida si he perdido mi razón de vivir!
-Tienes a tu familia, que te quiere. Tus padres y tus hermanas están sufriendo por ti y sé que son capaces de venir aquí a Londres a estar contigo. Tienes a lady Charlotte y lord Darius. Lady Charlotte, la pobre, está destrozada. Pero está luchando por sacar fuerzas de donde no las tiene con tal de ayudarte.
-Recibí una nota suya. Me la envió su madrastra, Lizzy. No entiendo cómo esa mujer puede todavía conservar sus fuerzas.
-Tu padre es clérigo. Dirá que es la Voluntad de Dios. Se acata. Pero...¡Cuán difícil puede resultar entenderla! Todos nos morimos antes o después. Pero siempre uno se hace muchas preguntas cuando muere alguien tan joven.
Era lo mismo que repetía la anciana Lizzy durante el velatorio de Philip.
Faith tenía los ojos secos de tanto llorar. En el fondo de su corazón, sabía que Domenica tenía razón.
-No puedo salir a la calle-se asustó.
No era por el miedo al qué dirán.
Era porque no se sentía capaz de salir a la calle sin tener a Philip a su lado.
-Cuando estés preparada, saldrás a la calle-le aseguró Domenica.
-Mi duelo todavía no ha terminado-afirmó Faith-Te ruego que me dejes con mi duelo. Mis ojos están secos. Pero mi corazón todavía llora a Pip.
-Lo entiendo.
Faith no podía olvidar los besos que Philip le robó la primera vez que bailó con él, durante una fiesta en Almacks.
Todo lo que había alrededor de Philip era especial. Había logrado sobrevivir cuando era un recién nacido débil y enfermizo. Pero el Destino parecía haberle alcanzado.
Los dos años que habían pasado juntos habían sido los más felices de la vida de Faith. Unos años repletos de amor y de complicidad...
-Siempre amaré a Pip-afirmó-Ningún hombre podrá sustituirlo en mi corazón.
-Lo sé-le aseguró Domenica.
Philip ya no estaba. Pero sí estaba ella. Debía de convivir con la soledad. Debía de aprender a vivir con sus recuerdos.
Le resultaba todo aquello demasiado duro. Domenica estaba segura de que Faith lograría superar aquella terrible pérdida. Pero era cuestión de tiempo.
-No te dejaré-le prometió a Faith.
Este fin de semana, espero, desearía terminar Los besos que nos dimos, mi fanfic de Toda una dama.
Sólo quedan dos trozos. Éste que voy a subir hoy y el de mañana, que es el final.
Sin embargo, antes de ponerme manos a la obra con esta historia, me gustaría advertiros de que es posible que la alargue más adelante.
Es decir, que veamos más adelante más recuerdos de Faith de su vida en común con Philip. Que veamos cómo lucha por salir adelante, a pesar del dolor.
Pero eso lo veremos más adelante.
No puedo prometeros que estos dos últimos trozos sean más alegres. Pero sí pueden estar abiertos a la esperanza.
Si decido alargar un poco más la historia más adelante, como ponerle una especie de segunda parte, Domenica, la mejor amiga de Faith, seguirá siendo un importante apoyo para ella.
Y es en este fragmento donde Domenica le da buenos consejos a Faith.
Al día siguiente, Faith logró salir de su habitación.
Su doncella entró y la instó a que se lavara.
-No puede permanecer encerrada por más tiempo, señora-le hizo ver.
Faith se lavó todo el cuerpo con una esponja que mojaba en el agua de la jofaina. Recordaba las veces que Philip y ella compartían baño en aquella bañera de porcelana portátil. Se metían desnudos en el agua. Se lavaban el uno al otro. Y también se besaban. El uno recorría con la lengua el cuerpo del otro. Se acariciaban mutuamente con las manos y con los labios. Se abrazaban con fuerza.
La doncella ayudó a Faith a ponerse su vestido negro. Faith tenía la sensación de que no volvería a vestir nunca más con un color claro. O con un color más fuerte...Debería de llevar siempre luto.
No quiso desayunar porque no tenía hambre.
Bajó al salón. Llevaba su rubio cabello recogido en un estrecho moño.
Domenica estaba sentada en el sofá cuando vio entrar a Faith. Estuvo a punto de lanzar un grito de terror porque le pareció que su mejor amiga había envejecido veinte años.
-Entiendo que estés mal porque tu marido acaba de morir-afirmó mientras la hacía sentarse a su lado-Pero tú todavía estás viva. ¡Estás viva, Faith! Y dudo mucho que Pip quiera verte en el estado en el que estás.
-Me he levantado de la cama-le recordó su amiga.
-Pero no es suficiente. Me hago cargo de que la muerte de tu marido está muy reciente. Pero...
-¿Pretendes que me vaya a una fiesta de las que se celebran en Almacks con el cadáver de Pip todavía caliente?
Domenica negó moviendo la cabeza.
Había una gran diferencia entre su matrimonio y el matrimonio de Faith y Philip.
Faith y Philip se amaban. Y ella, en cambio, sentía que ya no amaba a su marido. Él había matado todo el amor que le profesaba.
-No se trata de eso-contestó Domenica, con paciencia-Se trata de otra cosa. Que tú misma cojas fuerzas para seguir adelante.
-¿Y cómo quieres que lo haga?-le preguntó Faith con desamparo-Cuando me casé con Philip, me veía a mí misma envejeciendo a su lado. Cuidando de nuestros nietos. Pero no tendremos hijos porque perdí a nuestro bebé. Y Pip ya no está. ¡Dime cómo me enfrento a la vida si he perdido mi razón de vivir!
-Tienes a tu familia, que te quiere. Tus padres y tus hermanas están sufriendo por ti y sé que son capaces de venir aquí a Londres a estar contigo. Tienes a lady Charlotte y lord Darius. Lady Charlotte, la pobre, está destrozada. Pero está luchando por sacar fuerzas de donde no las tiene con tal de ayudarte.
-Recibí una nota suya. Me la envió su madrastra, Lizzy. No entiendo cómo esa mujer puede todavía conservar sus fuerzas.
-Tu padre es clérigo. Dirá que es la Voluntad de Dios. Se acata. Pero...¡Cuán difícil puede resultar entenderla! Todos nos morimos antes o después. Pero siempre uno se hace muchas preguntas cuando muere alguien tan joven.
Era lo mismo que repetía la anciana Lizzy durante el velatorio de Philip.
Faith tenía los ojos secos de tanto llorar. En el fondo de su corazón, sabía que Domenica tenía razón.
-No puedo salir a la calle-se asustó.
No era por el miedo al qué dirán.
Era porque no se sentía capaz de salir a la calle sin tener a Philip a su lado.
-Cuando estés preparada, saldrás a la calle-le aseguró Domenica.
-Mi duelo todavía no ha terminado-afirmó Faith-Te ruego que me dejes con mi duelo. Mis ojos están secos. Pero mi corazón todavía llora a Pip.
-Lo entiendo.
Faith no podía olvidar los besos que Philip le robó la primera vez que bailó con él, durante una fiesta en Almacks.
Todo lo que había alrededor de Philip era especial. Había logrado sobrevivir cuando era un recién nacido débil y enfermizo. Pero el Destino parecía haberle alcanzado.
Los dos años que habían pasado juntos habían sido los más felices de la vida de Faith. Unos años repletos de amor y de complicidad...
-Siempre amaré a Pip-afirmó-Ningún hombre podrá sustituirlo en mi corazón.
-Lo sé-le aseguró Domenica.
Philip ya no estaba. Pero sí estaba ella. Debía de convivir con la soledad. Debía de aprender a vivir con sus recuerdos.
Le resultaba todo aquello demasiado duro. Domenica estaba segura de que Faith lograría superar aquella terrible pérdida. Pero era cuestión de tiempo.
-No te dejaré-le prometió a Faith.
martes, 20 de mayo de 2014
EL VAMPIRO
Hola a todos.
Hacía mucho que no subía un nuevo fragmento de esta historia.
He podido escribir un trocito más y me gustaría compartirlo con vosotros.
En este fragmento de El vampiro, Lizzie va a visitar a Daisy Maning, la joven que fue atacada. La chica le hace una revelación que la dejará muda.
Lizzie hizo en el carruaje el trayecto hasta la casa de los Maning.
Hacía días que no veía a Devlin. Su marido se había marchado al campo con su cuñada Sarah con la excusa de que la chica necesitaba recuperarse.
Lizzie echaba de menos su trabajo en la Academia porque la hacía estar ocupada y no pensar en todo lo que no debía de pensar. Enseñaba a las chicas a caminar erguidas. A comportarse con rectado. Lo que debían de decir. Lo que no debían de decir. Daisy había sido una de sus alumnas más obedientes y todo lo que le había pasado era el fruto de una atroz pesadilla.
El carruaje se detuvo ante la mansión.
-Hemos llegado, Excelencia-le indicó el cochero.
Fue él el que le abrió la portezuela a Lizzie. La ayudó a descender del carruaje.
Se sentía incómoda en su papel de vizcondesa de Strathmore. Mucha gente había criticado a Devlin por haberse casado con una muerta de hambre. La pérdida del bebé que Lizzie esperaba había sido la gota que había colmado el vaso. De pronto, se daba cuenta de que no estaba enamorada de su marido.
-Es usted una tonta-pareció escuchar a Annabelle, una de sus alumnas. Su alumna más rebelde, recordó Lizzie con tristeza-¿Cómo se casa con un hombre sin amarle?
El rubio cabello de Daisy estaba recogido en una trenza. Lizzie lo observó cuando entró en el salón donde la chica la estaba esperando. La invitó a tomar asiento a su lado en el sofá. Dieron cuenta cada una de una taza de té.
-¿Es verdad lo que he oído?-interrogó Daisy a Lizzie en cuanto la criada se retiró-A Sorscha...-Seguía llamando a Sarah por el nombre que le puso Ginny, la mujer que la crió-¿También ese ser ha atacado a Sorscha?
-Por desgracia...-contestó Lizzie-También la ha atacado.
-¡Oh, Dios mío! Quint lo sabe y quiere matarle.
-¿Qué has dicho?
Los ojos de Daisy reflejaban una tranquilidad que inquietó a Lizzie.
En un primer momento, Lizzie pensó que había escuchado mal porque, hasta donde ella recordaba, Quint había muerto. Pero, ¿cómo estaba vivo aquel hijo de perra? Sabía que se había acercado a Daisy con la excusa de que estaba buscando a su cachorro perdido. Pero no le hizo nada a Daisy. ¿Acaso podía ser él el autor de los ataques?
-Quint está muerto-le recordó Lizzie-No puede estar vivo. Yo misma vi cómo moría. Te lo has debido de imaginar.
-Quint está vivo y viene a verme-insistió Daisy-Sobrevivió a la herida que le causó su esposo, Excelencia. Fue una herida superficial. Escapó cuando su marido fue a reunirse con Sorscha.
-¿Me estás diciendo que Devlin dejó escapar con vida a ese malnacido?
-No es malo, Excelencia. Quint me ama.
Daisy cogió una de las pastas que había en el platito y le dio un mordisco.
Lizzie dio gracias a Dios porque estaba sentada en el sofá. De haber estado de pie, probablemente, habría caído desplomada al suelo. Devlin no le estaba siendo de gran ayuda desde la trágica muerte de su hijo no nato. Su marido pasaba más tiempo fuera de casa que con ella. ¡Y ni siquiera había podido acabar con uno de sus peores enemigos!
-¿Desde cuándo os veis?-quiso saber Lizzie con un hilo de voz.
Todo había empezado desde su encuentro en la Academia. A Daisy le parecía mucho más apuesto que el hombre con el que su padre había pensado en casarla.
Le contó a Lizzie que Quentin, su prometido, aquel hombre de cuarenta años, la había besado. Y que ella había sentido un asco inmenso cuando lo hizo.
Fue Quint quien la enseñó a besar. Él le había dado su primer beso de amor. Y no había sido el primer beso que le había dado.
-¡Daisy, me niego a seguir escuchándote!-protestó Lizzie, con el estómago encogido.
-Usted no ha estado enamorada-le replicó la chica-No ama a su marido y se le nota.
Daisy bebió un sorbo de su taza de té.
Le contó a Lizzie que todos los besos que le había dado a Quint habían sido dulces y sinceros. Que lo amaba con todo su ser.
-En cuanto esto haya pasado un poco, huiremos juntos a Gretna Green-le confesó a su antigua profesora-Quint no quiere irse sin saber quién me atacó. Puedo asegurarle que él no tiene nada que ver con los ataques. Estaba hablando con su marido cuando fui atacada.
Quint había ido a verla cuando se despertó tras el ataque. Había llenado su cara de besos cuando estuvieron juntos y a solas. Y le juró que encontraría al culpable. Lizzie apretó los puños con rabia. Si Quint estaba vivo, ¿cuántos enemigos de la familia Knight podían estar vivos?
-¿Es cierto que a la duquesa la violaron?-inquirió Daisy.
-¿Qué estás diciendo?-se asustó Lizzie.
-Hablo de la duquesa de Hawkscliffe. Quint me contó que vio a un hombre jactándose en una taberna cerca del Támesis. Decía que, a pesar de ser la esposa de un duque, él fue el primero en catar los favores de lady Belinda. Quint dice que ese hombre afirmaba haberla violado. Aunque no lo dijo exactamente.
-No hace falta que digas nada. ¡Dios mío!
Lizzie sentía cómo le iba a estallar la cabeza. Daisy llevaba puesto un vestido de color azul claro. Hacía algún tiempo que llevaba vestidos largos. Su rostro estaba sereno. Pero Lizzie creía que estaba viendo a un ser sobrenatural. La tranquilidad con la que le estaba hablando Daisy la estaba asustando.
Entonces, le dio el golpe de gracia cuando le confesó que, apenas un día antes, se había entregado a Quint.
-Salí a escondidas ayer por la noche-le confesó a la atónita Lizzie-Nos encontramos en Rotten Row. Nadie me vio salir. Y nadie se dio cuenta de que me había ido porque Quint me acompañó a casa antes del amanecer.
-¿Te has vuelto loca?-gritó Lizzie, histérica.
Daisy le contó lo ocurrido la noche antes en Rotten Row. Cómo ella y Quint se habían encontrado. Cómo habían empezado a besarse y se habían dado cuenta de que no podían parar. Cuando se quisieron dar cuenta, la ropa había desaparecido de sus cuerpos. Daisy le devolvía beso por beso. Él no podía parar de besarla. De abrazarla. De recorrer su cuerpo con las manos. De recorrer cada centímetro de su piel con los labios.
-No me arrepiento de lo que hice-afirmó Daisy-Volvería a hacerlo.
Lizzie se puso de pie, visiblemente agitada. Deseaba ponerse a romper cosas porque estaba a punto de sufrir un ataque de nervios. ¿Acaso Daisy no había pensado en las consecuencias de sus actos?
-Cuando se enamore de verdad, hable conmigo-le exhortó la joven.
Se puso de pie también. Lizzie la miraba casi con miedo porque Daisy siempre había sido la más aplicada de sus alumnas. La más tranquila...Nunca se metía en líos, al contrario que sí hacían su cuñada Sarah y Annabelle.
Daisy aún conservaba en sus labios el sabor de los besos que le había dado Quint la noche antes en Rotten Row. La había besado muchas veces cuando la desvirgó porque le hizo daño. El miserable que la atacó no se llevó su virtud. Pero sí había despojado a Daisy de la inocencia que siempre había tenido. La había vuelto más cínica.
Le dio un abrazo a la temblorosa Lizzie.
-Hable con alguien de la familia Knight-le aconsejó-Investigue los nombres de sus posibles enemigos. Personas que crean muertas, pero que, en realidad, estén vivas y a la espera de atacar de nuevo.
-No puede ser-murmuró Lizzie-Los ataques...Tu confesión...
-Lo siento mucho, Excelencia.
-No sé qué pensar. ¡Te juro que no sé qué pensar!
Lizzie decidió que era la hora de irse. Pero no quería marcharse sin saber una cosa. Buscó sus guantes. Se los puso con las manos temblorosas. Le costaba trabajo mantenerse de pie.
-¿Te dijo ese hombre cómo se llamaba?-interrogó a Daisy-Hablo de Quint. ¿Te dijo cómo se llamaba el hombre que vio en la taberna?
-Creo que alguien le llamó Dolph-contestó la chica-Quint no está muy seguro.
Hacía mucho que no subía un nuevo fragmento de esta historia.
He podido escribir un trocito más y me gustaría compartirlo con vosotros.
En este fragmento de El vampiro, Lizzie va a visitar a Daisy Maning, la joven que fue atacada. La chica le hace una revelación que la dejará muda.
Lizzie hizo en el carruaje el trayecto hasta la casa de los Maning.
Hacía días que no veía a Devlin. Su marido se había marchado al campo con su cuñada Sarah con la excusa de que la chica necesitaba recuperarse.
Lizzie echaba de menos su trabajo en la Academia porque la hacía estar ocupada y no pensar en todo lo que no debía de pensar. Enseñaba a las chicas a caminar erguidas. A comportarse con rectado. Lo que debían de decir. Lo que no debían de decir. Daisy había sido una de sus alumnas más obedientes y todo lo que le había pasado era el fruto de una atroz pesadilla.
El carruaje se detuvo ante la mansión.
-Hemos llegado, Excelencia-le indicó el cochero.
Fue él el que le abrió la portezuela a Lizzie. La ayudó a descender del carruaje.
Se sentía incómoda en su papel de vizcondesa de Strathmore. Mucha gente había criticado a Devlin por haberse casado con una muerta de hambre. La pérdida del bebé que Lizzie esperaba había sido la gota que había colmado el vaso. De pronto, se daba cuenta de que no estaba enamorada de su marido.
-Es usted una tonta-pareció escuchar a Annabelle, una de sus alumnas. Su alumna más rebelde, recordó Lizzie con tristeza-¿Cómo se casa con un hombre sin amarle?
El rubio cabello de Daisy estaba recogido en una trenza. Lizzie lo observó cuando entró en el salón donde la chica la estaba esperando. La invitó a tomar asiento a su lado en el sofá. Dieron cuenta cada una de una taza de té.
-¿Es verdad lo que he oído?-interrogó Daisy a Lizzie en cuanto la criada se retiró-A Sorscha...-Seguía llamando a Sarah por el nombre que le puso Ginny, la mujer que la crió-¿También ese ser ha atacado a Sorscha?
-Por desgracia...-contestó Lizzie-También la ha atacado.
-¡Oh, Dios mío! Quint lo sabe y quiere matarle.
-¿Qué has dicho?
Los ojos de Daisy reflejaban una tranquilidad que inquietó a Lizzie.
En un primer momento, Lizzie pensó que había escuchado mal porque, hasta donde ella recordaba, Quint había muerto. Pero, ¿cómo estaba vivo aquel hijo de perra? Sabía que se había acercado a Daisy con la excusa de que estaba buscando a su cachorro perdido. Pero no le hizo nada a Daisy. ¿Acaso podía ser él el autor de los ataques?
-Quint está muerto-le recordó Lizzie-No puede estar vivo. Yo misma vi cómo moría. Te lo has debido de imaginar.
-Quint está vivo y viene a verme-insistió Daisy-Sobrevivió a la herida que le causó su esposo, Excelencia. Fue una herida superficial. Escapó cuando su marido fue a reunirse con Sorscha.
-¿Me estás diciendo que Devlin dejó escapar con vida a ese malnacido?
-No es malo, Excelencia. Quint me ama.
Daisy cogió una de las pastas que había en el platito y le dio un mordisco.
Lizzie dio gracias a Dios porque estaba sentada en el sofá. De haber estado de pie, probablemente, habría caído desplomada al suelo. Devlin no le estaba siendo de gran ayuda desde la trágica muerte de su hijo no nato. Su marido pasaba más tiempo fuera de casa que con ella. ¡Y ni siquiera había podido acabar con uno de sus peores enemigos!
-¿Desde cuándo os veis?-quiso saber Lizzie con un hilo de voz.
Todo había empezado desde su encuentro en la Academia. A Daisy le parecía mucho más apuesto que el hombre con el que su padre había pensado en casarla.
Le contó a Lizzie que Quentin, su prometido, aquel hombre de cuarenta años, la había besado. Y que ella había sentido un asco inmenso cuando lo hizo.
Fue Quint quien la enseñó a besar. Él le había dado su primer beso de amor. Y no había sido el primer beso que le había dado.
-¡Daisy, me niego a seguir escuchándote!-protestó Lizzie, con el estómago encogido.
-Usted no ha estado enamorada-le replicó la chica-No ama a su marido y se le nota.
Daisy bebió un sorbo de su taza de té.
Le contó a Lizzie que todos los besos que le había dado a Quint habían sido dulces y sinceros. Que lo amaba con todo su ser.
-En cuanto esto haya pasado un poco, huiremos juntos a Gretna Green-le confesó a su antigua profesora-Quint no quiere irse sin saber quién me atacó. Puedo asegurarle que él no tiene nada que ver con los ataques. Estaba hablando con su marido cuando fui atacada.
Quint había ido a verla cuando se despertó tras el ataque. Había llenado su cara de besos cuando estuvieron juntos y a solas. Y le juró que encontraría al culpable. Lizzie apretó los puños con rabia. Si Quint estaba vivo, ¿cuántos enemigos de la familia Knight podían estar vivos?
-¿Es cierto que a la duquesa la violaron?-inquirió Daisy.
-¿Qué estás diciendo?-se asustó Lizzie.
-Hablo de la duquesa de Hawkscliffe. Quint me contó que vio a un hombre jactándose en una taberna cerca del Támesis. Decía que, a pesar de ser la esposa de un duque, él fue el primero en catar los favores de lady Belinda. Quint dice que ese hombre afirmaba haberla violado. Aunque no lo dijo exactamente.
-No hace falta que digas nada. ¡Dios mío!
Lizzie sentía cómo le iba a estallar la cabeza. Daisy llevaba puesto un vestido de color azul claro. Hacía algún tiempo que llevaba vestidos largos. Su rostro estaba sereno. Pero Lizzie creía que estaba viendo a un ser sobrenatural. La tranquilidad con la que le estaba hablando Daisy la estaba asustando.
Entonces, le dio el golpe de gracia cuando le confesó que, apenas un día antes, se había entregado a Quint.
-Salí a escondidas ayer por la noche-le confesó a la atónita Lizzie-Nos encontramos en Rotten Row. Nadie me vio salir. Y nadie se dio cuenta de que me había ido porque Quint me acompañó a casa antes del amanecer.
-¿Te has vuelto loca?-gritó Lizzie, histérica.
Daisy le contó lo ocurrido la noche antes en Rotten Row. Cómo ella y Quint se habían encontrado. Cómo habían empezado a besarse y se habían dado cuenta de que no podían parar. Cuando se quisieron dar cuenta, la ropa había desaparecido de sus cuerpos. Daisy le devolvía beso por beso. Él no podía parar de besarla. De abrazarla. De recorrer su cuerpo con las manos. De recorrer cada centímetro de su piel con los labios.
-No me arrepiento de lo que hice-afirmó Daisy-Volvería a hacerlo.
Lizzie se puso de pie, visiblemente agitada. Deseaba ponerse a romper cosas porque estaba a punto de sufrir un ataque de nervios. ¿Acaso Daisy no había pensado en las consecuencias de sus actos?
-Cuando se enamore de verdad, hable conmigo-le exhortó la joven.
Se puso de pie también. Lizzie la miraba casi con miedo porque Daisy siempre había sido la más aplicada de sus alumnas. La más tranquila...Nunca se metía en líos, al contrario que sí hacían su cuñada Sarah y Annabelle.
Daisy aún conservaba en sus labios el sabor de los besos que le había dado Quint la noche antes en Rotten Row. La había besado muchas veces cuando la desvirgó porque le hizo daño. El miserable que la atacó no se llevó su virtud. Pero sí había despojado a Daisy de la inocencia que siempre había tenido. La había vuelto más cínica.
Le dio un abrazo a la temblorosa Lizzie.
-Hable con alguien de la familia Knight-le aconsejó-Investigue los nombres de sus posibles enemigos. Personas que crean muertas, pero que, en realidad, estén vivas y a la espera de atacar de nuevo.
-No puede ser-murmuró Lizzie-Los ataques...Tu confesión...
-Lo siento mucho, Excelencia.
-No sé qué pensar. ¡Te juro que no sé qué pensar!
Lizzie decidió que era la hora de irse. Pero no quería marcharse sin saber una cosa. Buscó sus guantes. Se los puso con las manos temblorosas. Le costaba trabajo mantenerse de pie.
-¿Te dijo ese hombre cómo se llamaba?-interrogó a Daisy-Hablo de Quint. ¿Te dijo cómo se llamaba el hombre que vio en la taberna?
-Creo que alguien le llamó Dolph-contestó la chica-Quint no está muy seguro.
lunes, 19 de mayo de 2014
LOS BESOS QUE NOS DIMOS
Hola a todos.
Hoy, Faith recordará uno de los momentos más dolorosos de su matrimonio con Philip.
Faith sabía lo que era perder un hijo.
Faith perdió el hijo que esperaba de Philip. Intentaba no pensar en eso, pero perdió el niño que esperaba. Ahogó un sollozo.
Hoy, Faith recordará uno de los momentos más dolorosos de su matrimonio con Philip.
Faith sabía lo que era perder un hijo.
Faith perdió el hijo que esperaba de Philip. Intentaba no pensar en eso, pero perdió el niño que esperaba. Ahogó un sollozo.
Ella estaba embarazada de casi cuatro meses cuando
se cayó rodando por las escaleras.Fue un accidente, pensó Faith con rabia.
Era un hijo muy deseado tanto por ella como por Philip. Ahora, los dos están juntos, pensó Faith cuando estaba sentada en la cama contemplando la salida del Sol. Cuando supo que estaba embarazada, se sintió la mujer más feliz del mundo. Lady Charlotte fue la segunda persona que se enteró. Philip y Faith fueron a contárselo. Todavía recordaba el grito de júbilo que lanzó aquella comedida dama cuando supo que iba a ser abuela.
Pero perdió el niño que esperaba. El médico se lo
confirmó en cuanto se quedaron a solas. Faith lloró hasta que se quedó seca por
dentro. Podía entender el sufrimiento de Olivia. No podía tener hijos. Y ella
había sufrido un aborto. Recordaba los planes que hizo cuando tuvo la primera
falta. Lord Darius tardó algunos días en enterarse. En cambio, la madrastra de lady Charlotte, la anciana Lizzy, le dijo a Faith que ella tejería una mantita para el futuro bebé.
Recordaba los dolorosos días que siguieron a su convalecencia. Philip no se separaba de su lado. Lady Charlotte y lord Darius fueron a verla. Los ojos de lady Charlotte estaban hinchados de tanto llorar.
-Lo siento mucho-le dijo la mujer, con la voz quebrada.
Faith nunca supo si el feto que había abortado era
de un niño o si era de una niña. El médico no se lo dijo.
Pero eso ya poco importaba. El niño que pudo haber tenido no estaba a su lado consolándola tras la muerte del hombre que lo había engendrado.
Tanto Philip como su pequeño no estaban a su lado. Faith no sabía cómo encarar el futuro en soledad. Estaba asustada y destrozada. No sabía si podría seguir adelante con Philip.
-¿Cómo es posible que un hombre tan joven se haya ido y yo, que soy tan vieja, siga aquí?-se había lamentado Lizzy en el cementerio.
Unos golpecitos en la puerta sacaron a Faith de su ensimismamiento.
-¿Está despierta, señora?-le preguntó su doncella al otro lado de la puerta.
Faith no respondió.
Sólo quería estar sola. Deseaba llorar en soledad su pesar.
-¿Está enferma?-preguntó de nuevo la doncella.
-No...-respondió Faith, casi obligada.
-¿Quiere que la ayude a vestirse?
-No...
-¿Va a desayunar?
-No tengo hambre.
Era verdad. Faith no tenía hambre. Estaba convencida de que no volvería a comer nunca más.
Se secó las lágrimas que rodaban por sus mejillas.
Recordaba cómo Philip la abrazó cuando el médico le comunicó la mala noticia. En aquellos momentos, a pesar del gran dolor que experimentaba, Faith se sintió apoyada. Se sintió amada.
Pero Philip se había ido para no volver nunca. Igual que su pequeño...
domingo, 18 de mayo de 2014
LOS BESOS QUE NOS DIMOS
Hola a todos.
Hoy, me he animado a subir otro trocito de Los besos que nos dimos.
Los recuerdos siguen presentes en la mente de Faith.
En esta ocasión, recuerda cuando conoció a Philip.
A Faith le gustaba salir a dar un paseo por Hyde Park.
Desde que Philip enfermó, no había vuelto a pasear por aquel parque tan grande como el más inmenso de los bosques. Solía pasear con Philip. Sin embargo, Faith no se sentía capaz de volver a salir a dar un paseo por Hyde Park. Recordaba cuando caminaba orgullosa y cogida del brazo de Philip por la orilla del lago Serpentine. Entonces, era una mujer feliz. Acababa de contraer matrimonio con el hombre más maravilloso del mundo. Se sentía capaz de enfrentarse al mundo por amor.
Fue en Hyde Park donde Philip y Faith se conocieron.
Ella lo recordaba con el más mínimo detalle.
La mujer en cuya casa se hospedaba, su patrocinadora, no la dejaba salir nunca sola.
Le asignó una doncella que la acompañaba a todas partes.
El tener una doncella era algo que incomodaba a Faith. Siempre se había vestido y había cepillado su cabello ella misma.
Pero, cuando vivía en su casa, su padre tampoco la dejaba salir sola a ningún sitio. Entonces, Faith salía acompañada por alguna de sus hermanas menores.
Faith y su doncella estaban paseando por Rotten Row. Su doncella no paraba de parlotear. Faith trataba de no bostezar para disimular su aburrimiento. De haber ido sola, se habría sentado a orillas del Lago Serpentine. Se habría quitado los zapatos. Habría podido meter los pies en el agua.
No se dio cuenta de que un caballo venía en dirección hacia ella y su doncella.
De pronto, notó cómo su doncella tiraba de su brazo. Faith fue apartada del lugar por donde estaba caminando. Un caballo de color castaño se alzó sobre sus patas traseras. Era un alazán, pero Faith no podía admirar su raza. Tenía el corazón en la garganta.
El jinete logró dominar al caballo. Desmontó de un ágil salto.
Se acercó a Faith y a su doncella.
-¿Se encuentra bien, señorita?-preguntó, dirigiéndose a Faith.
-Sí...-respondió la joven.
El jinete se disculpó con ella.
-Le ruego que me perdone-se excusó.
-No ha sido culpa suya-le aseguró Faith-Iba distraída y no me he dado cuenta.
El jinete era un hombre realmente atractivo. Era imposible no apartar la vista de él.
Cogió la mano de Faith y se la besó con respeto.
También él había quedado impresionado con ella.
La había visto a lo lejos. Quiso acercarse para conocerla mejor y no era su intención hacerle daño.
De cerca, era todavía más hermosa. Aquel cabello de color rubio dorado y ondulado que llevaba escondido debajo de un sombrero algo pasado de moda. Cuyos mechones se escapaban del sombrero.
Aquellos ojos de color azul...Su piel blanca como la leche...
-Permítame que me presente-dijo-Mi nombre es Philip Carsington.
Faith se presentó también. Aquel hombre tenía los ojos más bellos que jamás había visto. Además, era un hombre increíblemente alto. A su lado, Faith se sentía como una enana.
Sus facciones eran atractivas. Era un hombre joven y robusto. Pero también era un hombre galante. Un caballero de verdad, pensó Faith con admiración. Sin embargo, aquel encuentro duró relativamente poco tiempo. El jinete tenía algo de prisa. Uno de sus primos, un tal Peregrine, le estaba esperando. Más que su primo carnal era el marido de su prima, lady Olivia. Irían juntos al Pall Mall, el Club de Caballeros del que ambos eran socios.
-¿Le gusta pasear por Hyde Park?-le preguntó a Faith.
-Suelo venir aquí muchas tardes-respondió la joven.
-Entonces, no me cabe la menor duda de que volveremos a vernos.
Volvió a montar en su caballo. Pero, antes de hacerlo, volvió a besar a Faith en la mano.
Ella le vio alejarse poco a poco. Tuvo la sensación de que, efectivamente, volvería a verle.
-¿Ha dicho que se apellida Carsington?-se interesó la doncella-Es que ese apellido es muy famoso en todo Londres.
-Yo he oído hablar de los DeLacey-contestó Faith-Son una pandilla de rufianes, según mi patrocinadora. Pero yo creo que son, más bien, unos supervivientes natos.
-En los Carsington hay quienes no son Carsington. No sé si me explico. La hija de lord Benedict, en realidad, no es hija suya. Ella tenía diez años cuando su madre se casó con él. Lady Bathseba era viuda. Lady Olivia es la hija de su primer marido. Lo que hizo lord Benedict fue adoptarla cuando se casó con lady Bathseba. No tuvieron hijos.
-Eso no es nada malo. Muchas mujeres viudas rehacen sus vidas. Vuelven a casarse.
-Pero ella es una DeLacey. ¡Por Dios! La sangre de esa familia está contaminada. Y eso no fue lo peor.
-No fue lo peor. No sé si volveré a ver a lord Philip. Me gustaría conocerle mejor. Me ha agradado. ¡Es muy apuesto!
Su doncella arqueó una ceja con gesto interrogante.
-Cometerá un error si se decide a involucrarse con ese hombre, señorita-le advirtió.
-Lo que sí que será un error será el no volver a verle-replicó Faith.
Su doncella pensó que se había vuelto loca.
Faith recordaba todo esto acostada en su cama.
No podía conciliar el sueño. No podía dejar de pensar en que Philip ya no estaba con ella. Y nunca más volvería a estar con ella.
Hoy, me he animado a subir otro trocito de Los besos que nos dimos.
Los recuerdos siguen presentes en la mente de Faith.
En esta ocasión, recuerda cuando conoció a Philip.
A Faith le gustaba salir a dar un paseo por Hyde Park.
Desde que Philip enfermó, no había vuelto a pasear por aquel parque tan grande como el más inmenso de los bosques. Solía pasear con Philip. Sin embargo, Faith no se sentía capaz de volver a salir a dar un paseo por Hyde Park. Recordaba cuando caminaba orgullosa y cogida del brazo de Philip por la orilla del lago Serpentine. Entonces, era una mujer feliz. Acababa de contraer matrimonio con el hombre más maravilloso del mundo. Se sentía capaz de enfrentarse al mundo por amor.
Fue en Hyde Park donde Philip y Faith se conocieron.
Ella lo recordaba con el más mínimo detalle.
La mujer en cuya casa se hospedaba, su patrocinadora, no la dejaba salir nunca sola.
Le asignó una doncella que la acompañaba a todas partes.
El tener una doncella era algo que incomodaba a Faith. Siempre se había vestido y había cepillado su cabello ella misma.
Pero, cuando vivía en su casa, su padre tampoco la dejaba salir sola a ningún sitio. Entonces, Faith salía acompañada por alguna de sus hermanas menores.
Faith y su doncella estaban paseando por Rotten Row. Su doncella no paraba de parlotear. Faith trataba de no bostezar para disimular su aburrimiento. De haber ido sola, se habría sentado a orillas del Lago Serpentine. Se habría quitado los zapatos. Habría podido meter los pies en el agua.
No se dio cuenta de que un caballo venía en dirección hacia ella y su doncella.
De pronto, notó cómo su doncella tiraba de su brazo. Faith fue apartada del lugar por donde estaba caminando. Un caballo de color castaño se alzó sobre sus patas traseras. Era un alazán, pero Faith no podía admirar su raza. Tenía el corazón en la garganta.
El jinete logró dominar al caballo. Desmontó de un ágil salto.
Se acercó a Faith y a su doncella.
-¿Se encuentra bien, señorita?-preguntó, dirigiéndose a Faith.
-Sí...-respondió la joven.
El jinete se disculpó con ella.
-Le ruego que me perdone-se excusó.
-No ha sido culpa suya-le aseguró Faith-Iba distraída y no me he dado cuenta.
El jinete era un hombre realmente atractivo. Era imposible no apartar la vista de él.
Cogió la mano de Faith y se la besó con respeto.
También él había quedado impresionado con ella.
La había visto a lo lejos. Quiso acercarse para conocerla mejor y no era su intención hacerle daño.
De cerca, era todavía más hermosa. Aquel cabello de color rubio dorado y ondulado que llevaba escondido debajo de un sombrero algo pasado de moda. Cuyos mechones se escapaban del sombrero.
Aquellos ojos de color azul...Su piel blanca como la leche...
-Permítame que me presente-dijo-Mi nombre es Philip Carsington.
Faith se presentó también. Aquel hombre tenía los ojos más bellos que jamás había visto. Además, era un hombre increíblemente alto. A su lado, Faith se sentía como una enana.
Sus facciones eran atractivas. Era un hombre joven y robusto. Pero también era un hombre galante. Un caballero de verdad, pensó Faith con admiración. Sin embargo, aquel encuentro duró relativamente poco tiempo. El jinete tenía algo de prisa. Uno de sus primos, un tal Peregrine, le estaba esperando. Más que su primo carnal era el marido de su prima, lady Olivia. Irían juntos al Pall Mall, el Club de Caballeros del que ambos eran socios.
-¿Le gusta pasear por Hyde Park?-le preguntó a Faith.
-Suelo venir aquí muchas tardes-respondió la joven.
-Entonces, no me cabe la menor duda de que volveremos a vernos.
Volvió a montar en su caballo. Pero, antes de hacerlo, volvió a besar a Faith en la mano.
Ella le vio alejarse poco a poco. Tuvo la sensación de que, efectivamente, volvería a verle.
-¿Ha dicho que se apellida Carsington?-se interesó la doncella-Es que ese apellido es muy famoso en todo Londres.
-Yo he oído hablar de los DeLacey-contestó Faith-Son una pandilla de rufianes, según mi patrocinadora. Pero yo creo que son, más bien, unos supervivientes natos.
-En los Carsington hay quienes no son Carsington. No sé si me explico. La hija de lord Benedict, en realidad, no es hija suya. Ella tenía diez años cuando su madre se casó con él. Lady Bathseba era viuda. Lady Olivia es la hija de su primer marido. Lo que hizo lord Benedict fue adoptarla cuando se casó con lady Bathseba. No tuvieron hijos.
-Eso no es nada malo. Muchas mujeres viudas rehacen sus vidas. Vuelven a casarse.
-Pero ella es una DeLacey. ¡Por Dios! La sangre de esa familia está contaminada. Y eso no fue lo peor.
-No fue lo peor. No sé si volveré a ver a lord Philip. Me gustaría conocerle mejor. Me ha agradado. ¡Es muy apuesto!
Su doncella arqueó una ceja con gesto interrogante.
-Cometerá un error si se decide a involucrarse con ese hombre, señorita-le advirtió.
-Lo que sí que será un error será el no volver a verle-replicó Faith.
Su doncella pensó que se había vuelto loca.
Faith recordaba todo esto acostada en su cama.
No podía conciliar el sueño. No podía dejar de pensar en que Philip ya no estaba con ella. Y nunca más volvería a estar con ella.
sábado, 17 de mayo de 2014
APRENDIENDO A AMARTE
Hola a todos.
Me he animado a darle un empujón a mi relato Aprendiendo a amarte.
Devin va a visitar a Clarissa con la intención de empezar a cortejarla.
ENTRADA ELIMINADA.
POR FAVOR, DISCULPEN LAS MOLESTIAS.
GRACIAS.
Me he animado a darle un empujón a mi relato Aprendiendo a amarte.
Devin va a visitar a Clarissa con la intención de empezar a cortejarla.
ENTRADA ELIMINADA.
POR FAVOR, DISCULPEN LAS MOLESTIAS.
GRACIAS.
lunes, 12 de mayo de 2014
LOS BESOS QUE NOS DIMOS
Hola a todos.
En el fragmento de hoy de Los besos que nos dimos, aparece la mejor amiga de Faith, Domenica.
Con su amiga Domenica, Faith se sentirá mejor y podrá desahogarse.
Transcurrió una semana desde el entierro de Philip.
Faith no salió de su casa en ningún momento.
Era la hora del té.
Faith se disponía a entrar en el salón donde todo estaba preparado para el té. Entonces, el mayordomo la abordó.
-Señora, tiene una visita en el salón-le anunció.
-¿De quién se trata?-inquirió Faith.
-Dice que es una amiga suya.
Extrañada, Faith entró en el salón. Estuvo a punto de desmayarse cuando vio a su mejor amiga, Domenica Hawkscliffe. La joven se puso de pie cuando la vio entrar en el salón. Faith se arrojó en sus brazos y las dos se abrazaron durante un largo rato.
Se separaron apenas unos centímetros.
-Lamento mucho el no haber podido venir antes-se excusó Domenica.
Tomaron asiento en el sofá. La criada ya había dispuesto todo para el té. Domenica cogió un sándwich.
-Mi marido rara vez me deja salir de la finca-se sinceró Domenica-He tenido que mentirle y decir que mi tía estaba enferma para poder venir. ¡No sabes lo arrepentida que estoy de haberme casado con él! ¡Qué Dios me perdone! Pero le he deseado la muerte un millón de veces.
-No hablemos de tu marido-le pidió Faith-¿Cómo estás tú?
-Me interesa más tu estado. Lamento mucho lo ocurrido con Pip.
-Gracias...
Faith sintió cómo las lágrimas se agolpaban en sus ojos. No había podido conciliar el sueño desde que Philip cayó enfermo. Los dos dormían en habitaciones separadas desde que Faith sufrió el aborto. En ocasiones, Philip acudía a la habitación de su mujer para intentar engendrar un hijo.
La regla le había venido a Faith tres días antes. Ello acababa con sus esperanzas de poder darle un hijo póstumo a Philip. No estaba embarazada.
Domenica se había casado con un aristócrata inglés que le duplicaba la edad. Domenica estaba profundamente enamorada de su marido cuando se casó con él. Pero aquel hombre había destruido aquel amor. Mantenía a Domenica prácticamente encerrada en su casa solariega mientras que él realizaba viajes por toda Europa. Domenica sabía que su marido hacía de todo. Menos hacer negocios.
-Hay quien dice que un hijo te habría servido de consuelo-opinó Domenica-Yo opino que un hijo sería cualquier cosa menos un consuelo. Sería muy duro sacarlo adelante sin el apoyo de su padre.
-Pero me habría gustado haber tenido un hijo con Pip-se sinceró Faith-Por lo menos, tendría un recuerdo suyo. Tendría sus ojos y yo sentiría que Pip está aquí conmigo.
La joven no quería llorar delante de Domenica. En el pasado, su amiga había sentido envidia de ella. Domenica había sido la primera en casarse con un apuesto y adinerado aristócrata. Por aquel entonces, tenía dieciocho años. Cuatro años después, su matrimonio era un completo desastre. Tampoco habían tenido hijos.
-Tuviste la suerte de haberte casado con un hombre que te amó hasta el último minuto de su vida-afirmó Domenica-Pocas mujeres tienen la misma suerte que tú tuviste. Mi matrimonio fue pactado. Yo me casé muy enamorada de mi marido. Pero no fui correspondida por él.
-Y yo estaba enamorada de Pip-dijo Faith-Y sigo enamorada de él. Lo amaré hasta el último día de mi vida.
-Podrías volver a enamorarte.
-¿Volver a enamorarme?
La taza de porcelana que sujetó Faith para beber un sorbo de su taza de té tembló.
Volver a enamorarse.
No podía volver a enamorarse. Necesitaba tiempo para superar aquella pérdida. Un sollozo brotó de su garganta.
No podría volver a enamorarse nunca. Su vida había acabado.
-Eres joven y eres hermosa-observó Domenica-Tienes un cabello rubio brillante. Tus ojos son de color azul como el cielo. Eres alta y eres también esbelta. Posees un rostro perfecto.
-Ahora, lo único que quiero es llorar-dijo Faith-Quiero encerrarme en mi habitación. Y no salir de allí nunca.
-No deberías de hacer eso.
-¿Y qué quieres que haga? No puedo pensar en nada en estos momentos. A veces, siento que Pip está aquí conmigo. Quiero llamarle. Pero no lo hago. No me responderá. Y yo...
La voz de Faith se quebró. Ya no sentía tanto la ausencia de un hijo.
Tenía a Philip. Iban a pasar el resto de sus vidas juntos.
¿Qué le quedaba ahora? No le quedaba nada. Estaba sola.
-En el fondo, Pip no se ha ido-le aseguró Domenica.
-¿Qué quieres decir?-inquirió Faith.
-Pip sigue estando presente en tu vida. Mientras lo recuerdes con amor. Pip nunca se irá de tu lado mientras sigas pensando en él.
En el fragmento de hoy de Los besos que nos dimos, aparece la mejor amiga de Faith, Domenica.
Con su amiga Domenica, Faith se sentirá mejor y podrá desahogarse.
Transcurrió una semana desde el entierro de Philip.
Faith no salió de su casa en ningún momento.
Era la hora del té.
Faith se disponía a entrar en el salón donde todo estaba preparado para el té. Entonces, el mayordomo la abordó.
-Señora, tiene una visita en el salón-le anunció.
-¿De quién se trata?-inquirió Faith.
-Dice que es una amiga suya.
Extrañada, Faith entró en el salón. Estuvo a punto de desmayarse cuando vio a su mejor amiga, Domenica Hawkscliffe. La joven se puso de pie cuando la vio entrar en el salón. Faith se arrojó en sus brazos y las dos se abrazaron durante un largo rato.
Se separaron apenas unos centímetros.
-Lamento mucho el no haber podido venir antes-se excusó Domenica.
Tomaron asiento en el sofá. La criada ya había dispuesto todo para el té. Domenica cogió un sándwich.
-Mi marido rara vez me deja salir de la finca-se sinceró Domenica-He tenido que mentirle y decir que mi tía estaba enferma para poder venir. ¡No sabes lo arrepentida que estoy de haberme casado con él! ¡Qué Dios me perdone! Pero le he deseado la muerte un millón de veces.
-No hablemos de tu marido-le pidió Faith-¿Cómo estás tú?
-Me interesa más tu estado. Lamento mucho lo ocurrido con Pip.
-Gracias...
Faith sintió cómo las lágrimas se agolpaban en sus ojos. No había podido conciliar el sueño desde que Philip cayó enfermo. Los dos dormían en habitaciones separadas desde que Faith sufrió el aborto. En ocasiones, Philip acudía a la habitación de su mujer para intentar engendrar un hijo.
La regla le había venido a Faith tres días antes. Ello acababa con sus esperanzas de poder darle un hijo póstumo a Philip. No estaba embarazada.
Domenica se había casado con un aristócrata inglés que le duplicaba la edad. Domenica estaba profundamente enamorada de su marido cuando se casó con él. Pero aquel hombre había destruido aquel amor. Mantenía a Domenica prácticamente encerrada en su casa solariega mientras que él realizaba viajes por toda Europa. Domenica sabía que su marido hacía de todo. Menos hacer negocios.
-Hay quien dice que un hijo te habría servido de consuelo-opinó Domenica-Yo opino que un hijo sería cualquier cosa menos un consuelo. Sería muy duro sacarlo adelante sin el apoyo de su padre.
-Pero me habría gustado haber tenido un hijo con Pip-se sinceró Faith-Por lo menos, tendría un recuerdo suyo. Tendría sus ojos y yo sentiría que Pip está aquí conmigo.
La joven no quería llorar delante de Domenica. En el pasado, su amiga había sentido envidia de ella. Domenica había sido la primera en casarse con un apuesto y adinerado aristócrata. Por aquel entonces, tenía dieciocho años. Cuatro años después, su matrimonio era un completo desastre. Tampoco habían tenido hijos.
-Tuviste la suerte de haberte casado con un hombre que te amó hasta el último minuto de su vida-afirmó Domenica-Pocas mujeres tienen la misma suerte que tú tuviste. Mi matrimonio fue pactado. Yo me casé muy enamorada de mi marido. Pero no fui correspondida por él.
-Y yo estaba enamorada de Pip-dijo Faith-Y sigo enamorada de él. Lo amaré hasta el último día de mi vida.
-Podrías volver a enamorarte.
-¿Volver a enamorarme?
La taza de porcelana que sujetó Faith para beber un sorbo de su taza de té tembló.
Volver a enamorarse.
No podía volver a enamorarse. Necesitaba tiempo para superar aquella pérdida. Un sollozo brotó de su garganta.
No podría volver a enamorarse nunca. Su vida había acabado.
-Eres joven y eres hermosa-observó Domenica-Tienes un cabello rubio brillante. Tus ojos son de color azul como el cielo. Eres alta y eres también esbelta. Posees un rostro perfecto.
-Ahora, lo único que quiero es llorar-dijo Faith-Quiero encerrarme en mi habitación. Y no salir de allí nunca.
-No deberías de hacer eso.
-¿Y qué quieres que haga? No puedo pensar en nada en estos momentos. A veces, siento que Pip está aquí conmigo. Quiero llamarle. Pero no lo hago. No me responderá. Y yo...
La voz de Faith se quebró. Ya no sentía tanto la ausencia de un hijo.
Tenía a Philip. Iban a pasar el resto de sus vidas juntos.
¿Qué le quedaba ahora? No le quedaba nada. Estaba sola.
-En el fondo, Pip no se ha ido-le aseguró Domenica.
-¿Qué quieres decir?-inquirió Faith.
-Pip sigue estando presente en tu vida. Mientras lo recuerdes con amor. Pip nunca se irá de tu lado mientras sigas pensando en él.
domingo, 11 de mayo de 2014
LOS BESOS QUE NOS DIMOS
Hola a todos.
En este fragmento de Los besos que nos dimos, Faith recordará el primer beso que compartió con Philip.
Faith no podía ni siquiera coger la taza de tila que le sirvió una de las criadas.
-Beba un poco, milady-la instó-Le hará mucho bien.
-No tengo gana de nada-replicó Faith.
Las lágrimas caían sin control sobre sus mejillas.
Le parecía que había sido ayer cuando acudió a tomar el té a casa de lady Charlotte. La dama la recibió en el salón con grandes muestras de afecto.
Lady Charlotte había oído algunos rumores.
Faith lo pensó mientras bebía un sorbo de su taza de té.
Lady Charlotte sospechaba que su hijo Philip estaba interesado en aquella joven que entraba en su tercera temporada en sociedad. Lady Charlotte tenía que reconocer que Faith era hermosa, pero no dejaba de ser la hija de un modesto clérigo rural.
Sin embargo, durante el rato que estuvo hablando con ella, lady Charlotte apreció los conocimientos de los que hizo gala Faith. Se notaba que la joven estaba muy instruida.
Faith le confesó que le gustaba mucho leer. Quizás, su cultura no era tan vasta como la que poseía innegablemente lady Charlotte. La mujer se quitó méritos así misma.
-Lizzy, mi madrastra, opina que tuve una institutriz pésima-le aseguró a Faith.
-¿Por qué dice eso?-se interesó la joven.
-Bueno...Ocurrieron algunas cosas desagradables cuando era una adolescente. Pero preferiría no tener que hablar de eso.
Faith cogió una galleta de canela de un platito.
Hacía apenas unos días que había conocido a Philip. Y se encontraba tomando el té con su madre en el salón de su casa.
Faith se sentía cohibida. No sabía qué decir.
-¿Vive su hijo con usted, milady?-inquirió.
-Pip tiene casa propia-contestó lady Charlotte-Vive en esta misma calle. Pero viene mucho a vernos.
-Entiendo.
Podría aparecer en cualquier momento, pensó Faith con cierto nerviosismo.
Miró en dirección hacia la puerta. De momento, permanecía cerrada. Lady Charlotte no paraba de parlotear acerca de sus sobrinos. De los problemas que estaba teniendo una de sus sobrinas, lady Olivia, para quedarse embarazada. El marido de la joven, el conde de Lisle, se lamentaba porque su madre había vuelto a quedarse encinta. Faith recordaba a la madre del conde como una mujer que le recordaba mucho a una coneja, porque había dado a luz a numerosos hijos.
También recordaba a lady Olivia. Le parecía una joven encantadora. Desde hacía algo más de un año, su alegría parecía haberse esfumado. Desde hacía algunos meses, parecía haberse retirado de la alta sociedad. No podía soportar estar cerca de su suegra. Faith había coincidido con lady Olivia en unas cuantas reuniones. Se llevaban bastante bien. Incluso, habían empezado a escribirse.
Lady Charlotte parecía estar interrogándola. Faith pensó que la mujer debía de creer que ella era una trepa que iba tras el dinero de su hijo.
-Ésta es mi última temporada en sociedad, milady-le contó Faith-Si no encuentro marido este año, empezaré a dar clases en la escuela de mi pueblo.
-¿Y no le preocupa quedarse soltera?-inquirió lady Charlotte.
-Me gusta dar clases. He dado clases antes de venir aquí, a Londres. Me gustan los niños. No veo la hora de casarme y tener hijos.
-Tenga cuidado. En ocasiones, ocurre al revés. Se lo garantizo.
-No entiendo lo que ha querido decir.
-Es mejor que se lo cuente Pip. Parece que se lleva bastante bien con mi hijo. A pesar de que se conocen desde hace muy poco tiempo.
Faith tuvo que darle la razón a aquella dama.
En aquel momento, alguien llamó a la puerta. El mayordomo fue a abrir. Entonces, tanto lady Charlotte como Faith se pusieron de pie al escuchar la voz de Pip. El corazón de Faith empezó a latir a gran velocidad.
-Buenas tardes, madre-saludó alegremente el joven-Celebro ver que estás tan bien acompañada.
Faith buscó sus guantes, los cuales se había quitado en cuanto el té fue servido. Los encontró encima del sofá.
Dijo que tenía que irse. Que la mujer de la casa donde se hospedaba la estaba esperando para ir a hacer unas compras.
Entonces, Philip se ofreció a llevarla a casa. Faith se hospedaba en el barrio de Mayfair. Apenas unas calles más abajo de donde vivían lord Darius y lady Charlotte.
-No es necesario-afirmó Faith.
-No quiero que le ocurra nada malo-le aseguró Philip-Déjeme que la acompañe.
-Haga caso a mi hijo-intervino lady Charlotte-Es todo un caballero.
Los dos salieron de la casa de la mujer.
Empezaron a caminar.
Faith estaba algo nerviosa. No podía apartar la vista de la cara de Philip. Aquel joven poseía los ojos más hermosos que jamás había visto nunca en un hombre.
-Faith, me gustaría verla más a menudo-atacó Philip-Me gustaría salir a pasear con usted. O ir a la casa donde se hospeda a visitarla.
-¿Me está diciendo que quiere cortejarme?-se asombró la aludida.
-¿Es eso un sí?
-No sé qué decir.
-Todo está yendo muy deprisa.
-Es cierto. Pero...Me gusta que sea así. Aunque tenga la sensación de que esto que está pasando no es real.
-Le aseguro que es real, Faith.
Se detuvieron frente a la verja del jardín de la casa donde se estaba hospedando Faith. La joven tenía sus ojos clavados en los ojos de Philip.
-Sí...-murmuró ella.
Entonces, Philip se adueñó de sus labios y la besó de manera suave y larga a la vez. Un beso que cambió la manera de ver el mundo que tenía hasta entonces Faith. Que le hizo creer en los cuentos de hadas. Tener sueños.
Se obligó así misma a regresar al presente. La criada le comunicó que lady Olivia había acudido a visitarla.
-Dile que pase-le pidió.
Lady Olivia parecía un fantasma, con su vestido negro. Tenía el rostro pálido y demacrado. Profundas sombras surcaban sus ojos. Mechones de cabello de color rojizo se escapaban de su moño.
-Faith...-murmuró lady Olivia al verla.
Se sentó en el sofá, al lado de donde estaba sentada Faith.
Lady Olivia no podía parar de llorar.
La tierra que había sujetado Faith en el cementerio y que se había negado a tirar sobre el ataúd de Philip se esparcía por la falda de su vestido de negro.
Lady Olivia se ponía en el lugar de su tía. Aún no había tenido hijos. Y, a lo mejor, nunca llegaría a ser madre. Los médicos habían sido muy claros con ella.
Lo peor de todo era que sentía a su marido Peregrine cada vez más alejado de ella.
Había acudido a casa de Faith a consolarla. Pero Faith se dio cuenta de que la que realmente necesitaba consuelo era la propia lady Olivia. Aquella joven se sentía muy desgraciada. También sufría sus propias tragedias personales. Faith trató de ser fuerte por ella. Pero le estaba costando mucho trabajo conseguirlo.
En este fragmento de Los besos que nos dimos, Faith recordará el primer beso que compartió con Philip.
Faith no podía ni siquiera coger la taza de tila que le sirvió una de las criadas.
-Beba un poco, milady-la instó-Le hará mucho bien.
-No tengo gana de nada-replicó Faith.
Las lágrimas caían sin control sobre sus mejillas.
Le parecía que había sido ayer cuando acudió a tomar el té a casa de lady Charlotte. La dama la recibió en el salón con grandes muestras de afecto.
Lady Charlotte había oído algunos rumores.
Faith lo pensó mientras bebía un sorbo de su taza de té.
Lady Charlotte sospechaba que su hijo Philip estaba interesado en aquella joven que entraba en su tercera temporada en sociedad. Lady Charlotte tenía que reconocer que Faith era hermosa, pero no dejaba de ser la hija de un modesto clérigo rural.
Sin embargo, durante el rato que estuvo hablando con ella, lady Charlotte apreció los conocimientos de los que hizo gala Faith. Se notaba que la joven estaba muy instruida.
Faith le confesó que le gustaba mucho leer. Quizás, su cultura no era tan vasta como la que poseía innegablemente lady Charlotte. La mujer se quitó méritos así misma.
-Lizzy, mi madrastra, opina que tuve una institutriz pésima-le aseguró a Faith.
-¿Por qué dice eso?-se interesó la joven.
-Bueno...Ocurrieron algunas cosas desagradables cuando era una adolescente. Pero preferiría no tener que hablar de eso.
Faith cogió una galleta de canela de un platito.
Hacía apenas unos días que había conocido a Philip. Y se encontraba tomando el té con su madre en el salón de su casa.
Faith se sentía cohibida. No sabía qué decir.
-¿Vive su hijo con usted, milady?-inquirió.
-Pip tiene casa propia-contestó lady Charlotte-Vive en esta misma calle. Pero viene mucho a vernos.
-Entiendo.
Podría aparecer en cualquier momento, pensó Faith con cierto nerviosismo.
Miró en dirección hacia la puerta. De momento, permanecía cerrada. Lady Charlotte no paraba de parlotear acerca de sus sobrinos. De los problemas que estaba teniendo una de sus sobrinas, lady Olivia, para quedarse embarazada. El marido de la joven, el conde de Lisle, se lamentaba porque su madre había vuelto a quedarse encinta. Faith recordaba a la madre del conde como una mujer que le recordaba mucho a una coneja, porque había dado a luz a numerosos hijos.
También recordaba a lady Olivia. Le parecía una joven encantadora. Desde hacía algo más de un año, su alegría parecía haberse esfumado. Desde hacía algunos meses, parecía haberse retirado de la alta sociedad. No podía soportar estar cerca de su suegra. Faith había coincidido con lady Olivia en unas cuantas reuniones. Se llevaban bastante bien. Incluso, habían empezado a escribirse.
Lady Charlotte parecía estar interrogándola. Faith pensó que la mujer debía de creer que ella era una trepa que iba tras el dinero de su hijo.
-Ésta es mi última temporada en sociedad, milady-le contó Faith-Si no encuentro marido este año, empezaré a dar clases en la escuela de mi pueblo.
-¿Y no le preocupa quedarse soltera?-inquirió lady Charlotte.
-Me gusta dar clases. He dado clases antes de venir aquí, a Londres. Me gustan los niños. No veo la hora de casarme y tener hijos.
-Tenga cuidado. En ocasiones, ocurre al revés. Se lo garantizo.
-No entiendo lo que ha querido decir.
-Es mejor que se lo cuente Pip. Parece que se lleva bastante bien con mi hijo. A pesar de que se conocen desde hace muy poco tiempo.
Faith tuvo que darle la razón a aquella dama.
En aquel momento, alguien llamó a la puerta. El mayordomo fue a abrir. Entonces, tanto lady Charlotte como Faith se pusieron de pie al escuchar la voz de Pip. El corazón de Faith empezó a latir a gran velocidad.
-Buenas tardes, madre-saludó alegremente el joven-Celebro ver que estás tan bien acompañada.
Faith buscó sus guantes, los cuales se había quitado en cuanto el té fue servido. Los encontró encima del sofá.
Dijo que tenía que irse. Que la mujer de la casa donde se hospedaba la estaba esperando para ir a hacer unas compras.
Entonces, Philip se ofreció a llevarla a casa. Faith se hospedaba en el barrio de Mayfair. Apenas unas calles más abajo de donde vivían lord Darius y lady Charlotte.
-No es necesario-afirmó Faith.
-No quiero que le ocurra nada malo-le aseguró Philip-Déjeme que la acompañe.
-Haga caso a mi hijo-intervino lady Charlotte-Es todo un caballero.
Los dos salieron de la casa de la mujer.
Empezaron a caminar.
Faith estaba algo nerviosa. No podía apartar la vista de la cara de Philip. Aquel joven poseía los ojos más hermosos que jamás había visto nunca en un hombre.
-Faith, me gustaría verla más a menudo-atacó Philip-Me gustaría salir a pasear con usted. O ir a la casa donde se hospeda a visitarla.
-¿Me está diciendo que quiere cortejarme?-se asombró la aludida.
-¿Es eso un sí?
-No sé qué decir.
-Todo está yendo muy deprisa.
-Es cierto. Pero...Me gusta que sea así. Aunque tenga la sensación de que esto que está pasando no es real.
-Le aseguro que es real, Faith.
Se detuvieron frente a la verja del jardín de la casa donde se estaba hospedando Faith. La joven tenía sus ojos clavados en los ojos de Philip.
-Sí...-murmuró ella.
Entonces, Philip se adueñó de sus labios y la besó de manera suave y larga a la vez. Un beso que cambió la manera de ver el mundo que tenía hasta entonces Faith. Que le hizo creer en los cuentos de hadas. Tener sueños.
Se obligó así misma a regresar al presente. La criada le comunicó que lady Olivia había acudido a visitarla.
-Dile que pase-le pidió.
Lady Olivia parecía un fantasma, con su vestido negro. Tenía el rostro pálido y demacrado. Profundas sombras surcaban sus ojos. Mechones de cabello de color rojizo se escapaban de su moño.
-Faith...-murmuró lady Olivia al verla.
Se sentó en el sofá, al lado de donde estaba sentada Faith.
Lady Olivia no podía parar de llorar.
La tierra que había sujetado Faith en el cementerio y que se había negado a tirar sobre el ataúd de Philip se esparcía por la falda de su vestido de negro.
Lady Olivia se ponía en el lugar de su tía. Aún no había tenido hijos. Y, a lo mejor, nunca llegaría a ser madre. Los médicos habían sido muy claros con ella.
Lo peor de todo era que sentía a su marido Peregrine cada vez más alejado de ella.
Había acudido a casa de Faith a consolarla. Pero Faith se dio cuenta de que la que realmente necesitaba consuelo era la propia lady Olivia. Aquella joven se sentía muy desgraciada. También sufría sus propias tragedias personales. Faith trató de ser fuerte por ella. Pero le estaba costando mucho trabajo conseguirlo.
viernes, 9 de mayo de 2014
LOS BESOS QUE NOS DIMOS
Hola a todos.
En el fragmento de hoy de Los besos que nos dimos, Faith se enfrenta al momento más doloroso de su vida: el entierro de su marido Philip.
El cementerio le parecía a Faith el lugar más desolador del mundo. Lady Charlotte caminaba asida de la mano de su madrastra Lizzy. Faith había intentado hablar con ella durante el trayecto en carruaje, pero su suegra estaba como ida.
-No entiendo nada de lo que está pasando-murmuró la anciana Lizzy-No sé porqué Dios no me lleva con Él. Soy vieja y he vivido mucho. Pip todavía es joven. Puede engendrar otro hijo con su mujer. Pero... Dios se lo ha llevado. Se ha ido con Él.
Lizzy recordaba el momento en el que sostuvo entre sus brazos a Philip cuando éste era un recién nacido. Le costaba mucho respirar. El parto de su hijastra Charlotte había sido prematuro. Pero, al mismo tiempo, había sido largo y difícil. Charlotte perdió mucha sangre y enfermó de fiebre puerperal. El Reverendo Ogden, el padre adoptivo de Philip, le aseguró a Lizzy que pondría al niño en las mejores manos posibles.
Lizzy recordaba con orgullo el día en el que Philip acabó sus estudios en Eton. Y cuando se graduó en Oxford. Y lo guapo que estaba el día de su boda con Faith, dos años antes.
-Nos reunimos hoy para despedir a nuestro hermano Philip Carsington-dijo el sacerdote en el cementerio.
Faith escuchó un sollozo lastimero y supo que había salido de su garganta. Cuando Philip expiró, ella se abrazó a su cuerpo, gritándole que despertara. No había sabido ser fuerte en aquel momento.
-Nuestro hermano Philip nos ha regalado veintinueve maravillosos años-prosiguió el sacerdote-Pero Dios ha querido llamarle a Su Lado.
La mente de Faith vagó lejos de aquel lugar.
Retrocedió atrás en el tiempo dos años. Fue invitada a cenar a la casa de lord Darius, en el lujoso barrio de Mayfair.
Faith era tan sólo la hija mayor de un sencillo clérigo rural. Tenía cuatro hermanas menores que ella. Pero su padre estaba convencido de que haría un buen matrimonio. Durante dos años, Faith estuvo en la temporada social de Londres. Hasta que, finalmente, captó la atención de uno de los miembros de una de las familias más importantes de la ciudad. Hasta su tranquilo pueblo había llegado la noticia de que lady Charlotte Hayward había tenido un hijo siendo soltera. Su padre, en un primer momento, desaprobó aquella relación. Pero Faith se mantuvo en sus trece.
Cenar en casa de la familia adoptiva de Philip fue todo un triunfo. Pero se sintió cohibida.
Se dio cuenta de una sabrosa tarta de anguila.
Faith fue sometida a un peculiar interrogatorio por parte de los Carsington. En realidad, éstos querían saber si realmente estaba enamorada de Philip.
-¿Dónde estudiaste?-inquirió lady Mirabel.
-Me eduqué en mi casa-contestó Faith-Mi padre nos daba lecciones a mis hermanas y a mí. Bueno, ahora, sólo le da lecciones a mis hermanas.
-Yo aprendí a leer con diez años-recordó Philip-Faith es una joven inteligente y bastante culta. Se parece a ti, tía Mirabel.
Faith miró a Philip con adoración. Hacía apenas unas semanas que le conocía. Había sido todo un flechazo. Lo que sentía por aquel joven tan apuesto no lo había sentido nunca antes por nadie. Tenía la sensación de que nada de lo que estaba pasando era real. El cortejo de Philip avanzaba muy deprisa.
Incluso, le había propuesto matrimonio. Faith necesitaba tiempo para pensarlo.
Entonces, le llegó aquella invitación a cenar con la familia de Philip. Y él se estaba portando extraordinariamente bien con ella.
-Faith está al tanto de mis orígenes-comentó Philip.
-¿Te casarías con mi hijo sabiendo que no es un verdadero Carsington?-quiso saber lady Charlotte.
-El apellido no importa, milady-contestó Faith con firmeza-Yo amo a Pip con todo mi corazón. Amo la clase de hombre que es. Su seriedad...Su inteligencia...
Lady Charlotte esbozó una sonrisa. Se sentía muy orgullosa de su hijo.
No pudo tener más hijos. Sospechaba que su marido había tenido algún que otro hijo bastardo. Pero lord Darius no se había hecho cargo de ninguno de ellos.
Philip nunca le preguntó a su madre quién fue su verdadero padre. Se contentó cuando se enteró de que aquella dama tan elegante y tan hermosa era su verdadera madre. Sin embargo, los criados hablaban. Philip no tardó en enterarse de que su padre era un oficial canalla que sedujo a su madre. Por supuesto, nunca lo mencionó. Intuía que el decirlo sólo le haría daño a lady Charlotte. Prudentemente, guardó silencio.
El recuerdo de Geordie Blaine, el hombre que le dejó a Philip en las entrañas, se había evaporado de la mente de lady Charlotte. Por suerte, nunca tuvo que hablar de él con su hijo. Muy pronto, Philip se casaría con aquella joven tan bella. En menos de un año, deseaba pensar lady Charlotte, la harían abuela.
Entonces, Faith lo vio claro. Se dio cuenta de que no podía pasar ni un sólo instante de su vida alejada de Philip. Que quería pasar el resto de su vida con él.
-Sí, Pip-dijo, de pronto.
-¿Sí?-se extrañó él-¿Qué?
-Quiero casarme contigo. Quiero ser tu esposa. La madre de tus hijos...
-¿Lo estás diciendo en serio, Faith?
A pesar de que estaban a la mesa, Philip estaba sentado al lado de Faith. Por eso, ignoró a su familia.
Faith y él se fundieron en un beso cargado de intensidad y de amor.
Fue en aquel momento cuando se obligó así misma a regresar al presente.
Estaban depositando el ataúd donde yacía el cuerpo sin vida de Philip en una tumba excavada en la tierra. Los Carsington tenían su propio mausoleo.
Sin embargo, se habían negado a enterrar a Philip allí. Lord Darius, por lo que Faith sabía, no se había opuesto.
La joven se agachó y recogió un puñado de tierra. La apretó con la mano. Si echaba aquella tierra sobre el ataúd de Philip, le estaría diciendo adiós de forma definitiva.
Oyó el grito desgarrador que profirió lady Charlotte. Faith no quiso arrojar la tierra sobre el ataúd de Philip. No se sentía preparada en modo alguno para despedirse de él.
En el fragmento de hoy de Los besos que nos dimos, Faith se enfrenta al momento más doloroso de su vida: el entierro de su marido Philip.
El cementerio le parecía a Faith el lugar más desolador del mundo. Lady Charlotte caminaba asida de la mano de su madrastra Lizzy. Faith había intentado hablar con ella durante el trayecto en carruaje, pero su suegra estaba como ida.
-No entiendo nada de lo que está pasando-murmuró la anciana Lizzy-No sé porqué Dios no me lleva con Él. Soy vieja y he vivido mucho. Pip todavía es joven. Puede engendrar otro hijo con su mujer. Pero... Dios se lo ha llevado. Se ha ido con Él.
Lizzy recordaba el momento en el que sostuvo entre sus brazos a Philip cuando éste era un recién nacido. Le costaba mucho respirar. El parto de su hijastra Charlotte había sido prematuro. Pero, al mismo tiempo, había sido largo y difícil. Charlotte perdió mucha sangre y enfermó de fiebre puerperal. El Reverendo Ogden, el padre adoptivo de Philip, le aseguró a Lizzy que pondría al niño en las mejores manos posibles.
Lizzy recordaba con orgullo el día en el que Philip acabó sus estudios en Eton. Y cuando se graduó en Oxford. Y lo guapo que estaba el día de su boda con Faith, dos años antes.
-Nos reunimos hoy para despedir a nuestro hermano Philip Carsington-dijo el sacerdote en el cementerio.
Faith escuchó un sollozo lastimero y supo que había salido de su garganta. Cuando Philip expiró, ella se abrazó a su cuerpo, gritándole que despertara. No había sabido ser fuerte en aquel momento.
-Nuestro hermano Philip nos ha regalado veintinueve maravillosos años-prosiguió el sacerdote-Pero Dios ha querido llamarle a Su Lado.
La mente de Faith vagó lejos de aquel lugar.
Retrocedió atrás en el tiempo dos años. Fue invitada a cenar a la casa de lord Darius, en el lujoso barrio de Mayfair.
Faith era tan sólo la hija mayor de un sencillo clérigo rural. Tenía cuatro hermanas menores que ella. Pero su padre estaba convencido de que haría un buen matrimonio. Durante dos años, Faith estuvo en la temporada social de Londres. Hasta que, finalmente, captó la atención de uno de los miembros de una de las familias más importantes de la ciudad. Hasta su tranquilo pueblo había llegado la noticia de que lady Charlotte Hayward había tenido un hijo siendo soltera. Su padre, en un primer momento, desaprobó aquella relación. Pero Faith se mantuvo en sus trece.
Cenar en casa de la familia adoptiva de Philip fue todo un triunfo. Pero se sintió cohibida.
Se dio cuenta de una sabrosa tarta de anguila.
Faith fue sometida a un peculiar interrogatorio por parte de los Carsington. En realidad, éstos querían saber si realmente estaba enamorada de Philip.
-¿Dónde estudiaste?-inquirió lady Mirabel.
-Me eduqué en mi casa-contestó Faith-Mi padre nos daba lecciones a mis hermanas y a mí. Bueno, ahora, sólo le da lecciones a mis hermanas.
-Yo aprendí a leer con diez años-recordó Philip-Faith es una joven inteligente y bastante culta. Se parece a ti, tía Mirabel.
Faith miró a Philip con adoración. Hacía apenas unas semanas que le conocía. Había sido todo un flechazo. Lo que sentía por aquel joven tan apuesto no lo había sentido nunca antes por nadie. Tenía la sensación de que nada de lo que estaba pasando era real. El cortejo de Philip avanzaba muy deprisa.
Incluso, le había propuesto matrimonio. Faith necesitaba tiempo para pensarlo.
Entonces, le llegó aquella invitación a cenar con la familia de Philip. Y él se estaba portando extraordinariamente bien con ella.
-Faith está al tanto de mis orígenes-comentó Philip.
-¿Te casarías con mi hijo sabiendo que no es un verdadero Carsington?-quiso saber lady Charlotte.
-El apellido no importa, milady-contestó Faith con firmeza-Yo amo a Pip con todo mi corazón. Amo la clase de hombre que es. Su seriedad...Su inteligencia...
Lady Charlotte esbozó una sonrisa. Se sentía muy orgullosa de su hijo.
No pudo tener más hijos. Sospechaba que su marido había tenido algún que otro hijo bastardo. Pero lord Darius no se había hecho cargo de ninguno de ellos.
Philip nunca le preguntó a su madre quién fue su verdadero padre. Se contentó cuando se enteró de que aquella dama tan elegante y tan hermosa era su verdadera madre. Sin embargo, los criados hablaban. Philip no tardó en enterarse de que su padre era un oficial canalla que sedujo a su madre. Por supuesto, nunca lo mencionó. Intuía que el decirlo sólo le haría daño a lady Charlotte. Prudentemente, guardó silencio.
El recuerdo de Geordie Blaine, el hombre que le dejó a Philip en las entrañas, se había evaporado de la mente de lady Charlotte. Por suerte, nunca tuvo que hablar de él con su hijo. Muy pronto, Philip se casaría con aquella joven tan bella. En menos de un año, deseaba pensar lady Charlotte, la harían abuela.
Entonces, Faith lo vio claro. Se dio cuenta de que no podía pasar ni un sólo instante de su vida alejada de Philip. Que quería pasar el resto de su vida con él.
-Sí, Pip-dijo, de pronto.
-¿Sí?-se extrañó él-¿Qué?
-Quiero casarme contigo. Quiero ser tu esposa. La madre de tus hijos...
-¿Lo estás diciendo en serio, Faith?
A pesar de que estaban a la mesa, Philip estaba sentado al lado de Faith. Por eso, ignoró a su familia.
Faith y él se fundieron en un beso cargado de intensidad y de amor.
Fue en aquel momento cuando se obligó así misma a regresar al presente.
Estaban depositando el ataúd donde yacía el cuerpo sin vida de Philip en una tumba excavada en la tierra. Los Carsington tenían su propio mausoleo.
Sin embargo, se habían negado a enterrar a Philip allí. Lord Darius, por lo que Faith sabía, no se había opuesto.
La joven se agachó y recogió un puñado de tierra. La apretó con la mano. Si echaba aquella tierra sobre el ataúd de Philip, le estaría diciendo adiós de forma definitiva.
Oyó el grito desgarrador que profirió lady Charlotte. Faith no quiso arrojar la tierra sobre el ataúd de Philip. No se sentía preparada en modo alguno para despedirse de él.
miércoles, 7 de mayo de 2014
LOS BESOS QUE NOS DIMOS
Hola a todos.
Me he decidido a subir hoy el inicio de Los besos que nos dimos, el fanfic que he escrito de Toda una dama.
Es un inicio bastante triste por los motivos que veréis a continuación.
Me he decidido a subir hoy el inicio de Los besos que nos dimos, el fanfic que he escrito de Toda una dama.
Es un inicio bastante triste por los motivos que veréis a continuación.
LONDRES, 1839
Esto es una pesadilla, pensó Faith Carsington en el salón de su casa. Cuando me despierto, habrá pasado todo.
Miró a su suegra, lady Charlotte Carsington, quien permanecía sentada en el sofá con expresión vacía. La mujer no había reaccionado desde que vio cómo su hijo Philip expiraba apenas un día antes.
Faith sentía cómo las lágrimas rodaban por sus mejillas. Ella acababa de perder al hombre que amaba. Al hombre con el que se había casado dos años antes. Pero lady Charlotte había vuelto a perder a su hijo.
Faith conocía algo la historia porque Philip se la había contado. Lady Charlotte fue seducida y engañada por un oficial calavera cuando sólo tenía quince años. Con la ayuda de su madrastra, Lizzy, segunda esposa de su padre, lady Charlotte ocultó su embarazo. Su padre no supo la verdad hasta años después. Lady Charlotte dio a luz a su hijo, al que se vio obligada a entregar en adopción a los Ogden. Estuvo muy enferma y, hasta donde ella sabía, su hijo también había estado enfermo. Después, el niño fue a parar a un orfanato cuando murió su familia adoptiva. Después de eso, pasó a vivir con un tal Tyler, el hombre que se encargó de hacer reparaciones en la casa de lady Charlotte. Philip tenía por aquel entonces diez años. Lady Charlotte decía que lo había reconocido por sus ojos.
Faith miró el ataúd donde yacía el cadáver de su marido. Los ojos de Philip se habían cerrado para siempre.
Nunca más volvería a abrirlos. Nunca más volvería a reflejarse en ellos.
-Niña, ¿por qué no subes y te acuestas un rato?-le ofreció Lizzy, la madrastra de lady Charlotte.
-Tengo que quedarme-replicó Faith.
-Pip nos ha regalado veintinueve maravillosos años. El día más desgraciada para su pobre madre fue cuando lo tuvo que entregar en adopción nada más nacer.
-Y sólo lo ha vuelto a tener durante diecinueve años. Lo siento mucho, Excelencia. Debí de haberle dado un hijo a Pip, pero no pude. Al menos, me habría quedado ese pequeño consuelo. Un recuerdo suyo...
-No fue tu culpa, niña. Perdiste a tu hijo cuando apenas estaba empezando a crecer dentro de tu vientre. Esas desgracias suelen ocurrir. No entiendo el porqué Dios no me manda a llamar ya. Soy vieja y estoy cansada.
El salón de la casa de los Carsington en Londres estaba a rebosar de gente.
Al mismo tiempo que lady Charlotte recuperaba a su hijo, al niño que nunca pudo olvidar, se casaba con lord Darius Carsington. Éste decidió adoptar a Philip como hijo suyo y le dio su apellido.
Lord Darius era el menor de cuatro hermanos.
Philip pasó de ser un huérfano solitario a recibir las atenciones de la numerosa familia de lord Darius. A los diez años, sabía más o menos el porqué su madre tuvo que abandonarle. Desde entonces, se dedicó a ser un niño feliz. Lo tenía todo. Le compraron las mejores ropas. Llenaron su nueva y enorme habitación de juguetes. A los catorce años, ingresó en Eton. Cuatro años después, le enviaron a Oxford.
Cuando cumplió veintisiete años, Philip contrajo matrimonio con Faith. Por aquel entonces, ella tenía veinte años. A la edad de veintidós años, Faith se convertía en viuda. Una viuda sin hijos...
-Faith...-la llamó lord Darius.
-¿Qué desea, Excelencia?-le preguntó la joven.
-No me llames así. Aunque Philip no llevara mi sangre, sí llevaba mi apellido y era mi hijo. Voy a llevar a Charlotte a acostarse. Mi mujer no se encuentra nada bien.
-El golpe ha sido muy duro para ella.
-Debería de verla un médico, Excelencia. Yo estoy bien.
Faith se inclinó y besó con suavidad los fríos labios de Philip. Lo besó también en la frente.
-No estás bien-observó lord Darius con preocupación-Has estado cuidando de Pip durante días. No has comido nada desde hace tres días. Tú también puedes enfermar.
Faith se fijó en que su suegra emitía unos extraños ruidos.
Las lágrimas rodaban sin control por sus mejillas. Lady Charlotte no era capaz de reaccionar ante la tragedia que había ocurrido. Y Faith, en su fuero interno, deseaba estar en su lugar. Encontrarse en un sitio lejano donde no pudiera sentir dolor alguno.
Durante dos años llenos de felicidad y de pesar ocasional, había sido la esposa de Philip.
Pero él ya no estaba.
Un sollozo se escapó de la garganta de Faith. Había luchado por ser fuerte.
Una de las tías adoptivas de su marido, lady Mirabel, se acercó a ella. El marido de lady Mirabel, lord Alistair, había fallecido semanas antes de la boda de Faith y Philip. La mujer sabía bien lo que era el sufrimiento. No sólo por la muerte de su marido...También lo sabía porque lord Alistair le había sido infiel en el pasado con muchas mujeres. A pesar de sus juramentos de que iba a cambiar, nunca cambió. Sólo se mantuvo fiel durante los tres primeros años que estuvieron casados.
-Es bueno llorar, Faith-le aseguró-Llorar nos limpia por dentro. Me temo que llevas mucho tiempo conteniendo las lágrimas.
La aludida asintió.
No quería llorar porque debía de ser fuerte. Creía sinceramente que Philip abriría sus hermosos ojos y la vería llorar.
Faith no era fuerte. Se había dado cuenta de ellos cuando murió Philip.
¿Cómo voy a seguir adelante sin él?, se preguntó así misma.
Faith conocía algo la historia porque Philip se la había contado. Lady Charlotte fue seducida y engañada por un oficial calavera cuando sólo tenía quince años. Con la ayuda de su madrastra, Lizzy, segunda esposa de su padre, lady Charlotte ocultó su embarazo. Su padre no supo la verdad hasta años después. Lady Charlotte dio a luz a su hijo, al que se vio obligada a entregar en adopción a los Ogden. Estuvo muy enferma y, hasta donde ella sabía, su hijo también había estado enfermo. Después, el niño fue a parar a un orfanato cuando murió su familia adoptiva. Después de eso, pasó a vivir con un tal Tyler, el hombre que se encargó de hacer reparaciones en la casa de lady Charlotte. Philip tenía por aquel entonces diez años. Lady Charlotte decía que lo había reconocido por sus ojos.
Faith miró el ataúd donde yacía el cadáver de su marido. Los ojos de Philip se habían cerrado para siempre.
Nunca más volvería a abrirlos. Nunca más volvería a reflejarse en ellos.
-Niña, ¿por qué no subes y te acuestas un rato?-le ofreció Lizzy, la madrastra de lady Charlotte.
-Tengo que quedarme-replicó Faith.
-Pip nos ha regalado veintinueve maravillosos años. El día más desgraciada para su pobre madre fue cuando lo tuvo que entregar en adopción nada más nacer.
-Y sólo lo ha vuelto a tener durante diecinueve años. Lo siento mucho, Excelencia. Debí de haberle dado un hijo a Pip, pero no pude. Al menos, me habría quedado ese pequeño consuelo. Un recuerdo suyo...
-No fue tu culpa, niña. Perdiste a tu hijo cuando apenas estaba empezando a crecer dentro de tu vientre. Esas desgracias suelen ocurrir. No entiendo el porqué Dios no me manda a llamar ya. Soy vieja y estoy cansada.
El salón de la casa de los Carsington en Londres estaba a rebosar de gente.
Al mismo tiempo que lady Charlotte recuperaba a su hijo, al niño que nunca pudo olvidar, se casaba con lord Darius Carsington. Éste decidió adoptar a Philip como hijo suyo y le dio su apellido.
Lord Darius era el menor de cuatro hermanos.
Philip pasó de ser un huérfano solitario a recibir las atenciones de la numerosa familia de lord Darius. A los diez años, sabía más o menos el porqué su madre tuvo que abandonarle. Desde entonces, se dedicó a ser un niño feliz. Lo tenía todo. Le compraron las mejores ropas. Llenaron su nueva y enorme habitación de juguetes. A los catorce años, ingresó en Eton. Cuatro años después, le enviaron a Oxford.
Cuando cumplió veintisiete años, Philip contrajo matrimonio con Faith. Por aquel entonces, ella tenía veinte años. A la edad de veintidós años, Faith se convertía en viuda. Una viuda sin hijos...
-Faith...-la llamó lord Darius.
-¿Qué desea, Excelencia?-le preguntó la joven.
-No me llames así. Aunque Philip no llevara mi sangre, sí llevaba mi apellido y era mi hijo. Voy a llevar a Charlotte a acostarse. Mi mujer no se encuentra nada bien.
-El golpe ha sido muy duro para ella.
-Debería de verla un médico, Excelencia. Yo estoy bien.
Faith se inclinó y besó con suavidad los fríos labios de Philip. Lo besó también en la frente.
-No estás bien-observó lord Darius con preocupación-Has estado cuidando de Pip durante días. No has comido nada desde hace tres días. Tú también puedes enfermar.
Faith se fijó en que su suegra emitía unos extraños ruidos.
Las lágrimas rodaban sin control por sus mejillas. Lady Charlotte no era capaz de reaccionar ante la tragedia que había ocurrido. Y Faith, en su fuero interno, deseaba estar en su lugar. Encontrarse en un sitio lejano donde no pudiera sentir dolor alguno.
Durante dos años llenos de felicidad y de pesar ocasional, había sido la esposa de Philip.
Pero él ya no estaba.
Un sollozo se escapó de la garganta de Faith. Había luchado por ser fuerte.
Una de las tías adoptivas de su marido, lady Mirabel, se acercó a ella. El marido de lady Mirabel, lord Alistair, había fallecido semanas antes de la boda de Faith y Philip. La mujer sabía bien lo que era el sufrimiento. No sólo por la muerte de su marido...También lo sabía porque lord Alistair le había sido infiel en el pasado con muchas mujeres. A pesar de sus juramentos de que iba a cambiar, nunca cambió. Sólo se mantuvo fiel durante los tres primeros años que estuvieron casados.
-Es bueno llorar, Faith-le aseguró-Llorar nos limpia por dentro. Me temo que llevas mucho tiempo conteniendo las lágrimas.
La aludida asintió.
No quería llorar porque debía de ser fuerte. Creía sinceramente que Philip abriría sus hermosos ojos y la vería llorar.
Faith no era fuerte. Se había dado cuenta de ellos cuando murió Philip.
¿Cómo voy a seguir adelante sin él?, se preguntó así misma.
lunes, 5 de mayo de 2014
UN FANFIC ROMÁNTICO Y TRISTE A LA VEZ
Hola a todos.
Hace algunos años, leí Toda una dama, una novela romántica e histórica de Loretta Chase.
Aunque no me guste mucho esta autora, reconozco que disfruté mucho de la novela. Cuenta la historia de amor entre Darius, un auténtico libertino, y lady Charlotte. Personalmente, él no me llamó para nada la atención. Un protagonista libertino es casi como hacer un corta y pega. Todos son iguales y obran de un modo parecido.
Pero Charlotte sí me llamó la atención. Es una joven de veintisiete años, lo que la convierte, según los cánones de la época en la que transcurre la historia, en una solterona. Es hija única y su padre, casado en segundas nupcias con un encanto de mujer (no tenemos aquí a la típica madrastra odiosa, sino a todo lo contrario), está empeñado en casar a su hija sí o sí. El problema es que Charlotte no es que no quiera casarse, es que no puede casarse.
Siendo una niña de quince años, fue seducida y abandonada por un oficial cantamañanas. Lo malo es que lo ocurrido tuvo consecuencias, en concreto, se quedó embarazada y dio a luz a un niño. La única que lo sabe y que la ayudó fue su madrastra, la cual tuvo que entregar al niño en adopción para que el padre de Charlotte no se enterase de nada. Desde entonces, la joven vive atormentada por el recuerdo de su hijo al que no puede ni quiere olvidar. No quiere saber nada de los hombres. Hasta que conoce a Darius. Los dos se enamoran y ella le cuenta la verdad a él. Lejos de juzgarla, Darius la ayuda en todo momento. Finalmente, como es de esperar, hay un final feliz, puesto que Charlotte encuentra a su hijo, Pip, y se casa con Darius.
Se me ocurrió un día escribir un fanfic de Toda una dama inspirándome en el personaje de Pip, en lo que sería de él cuando fuese mayor. ¿Se casaría? ¿Viviría una historia de amor similar a la que vivió su madre con su padrastro?
Sin embargo, la historia que se me ocurrió fue cualquier cosa menos alegre. Me pilló en una mala época y lo que me salió fue una historia más bien triste y pesimista.
El argumento es éste:
Faith Carsington es la esposa de Philip, más conocido como Pip, el hijo que tuvo lady Charlotte en su adolescencia y que, luego de recuperarlo y casarse con Darius, éste decidió adoptar. En el momento de empezar la historia, Faith está atravesando por el peor momento de la vida de una mujer. Philip acaba de morir víctima de una enfermedad fulminante y Faith está destrozada. Domenica, su mejor amiga, acude al entierro y, posteriomente, va a visitarla a su casa a consolarla. A lo largo de la larga conversación que Faith y Domenica mantienen, se va reconstruyendo la historia de amor y el matrimonio entre Faith y Philip.
Desde luego, no es una historia nada alegre, sino todo lo contrario. Es más bien triste.
Me habría gustado cambiarla, pero no me he sentido capaz de hacerlo.
Me gustaría subirla a mi blog en las próximas semanas porque siento que es algo distinto y podría gustar. Aunque vaya en contra del cánon.
Se titula Los besos que nos dimos.
Pronto, empezaré a subirlo.
Hay un lado feliz en el amor, que es cuando éste triunfa. Pero también hay un lado triste y es la pérdida del ser amado.
En la vida, experimentamos ambos lados. Y es bueno conocerlos y escribir de ellos.
Hace algunos años, leí Toda una dama, una novela romántica e histórica de Loretta Chase.
Aunque no me guste mucho esta autora, reconozco que disfruté mucho de la novela. Cuenta la historia de amor entre Darius, un auténtico libertino, y lady Charlotte. Personalmente, él no me llamó para nada la atención. Un protagonista libertino es casi como hacer un corta y pega. Todos son iguales y obran de un modo parecido.
Pero Charlotte sí me llamó la atención. Es una joven de veintisiete años, lo que la convierte, según los cánones de la época en la que transcurre la historia, en una solterona. Es hija única y su padre, casado en segundas nupcias con un encanto de mujer (no tenemos aquí a la típica madrastra odiosa, sino a todo lo contrario), está empeñado en casar a su hija sí o sí. El problema es que Charlotte no es que no quiera casarse, es que no puede casarse.
Siendo una niña de quince años, fue seducida y abandonada por un oficial cantamañanas. Lo malo es que lo ocurrido tuvo consecuencias, en concreto, se quedó embarazada y dio a luz a un niño. La única que lo sabe y que la ayudó fue su madrastra, la cual tuvo que entregar al niño en adopción para que el padre de Charlotte no se enterase de nada. Desde entonces, la joven vive atormentada por el recuerdo de su hijo al que no puede ni quiere olvidar. No quiere saber nada de los hombres. Hasta que conoce a Darius. Los dos se enamoran y ella le cuenta la verdad a él. Lejos de juzgarla, Darius la ayuda en todo momento. Finalmente, como es de esperar, hay un final feliz, puesto que Charlotte encuentra a su hijo, Pip, y se casa con Darius.
Se me ocurrió un día escribir un fanfic de Toda una dama inspirándome en el personaje de Pip, en lo que sería de él cuando fuese mayor. ¿Se casaría? ¿Viviría una historia de amor similar a la que vivió su madre con su padrastro?
Sin embargo, la historia que se me ocurrió fue cualquier cosa menos alegre. Me pilló en una mala época y lo que me salió fue una historia más bien triste y pesimista.
El argumento es éste:
Faith Carsington es la esposa de Philip, más conocido como Pip, el hijo que tuvo lady Charlotte en su adolescencia y que, luego de recuperarlo y casarse con Darius, éste decidió adoptar. En el momento de empezar la historia, Faith está atravesando por el peor momento de la vida de una mujer. Philip acaba de morir víctima de una enfermedad fulminante y Faith está destrozada. Domenica, su mejor amiga, acude al entierro y, posteriomente, va a visitarla a su casa a consolarla. A lo largo de la larga conversación que Faith y Domenica mantienen, se va reconstruyendo la historia de amor y el matrimonio entre Faith y Philip.
Desde luego, no es una historia nada alegre, sino todo lo contrario. Es más bien triste.
Me habría gustado cambiarla, pero no me he sentido capaz de hacerlo.
Me gustaría subirla a mi blog en las próximas semanas porque siento que es algo distinto y podría gustar. Aunque vaya en contra del cánon.
Se titula Los besos que nos dimos.
Pronto, empezaré a subirlo.
Hay un lado feliz en el amor, que es cuando éste triunfa. Pero también hay un lado triste y es la pérdida del ser amado.
En la vida, experimentamos ambos lados. Y es bueno conocerlos y escribir de ellos.
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