martes, 24 de diciembre de 2013

"EL PRIMER BESO DE AMOR", DE LORD BYRON


Hola a todos. 
Ya sé que había prometido que estaría sin dar señales de vida en ninguno de mis blogs hasta después de Reyes. 
Sin embargo, antes de empezar con los preparativos de la cena de hoy, Nochebuena, una noche para estar con los seres queridos, para cantar villancicos, de celebración y de alegría, he querido compartir con vosotros este poema. 
Se llama El primer beso de amor y su autor es lord Byron, uno de los poetas más célebres de Inglaterra a principios del siglo XIX. 
Famosa es su escandalosa vida y su amistad con otro poeta con el que compartió toda clase de vivencias a cual más escandalosa, como lo es Percy B. Shelley, así como también es conocida su historia de amor con la hermanastra de Mary, pareja de Shelley, la autora de la famosa y aterradora novela Frankenstein. 
Aquí os dejo con este poema. 
¡Ojalá disfrutéis de una noche llena de paz, de alegría y de felicidad! 

Ausente con tus ficciones de endebles romances,
Aquellos harapos de falsedad tejidos por la locura;
Dadme el espíritu fugaz con su débil resplandor,
O el arrebato que habita en el primer beso de Amor.
Si, poetas, vuestros pechos con fantasías brillarán,
Aquella pasión en la arboleda danzará con ardor;
Y de la bendita inspiración vuestros sonetos fluirán,
¿Pero podrán alguna vez saborear el primer beso de amor?
Si Apolo debe rehusar su asistencia,
O las Nueve dispuestas están a tu servicio;
No las invoquéis, decidle adiós a las Musas,
Y prueba el efecto del primer beso de amor.
Los odio, y odio vuestras frías composiciones,
Aunque el prudente me condene,
Y el intolerante lo repruebe;
Yo abrazo las delicias que brotan del corazón,
Cuyos latidos y alegría son el primer beso de amor.
Vuestros pastores y sus rebaños, aquellos temas fantásticos,
Tal vez puedan divertir pero nunca conmoverán.
Arcadia se despliega como un sueño de bello color,
¿Pero cómo podría compararse con el primer beso de amor?
¡Oh, cesad de afirmar que el hombre, desde que surgió
Del linaje de Adán, ha luchado contra la miseria!
Algunas parcelas del Cielo vibran en la Tierra,
Y el Edén resurge con el primer beso de amor.
Cuando los años hielen la sangre, cuando nuestros placeres pasen,
(Flotando durante años en las alas de una paloma)
El recuerdo más amado será siempre el último,
Nuestro monumento más dulce, el primer beso de amor.




sábado, 21 de diciembre de 2013

UN CABALLERO PERFECTO

Hola a todos.
En el fragmento de hoy, Charles y Martha siguen viéndose.
Algo empieza a nacer entre ellos.

                           El castillo de los Lennox todavía estaba de pie.
                           Martha y Charles se encontraron de nuevo junto al castillo.
                            Era ya tarde y había pasado ya la hora del té. Martha había salido de su casa poniendo una excusa.
                           Charles era consciente de que le estaba pidiendo demasiado a Martha y que la joven estaba arriesgando mucho por ayudarle.
                            Le estrechó la mano cuando la vio llegar y se la llevó a los labios.
-Mi familia acabará enterándose de que me estoy viendo con usted-se inquietó Martha-No creo que me lo perdonen nunca. Seré franca con usted, Charles. Mi prima le odia. Sé que no tiene motivos para odiarle. Pero piensa que usted es el culpable de la muerte de su marido.
-No es la única que me culpa de ello-se lamentó Charles.
-Fue un accidente. Deje de torturarse por eso.
-Tony era mi hermano, Martha. Debí de haber hecho algo más por él. Aún a costa de haber muerto con él.
                           Martha paseó nerviosa. Charles se puso a su lado para caminar. La suave brisa que soplaba movía la falda del vestido de Martha.
-Es demasiado amable conmigo-afirmó Charles-Y no creo que me lo merezca.
                         Martha pensó que su vida había cambiado desde que Daphne se comprometió con Anthony. El día de su boda, su prima parecía una Princesa sacada de un cuento de hadas.
-Ocurrió algo ese día-observó Martha-Puede contármelo.
-No se lo creería-admitió Charles.
                     El vestido que llevaba puesto Martha aquel día era de color blanco. Había algo en ella que le parecía a Charles casi angelical. Pero era humana. Con aquel cabello de color negro recogido en un moño... Martha era una especie de ángel y de mujer a la vez.



-Me temo que le da miedo decírselo a Daphne-observó Martha-Teme que ella no le crea. Tony le dijo algo antes de caer al agua. Algo relacionado con su matrimonio con mi prima, ¿no es así?
                       Charles se acercó a Martha y le dio un beso en la frente.
-Mi hermano no era ningún Santo-admitió el joven-El matrimonio no cambió nada a Tony. Seguía con su vida de juergas y de mujeres. Daphne lo sabía. Pero prefería tener los ojos cerrados. Cuando se quedó embarazada, pensó que aquel niño haría cambiar a Tony. De la misma manera que había creído que el matrimonio le haría cambiar. No fue así.
-Recuerdo cuando Daphne anunció que estaba embarazada-comentó Martha-Todos nos alegramos muchísimo por ella. Pero...Tony...A él no le vi tan ilusionado como lo estaba ella.
                      Muchas ideas pasaron por la mente de la chica. Buscó respuesta en los ojos de Charles.
-Dígame la verdad, por favor-le imploró.
-Tony me citó a orillas del riachuelo porque estaba furioso y necesitaba desahogarse con alguien-relató Charles-No quería ser padre y no estaba enamorado de Daphne. Cuando se casó con ella, lo hizo por dos motivos. Daphne era una joven decente y se resistía a convertirse en su amante. Además, estaba su dote. Tu tío, que en paz descanse, era uno de los hombres más ricos de Escocia. Tony tenía deudas de juego. Cuando unos matones amenazaron a nuestra madre, ésta decidió que no quería seguir ayudándole económicamente.
-¡Eso nunca se lo contó a mi prima!
-Tony no soportaba más a Daphne porque decía que, desde que se quedó embarazada, había perdido todo el deseo que sentía por ella. Además, Daphne y él no hacían gran cosa en la cama. Tu prima estaba muy enamorada de él. Pero...Tony tenía una amante en Edimburgo. Pensaba enviar a Daphne a la casa solariega que nuestra familia tiene en las afueras de Mallaig. Y él se quedaría a vivir en Edimburgo. Iría a verla de vez en cuando, pero no quería preocuparse por ella. Ni por ella...Ni por el bebé...
-¡Cielo Santo!
-Yo me enfadé con Tony y discutimos. Siempre fue un irresponsable. Pero lo que pensaba hacerle a tu prima era una canallada. Tony resbaló y cayó al río. El resto ya lo sabes.
                     Martha estaba conmocionada. Daphne había idealizado el recuerdo de su amado esposo. Pero jamás se había sincerado con nadie acerca de cuál era la verdadera relación que mantenía con él. Prefería pensar que su marido había muerto amándola. Charles se dio cuenta de que Martha estaba aturdida. La envolvió en un abrazo protector.
                     Se separaron. Los ojos de color negro de Martha se posaron sobre sobre los ojos de Charles.
-Daphne tiene que saberlo-dijo la joven.
                     Charles acarició con la mano la cara de Martha. Se sentía extraño al tener sus brazos rodeando la cintura de la chica.
-Martha...-susurró Charles.
                        Casi sin darse cuenta, sus labios se posaron sobre los labios de la joven. Martha se sorprendió. Era algo que no se había esperado. Mi primer beso, pensó Martha. Charles la besó con suma dulzura. Con ternura...Se separaron. Martha estaba toda ruborizada. Charles no se atrevía a mirarla a los ojos.
-Lo siento mucho-se excusó el joven.
-No pasa nada-contestó Martha.
-Martha...Yo...
-Le ruego que no siga, Charles. Se lo repito. No pasa nada.
                    Martha se alejó casi corriendo de él.

viernes, 20 de diciembre de 2013

UN CABALLERO PERFECTO

Hola a todos.
El fragmento de hoy de Un caballero perfecto es un poco más corto que de costumbre.
Al tratarse de un relato más bien corto, espero que haberlo terminado la semana que viene.

                       Martha se despertó en mitad de la noche al escuchar el sonido de unas piedrecitas golpeando la ventana de su habitación.
                        Se puso de pie de un salto. Se acercó corriendo a la ventana y abrió los cristales.
-¿Quién anda ahí?-preguntó casi a gritos.
                        Bajó la vista. Se fijó en que Charles estaba en el jardín. Martha se preguntó si aquel joven se había vuelto loco.
-No se asuste, Martha-respondió Charles-He venido para hablar con usted. Lamento que tenga que ser a estas horas de la noche.
-Voy a tener que rogarle que se vaya-le pidió Martha, nerviosa-Va a conseguir que toda mi familia se levante.
-¿Ha hablado ya con Daphne?
-Intento hablar con ella. Pero tiene que hacer un esfuerzo en entenderla. Está destrozada. Yo me solidarizo con usted. Pero también pienso en ella.
-Lo sé, Martha. Y le ruego que me perdone por venir a molestarla.
-Le aseguro que estoy haciendo todo lo que puedo.
                     Martha se apartó de la ventana al escuchar ruidos de pasos en el pasillo.
-¿Con quién estás hablando, hermana?-oyó preguntar a Bárbara.
                    Martha se apartó de la ventana. Fue corriendo a acostarse.
                    Bárbara entró en la habitación de su hermana menor. Venía atándose la bata.
-Te he oído hablar con alguien-dijo la joven-¿Con quién era?
-Con nadie...-contestó Martha.
                     Barbará frunció el ceño. Había oído el sonido de las piedrecitas golpeando un cristal. Y había oído también la voz de su hermana hablando con alguien.
-¿Quién ha venido?-inquirió Bárbara-Me lo puedes contar. Puede que algún joven caballero esté interesado en ti. Pero no me agrada que venga a rondarte en mitad de la noche.
-Eran unos gamberros-contestó Martha, sintiéndose mal por estar mintiéndole a su hermana-Se han ido ya. Cuando me he asomado, ya no estaban. Además...Nadie me corteja.

jueves, 19 de diciembre de 2013

UN CABALLERO PERFECTO

Hola a todos.
Hoy, el fragmento de Un caballero perfecto es un poco más corto que de costumbre.
Vamos a ver cómo Martha intenta interceder por Charles ante Daphne.

                       Martha bordaba un mantel que formaría parte del ajuar de bodas de Bárbara.
                       Toda la familia estaba reunida en el salón. Henry estaba leyendo el periódico. Cynthia estaba tejiendo una manta. Bárbara estaba leyendo un libro. Y Daphne miraba con tristeza la chimenea encendida.
                          Pero Martha estaba pensativa.
                         ¿Qué puedo hacer?, se preguntó así misma. ¿Qué le digo yo a mi prima sin herirla?
-El tiempo cura todas las heridas-comentó en voz alta.
-Te equivocas-replicó Daphne-Hay heridas que nunca cura el tiempo. El dolor nunca se va.
-¿Por qué dices eso?-se interesó Henry.
-Me preocupo por Daphne, papá-contestó Martha-No puede vivir toda la vida atormentada por el dolor y por la rabia. No es bueno para ella. Y me apena verla sufrir.
-He perdido a mi marido y he perdido a mi hijo-le recordó su prima-No me pidas que deje de sufrir. ¡No puedo!



                     Martha se sintió frustrada. Le iba a costar mucho trabajo intentar ayudar a Charles. Pero también quería ayudar a su prima. Daphne estaba destrozada. Pero Charles no tenía la culpa de la pérdida de su hijo. Y también pensaba que estaba culpando a Charles sin conocer lo ocurrido realmente aquella funesta tarde. ¿Acaso había intentado hablar con él después del funeral de Anthony? Daphne ya había decidido juzgar a Charles. Y le había declarado culpable por la muerte de su marido. Y por el aborto que había sufrido.
                    Cynthia miró a su sobrina.
-No llores, querida-le pidió-Pero Martha tiene razón. Tienes que empezar a dejar atrás el pasado.
-Tía Cynthia...-balbuceó Daphne.
                   El mayordomo hizo acto de presencia en el salón. Portaba un ramo de flores que venía a nombre de la señorita Bárbara Kendix.
-¡Son preciosas!-exclamó Martha al ver las flores.
                   El mayordomo le tendió el ramo a Bárbara.
-Son margaritas-observó Daphne-¡Tus flores favoritas, prima!
-¡Me las ha regalado lord Dennison!-se entusiasmó Bárbara.

                      La familia dio cuenta de un souffle de chocolate como postre a la hora de la cena. El rostro de Bárbara estaba iluminado.
-Prima, tienes que estar bien cuando yo me case con lord Dennison-le advirtió a Daphne-Quiero que seas mi dama de honor junto con Martha. ¡Y quiero que bailes el vals! Eres una excelente bailarina. Lord Dennison querrá casarse conmigo lo antes posible. Lo sé. El ramo de margaritas que me ha enviado es una señal de ello.
-Espero que tengas razón-admitió Cynthia-No tengo nada que objetar en contra de ese hombre. Me parece un partido excelente. Pero no me gusta que esté dando largas a poner fecha para la boda.
-Una boda es una señal de futuro-afirmó Martha.
-Se abre un futuro esperanzador para mí-sonrió Bárbara.
-Y tiene que abrirse un futuro esperanzador para todos.
-Prima...-murmuró Daphne.
                  En aquel momento, la criada irrumpió en el comedor. Le dijo a Martha que debía de salir fuera. La chica se puso de pie y salió con ella.
                  La criada le tendió una carta.
-Me la ha entregado un caballero-le informó-Es muy elegante. Pero le he visto muy triste.
-Gracias...-dijo Martha.
                   La criada se retiró. Martha se sentó en un escalón de la escalera. Rasgó el sobre que contenía la carta. Lo abrió. Extrajo la carta. La leyó.
                   Se ha vuelto loco, pensó Martha asombrada. ¡Está loco!

                    Le agradezco de corazón que quiera ayudarme, señorita Kendix. 
                   Confío plenamente en usted. 
                   No quiero contarle todo lo que estoy pasando. Sufro todos los días. Intento no pensar en nada. 
                    Pero no hago otra cosa más que recordar. Me cuesta trabajo conciliar el sueño por las noches. Sufro pesadillas. 
                    Quiero abandonar el país y tratar de olvidar. Pero no puedo hacerlo. 
                    Antes, quiero conseguir el perdón de su prima. Es ella quien tiene que dejar que siga adelante. Su perdón me hará libre. 
                   Pero soy consciente de que es muy difícil de conseguir. 
                      

miércoles, 18 de diciembre de 2013

UN CABALLERO PERFECTO

Hola a todos.
Hoy, seguimos con un nuevo trozo de Un caballero perfecto. 
Seremos testigos de un nuevo encuentro entre Charles y Martha. ¡Vamos a ver qué pasa!

                              Martha se dirigió al pabellón de caza de los duques de Montrose. Llevaba consigo una nota de Charles en la que la citaba allí.
                              Se encontrarían fuera del pabellón.
                             Cuando Martha llegó, Charles la estaba esperando desde hacía poco tiempo. De algún modo, el joven pensaba que la prima de su cuñada le ayudaría a arreglar las cosas con ella. Sin embargo, intuía que Martha tenía miedo de acabar metida en un buen lío.
                        Charles se acercó a ella. Le cogió la mano. Se la besó. Sentía que Martha podía ser una pieza clave en su vida. En el caos en el que que se había convertido su vida. Caminaba sin rumbo fijo. Sin saber qué hacer.
-Seré breve-le dijo Charles en cuanto la vio llegar-Necesito que le hable a Daphne de mí.
-Está perdiendo su tiempo-le aseguró Martha.
-No le estoy pidiendo que me arregle un encuentro con ella. Tan sólo quiero que le hable de mí.
-Le sugiero que le dé tiempo a mi prima, señor Woolf. No va a conseguir nada de ella.
                          Charles se dijo así mismo que Martha tenía razón. Daphne estaba rota en todos los aspectos. Y él estaba obrando de un modo muy egoísta al perseguirla para conseguir su perdón. Pero no podía hacer otra cosa.
                        Había intentado beber para olvidar. Sin embargo, era inútil. A la resaca del día siguiente, se le unían los recuerdos.
                         No estaba hecho para beber como bebía Anthony. Su propio hermano se lo había advertido.
-Me dice que siga con mi vida-dijo Charles con gesto apesadumbrado-¡Pero es inútil! Si cierro los ojos, puedo ver cómo la corriente se lleva a mi hermano.
                        Se fijó en Martha. Aquella chica estaba arriesgando mucho al acudir a su encuentro para ayudarle y aconsejarle. Sentía que podía confiar en ella.
                       Recordó cuando la conoció y la trató en Glencoe. Le había parecido una joven serena. Que no se sobresaltaba con nada. Era inteligente. Y también era hermosa.



                     Martha era la representación de lo que debía de ser la bondad. La pureza...Y, aún así, quería ayudarle.
-Le hablaré a Daphne de usted-decidió la joven.
-¿Haría eso por mí?-se maravilló Charles.
                      Martha asintió.
-Es usted digno de lástima-observó-Ha sufrido mucho. Quizás...Ha sufrido igual que mi prima.
-Martha...-balbuceó Charles, maravillado-Yo...¡No sé qué decir!
                       Martha esbozó una trémula sonrisa.
-Intente ser fuerte-le sugirió-No puedo pedirle más.
                        Martha se puso en la piel de Charles y tuvo la sensación de que no sería capaz de superar la muerte de Bárbara. Sobre todo, si se culpaba así misma de su muerte. Charles había perdido a su hermano mayor. Debía de vivir con aquel peso sobre sus hombros. Pero estaba convencida de que él no había tenido la culpa.
                      Sentía sobre sí la mirada de Charles. Casi sin darse cuenta, se puso roja como la grana.
-Tengo que irme-le anunció.
                     Se acercó a Charles y, movida por un impulso, le dio un beso en la mejilla.
-Ya le contaré mis progresos-le comunicó.
                    Charles la vio alejarse con gesto maravillado.
-Adiós...-murmuró-Suerte...
                    Martha era un poco menor que Daphne. Su cabello de color negro lo llevaba recogido en un moño. Cuando la conoció, su rostro estaba iluminado por una sonrisa amplia y encantadora. Le había recordado a un hada.

martes, 17 de diciembre de 2013

UN CABALLERO PERFECTO

Hola a todos.
En el fragmento de hoy de Un caballero perfecto, la certeza de que Charles sigue en la isla incomoda mucho a Martha.
¡Vamos a ver lo que pasa!

                        Las tres primas estaban en el salón dando cuenta de una taza de té cada una. Bárbara y Martha habían decidido ocultarle a Daphne que Charles seguía en la isla. Era lo mejor para todos.
                         Bárbara estaba emocionada. Martha pensó que su hermana estaba excesivamente emocionada. Estaba preparando su ajuar de bodas. Su sonrisa era, en opinión de Martha, falsa.
-Estoy muy contenta-afirmó Bárbara-Mi vestido de novia será de color blanco. Sólo me falta fijar la fecha de la boda. Pero eso depende de lord Dennison. ¡Y llevaré un ramo de azahar!
-¿Y qué dice él?-inquirió Martha.
-Está ocupado. Piensa que es uno de los hombres más ricos de toda Gran Bretaña. Padre me ha buscado un buen marido.
-¿En qué está ocupado?-quiso saber Daphne.
-Os recuerdo a las dos que mi prometido es inglés-contestó Bárbara-Forma parte de la Cámara de los Lores. Tiene un escaño en el Parlamento. Viaja mucho a Londres. Y yo me quedo aquí. Y le espero. No puedo hacer otra cosa hasta que no estemos casados.
                     Martha frunció el ceño.
                     Bebió un sorbo de su taza de té.
                     Pensó en lo que había visto el día antes durante el paseo. El hombre que estaba en aquella casa en ruinas. Bárbara tenía razón. Era Charles. Martha estaba casi segura de que se trataba del cuñado de su prima.
                     Aún así, se resistía a creerse que Charles Woolf siguiera en la isla. Debió de haberse marchado cuando intentó hablar con Daphne. La noche anterior, Martha había dormido muy poco. Se había pasado toda la noche pensando en Charles. El cuñado de Daphne quería hablar con ella. Quería conseguir su perdón.
-¿En qué estás pensando, Martha?-le preguntó Bárbara-Tú vas a ser mi dama de honor.
                   Pero la aludida no estaba pensando en la boda de su hermana mayor. Tengo demasiadas cosas metidas en la cabeza, pensó Martha.
-Lo que nuestra Martha necesita es un pretendiente-opinó Bárbara-No hay muchos caballeros adinerados en esta isla. Ya tiene dieciocho años. No ha tenido una puesta de largo. Nunca ha sido cortejada. Lo que va a hacer padre es buscarte un buen marido. Ya lo ha hecho conmigo.
-Es cierto-corroboró Daphne-No he visto todavía a ningún caballero venir a verte. No ha tenido la oportunidad. Y me da mucha pena. Perdona que te hable así. Pero es cierto. Es una especie de prisionera en esta isla. No es justo para ella.
-No me importa-afirmó Martha-¡De verdad!
                    Unos pocos caballeros apenas habían besado su mano.
                     Miró a Bárbara. Su hermana poseía una belleza impresionante. Por eso, había logrado captar la atención de lord Dennison. Cuando aquel hombre iba a casa a visitarla, se comportaba con corrección. La saludaba dándole un beso en la mejilla. Siempre traía algún detalle para ella. Una vez, se atrevió a besarla en los labios. Fue un beso suave. Bárbara le confesó a Daphne que no había sentido nada.
-Te tiene que importar-insistió Bárbara-Piénsalo bien, hermanita. Eres lo que todo un caballero desea como esposa. Eres recatada. Eres sumisa. Eres virtuosa. Te comportas con corrección en todo momento. ¡Nosotras te admiramos!
-Ya...
-¿Te parece poco? Además, padre piensa darte una buena dote.



               Bárbara cogió una pasta que había en un platito. Le dio un mordisco. Bárbara echó un terrón de azúcar a su taza de té. Lo removió.
-¿Tú estás contenta con tu compromiso?-le preguntó Martha-¿Estás enamorada de lord Dennison? Padre no está aquí. A mí me lo puedes contar.
-Es un hombre rico y honorable-respondió Bárbara-Pienso que podría ser muy feliz a su lado.
-¿Y qué pasa con el amor?
                   Daphne bebió un sorbo de su taza de té mientras escuchaba hablar a sus primas. No tenía hambre. Se le había cerrado el estómago. Su vientre estaba vacío. Ya no crecería ningún bebé en su interior. Todos los planes que tenía al lado de Anthony. Envejecer juntos. Eso nunca ocurriría.
-Vamos a cambiar de tema-sugirió Bárbara.
-No me has contestado-le recordó Martha.
                  Su hermana mayor la ignoró.
-Hace mucho frío-comentó-¿Está la puerta abierta? La chimenea está encendida. ¿Por qué no viene la criada a darle fuelle para avivar el fuego?
                  Martha respiró hondo. Esperaba la reacción de Bárbara.
                  También ella sentía frío.
                  Pensó en lo que había visto en la casa abandonada. Quiso convencerse así misma que había sido fruto de su imaginación. Sin embargo, sabía que eso no era cierto. Había alguien viviendo en aquella casa abandonada. Y ese alguien podía ser Charles.
-Debería dormir más-comentó Martha en voz alta-Veo cosas raras. Es sólo eso. Nada más...Cosas... Que...Que no debería ver. Y eso...
-¿Qué estás diciendo?-indagó Bárbara.
                 Martha respiró hondo.
                 Recordó la conversación que había mantenido con Bárbara.
                 Charles Woolf podía estar viviendo en la isla. Quería conseguir a toda costa el perdón de Daphne. Si intentaba hablar con su prima, sería nocivo para ésta. Daphne debía de dejar atrás su pasado.
                    Daphne tuvo la sensación de saber a lo que se estaba refiriendo su prima. De algún modo, pensaba lo mismo que pensaba ella. Había alguien viviendo en la casa abandonada. Alguien que se parecía mucho a su cuñado Charles.
                   Henry y Cynthia entraron en el salón. Venían de hacer una visita a unos amigos. Martha cogió una pasta. Le dio un mordisco. Pero, en realidad, no tenía mucha hambre. Removió su taza de té. Le temblaban las manos.
-Hola, mamá-saludó.
-¡Un grupo encantador!-exclamó Henry sonriente.
-Os veo entretenidas-observó Cynthia-¿De qué estáis hablando?
-De nada en concreto...-contestó Daphne-De cualquier tema...Por lo menos...No pienso. No pienso en nada. En...Todo lo que me ha pasado. Es muy duro. Y...
-¡Oh, Daphne!-exclamó Bárbara-¡No estés triste! No me gusta verte llorar.
                     Abrazó a su prima. Le dio un beso en la mejilla. Le dolía ver triste a Daphne.
                     Cynthia se sentó en el sofá.
-Tenemos que hacer algo para animarnos-propuso Henry-No quiero ver caras largas en esta casa. Estamos muy tristes.
                 Martha se ofreció a tocar el arpa. Conocía una melodía que era bastante alegre. Antes de ponerse de pie, se inclinó sobre Daphne. Le dio un beso en la mejilla intentando animarla.
                   Poco después, mientras interpretaba una pieza con el arpa, una extraña sensación se apoderó de Martha.
                    Se le puso la piel de gallina.
                   Tuvo el presentimiento de que alguien la estaba mirando. Se dijo así misma que era sólo imaginación suya. Pero, por el rabillo del ojo, creyó ver algo a través del cristal de la ventana del salón. Ahogó un grito. Dejó de tocar el arpa de manera abrupta.
-¿Qué pasa?-inquirió Cynthia.
-Yo...-contestó Martha-He olvidado cómo sigue.
                 Le temblaba la voz.
-Voy a salir a tomar el fresco-anunció.
                   Agradeció el salir fuera.
                   Iba a descubrir lo que quería Charles.
                   Dio la vuelta hasta llegar a la parte trasera.
                   Entonces, le vio de pie frente a ella. Martha se acercó con paso firme hasta él. No entendía lo que quería. ¿Acaso no se daba cuenta de que su sola presencia le hacía daño a Daphne?



-Señorita Kendix, le juro que no es mi intención asustarla-le aseguró-Pero sólo quiero hablar con su prima. La muerte de Tony pesa sobre mi conciencia. Usted no sabe por lo que estoy pasando. Mi familia me repudia. La gente que conocía me ha dado la espalda. Todo el mundo piensa que soy el culpable de la muerte de Tony. Y, quizás, tienen razón. No pude salvarle la vida.
-Debería marcharse lejos, señor Woolf-le sugirió Martha-Podría empezar de cero en otra parte.
-¿Y cree que eso me ayudaría?
-Debería de pasar página y seguir adelante con su vida. Yo no puedo hacer más nada por usted que aconsejarle.
-Me iré, de acuerdo. Pero quiero hablar con Daphne antes. Intente que ella acceda a hablar conmigo, señorita Kendix.
                     Martha negó con tristeza.
                     Veía dolor reflejado en los ojos de Charles. Aquel hombre estaba viviendo un auténtico calvario.
                      Se sentía muy solo.
                      Charles sufría pesadillas. Veía una y otra vez a Anthony siendo arrastrado por la corriente. Luchaba por llegar hasta él. Pero sólo podía ver cómo la corriente se llevaba a su hermano. Cómo lo alejaba de él.
-La muerte de Tony fue un accidente-afirmó Charles-Es cierto que discutíamos mucho. Pero yo lo quería. Para mí, era un héroe. Deseaba ser como él.
-Tengo una hermana mayor, señor Woolf-dijo Martha-Sé lo que siente.
-Me gustaría haber muerto yo en lugar de Tony. Mi hermano tenía toda la vida por delante. Iba a ser padre. Y amaba a su mujer.
-A veces, no entendemos el porqué la vida nos somete a duras pruebas-Martha suspiró hondo-Sólo sabemos que debemos de estar preparados para hacerle frente.
                     Charles cogió las manos de la joven y se las besó con reverencia.
-Llámeme Charles-le pidió-Y yo la llamaré a usted Martha.
                      De pronto, las mejillas de la chica se tiñeron de un rojo intenso.

lunes, 16 de diciembre de 2013

UN CABALLERO PERFECTO

Hola a todos.
Hoy, me gustaría compartir con vosotros un nuevo fragmento de Un caballero perfecto. 
Toda la familia se esfuerza en ayudar a Daphne en el peor momento de su vida. Y Martha empieza a sentir que Charles no se ha ido de la isla.

                     Varios días después, Martha y su madre, Cynthia, sacaron a Daphne de su encierro.
                     Pasaron por delante de una casa.
                     Se encontraba algo lejos de donde se agrupaban las casas.
                     Se trataba de una casa ya vieja.
-No recuerdo haber estado nunca en este lugar-comentó Cynthia.
-Yo solía venir aquí a pasear-recordó Daphne.
-Hacías mal. Pudo haberte pasado cualquier desgracia.
-Las desgracias ya se han cebado sobre mí, tía Cynthia. Es imposible que me pase algo peor.
                     Hasta donde Martha recordaba, no vivía nadie en ella. Pero creyó atisbar una figura masculina en el interior de la casa. Y la figura masculina era muy parecida a Charles, el cuñado de Daphne. ¿Acaso era cierto lo que le había dicho Bárbara? ¿Charles Woolf aún no había abandonado Inchmurrin?
                    Un escalofrío recorrió la columna vertebral de Martha. Si Daphne se encontraba con Charles, sería peor. Se sorprendió así misma apretando el brazo de Cynthia. Debió de hacerle daño porque su madre se quejó. Daphne caminaba apoyada en el brazo de su tía.
-¿Qué te pasa?-inquirió la mujer.
-He creído ver a un hombre dentro de esa casa-contestó Martha-Es una tontería.
-¿Vive alguien allí?-quiso saber Daphne-Podríamos ir a saludarle.
-En esa casa no vive nadie-contestó Cynthia-Desde hace muchos años, está deshabitada.
-¿Estás segura, tía Cynthia? A lo mejor, se ha mudado alguien allí. Eso no lo sabes. Podríamos acercarnos. Dices que tengo que empezar a hablar con la gente. A salir de mi encierro. Y yo me asfixio en este lugar.
-En esa casa no vive nadie desde hace años. De haberse mudado alguien a ella, nos habríamos enterado, querida. No vivimos precisamente en Glasgow. Las noticias vuelan. Sobre todo, en un sitio como Inchmurrin.
             


-¡Quiero volver a casa!-pidió Daphne.
-¡Vámonos!-la apoyó Martha.
                  Charles no podía aparecerse de nuevo ante su prima.
-Está bien-cedió Cynthia.
-Bárbara y el tío Henry nos estarán esperando, tía Cynthia-añadió Daphne-Estarán preocupados. El cielo está cubierto de nubes. Y podría empezar a llover de un momento a otro.
-Daphne tiene razón-corroboró Martha.
-Lo que pasa es que tenéis miedo-opinó Cynthia-Creéis que hay alguien viviendo en esa casa. Y yo no lo creo. Pero...Bueno...Demos media vuelta. No quiero que Daphne y tú cogáis frío. Vamos.
                     Dieron media vuelta. Martha respiró aliviada.
-Estás muy blanca, prima-observó Daphne-¿Qué tienes?
-No es nada-contestó Martha-Estoy bien.
                   Se atrevió a mirar hacia atrás. Vio de nuevo aquella figura de hombre. Y creyó adivinar las facciones del rostro. Charles, murmuró Martha. Volvió a apretar el brazo de Cynthia.
                   Su madre pensó que Martha era una joven demasiado impresionable. Nunca había salido de aquella isla. Sólo lo hizo cuando Daphne se casó con Anthony. Nunca había tenido una puesta de largo en Edimburgo. Sólo había asistido a dos fiestas. La fiesta de compromiso de Daphne y Anthony...Y el banquete nupcial cuando la pareja contrajo matrimonio. Habían sido dos eventos espectaculares. La madre de Anthony corrió con todos los gastos. A pesar de que había protagonizado numerosos escándalos, con duelos incluidos, el matrimonio Woolf sentía verdadera adoración por su hijo mayor.
                    La desgracia de Daphne le había impedido a Martha disfrutar de su puesta de largo. El periodo de luto por la muerte de Anthony terminaría en unos meses. Y Martha podría viajar a Edimburgo.
                    Pero Daphne seguía destrozada.
                    Lloraba.
                   Lloraba a su marido.
                   Lloraba a su hijo no nato. Lloraba su vida truncada. Los sueños que nunca se harían realidad.
                   Daphne se percató de lo desencajada que estaba Martha. Se inquietó. Pensó que su prima se asustaba con demasiada facilidad. Siempre había sido muy sensible. Daphne la admiró por ello. Ella ya estaba curada de espanto. Le cogió la mano.
-Hay alguien en esa casa-dijo Martha.
-No hay nadie-le aseguró Daphne.
-Puede que me lo haya imaginado. No quiero que sufras, prima.
-Es posible. Martha...Descansa. No duermes. Te pasas la noche en vela cuidándome. Y eso no es bueno para ti. Ni para ti ni para nadie, prima. Hazme caso. Yo me encuentro un poco mejor.
-Tu prima tiene razón-intervino Cynthia-En cuanto lleguemos a casa, te acuestas. Y duermes.
                    Llegaron a casa. Bárbara se ofreció a acompañar a Martha a su habitación. Nada más entrar en ella, Bárbara le tendió una nota. Se la había entregado la criada.
-Ese hombre no se rinda-bufó Bárbara-Una de las dos tendrá que ir a hablar con él antes o después.
-¿A qué te refieres?-inquirió Martha.
-Léelo.
                  Martha se sentó en la cama. Sus sospechas quedaron confirmadas al leer aquella carta:

                   Mi querida señorita Kendix:

                  No soy quién para escribirle esta nota. 
                 Pero necesitaba hacerlo. 
                 No pienso abandonar Inchmurrin. Preciso hablar con Daphne lo antes posible. No merezco su perdón. 
                 Ante sus ojos, soy el culpable de la muerte de su marido. Quizás, tenga razón. 
                 Aún así, necesito hablar con ella. Contarle lo que ocurrió aquel día. Juro por Dios que luché por sacar a Tony del agua. Era mi hermano. Y lo adoraba. 

                   Martha y Bárbara intercambiaron una mirada cargada de nerviosismo. No lo he imaginado, pensó Martha. Charles Woolf se había quedado a vivir en Inchmurrin.
-He creído verle esta tarde en una casa abandonada-le confió a Bárbara.
-¿Y él te ha visto?-la interrogó su hermana mayor-¿Ha visto a Daphne?
-No...
-¡Pues será mejor que no se atreva a pisar esta casa! ¡Por el bien de nuestra prima! Sé prudente, hermanita. Ese hombre es capaz de acercarse a ti. Y todo para poder hablar con Daphne. Lo que menos le conviene es tenerle delante. Le hace sufrir. Y tiene que recuperarse. Volver a ser como era antes.
-Lo tendré en cuenta.

sábado, 14 de diciembre de 2013

UN CABALLERO PERFECTO

Hola a todos.
Hoy, vamos a seguir con Un caballero perfecto. 
Martha ayudar a Daphne a superar la muerte de su marido.
¡Vamos a ver lo que pasa!

-Buenos días...-canturreó Martha.
                      Se sintió rara al entrar en la habitación de Daphne. Cuando Charles se marchó, Bárbara encontró a Daphne cerca de la capilla de San Mirin. Apenas unos meses antes, Daphne era una joven llena de dicha. Acababa de celebrar su primer aniversario de boda con Anthony Woolf, uno de los hombres más ricos y apuestos de toda Escocia.
                   Por si fuera poco, Daphne estaba esperando un hijo de Anthony.
                   La familia de su marido había recibido a Daphne con alegría, convencida de que ella lograría cambiar al rebelde Anthony. La joven estaba muy enamorada de él. Y se sabía amada por Anthony. Pero un accidente cuando salió un día con Charles acabó con los sueños de Daphne.
                   Bárbara fue la que llevó a casa a su prima.
                    Intentó consolarla como pudo. Pero Daphne no podía parar de llorar.
-¿Por qué ha venido a verme?-le preguntó a Bárbara.
-No lo sé, prima-respondió su prima-Si no quieres verle, no le veas. Te hace daño. Te hace recordar momentos muy dolorosos. Pero no estás sola.
-¡Yo amaba a Tony! ¡Y él me amaba! Pensaba que seríamos felices juntos. ¿Sabías que mi bebé era un varón? Me lo dijo el médico. Tony quería un varón. Y yo pensaba complacerle.
-Lo sé, prima.
                     Martha se acercó a su prima.
-Mi querida Martha...-dijo Daphne-¿Qué estás haciendo aquí?
-Quería ver cómo estabas-contestó la aludida.
-Hablas igual que Bárbara. Os preocupáis mucho por mí.
-Eres nuestra prima. Queremos que te recuperes. Que puedas superar todo esto. La visita de Charles ayer fue un duro mazazo para ti.
-Pierdes el tiempo, Martha. No me recuperaré nunca. Sabes que lo he perdido todo. Tony...Nuestro bebé... ¡Y ese malnacido viene aquí implorando mi perdón! ¡Nunca le perdonaré!
                   Martha se sentó en la cama, junto a Daphne. Profundas sombras surcaban los ojos de la joven. Recordaba bien cómo Tony la abrazaba. Cómo la besaba.
                    Anthony...
                    Aquel funesto accidente en el río había destrozado su vida. Daphne creía que Charles pudo haber hecho algo más. Pudo haber seguido nadando hasta sacar a Anthony del agua. No debió de haberse rendido. Por su culpa, su marido estaba muerto. Ella estaba rota de dolor.
                    Había perdido a su marido. Un hombre que fue a pescar encontró el cuerpo sin vida de Anthony. La corriente le había arrastrado río abajo. Cuando Daphne se enteró, cayó desmayada al suelo.
El Destino le tenía preparado otro golpe. A los pocos días del funeral, Daphne empezó a sentirse mal. Empezó a sangrar en abundancia. El médico no pudo hacer nada por salvarle la vida a su hijo.
                  Daphne perdió el niño que esperaba al quinto mes de gestación. Aquel niño era lo único que le quedaba de Anthony. Daphne sintió deseos de morirse cuando se enteró de que había perdido a su hijo. Se sintió más sola que nunca. Pero no era sólo eso.
                    Había perdido la ilusión por la vida.
                    Sus tíos y sus primas estaban volcados por completo en ella, pero no era suficiente.
-Bárbara dice que irás caminando a la boda sí o sí-auguró Martha-Me lo ha dicho ella.
-Martha...-replicó Daphne-¿En serio lo crees? No tengo ni fuerzas ni para salir a la calle. Sólo tengo ganas de llorar.



                     El optimismo de Bárbara era desmesurado. Estaba muy enamorada de su prometido. Daphne se vio así misma reflejada en su prima.
                     Bárbara tenía veinte años. Era la más coqueta de las tres primas. Pero era una joven sensata y cariñosa. Lord Dennison había perdido en matrimonio la mano de Bárbara. El padre de la joven, Henry, se la concedió de buen grado. Bárbara estaba encantada con aquel matrimonio. Cuando Daphne se casó con Anthony, tenía veintidós años. Estaba a punto de cumplir veinticuatro años.
-Bárbara hace bien en casarse con lord Dennison-afirmó Martha-Yo los veo muy enamorados. Pienso que van a ser muy felices.
-Se quieren y los envidio por ello-se sinceró Daphne-Mi prima no sufrirá. Amar es sufrir. Lo he descubierto. Sólo espero no tener que ver a ese canalla nunca más. Me ha hecho mucho daño. Y te prohíbo que me digas que él no tuvo culpa alguna. ¡Sí la tuvo!
                   Una lágrima rodó por la mejilla de Daphne. Martha se inclinó y besó a su prima en la sien. Le dolía verla destrozada. Pero le indignaba a su vez saber que Daphne seguía culpando a Charles de todo. El joven pensaba que su cuñada tenía razón. Anthony había muerto por su culpa y no había sido así. Martha conjuró la imagen de la Daphne que había sido antaño. Una joven alegre...Pero su prima había quedado reducida a una muerta en vida.
                 En aquel momento, entró Bárbara en la habitación. Le sonrió a su prima.
-¡Menos mal que vienes!-exclamó Martha-A ver si tú haces algo para animarla.
-¿Acaso piensas estar triste toda la vida, prima?-inquirió Bárbara-¡Te recuperarás! Quiero verte bailar en el banquete de mi boda. Y no me caso hasta que no seas la Daphne de antaño.
-Bárbara...-quiso quejarse su prima.
                 Pero la aludida la hizo callar.
-¡Nada de excusas!-sentenció-Mantén el ánimo levantado.
-Me pides un imposible-suspiró Daphne.
                   Bárbara le dedicó una cariñosa sonrisa a su prima. Se inclinó para besarla en la mejilla.
                   Después, Daphne dijo que tenía sueño.
                   Bárbara y Martha abandonaron su habitación sin hacer ruido. Sin embargo, Martha notó que su hermana mayor estaba preocupada. Al cerrar la puerta de la habitación de Daphne, Bárbara decidió contarle lo que le pasaba.
-Se avecinan problemas-le confió.
                  Martha no entendió lo que le quería decir. Pero Bárbara había oído rumores. Y estaba preocupada por Daphne.
-El cuñado de Daphne sigue en la isla-le contó-Claude, nuestro mayordomo, cree haberle visto.
-¿Sigue aquí?-se extrañó Martha.
-Me preocupa que Daphne pueda verle. Ya sabes que ella le culpa de lo que le pasó a su marido. Puede que Tony no fuera Santo de mi devoción, pero pienso que nuestra prima tiene razón. Debió de haber hecho algo por salvarle la vida.
-Bárbara, conoces ese río. La corriente le habría arrastrado a él también. Con un muerto bastaba en la familia. ¿No crees?
-Me imagino que sí. Pero...Intenta hacer entrar en razón a nuestra prima. A veces, pienso que el poco sentido común que tenía Daphne se le fue cuando murió su marido. Me da pena el señor Woolf porque siempre ha sido un buen chico. Un caballero, como diría nuestro padre. Pero es mejor que se mantenga alejado de nuestra prima. No quiero que ella sufra de nuevo por su culpa.

viernes, 13 de diciembre de 2013

UN CABALLERO PERFECTO

Hola a todos.
Hoy, vengo con este relato que está dividido en varias partes. Se llama Un caballero perfecto. 
Seguimos en Escocia, en una pequeña y encantadora isla.
Charles, miembro de una aristocrática familia escocesa, viaja hasta la isla de Inchmurrin. Su cuñada vive allí. Charles era, hasta hace poco, el perfecto hijo de dicha familia, en clara contraposición con su rebelde hermano mayor Anthony. Pero un accidente en el que Anthony muere hace que Charles sea despreciado por todo el mundo. Corroído por la culpa, el joven quiere que Daphne, la viuda de su hermano, le perdone. Paralelamente, empieza a nacer una fuerte atracción entre Charles y una de las primas de Daphne, Martha. La muchacha es la única que aboga por el perdón como forma de seguir hacia delante.
Vamos a ver lo que pasa entre Charles y Martha.

ISLA DE INCHMURRIN, LOCH LOMOND, ESCOCIA, 1830

                         Había llegado a su destino. 
                         Charles Woolf sintió miedo cuando se dispuso a golpear la puerta de madera que tenía ante sí. Miles de recuerdos amargos se agolparon en su mente. 
                           Hasta hacía apenas cinco meses, su vida era normal. 
                          Charles siempre había sido el hijo perfecto. Era el segundo hijo en una familia de cinco hermanos. Tres chicas y dos chicos...Anthony era el mayor. 
                          Durante el trayecto en barca hasta Inchmurrin, Charles había pensado en su hermano mayor. Anthony siempre había sido el más rebelde de los dos. Un auténtico truhán, como decía su difunto padre. Le gustaba ir por ahí seduciendo a mujeres. Sin importarle nada si les rompía el corazón. Hasta que conoció a Daphne y todo cambió. 
                         Anthony se enamoró realmente de ella. Decía que, cuando la besaba, experimentaba algo que no había experimentado antes. Con el beneplácito de su familia, decidió casarse con ella. Y así lo hizo. Durante algo más de un año, fueron un matrimonio feliz. Y Daphne estaba esperando su primer hijo. 
                       Pero Anthony había muerto. El bebé que esperaba Daphne también había muerto. Y Charles sentía que la culpa le estaba matando. Porque era él el responsable de la muerte de Anthony. 
                       El mayordomo le abrió la puerta. Charles le explicó que quería ver a la señora de Anthony Woolf. 
-Pase-le invitó el mayordomo. 
                        Le condujo hasta el salón. 
                        Vio a tres mujeres sentadas en el sofá. No tardó en reconocer enseguida a su cuñada Daphne. Llevaba su cabello de color negro recogido en un moño holgado. Sus ojos de color azul marino estaban apagados. Su rostro de forma ovalada había perdido su alegría. Incluso, se había borrado la sonrisa de aquellos labios carnosos. 
-Señora...-anunció el mayordomo-Su cuñado está aquí. 
-¿Mi cuñado?-se extrañó Daphne-¿Charles está aquí? 
                     Las tres mujeres se pusieron de pie movidas por un resorte. 
-¿Qué estás haciendo aquí?-le espetó Daphne a Charles nada más verle-¡Vete!
-Daphne, entiendo que no quieras verme-dijo el joven-Pero necesito que me escuches. La muerte de Tony fue un accidente. 
-¡Mientes! 
-Daphne, por favor-le imploró su prima Bárbara. 


                        Charles entendía el odio que su cuñada albergaba hacia él. Creía que él pudo haber hecho algo por salvarle la vida a Anthony. Él mismo también lo pensaba. Debió de haber seguido nadando, aún cuando veía que la corriente del agua también le estaba arrastrando. Debió de haber muerto ahogado con él. 
-¡Por tu culpa, mi marido está muerto!-le bramó Daphne-¡Por tu culpa, nuestro hijo también está muerto! ¡No quiero volver a verte nunca! 
-Prima...-intervino Martha, su prima más joven. 
                    Daphne no le hizo caso. Salió corriendo del comedor. No subió a su habitación. Se dirigió a la cocina para salir por la puerta de atrás a la calle. Bárbara fue tras ella. A pesar del tiempo transcurrido, Daphne estaba destrozada. Temía por ella. 
                    Martha se quedó en el salón a solas con Charles. Tenía dieciocho años y llevaba su cabello negro recogido en una trenza. 
-Le aconsejo que le dé tiempo a mi prima, señor Woolf-le sugirió-Ha sufrido mucho en tan poco tiempo. 
-Me hago cargo de ello-afirmó Charles, desolado. 
-En su fuero interno, Daphne sabe que usted no tuvo la culpa de lo que le ocurrió a su marido. Fue un desgraciado accidente. Pero está muy dolida con el mundo. ¡Hágase cargo! Primero, murió mi tía Vivian. Luego, murió mi tío Stephen. Y perdió a su marido y a su hijito con escasos días de diferencia. 
-Señorita Kendix, le agradezco sus palabras. Pero todo el mundo sabe que la culpa de la muerte de Tony fue mía. 
-Yo no lo creo. 
                      Martha siempre había poseído una naturaleza noble y dulce. 
                      Tanto ella como su hermana Bárbara como sus padres estaban sufriendo al ver a Daphne tan hundida. En su fuero interno, Bárbara culpaba a Charles de lo ocurrido. Pero Martha pensaba que eso no era justo. Charles había perdido a su hermano mayor. El dolor que estaba sintiendo en aquel momento era intenso. No debía de ser despreciado por la gente que le rodeaba. 
-Mi madre no para de llorar desde que murió Tony-le confió Charles-A pesar de todo, era su hijo favorito. 
-Lo peor que le puede pasar a una madre es perder a su hijo-recordó Martha-Mi hermano pequeño, Eric, falleció cuando tenía cinco años. Una meningitis fulminante se lo llevó. Yo me acuerdo mucho de él. Era un niño adorable y muy travieso. 
-Mis hermanas se niegan a hablarme desde que murió Tony. 
-Creo que están siendo un poco injustas con usted, señor Woolf. 
-No busco la compasión de nadie, señorita Kendix. Sólo busco el perdón. Que su prima me perdone. Siento que estoy muerto en vida. 
-¡Pues le prohíbo que hable así! Está vivo, señor Woolf. A su hermano no le gustaría verlo así. 
                     Casi sin darse cuenta, Martha se fue acercando poco a poco a Charles. Tuvo que reconocer para sus adentros que aquel joven le gustaba. Le gustaba desde el momento en el que Anthony se lo presentó. Fue en la fiesta por la pedida de mano de Daphne. Se celebró en la casa que los padres de Martha poseían en Glencoe. 
                     Anthony besaba mucho a Daphne en público. Martha les regañaba por aquel comportamiento que ella consideraba indecoroso. Anthony se echó a reír. Daphne estaba toda ruborizada. 
-Lo que tú necesitas, niña, es un amor-afirmó Anthony. 
-Soy demasiado joven para enamorarme-replicó Martha. 
-Te voy a presentar a mi hermano Charlie. Es tan mojigato como tú. 
                     Anthony la llevó a rastras hasta donde estaba Charles. Hizo, entre risas, las pertinentes presentaciones. Charles, por cortesía, besó a Martha en la mano. Sin embargo, hubo algo en aquella chica que llamó poderosamente su atención. 
-Es un honor para mí conocerla, señorita Kendix-dijo. 
                    De vuelta al presente, Martha decidió que haría lo imposible por ayudar a Charles. Se puso de puntillas y le dio un beso en la mejilla. 
-Gracias...-susurró el joven.
                  Acarició con la mano el rostro de Martha. Recordó el día de la boda de Daphne y de Anthony. Se había acercado a su cuñada para darle un abrazo cariñoso. Y también besó a Martha en la mejilla a la salida de la Iglesia.
-Ahora, somos familia-le recordó.



                          Charles pensó en todo eso cuando salió de la casa de los Kendix. Se dijo así mismo que Martha tenía razón. Pero, en el fondo, sabía que no era verdad. La muerte de Anthony siempre pesaría sobre su conciencia. 

jueves, 12 de diciembre de 2013

EL VAMPIRO

Hola a todos.
Hoy, os traigo un nuevo trozo de El vampiro. 
Lord Ruthven va a ver a Daisy Maning para indagar en lo que le ocurrió. Y también veremos un nuevo encuentro entre lord Ruthven y Parthenia.

                        La ventana de la habitación de Daisy estaba abierta. Entraba la brisa de la noche. Daisy se removió inquieta en la cama. De pronto, abrió los ojos. Y vio una figura masculina de pie frente a su cama.
Daisy se sentó de golpe en la cama. Sentía que le costaba trabajo respirar. A tientas, buscó la lámpara de aceite que tenía en su mesilla de noche. La encendió con mano temblorosa y clavó sus ojos asustados en aquel hombre.
-¿Quién es usted?-le preguntó con voz ahogada-¿Qué quiere de mí?
-Soy lord Ruthven-respondió el joven aristócrata-Le ruego que se tranquilice. Sólo quiero ayudarla.
-No le conozco.
-He oído hablar de usted. De lo que le ha pasado. Quiero descubrir quién se lo hizo. Pero me lo tiene que contar.
-No le puedo contar nada. No recuerdo nada. Él estaba conmigo. ¡Me hizo daño!
                    Lord Ruthven se dio cuenta de que Daisy estaba muy nerviosa.
                    La joven se acurrucó bajo las mantas.
-Pero fui con él-dijo-Yo quise ir con él. No pude verle la cara. Pero sí le vi los ojos.
-¿Cómo era él?-quiso saber lord Ruthven-Cualquier cosa que recuerde es buena.
-Tenía los ojos de color rojo. Cuando le vi, pensé que estaba ante el Diablo. ¡Era el Diablo!
                    Era obvio que Daisy estaba traumatizada por lo ocurrido.
-No era el Diablo-afirmó lord Ruthven-Era un ser humano depravado.
                    Daisy sólo intentaba olvidar lo que había ocurrido. Deseaba creer que todo había sido producto de una atroz pesadilla.



-No le vi la cara-susurró Daisy-¡No pude verle!
                  Rompió a llorar de manera desesperada. Lord Ruthven se acercó más a ella.
-Tranquilícese, miss Maning-le pidió con voz suave-Cuando se sienta con fuerzas, podrá recordar lo ocurrido.
                    Se inclinó sobre Daisy y le acarició el pelo, que lo llevaba recogido en una trenza. Daisy se aferró a sus manos. Clavó sus ojos desorbitados en lord Ruthven. El hombre que la había atacado era el mismo Diablo. Nadie podía detenerle. Nadie podía hacer nada para ayudarla. Lord Ruthven se inclinó sobre Daisy y la besó suavemente en la frente.
-¡Tiene que ayudarme!-le gritó Daisy-Lo que me ha hecho él podría hacérselo a otras mujeres. ¡Por Dios, ayúdeme!

-No te veo muy ilusionada con la boda-le comentó Piers a Parthenia.
                   Los dos se encontraban en el salón de la casa del duque de Westland. Piers y Parthenia estaban sentados en el sofá de terciopelo de color turquesa.
-Pasas más tiempo alejado de mí que junto a mí-le replicó Parthenia.
-Tengo que ocuparme de mis asuntos-le recordó Piers-Eso ya lo sabes.
                   No quiero casarme contigo, pensó Parthenia. Me he dado cuenta de muchas cosas.
-Me pregunto si me quieres-atacó Piers.
-Yo sí te quiero-dijo Parthenia-No puedes poner en duda mi amor por ti. Pero yo sí puedo poner en duda lo que tú sientes por mí.
                   Piers estuvo a punto de atragantarse al escuchar a su prometida.
                   Sus acreedores estaban empezando a perder la paciencia con él.
                   Su boda con Parthenia tenía que celebrarse lo más pronto posible. Si no se casaba con ella, acabaría en Newgate.
-¡Por el amor de Dios, Parthenia!-se escandalizó Piers-¿Cómo puedes dudar de mi amor por ti? Sabes de sobra que eres mi vida.
                      Le dio un beso en la mejilla.
-Ya...-masculló Parthenia.

                       La joven salió a dar un paseo por el jardín de su casa.
                       Sentía que necesitaba tomar el aire fresco. La visita de Piers había estado a punto de minar su paciencia. Su prometido era el ser más hipócrita que jamás había conocido.
                       De pronto, se dio cuenta de que no estaba sola en el jardín. Se dio de bruces con lord Ruthven. Respiró aliviada al reconocerle.
-He estado hablando con miss Maning-le contó nada más verla-No quiere recordar quién le hizo daño aquella noche. Está muy asustada.
                     Iba vestido de negro. Parthenia recordó que lord Ruthven siempre iba vestido de negro. Negro...Parecía querer confundirse con la noche. En realidad, parecía querer formar parte de la noche. Esa noche que tanto les atraía a ambos.
                     Parthenia llevaba puesto un vestido de color negro. En la noche, parecía un ser etéreo. Lord Ruthven respiró hondo al verla.
-Podría hablar yo con ella-se ofreció Parthenia-A lo mejor, me escucha.
-Hay que darle tiempo, milady-le sugirió lord Ruthven-Unos días...
-¡Ese hombre podría volver a atacar!
-Usted misma lo ha dicho. Ha sido un hombre quién lo hizo. No un ser venido del Infierno...
                      Parthenia empezó a caminar por el jardín. Lord Ruthven se colocó a su lado.
                      Percibía el calor que desprendía el cuerpo de Parthenia. No quería asustarla. No quería hacerle daño. Podía escuchar cómo corría la sangre de Parthenia en el interior de sus venas.
-Le ruego que tenga mucho cuidado-le pidió Parthenia-No quiero que le pase nada. Y avíseme si hace nuevos progresos.
-Así lo haré-le prometió lord Ruthven.
-De acuerdo...Gracias...
                    Lord Ruthven selló los labios de Parthenia con un beso cargado de calidez.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

EN UNA PEQUEÑA ISLA ESCOCESA

Hola a todos.
Y, por fin, llegamos al final de esta pequeña historia.
Vamos a ver lo que pasa finalmente entre Ashley y Louis.

                       Se estaba haciendo tarde. Louis no veía la hora de regresar a casa con Ashley. Y la joven lo sabía.
-Está empezando a refrescar-comentó Ashley.
                       Louis alzó la mano. El moño que lucía Ashley estaba deshecho y él terminó de soltárselo suavemente. Recordó cómo había sido su noche de bodas. Louis había sido el hombre más amoroso del mundo. Había sabido encender el deseo de Ashley.
-¿Quieres volver a casa?-le preguntó Louis-No quiero que caigas enferma.
-Tengo buena salud-respondió Ashley-Y quiero volver a casa. Empieza a hacer frío.
-Volvamos a casa, cariño.
-Me da pena despedirme de las estrellas. De este firmamento...
                  Los dos regresaron a su casa cogidos de la mano. Disfrutaban demostrándose físicamente el amor que se profesaban. Al lado de Louis, Ashley se había sentido amada. Y quería demostrarle lo mucho que le amaba.
                    Subieron casi sin hablar a su habitación. Los dos cayeron desnudos sobre la cama y permanecieron acostados, muy juntos. Unidos...
                     La mirada de Ashley se posó en la ventana. ¡Qué hermosa es!, pensó. La Luna...Podía ver la Luna desde la ventana de su habitación. Tenía la sensación de que estaba soñando.
                      Louis se colocó encima de Ashley para besarla con adoración. Posó sus labios sobre el cuello de su mujer. Llenó de besos su adorable rostro. Recorrió con la lengua el cuello esbelto de Ashley.
                      Las manos del uno recorrieron el cuerpo del otro intentando memorizar cada lugar, cada rincón. Se susurraron palabras de amor. Louis no se cansaba de besar a Ashley y la joven le devolvía cada beso que él le daba.
                     Estaban unidos desde el primer momento en que se vieron. Cuando salieron a pasear por el jardín, supieron que su espera había terminado. Se habían encontrado. Ashley había encontrado al hombre de su vida. Y Louis había encontrado a la mujer de su vida. Su amor duraría eternamente. Los dos tenían aquel firme convencimiento.
                     El uno recorrió con los labios el cuerpo del otro. Sus respiraciones se iban haciendo cada vez más agitadas. Se necesitaban.
                       Louis llenó de besos los hombros desnudos de Ashley. Sintió la lengua de la joven recorriendo cada centímetro de su piel. Sus manos acariciaron la espalda de su mujer. Llenó de besos cada centímetro de la piel sedosa de Ashley.
                      Recordaron la época todavía cercana en el tiempo en la que Louis cortejaba a Ashley. Un cortejo que se llevó a cabo en unas circunstancias tristes para Adrianne. Recordaban los paseos que dieron bajo la vigilancia de la carabina y las conversaciones que tuvieron sobre ellos mismos. La carabina se hacía la sorda para darles más intimidad, pero nunca se separaba de ellos.
-Quiero hablar con su padre-le dijo Louis a Ashley durante uno de aquellos paseos-No veo la hora de convertirla en mi esposa.
-¿No cree que se está precipitando?-inquirió la chica.
-Le estoy hablando con el corazón. Quiero casarme con usted, milady.
-Me siento muy halagada, señor Norris. Y...Sí...Quiero ser su esposa.
-Entonces, hablaré con su padre. Iré a su casa mañana mismo y hablaré con él. Le pediré que me entregue su mano en matrimonio.
                   Poco a poco, Ashley y Louis se poseyeron mutuamente. Sus cuerpos se unieron. Fue una unión suave. Cargada de dulzura...Ashley miró la Luna. La vio más brillante que nunca.
                   La joven, al terminar todo, se abrazó a Louis y lo besó de lleno y de manera golosa en la boca. No le molestaba sentir el cuerpo de su marido encima de ella. Se sintió protegida y llena de él.
-Pensarás que soy una tonta, pero siento que esta noche es la noche más feliz de mi vida-afirmó Ashley. Louis la besó en la frente-Tengo todo lo que siempre he querido tener. He pecado en el pasado de caprichosa. Pero eso ya ha pasado.
-A mí me gusta complacerte en todo, amor mío-le aseguró Ashley-A mi lado, no te faltará de nada.
                       Louis la besó en los labios antes de apartarse de ella. No quería aplastarla con el peso de su cuerpo. La cabeza de Ashley quedó apoyada sobre el pecho de Louis. Solía dormirse escuchando los latidos de su corazón. El joven apoyó los labios contra el cabello de ella. Rodeó con sus brazos la cintura de Ashley.
                      La respiración de la joven se fue haciendo más tranquila. Era la señal de que se estaba quedando dormida.
                      Louis sonrió al contemplarla. Mi Ashley, pensó con amor.
-Duerme tranquila-le susurró. La besó en la mejilla-Estamos juntos.
                      Cerró también los ojos. Era el hombre más feliz del mundo. La Luna y las estrellas eran testigos de su felicidad en aquella pequeña isla escocesa al lado de Ashley.

lunes, 9 de diciembre de 2013

RECOMENDANDO UNA NOVELA: "MELODÍAS PROHIBIDAS", DE JUDITH ÁLVAREZ

Hola a todos.
Hoy, me gustaría hacer una recomendación de una blog novela preciosa que os cautivará como me ha cautivado.
Se trata de Melodías prohibidas. Su autora es una buena amiga nuestra, Judith Álvarez, más conocida como Citu.
Todos los viernes, Citu sube a su blog "Enamorada de las letras" un capítulo de una novela que tiene de todos.
Sus protagonistas son Annemarie y Richard. Annemarie es la hija de un marqués, quien vive con su hermano mayor, quien parece no quererla, y una madre que es una auténtica zorra, pues parece que disfruta haciendo sufrir a su hija.
Richard, por su parte, es el hijo bastardo de un duque. Ha heredado el título de su padre y vive marcado por el tiempo que pasó en la calle y por la muerte de su madre.
Annemarie y Richard se conocen desde que eran pequeños. Los dos se atraen y se repelen a la vez. Son dos almas rebeldes que están unidas por un vínculo especial: su pasión por la música.
La acción transcurre en el Londres de 1875 y describe cómo eran las reuniones y los tratos de la alta sociedad de la época. Una sociedad hipócrita y de doble moral...Que invita a Richard a sus reuniones, aunque lo pongan verde a sus espaldas por su origen. Una sociedad en la que una mujer se ve obligada a casarse para ser alguien. Una sociedad a la que llega un personaje con la fuerza de un hurcacán, Sarita Montenegro, una mujer mexicana a la que le importa un ardite lo que la sociedad piense de ella y que cambiará para siempre las vidas de Annemarie y de su hermano James. También veremos un poco el nacimiento del movimiento sufragista, encarnado en el personaje de una amiga de Annemarie, Laura, quien es sufragista. Es la época en la que las mujeres están hartas de ser meros apéndices del hombre y reivindican ser independientes. Donde la aristocracia inglesa empieza a quedarse obsoleta en detrimento de los nuevos ricos, quienes han hecho fortuna trabajando.
Sarita y Laura son dos influencias positivas en Annemarie. Al mismo tiempo, Richard y Annemarie se apoyarán el uno en el otro para tener la fuerza suficiente para rebelarse. Para ser capaces de ser ellos mismos sin importarles la opinión de los demás. Su relación, apenas incipiente, va a estar cargada de pasión y de dulzura a la vez, pero también habrá problemas, como en toda buena novela romántica que se precie.
Si queréis conocer a esta pareja que está dando de qué hablar, Citu os espera los viernes en su blog "Enamorada de las letras".
El link es éste:

http://enamoradadelasletras.blogspot.com.es/



Os enamoraréis de Richard y de Annemarie, una pareja con fuerza.

POSDATA: Voto por la pareja formada por James y Sarita.

sábado, 7 de diciembre de 2013

UN CLÁSICO: EL SECUESTRO DE LA PROTAGONISTA

Hola a todos.
Hoy, he decidido dedicar el día a analizar los tópicos de las novelas románticas.
Vamos a hablar un poco acerca de un clásico. Se encuentra en casi todas las novelas románticas que hemos leído. Yo pienso que esto es más bien un clásico de las novelas románticas de época.
Ya dedicaré otro momento a hablar de los malos en las novelas románticas. Son pocas las novelas románticas en las que no aparece uno, dos o más malos que viven consagrados por motivos a cual más disparatado a intentar matar a la pareja principal, juntos o por separado.
En ocasiones, la protagonista, además de sufrir varios intentos de asesinato de los cuales salva la vida gracias a la oportuna aparición del héroe, está a punto de ser secuestrada o la secuestra alguien enviado por el malo.
Hacia el final de la novela, para que pueda haber un duelo entre el galán y el malo malísimo, éste último secuestra a la protagonista.
El malo se vale de distintas estratagemas para raptar a la protagonista. Casi siempre se ayuda de alguien para poder llevársela.
La heroína lo pasa mal mientras está en poder del malo malísimo hasta que aparece su amado. Nunca sé cómo se entera de dónde se encuentra, pero acaba encontrándola.
En ocasiones, el secuestro se lleva a cabo cuando los protagonistas han discutido y están separados. Se nos da a entender que el protagonista, al ver que su amada podía morir, le dice que la ama y que nunca antes ha tenido tanto miedo como cuando la vio en poder del malo.
Entonces, el héroe y el malo se pelean a muerte y el malo muere. Pero, si os fijáis bien, casi siempre muere de manera accidental. El héroe no lo mata. No sé porqué no puede matarlo el héroe después de todo lo que ha hecho. O el malo se suicida o muere de manera accidental.
Me quedo muerta al leer estas escenas. Tanto odio hacia el malo, ¿y no hace nada el héroe para acabar con él? Habla de hacer justicia, ¡y no la hace!
El secuestro de la protagonista, ¿es algo necesario? ¿No hay otros modos de que el héroe y el malo se enfrenten cara a cara sin que corran peligro otras personas? Y todos los secuestros son muy calcados, así como las motivaciones de los malos, los lugares donde permanece retenida la heroína, etc...
Heroínas secuestradas hacia el final de las novelas podemos encontrarlas en casi todas las novelas románticas de época. Gaelen Foley, Shirley Busbee, Amanda Quick, algunas de Johanna Lindsey, etc...
Sus heroínas son secuestradas por el malo para ser rescatada por el héroe. Lo de la declaración de amor hacia el final es para hablar de ello otro día.

 Confieso que he puesto esta carita para ilustrar esta entrada porque es monísima.

viernes, 6 de diciembre de 2013

EN UNA PEQUEÑA ISLA ESCOCESA

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi relato En una pequeña isla escocesa. 

                El tiempo que pasó en el jardín junto a Louis cambió para siempre la vida de Ashley. Por primera vez, se sentía cómoda en compañía de un joven caballero. Apenas estaba empezando a ser cortejada. Sentía que podía hablar de cualquier tema con él. Intuía que Louis la estaba escuchando.
-Hace una noche preciosa-comentó Louis.
-Es curioso-dijo Ashley.
-¿El qué es curioso?
-Nosotros estamos aquí fuera mirando las estrellas. Dentro, en el salón, hay un cadáver. El prometido de Adrianne ha muerto. Y nosotros...
-La vida sigue, milady.
                      Ashley se limitó a asentir. A pesar de la muerte del conde, la vida seguía para ellos.
-¿Cómo está mi hermana?-la interrogó Louis.
-Está destrozada-contestó Ashley.
                     Se sentaron en la hierba. Elevaron la vista al Cielo. Aquella noche, la Luna llena brillaba en lo alto del cielo.
                     Era una noche preciosa. Ni una sola nube cubría el cielo.
-¿Piensa quedarse aquí toda la noche?-quiso saber Louis.
-No quiero dejar sola a Adrianne-contestó Ashley-Es como una hermana mayor para mí.
-Me alegra saber que quiere mucho a mi hermana.



                      El entierro del conde se celebró al día siguiente.
                      Louis se colocó al lado de Ashley durante el sepelio. Le parecía raro sentirse atraído por una chica en un momento tan duro como el que estaba atravesando su hermanastra.
-Íbamos a casarnos-sollozó Adrianne de camino al cementerio-Teníamos toda la vida por delante. ¡No lo entiendo! Es un experto cazador. ¿Cómo pudo habérsele disparado la escopeta? ¿Qué ha pasado? Sólo sé que ya no está a mi lado.
-Llora, Adrianne-le exhortó Ashley-Llorar es bueno. Nos purifica por dentro. Nos limpia por dentro. Y evita que nos pudramos.
                     Sentía la mirada de Louis fija en ella y se estremeció. Piensa en Adrianne, pensó Ashley. Te necesita.
                      Pasaron algunos días desde el entierro del conde de Sherbridge. Ashley fue a visitar a Adrianne. La encontró acostada en su cama. No tenía ni fuerzas para levantarse de la cama. Ashley no había dejado de pensar en Louis. Se sentía culpable por sentirse atraída por el hermanastro de su mejor amiga mientras ésta lloraba la muerte de su prometido. Se sentó en una silla a su lado y trató de hablarle de trivialidades. Pero Adrianne no era tonta. Sospechaba que Ashley le ocultaba algo.
-Puedes contarme lo que quieras-la animó.
-Vas a pensar que soy una egoísta-se lamentó Ashley.
-Estás pensando en Louis. ¿No es así?
-Sí...Por favor, Adrianne. ¡No me odies!
                  A los pocos días, Louis fue a visitar al duque, el padre de Ashley. Le explicó cuáles eran sus intenciones hacia la chica. Quería cortejarla. El duque le dio su aprobación. A partir de aquel momento, Louis Norris empezó a cortejar a Ashley.
                   Un día, salieron a dar un paseo por el Lago Eriboll. Les acompañaba la vieja niñera de Ashley, quien hacía las veces de carabina.
-Estoy enamorado de usted, milady-le confesó Louis a bocajarro. Ashley le miró atónita-Sé que es un poco precipitado. Pero siento que llevo toda la vida buscándola. Tiene derecho a rechazarme. Yo soy poca cosa para la hija de un duque.
-No pienso eso-replicó Ashley-Pero estoy atónita. No me esperaba oír una declaración. Yo...
-Tiene todo el derecho del mundo a rechazarme-le aseguró Louis.
-No quiero rechazarle. Siento lo mismo que usted. Yo...
-¿También me ama?
-Sí, mister Norris. Le amo.
-Milady...Yo...
                   La vieja niñera de Ashley estaba cerca de ellos.
                   No podían hablar de aquel tema delante de ella. Decidieron regresar a casa. Allí, Louis le pidió al duque la mano de Ashley.



                Se casaron pocas semanas después. Había sido el compromiso más corto que jamás había tenido lugar en toda Escocia. Se habló mucho de ello durante los meses que habían seguido. La boda que se celebró fue más bien sencilla. Ashley y Louis decidieron respetar el luto que llevaba Adrianne al conde. No hubo fiesta de compromiso. Pero sí hubo un anuncio que se hizo oficial gracias a la prensa. Las amonestaciones se hicieron públicas menos de una semana después del anuncio del compromiso. Y la boda no tardó en celebrarse.

jueves, 5 de diciembre de 2013

EN UNA PEQUEÑA ISLA ESCOCESA

Hola a todos.
Hoy, me gustaría compartir con vosotros este relato. Lo he dividido en partes para que no resulte pesado.
Cuenta la historia de amor que nace entre dos jóvenes soñadores e idealistas. La acción transcurre en una pequeña isla escocesa, como dice el título, a principios del siglo XIX.
¡Espero que os guste!

FOREWICK HOLM, PAPA STOUR, ARCHIPIÉLAGO DE LAS SHETLAND, EN ESCOCIA, 1800

          El Sol estaba comenzando a ocultarse en el horizonte cuando la joven paraje abandonó la casa en la que vivían. Era algo que hacía desde que llegaron a aquella pequeña isla, unas semanas antes. Vivían en el centro de la isla de Forewick Holm. Los dos caminaban en dirección a la orilla. La joven esposa, llamada Ashley, se quitaba los zapatos porque le gustaba sentir el suelo bajo sus pies desnudos. La vida de Ashley había cambiado desde que se casó con Louis. Le gustaba vivir en aquella pequeña isla, tan aislada del mundo. Ashley y Louis eran almas gemelas. Los dos habían llegado a aquel convencimiento durante la ceremonia que los unió en matrimonio. Louis era un joven que buscaba la paz para su alma, atormentada por el recuerdo de la guerra. Ashley disfrutaba con el sonido de las olas e inventaba dibujos en el cielo cuando miraba las estrellas. 
                 Recordaba la noche en la que Louis y ella se conocieron. Salieron a dar un paseo por el jardín de la mansión en la que se encontraban y contemplaron el cielo estrellado. Las circunstancias habían sido tristes y a Ashley le apenaba recordarlas. Cuando salió a dar un paseo por el jardín con Louis, necesitaba alejarse del ambiente que se respiraba en el interior de la mansión. 
                El prometido de la mejor amiga de Ashley, Adrianne, había fallecido en un accidente de caza. Hacía escasos días que habían anunciado su compromiso en una fiesta que organizó el padrastro de Adrienne. La boda con el conde de Sherbridge iba a suponer para Adrianne un nuevo comienzo. Sus primeros años de vida habían sido un Infierno. Con un padre violento y maltratador...Tenía cicatrices por todo el cuerpo. A la muerte del padre, la madre de Adrianne pudo escapar de aquel Infierno. Rehizo su vida al lado de un hombre viudo y padre de dos hijos. Mister Norris era para Adrianne como un padre.
                Ashley conoció a la joven en aquella época. Por aquel entonces, Ashley era apenas una niña. Pero Adrianne y ella se convirtieron en uña y carne. Estaban muy unidas desde entonces. Ya había pasado algún tiempo desde la muerte del conde. Y Adrianne no había logrado superarlo. De hecho, la joven estaba pensando seriamente en tomar los hábitos porque sentía que no podía seguir viviendo si no estaba con ella su amado. 
                 ¿Es justo que yo sea feliz cuando mi mejor amiga está sufriendo tanto?, se preguntó Ashley. No es justo. 
                  Louis y ella se sentaron en el suelo. Los dos hablaron de los lugares a los que querían viajar. Louis no había hecho aún el viaje que todos los jóvenes suelen hacer por Europa. 
-Te gustará conocer Suecia-le aseguró a Ashley-Dicen que es muy bonita.  
                  La chica cerró los ojos. Se imaginaba así misma viajando por los lugares de los que Louis le hablaba.
-Ceilán...-dijo, de pronto.
-¿Quieres ir a Ceilán?-inquirió Louis.
-Nunca he estado allí. Pero la conozco de los libros que he leído. ¡Me gustaría conocer Ceilán!
                   Soplaba una brisa suave que movía los mechones de pelo de Ashley, quien tenía los ojos cerrados. Louis le cogió la mano. La besó en la cabeza.
                  Un pájaro pasó volando por encima de sus cabezas.
-Es una buena señal-opinó Louis-Los pájaros son libres.



                   Eran muy pocas las personas que vivían en aquella isla.
                  Era una sensación muy irreal la que ambos experimentaban al vivir allí.
                   En la casa quedaban la criada y la cocinera. Eran el único servicio que tenían.
-No tardarán mucho en acostarse-comentó Ashley-Nosotros siempre volvemos tarde.
                     El cielo ya estaba oscuro y estaba cubierto de aquellas brillantes estrellas. La Luna era llena aquella noche. Y podían contemplarla desde donde estaban sentados. Una Luna llena brillante y redonda que se veía reflejada en el mar. Era un espectáculo precioso.
                     Ashley se despertaba temprano. Se asomaba a la ventana y veía las barcas de los pescadores del archipiélago ya faenando. Le gustaba ver cómo empezaba a amanecer. Cómo salía el Sol por el horizonte. El comienzo de un nuevo día...
-Nos hemos quedado solos en el mundo-afirmó Louis.
                      Rodeó con su brazo los hombros de su mujer. La atrajo hacia sí con la intención de abrazarla con fuerza. Besó de manera suave y un tanto distraída la frente de Ashley.
-¿Y eso es malo?-sonrió la joven.
                     Louis la besó en una mejilla.
-Eso es maravilloso-contestó el joven.
                     Se apartaron un poco y Louis besó las manos de su mujer.
-No me gustaría tener que viajar a Durness-afirmó Ashley-Es un lugar triste.
                     Louis la besó con pasión en los labios. Al separarse, notó el calor que desprendía el cuerpo de su mujer.
-No viajaremos allí si no quieres-le prometió-Nos quedaremos aquí. En esta isla...Es nuestro hogar.
-Nuestro hogar...-repitió Ashley-¡Me gusta! Sí...¡Me gusta cómo suena!
                      Era el mes de diciembre. Pero las vidas de ambos cambió a principios del mes de febrero. Fue en aquel mes cuando los dos se conocieron. Ocurrió durante el velatorio del conde de Sherbridge. Ashley fue allí para apoyar a Adrianne. Louis era el hijo del padrastro de la joven. Aún no se conocían.
                  A mediados de enero, Adrianne fue a ver a Ashley a la casa de su padre, el duque de Warburton. Las dos amigas eran naturales de Durness, en las Tierras Altas. Ashley la hizo pasar al salón.
-¡Me voy a casar!-le anunció Adrianne a bocajarro.
-¿Qué me estás contando?-se asombró Ashley-¿Cómo que te vas a casar?
-Drake me ha pedido que me case con él.
-¿Cuándo?
-Fue ayer. Vino a ver a mi padrastro. Y él aceptó. ¡No quepo en mí de alegría! ¿Te imaginas, Ashley? ¡Seré la condesa de Sherbridge!
-¡Oh, Adrianne! ¡Eso es maravilloso!
                      Pero todo eso cambió en cuestión de pocos días. A principios de febrero, el conde falleció en un accidente de caza. Ashley estaba en el salón de la mansión de mister Norris intentando consolar a Adrianne, quien no paraba de llorar.
-¿Por qué?-repetía sin cesar entre sollozos-¡No puede ser cierto!
                    La mansión de mister Norris estaba llena de gente. Todo el mundo se acercaba a Adrianne a darle el pésame. Lo que le había ocurrido había sido una verdadera tragedia. Iba a anunciarse en breve su compromiso de manera oficial con el conde.
                     Ashley no pensaba en eso. Sólo pensaba en lo injusta que había sido la vida con Adrianne. Y, entonces, le vio llegar.
                     Louis estaba estudiando en la Universidad de Glasgow cuando supo que su hermanastra estaba prometida con el conde de Sherbridge. Decidió regresar a casa para felicitarla personalmente porque sentía que escribirle una carta era muy frío.
                     Pero, en mitad del trayecto, recibió la mala noticia. El conde de Sherbridge había fallecido. Louis se quedó de piedra al encontrar a Adrianne.
                     Parecía un fantasma. Estaba más pálida y más demacrada que nunca. Se había puesto un vestido de color negro. Se sentía la viuda del conde. Y pensaba comportarse como tal. No volvería a enamorarse nunca más.
-Adrianne...-susurró Louis al colocarse frente a ella.
-Llegas tarde-se lamentó la aludida-Yo ya estoy muerta. Sin Drake...¿Qué será de mí?
-Pero no estás sola-intervino Ashley-Tienes a tus padres. Tienes a tus hermanos. Me tienes a mí.
-Drake...¡Yo lo amaba!
                   La madre de Adrianne apareció en aquel momento. Fue ella la que presentó a Ashley y a Louis. La mujer se encargó de Adrianne. Dijo que la joven tenía que subir a acostarse porque necesitaba descansar un poco. Ashley y Louis se quedaron solos mirándose a los ojos con curiosidad.
-Lamento mucho que nos hayamos conocido en estas circunstancias-dijo Louis-Mi hermana me ha hablado mucho de usted.
-No le conozco-afirmó Ashley-Pero Adrianne me ha hablado mucho de usted. Sólo sabe halagarlo. Le quiere mucho.
-El cariño es mutuo. Nuestros padres llevan poco tiempo casados. Adrianne ha sufrido mucho por culpa de ese canalla que tenía por padre. No se merece lo que le ha pasado.
                     Ashley se sintió cómoda en compañía de aquel joven al que nunca antes había visto.
-Es la primera vez que acudo a un velatorio-le confió.
                     Sentía que se asfixiaba dentro de aquel salón lleno de gente vestida de negro y con gestos doloridos y serios. Alguien se había encargado de amortajar el cadáver del conde. Estaba pálido como la cera. Ashley se había mareado al verlo metido dentro de aquel ataúd abierto. Siempre había sido una chica alegre. Le gustaba ir a bailes y divertirse. Aquel velatorio era demasiado para ella. Louis lo intuyó, de modo que decidió sacarla del salón y llevarla al jardín.
-Le conviene tomar el fresco-le aseguró.



                     Ashley agradeció el poder salir al jardín. Louis y ella entablaron conversación.
-¿Por qué no le he visto antes?-le preguntó.
                     Louis le contó que estaba estudiando en la Universidad de Glasgow. Su padre era un influyente abogado. Y Louis quería seguir sus pasos. Dieron un paseo por el jardín.
-Yo acabo de ser presentada en sociedad este año-le contó Ashley-He viajado a Edimburgo.
                    Hablaron mientras caminaban por el jardín durante un buen rato.
-Pero confieso que me gustaría salir de Escocia-se sinceró Ashley-Me gustaría recorrer el mundo. Viajar.