domingo, 31 de agosto de 2014

APRENDIENDO A AMARTE

Hola a todos.
Después de muchísimo tiempo sin poder avanzar en esta historia, he podido darle un pequeño empujón.
En esta ocasión, asistiremos a un encuentro entre Clarissa y Devin.
Más adelante, cuando pueda, os daré más noticias acerca de este relato.
De momento, espero que os guste este fragmento.

ENTRADA ELIMINADA.
POR FAVOR, DISCULPEN LAS MOLESTIAS.
GRACIAS.
                               

lunes, 18 de agosto de 2014

UN CABALLERO PERFECTO

Hola a todos.
Ni me acuerdo del tiempo que hace que no subo ningún fragmento nuevo de esta historia.
Es una de las muchas historias que tengo pendientes. Está sin acabar y no sé cuándo la acabaré porque otros proyectos ocupan mi tiempo.
Pero pienso acabarla en cuanto pueda. ¡Lo prometo!
De momento, he podido escribir dos fragmentos.
El primer fragmento lo pienso subir ahora mismo. El otro fragmento lo subiré, espero, a lo largo de esta semana.
"Una brisa suave" es la blog novela que pienso terminar. Es el proyecto que ocupa todos mis pensamientos y mis energías en estos momentos.
Os ruego que tengáis un poco de paciencia.
De momento, os dejo un fragmento en el que Bárbara acude a merendar a la casa donde vive Charles con su familia.

                                     Bárbara acudió a tomar el té a la casa de Charles al cabo de varios días.
                                     Saludó a Lauren besándola en ambas mejillas.
                                     Fue la propia Lauren quien sirvió el té que había preparado. También había preparado magdalenas para acompañar el té.
-Tienen muy buen aspecto las magdalenas-la alabó Bárbara-¡Seguro que están deliciosas!
                                    La joven cogió una magdalena y le dio un mordisco.
                                   En su opinión, estaba bastante sosa. Le faltaba algo de azúcar.
                                   La casa estaba más limpia. Tanto Phoebe como Lauren estaban decorando la casa a su gusto. Charles ya había reparado los desperfectos que tenía.
-Se ha revelado como un hombre muy trabajador-comentó Lauren-En realidad, siempre ha sido muy trabajador.
-Te noto un poco triste-observó Bárbara.
                                 Lauren suspiró con tristeza. Su habitación le parecía fea y oscura.
                                 En ocasiones, Lauren sentía que odiaba a Anthony. Le culpaba por haberlas arruinado. Debían de depender de Charles para todo. Lauren casi no se atrevía ni a mirarle a la cara después del modo tan abominable con el que lo habían tratado.
-Debería de habernos echado a la calle-se lamentó la joven-Fuimos muy crueles con él.
                                 Le habían culpado de la muerte de Anthony. Lauren tuvo que admitir que Anthony había sido el único responsable de su muerte. Había sido un mal marido para Daphne. Y habría sido un pésimo padre para el hijo que ésta iba a darle.
-¿Dónde está mi cuñada?-inquirió Lauren-Me gustaría mucho verla.
-Se ha quedado en casa-contestó Bárbara-Mi madre quiere enseñarle a bordar bainica. Piensa que Daphne necesita entretenerse con algo.
                                Lauren se inclinó a darle la razón. Phoebe había empezado a coser las cortinas.
                                Las cortinas que había en aquella casa estaban rotas. Antes o después, habría que contratar al personal de servicio.
-¿Y cómo estás tú?-quiso saber.
                               Bárbara estaba algo preocupada. Hacía semanas que no tenía noticias de su prometido. Lo último que sabía de él era que se encontraba en Plockton, en las Tierras Altas de Escocia. Tenía un castillo allí. Pasaba mucho tiempo en el castillo. Bárbara deseaba conocer aquel lugar.
                             Se encogió de hombros.
-Bueno, como ya sabrás, soy una mujer prometida-contestó Bárbara-Pero me temo que no te lo han contado. Mi padre me ha prometido en matrimonio con un excelente partido. Yo estoy muy ilusionada con la boda. Pienso que le podría hacer muy feliz. Y que él podría hacerme muy feliz a mí.
                               Lauren la abrazó.
-¡Me alegro muchísimo por ti!-exclamó.
                              Sus palabras sonaron sinceras. Sin embargo, Bárbara estaba pensativa. Daphne se había casado con Anthony perdidamente enamorada de él y su matrimonio había sido un desastre. Ella no estaba enamorada de su prometido. ¿Significaba eso que iba a ser feliz en su matrimonio? Su futuro marido tampoco la amaba.
                              No se hacía ilusiones.
-Bárbara...-llamó una voz a la joven-¡Qué sorpresa! ¡No esperaba verte por aquí! Me alegro de que le estés haciendo compañía a Laurie.
                             Era Charles.
                             Bárbara se fijó en que estaba sucio. Se pasaba todo el día arreglando cosas.
-No puedo dejar de visitar a una amiga-afirmó.
                             Se puso de pie.
-Además, lo que más necesita Laurie en estos momentos es una amiga-añadió Bárbara.
                             Besó a Charles en las mejillas.
-Eres bienvenida a esta casa-le dijo el joven.
-Te lo agradezco-dijo Bárbara.

jueves, 14 de agosto de 2014

TE ESPERARÉ SIEMPRE

Hola a todos.
Hoy, me gustaría compartir en este blog el relato con el que el año pasado participé en la Antología que organizó Dulce, la administradora de "El Club de las Escritoras", al que pertenezco, con la que quiso celebrar el Día de San Valentín.
Y lo logró. Pasión y amor es una Antología compuesta de treinta y dos relatos cargados de romanticismo y de dulzura.
¡Lo recomiendo!
El relato con el que participé se llamaba Te esperaré siempre. 
Es una historia de amor que transcurre en el siglo XIX.
Espero que os guste.

                                       TE ESPERARÉ SIEMPRE

                 Había crecido escuchando la historia de sus antepasados. Natalie Jackson vivía con sus padres en la isla de Ramsey, en el suroeste de Gales. Era la menor de tres hermanas. Corría el año 1701. Su piel era blanca como la leche y suave al tacto. Poseía un largo cabello de color plateado, como un rayo de Luna. Y sus ojos eran de color verde musgo. Su gran belleza, unida a su gran dote, la había convertido en todo un trofeo a conseguir a manos de ciertos caballeros. Natalie tenía fama de ser una joven fría como el hielo. Los caballeros acudían a verla atraídos por su belleza. Pero se veían rechazados por ella. Le escribían versos copiados. Le hacían costosos regalos. Iban a visitarla a su casa en la isla sólo para ser rechazados por Natalie.
            Todo eso cambió cuando conoció al teniente Wulfgar Norton. No era un aristócrata, sino un simple squire (terrateniente inglés) que había hecho carrera en el Ejército. Wulfgar había oído hablar de Natalie y de su ya legendaria frialdad. Se propuso conquistarla a cualquier precio. Wulfgar tenía una merecida fama de libertino y de pendenciero. Había recibido una esmerada educación que le hacía ser bien recibido a las casas más importantes de Gales. Sus ojos eran de color gris como el acero. Su piel estaba tostada por el Sol. Y su cabello era negro como la noche. Creyó que Natalie sería como las otras jovencitas de voz dulce y modales recatados que había conocido.
            No tardó mucho en darse cuenta de su error.
            Fue a visitarla a su casa en la isla de Ramsey y se podría decir que aquel primer encuentro fue un flechazo en toda regla.
            Wulfgar se convirtió en un visitante asiduo de la casa de los Jackson. Se había enamorado de la hermosa Natalie. Una intensa pasión fue creciendo poco a poco entre ellos a medida que Wulfgar visitaba la casa de los Jackson. Pero éstos se enteraron de la mala fama que tenía Wulfgar y le prohibieron que fuera a visitar a su hija.
            Sin embargo, Natalie no estaba dispuesta a renunciar a él. Y Wulfgar tampoco quería dejar de verla.
            Se veían a escondidas entre los brezales cercanos a la casa de los Jackson. Sus miradas se lo decían todos. Las palabras que pronunciaban sonaban vacías. Hablaron de fugarse. Pero no les dio tiempo.
            A Wulfgar le llegó una carta en la que le comunicaban que tenía que partir rumbo a España, que estaba sumida en una profunda Guerra Civil tras la muerte sin herederos del Rey Carlos II. El nieto del Rey de Francia, Felipe de Anjou, y el Archiduque Carlos se disputaban el trono de España. Inglaterra tomó partido por el Archiduque.
            Wulfgar y Natalie se vieron por última vez en los brezales. Y vivieron su primera y única noche de amor el uno en brazos de la otra. Se besaron de manera más apasionada que de costumbre. Desnudo él y ella cubierta por su camisola, cayeron al suelo. Se besaron muchas veces. Se abrazaron con fuerza.  Se prodigaron muchas caricias. Y todo para separarse al día siguiente. Se abrazaron por última vez antes de que Wulfgar partiera. Natalie le juró que le esperaría siempre. Era un 14 de febrero del año 1702 y Natalie, al ver que Wulfgar se alejaba de ella, supo que se había llevado consigo su corazón.
            Un mes después, a Natalie no le había llegado todavía el periodo. Y vomitaba todo cuanto caía en su estómago. Sus padres no tardaron en darse cuenta de que Natalie estaba esperando un hijo. Y que el padre de ese hijo estaba combatiendo en algún lugar de España. Lo peor de todo era que se trataba del rechazado Wulfgar Norton.
            A pesar de las súplicas de Natalie, sus padres apalabraron su matrimonio con lord Arthur Alexander, hermano menor del vizconde de Lawless. Lord Arthur tenía más de sesenta años. Estaba muy enfermo. Conocía a Natalie desde que era una niña. No harían nunca vida conyugal. Pero, aún así, el bebé que esperaba la joven no sería un bastardo. Con el corazón destrozado, Natalie accedió a casarse con lord Arthur.
            Natalie se fue a vivir con él a su residencia situada en Llangefni. Por suerte, su embarazo aún no se notaba. Natalie se obligó así misma a querer a su esposo. Era un buen hombre. Le gustaba hablar largo y tendido con ella sobre cualquier tema. Nunca quiso indagar en el asunto del padre del bebé que estaba esperando.
            Finalmente, le llegó a Natalie la hora de dar a luz. Fue un parto largo y doloroso. El fantasma de Wulfgar no dejaba de acosarla. A la caída del Sol, vino al mundo el hijo que había engendrado con su amado. Fue un hermoso niño.
            Recibió el nombre de Arthur. El hombre lo quería muchísimo, pese a que no lo había engendrado. Poco a poco, se fue apagando. Antes del primer cumpleaños del niño, lord Arthur murió. Natalie lloró con sinceridad la muerte de su esposo.
            Después de eso, Natalie confió en que Wulfgar regresara algún día a buscarla. Le confesaría la verdad. Cuando se separaron, había hecho el voto de que le esperaría siempre. Un voto que se había visto brevemente roto para que el niño que iba a tener no fuera un bastardo. Aún así, no pudo evitar las habladurías con respecto a su inesperado matrimonio con lord Arthur. Los años fueron pasando. Su hijo iba creciendo. Era un niño travieso e inquieto.
            Por desgracia, Wulfgar nunca regresó a buscarla. Un día, le llegó una carta a Natalie. Su amado había muerto durante la batalla de Almansa. En ese mismo instante, Natalie cayó desmayada al suelo. Había perdido toda la ilusión por la vida. Empezó a dejarse morir desde ese mismo instante.
            Al año siguiente, casualmente, otro 14 de febrero, Natalie murió. Fue enterrada al lado de lord Arthur en el cementerio de Llangefni.
            El verdadero origen del joven Arthur Alexander salió a la luz gracias a una carta que le escribió su madre antes de morir y que le fue entregada cuando se hizo mayor.
            Desde entonces, corría en su familia la leyenda de que todo aquel que se enamoraba veía truncado su amor de un modo trágico.
            Hester Blackwood era descendiente directa de Wulfgar Norton y de Natalie Jackson. Vivía en un magnífico bungalow situado en pleno centro de Colombo, la capital de Ceilán junto con sus padres y su prima Erin.
            A sus diecisiete años, Hester se había convertido en una joven hermosa e inteligente. Era alta y rubia. Su piel era blanca como la leche. Seguía los consejos de su institutriz, que le decía que debía de salir a la calle protegiéndose del Sol con una sombrilla.
Hester había nacido y había crecido en Ceilán y había recibido una esmerada educación. Erin se había ido a vivir con sus tíos tras la muerte de su padre. Era natural del un pequeño pueblo de Kansas.
Erin y Hester eran hijas únicas. De modo que Hester consideraba a su prima como su hermana mayor. La muchacha era tan coqueta como lo podía ser las chicas con las que se relacionaba, todas ellas miembros de la colonia británica de la ciudad. El padre de Hester era el hermano menor del barón de Clements y, gracias a su tesón, había llegado a ser el dueño de una importante empresa de exportación e importación.
            Para ser sinceros, Erin se había vuelto una amargada. No había logrado ser feliz. Y creía que nadie tenía derecho a serlo. Muchas noches, se quedaba dormida mientras lloraba amargamente.
            Los que conocieron a Erin en su pueblo en Kansas la definían como una joven de gran temperamento. Tenía un genio muy vivo. Era muy bella y seductora. Pero, al mismo tiempo, pecaba de ingenua. Un próspero y apuesto ranchero se fijó en ella. Erin era, por aquel entonces, rebelde y apasionada. Llevaba de cabeza a su padre, el cual no sabía cómo controlarla. El hombre se había casado con la única hermana de la señora Blackwood. Para su sorpresa, encontró a Erin medio desnuda en el granero en compañía de aquel ranchero. Algo se quebró dentro de Erin cuando su padre le recriminó su comportamiento, ya que su amado era un hombre que estaba a punto de casarse con otra mujer.
            El padre de Erin falleció a los pocos días. La joven decidió irse a vivir con sus tíos a Colombo. Se juró así misma que ningún hombre volvería a hacerle daño.
             Todos los pretendientes que tenía eran rechazados una y otra vez por ella hasta que perdían todo su interés. Erin afirmaba que los hombres sólo querían una cosa de las mujeres y prevenía a Hester contra ellos. La muchacha confiaba ciegamente en los consejos que le daba su prima. Las amigas de Hester, en cambio, se reían de Erin. La veían como una solterona amargada. Le decían a Hester que su prima estaba celosa de ella porque la veía feliz. Hester no quería pensar nada malo de Erin, que tenía ya veintidós años.
            Entonces, Hester se enamoró de un joven cingalés y fue correspondida por él. No le contó nada a Erin. Patrick era un joven que trabajaba como talabartero. Se había convertido al cristianismo años antes. Al morir sus padres, fue acogido por un sacerdote metodista. Lo bautizó. Y le puso el nombre de Patrick.
El joven y Hester se enamoraron nada más cruzarse sus miradas cuando Patrick le entregó al señor Blackwood la silla de montar que le había encargado que hiciera para Erin.
            Tal y como hizo su antepasada, Hester empezó a verse a escondidas con Patrick. Se encontraban a orillas del lago Beira. Hester decía que iba a ver a sus amigas y corría al encuentro con su amado, sabedora de que, de pie junto al lago, la estaría esperando. Patrick era alegre y siempre estaba de buen humor. Él le hacía pequeños regalos a Hester que ella escondía para evitar que Erin los viera. Patrick le regalaba ramitos de flores silvestres. Una vez, le colocó una flor en el pelo que Hester llevó puesta durante días. Sabían que nada escapaba de la mirada crítica de Erin. Si comían a orillas del lago, Hester se obligaba así misma a sentarse a la mesa a la hora de cenar y comer sólo para disimular. Las primeras veces que Hester y Patrick se vieron, los dos se quedaron callados y no sabían de qué hablar. Él le contaba cómo fabricaba las sillas de montar. Y ella le hablaba de las aburridas fiestas a las que iba.
            Patrick estaba cada vez más enamorado de Hester. Su carácter bondadoso y alegre la fue conquistando cada vez más. Cuando estaban juntos, Hester podía ser ella misma y afloraba su verdadera personalidad. En el fondo, era muy apasionada. Y Patrick estaba despertando en su interior sentimientos nunca antes experimentados.  
            Mientras mojaban sus pies desnudos en el lago, Patrick se atrevió a cogerle la mano a Hester. Otro día, sus dedos se atrevieron a tocar el pelo rubio de la muchacha. Una tarde, los labios de Patrick rozaron suavemente por primera vez los labios de Hester.
            Se besaron en muchas ocasiones a partir de ahí. Los besos que se daban empezaron a ser más apasionados. Se juraron amor eterno. Hicieron muchos planes para el futuro. Hester creía que su familia acabaría aceptando a Patrick.
            Por desgracia para ambos no fue así. ¿Cómo un talabartero cingalés podía aspirar a la mano de la hija de un importante hombre de negocios inglés? El muchacho fue expulsado de la casa de los Blackwood. Erin se enfadó muchísimo con Hester. Le prohibió tajantemente que volviera a ver a Patrick y sus tíos la apoyaron. Hester se sintió más sola que nunca.
            Una noche, durante una fiesta, Hester se escabulló. Como siempre, Patrick la estaba esperando a orillas del lago. Hester había pasado las dos últimas noches llorando inconsolablemente. A pesar de todo, la habían dejado ir a la fiesta. Su corazón le gritaba que era una cobarde por no rebelarse. Estaba repitiendo la historia de su antepasada Natalie.
            Sería la última vez que se vieran a orillas del lago porque Hester así se lo juró así misma.
            Patrick insistió en que huyeran juntos muy lejos de Colombo. Hester rompió a llorar amargamente. Patrick sintió que su corazón se rompía. A pesar del amor que se profesaban, Hester estaba asustada.  Aún así, Patrick se juró así mismo que no iba a renunciar a ella.
            Era un 14 de enero del año 1854.
            Con las manos, Patrick secó las lágrimas que rodaban por las mejillas de Hester. Le acarició el pelo rubio muy claro. Le susurró que siempre la amaría.
-¿Por qué la vida se empeña en separarnos?-se lamentó Hester.
-No lo sé-suspiró Patrick-Sólo sé que te amo.
            Abrazó con cariño a Hester. La besó en la frente. La besó en las mejillas. La besó con pasión en los labios. Y fue en aquel momento cuando empezó a llover.
            Había una casita cerca del lago. Estaba abandonada desde hacía muchos años. Patrick la había descubierto algún tiempo atrás.
            Fue una noche llena de amor y de pasión.
            La lluvia era cada vez más fuerte. Todavía era la época del monzón. La oscuridad inundaba la casita y sólo se veía iluminaba con la luz brillante del relámpago. Patrick y Hester se miraron con deseo. El joven luchaba contra la pasión que sentía por ella. Se acercaron lentamente sin darse cuenta de lo que estaban haciendo. Hester estaba temblando cuando Patrick rodeó su cintura con los brazos. Hester supo lo que iba a pasar y, a pesar de sus temores, besó con suavidad los labios de Patrick.
            Él la besó de nuevo. Pero el beso que le dio fue mucho más largo y mucho más apasionado que el anterior.
            Casi sin darse cuenta, las ropas de ambos fue cayendo poco a poco al suelo. Ya desnudos, Patrick alzó en brazos a Hester. La condujo hasta el estrecho jergón. La depositó allí con delicadeza.
            Volvieron a besarse con ansia y empezaron a acariciarse el uno al otro. Patrick estaba muy excitado y deseaba poder fundirse con Hester. Mientras, Hester estaba nerviosa, pero también estaba deseosa de unirse a Patrick. Ser uno.
            Se besaron en muchas ocasiones. Los besos que se dieron fueron apasionados. Pero también fueron besos llenos de amor. Besos cargados de ternura…Patrick y Hester eran vírgenes, pero los dos actuaban movidos por el deseo. Patrick llenó de besos cada centímetro de la piel de la muchacha.
            La boca del joven se deslizó sobre el cuello de Hester. Llenó de besos sus pechos. Recorrió con su lengua el vientre de Hester. Llegó a besar sus piernas. La piel de Hester ardía en contacto con la piel de Patrick. Entonces, el joven se introdujo poco a poco en su interior.
            Esa noche, mientras la lluvia caía fuera, Patrick y Hester tomaron posesión el uno del otro, sabiendo que aquello tenía que pasar porque sentían que habían nacido para estar juntos. Aquella noche, se convirtieron en uno solo ser.
            Fue la primera vez para ambos. Y había sido su primera vez junto con el ser amado. Que siempre amarían.
            Todo terminó. Pero seguía lloviendo. Permanecieron en aquel estrecho jergón acostados. Besándose una y otra vez.
            Al día siguiente, se vistieron mientras recordaban lo ocurrido durante la noche. Hester sintió que se le rompía el corazón al pensar que no volvería a ver a Patrick.
-Tengo que viajar a Madras-le contó Patrick-Pero volveré en un mes.
-¿Qué me quieres decir con eso?-inquirió Hester.
-Te estaré esperando aquí. Junto al lago…Cuando regrese dentro de un mes, vendré al lago. Y te estaré esperando aquí. Si no vienes, entonces me iré.
-¡No me pidas que haga eso! No voy a ir. Tú lo sabes. Mi familia…Mi prima… Ellos no aprueban que estemos juntos. Y yo…¡Soy una cobarde! Nuestro amor es imposible.
-No puede ser imposible cuando tú y yo nos amamos, Hester.
-Patrick…
-En un mes, habré vuelto y te estaré esperando.
            Hester lo besó con pasión y salió corriendo de la casita. Por suerte para ella, ni sus padres ni Erin se habían percatado de su ausencia.
            Nadie supo que Hester había perdido su virginidad la noche de la tormenta. El periodo le vino a la muchacha en su fecha correspondiente. Eso la destrozó. Le habría gustado ser como Natalie. Haber tenido un hijo de su verdadero amor.
            A escondidas, Hester lloraba. Se preguntaba si sería capaz de escaparse de casa. De empezar una nueva vida al lado de Patrick. Vivía atormentada por las dudas. Presenció durante aquellos meses las visitas que Erin recibía de sus pretendientes. Pero ésta seguía rechazándolos a todos. Hester se preguntaba el porqué su prima era tan cruel con aquellos jóvenes. Era obvio que sentían algo por ella. Pero Erin no quería saber nada de ninguno de ellos.
            Estaba convencida de que Hester le había hecho caso y había olvidado ya a aquel joven cingalés.
            El día 13 de febrero, Hester estaba sentada en el salón. Estaba bordando un pañuelo para su ajuar de bodas. Erin estaba leyendo un libro en voz alta. Su madre, sentada a su lado, estaba liando un ovillo de lana.
            Hester no dejaba de pensar en lo mismo. Patrick regresaría al día siguiente. Tenía que tomar una decisión. No prestaba atención a lo que Erin estaba leyendo. Fuera, había empezado a caer una ligera llovizna. Hester no se fijó en cómo estaba bordando. Sabía que Patrick iría a esperarla a orillas del lago Beira. Pero Hester estaba demasiado asustada como para tomar una decisión. Recordaba demasiado bien la noche de amor que habían vivido. Los votos y las promesas de amor eterno que se habían hecho mientras estuvieron juntos en aquella casita. ¿Qué puedo hacer?, se preguntó Hester.
-No me estás prestando atención-le recriminó Erin.
-Discúlpame, prima-se excusó Hester-Estaba pensando en otra cosa.
-Espero que se trate del bordado.
-Te está quedando bien el pañuelo, hijita-la aduló la señora Blackwood.
            Hester no la escuchó. El ceño fruncido de Erin…Los falsos halagos de su madre…Cerró los ojos con fuerza.
            Al día siguiente, Hester se encerró en su habitación. Miró por la ventana en busca de una señal. La ciudad seguía con su ritmo de vida normal. Y Patrick estaba a punto de llegar.
            Era un 14 de febrero. Aquel día, pero muchos años antes, Wulfgar y Natalie se habían separado para siempre.
            Hacía Sol aquel día. Hester se había puesto un vestido de color negro. Había metido algo de ropa en una maleta. Abandonó su casa sin ser vista. Le latía muy deprisa el corazón. Mientras se dirigía al lugar de la cita, Hester había sentido terror. Pero se había obligado así misma a seguir caminando. Paseaba por la orilla del lago Beira. Se sentó en el suelo y se preguntó si Patrick acudiría a la cita. El agua del lago le pareció más cristalina que nunca. Ni una sola nube cubría el cielo. En aquel momento, Hester sintió cómo alguien le tapaba los ojos. Aquel gesto la sobresaltó.
-¿Quién es?-inquirió.
            La mano se apartó de sus ojos y Hester se dio la vuelta para ver quién era. El corazón empezó a brincar muy deprisa dentro de su pecho. ¡Era Patrick! ¡Había cumplido su promesa! El joven sonreía radiante al ver que Hester había acudido a su cita.
-Sabía que vendrías-se emocionó Patrick-Sabía que lucharías por nuestro amor.
            Hester sintió cómo las lágrimas corrían por sus mejillas. No podía articular palabra. Pensaba que todo lo que estaba pasando era producto de su imaginación. De algún modo, al triunfar su amor, también había triunfado el amor entre Wulfgar y Natalie.
            Un gritito de alegría se escapó de la garganta de Hester. Llenó de besos el rostro de Patrick. Sus labios se encontraron y se fundieron en un beso largo y apasionado. Un beso cargado de promesas que se cumplirían. Un beso lleno de esperanza en el futuro que les aguardaba.
            Hester pensó en Natalie. De algún modo, ella y Wulfgar habían vuelto a estar juntos. Ella y Patrick serían felices y, de aquel modo, honrarían a sus antepasados. Nunca más volverían a separarse.


FIN
            

domingo, 10 de agosto de 2014

EL VAMPIRO (LA CONVERSIÓN DE LORD RUTHVEN)

Hola a todos.
Hacía mucho que tiempo que no avanzaba en mi fanfic El vampiro. 
Todos los vampiros tienen un origen. Lord Ruthven no es una excepción. En esta escena, vemos cómo lord Ruthven deja de ser mortal para convertirse en vampiro.
Espero que os guste.

                                  Corría el año 1800.
                                 Había salido a dar un paseo a caballo. Recordaba que era un día en el que el cielo estaba cubierto de nubes negras. Pero eso no le importó. Le gustaba sentir el viento golpeándole en la cara cuando montaba a lomos de su alazán favorito.
                                 Entonces, le salió al paso una mujer.
                                 La reconoció en el acto.
                                 La había visto muchas veces paseando por el bosque sola de noche. O cuidando del jardín que tenía de rosas. Se llamaba Madeline y hacía unos meses que había llegado a Bath. Se sabía que era la sobrina de la vieja Lavinia, la vecina de su familia. Una anciana viuda sin hijos...La llegada de Madeline pilló a todo el mundo por sorpresa. Se decía que había estado viviendo en Londres. Pero que, por algún motivo, había sido desterrada a Bath.
                                  Entonces, lord Ruthven se llamaba Tristan Saint Johns. Era el conde de Saint Johns. Tenía un hermano que era menor que él. Su madre había muerto no hacía mucho. Y debía de hacerse cargo de sus tierras.
                                 La relación que mantenía con su padre era mala. Tristán sólo quería estar en Londres, disfrutando de la gran vida que se daba allí.
                                 En una ocasión, logró robarle un beso a Madeline. Lo cierto era que sentía una gran atracción por aquella joven. Le parecía que era muy enigmática. Y que, al mismo tiempo, poseía una belleza casi sobrenatural.
                                 Ocurrió una tarde en que fue a visitar a la vieja Lavinia con una excusa de la que ni se acordaba. Era un día en el que el cielo estaba cubierto de nubes negras. Madeline estaba en el jardín, cuidando de sus rosas.
-Buenas tardes...-la saludó-Veo que es usted enemiga del Sol.
-¿Por qué dice eso?-le preguntó ella, casi asustada.
-Nunca se la ve paseando por la calle cuando hace Sol.
-Tengo la piel muy delicada. No puede darme de manera directa la luz del Sol.
                             Y fue, en aquel momento, cuando Tristán aprovechó la ocasión para robarle un beso a Madeline.
                               Pero...
                               Madeline no parecía la misma cuando Tristán la vio en el bosque.
                               Desmontó a su alazán. Unas finas gotas de lluvia empezaron a caer en aquel momento. Madeline llevaba puesto un vestido de color negro que se ceñía a su cuerpo. Empezó a mojarse poco a poco y el vestido se ceñía aún más. Revelaba las curvas de su cuerpo. Su cabello estaba suelto.
                              Tristán se sintió atraído de un modo casi violento hacia Madeline y comenzó a caminar en dirección hacia ella. De pronto, se olvidó de que estaba lloviendo cada vez con más fuerza. Había algo en Madeline que le había hechizado y no sabía lo que era.
                              Madeline empezó a dar vueltas sobre sí misma. Daba saltitos y Tristán la oyó reírse. Su risa era muy rara. La falda de su vestido de color negro se ondeó. Se agitó al viento su larga melena de color castaño. Parecía que estaba cantando una canción que se le metió a Tristán en la cabeza. Una canción ininteligible...Pero...
                                 Podía entenderla.
                               En aquel momento, Madeline se detuvo.
-Tú me servirás-le dijo a Tristán.
                                Los ojos de Madeline se clavaron en los ojos de Tristán. De pronto, el conde de Saint Johns tuvo la sensación de que aquellos ojos no tenían vida. Y eso le inquietó.
                                  Un extraño presentimiento pasó por la mente de Tristán.
                                  Poco a poco, Madeline empezó a caminar hacia él. Pensó en salir corriendo. Esto no es normal, piensa.
                                  Se siente como un idiota. Había estado con miles de mujeres a lo largo de su vida. Había visitado los peores antros de Londres.
                                  Madeline podía ser una solterona un tanto extravagante. Pero estaba convencido de que era virgen. No había sido todavía cortejada por nadie. Los hombres decían de ella que les inspiraba terror. Tristán creía que estaban exagerando. Madeline no podía infundar miedo alguno en los hombres.
-¿Para qué te serviré?-quiso saber Tristán.
-Tengo hambre-contestó Madeline.
-No te entiendo.
-Lo entenderás enseguida. Eres muy apuesto. Nunca he conocido a un hombre como tú.
-No te visitan los hombres de por aquí.
-Me conocen demasiado bien.
                                  Entonces, Madeline posó sus labios sobre los labios de Tristán.
                                  Los labios de Madeline estaban fríos. Eran unos labios que estaban muy fríos. Tristán quiso apartarse de ella. Pero no pudo.
                                  No quiso apartarse de ella.
                                  Fue Madeline la que se desnudó. Fue Madeline la que desnudó a Tristán. Los labios de Madeline volvieron a apoderarse de los labios de Tristán. La lengua de la joven invadió la boca del conde de Saint Johns. Él se sintió aturdido. Tenía la sensación de que volvía a ser un adolescente virgen.
                                Los dedos de Madeline acariciaron el cabello de Tristán. Sus brazos rodearon el cuello de él.
                                 La lluvia era cada vez más intensa, pero Tristán parecía estar ajeno a la lluvia que caía sobre él mientras tenía la sensación de que el alma se le estaba escapando de su cuerpo. Le aturdía el comportamiento de Madeline. Parecía que ella tenía experiencia. Parecía que ella sabía más que él en las artes amatorias. ¡Si Tristán había estado con miles de mujeres a lo largo de su vida!
                               De pronto, Tristán notó que algo raro le estaba pasando. Sentía dolor en su cuello. Sentía cómo la sangre manaba del interior de una de las venas de su cuello. No sabía qué estaba pasando. Sólo sentía que la cabeza le daba vueltas. Y que él se sentía cada vez más débil.
                               Unos colmillos...
                               Madeline tenía colmillos y le había dado un mordisco en el cuello. Estaba bebiendo de su sangre.
                                De pronto, vio cómo Madeline se hacía una herida con la uña en la muñeca. Tristán pensó que estaba delirando por la pérdida de sangre.
-Bebe-le ordenó Madeline.
                               Y Tristán se vio obligado a beber de la sangre que brotaba del interior de la muñeca de Madeline. Pero estaba muy cansado.
                               Fue, entonces, cuando Tristán perdió el sentido. Cuando regresó en sí, se encontraba en el interior de una cabaña. Le habían acostado sobre un incómodo camastro.
-Ya ha vuelto en sí-exclamó una voz.
                              Fue la primera vez que vio a Igor.
                             Fue Igor quien le encontró inconsciente en el bosque. Estaba completamente desnudo y tenía una herida de mordisco en el cuello. Igor debió de adivinar lo que había pasado.
-Le han convertido-le advirtió-Ya no puede volver a su vida de antes. Sólo hay una manera de que viva.
-No entiendo lo que quieres decir-dijo Tristán, sintiendo su voz ronca.
-Ella le ha convertido. Y le ha hecho renacer como un no muerto.
-Un no muerto...
                             Tristán pensó que estaba soñando. Pero notaba su piel más pálida. Y la sentía fría.
                             Igor le tendió un espejo de mano. Tristán ahogó un grito cuando no vio su cara reflejada en el cristal de aquel espejo. Y sentía una gran sed.
                             Igor le tendió una taza. Al beber un sorbo, Tristán advirtió que el líquido que contenía la taza era espeso y caliente. ¡Estaba bebiendo sangre!
                              Fue en aquel momento cuando lo entendió todo. Tristán Saint Johns había muerto. Y surgió lord Ruthven.



sábado, 9 de agosto de 2014

CERCA DEL MANANTIAL

Hola a todos.
Hoy, seguimos con un nuevo fragmento de Cerca del manantial. 
El fragmento de hoy es todavía más corto que el fragmento de ayer.
Rebeca sufre una recaída en su enfermedad.

                                         Alicia pasó un paño empapado en agua fría por la frente de Rebeca. Su prima tenía mucha fiebre. Sentía que le iba a estallar la cabeza.
-Tu prima no va a tener un buen final-se lamentó Anabel-¡Lo vengo diciendo desde hace mucho tiempo!
                                      Alicia no quería pensar en la posibilidad de que Rebeca muriese.
-Buenas tardes...-saludó un hombre de unos sesenta años, de pie ante el umbral de la entrada a la habitación de Rebeca-¿Ésta es la paciente?
-¿Quién es usted?-inquirió Anabel.
-Soy el doctor Germán.
-No hay ningún médico en la isla.
-Me han avisado de que venga aquí. Vengo de Arrecife. Me han avisado de que una joven de Montaña Clara se encuentra enferma.
                                 El médico se hizo cargo de la situación. Traía un maletín consigo. Extrajo un estetoscopio y oscultó a Rebeca.
                                 Le cogió la muñeca para tomarle el pulso. El corazón de Alicia pareció detenerse. El rostro del médico indicaba malas noticias. Y acertó.
                               Rebeca sufría fiebre cerebral. La angustia que experimentaba ante la ausencia de Lucas y la falta de noticias de éste se manifestaba a través de su cuerpo. Se sentía mal por ello.

 

viernes, 8 de agosto de 2014

CERCA DEL MANANTIAL

Hola a todos.
Hoy, os traigo un nuevo fragmento de mi relato Cerca del manantial. 
Lo cierto es que el fragmento de hoy es más pequeño que de costumbre por falta de tiempo.
Aún así, espero de corazón que os guste.

                                  Rebeca terminó de escribir la carta.
                                  La releyó de nuevo. La leía y la volvía a leer. Era una carta que le había escrito a Lucas.
                                  El cabello de Rebeca era de color rojo oscuro. En aquel momento, lo llevaba suelto.
                                  Sus ojos se llenaron de lágrimas. Recordaba cómo Lucas la había cortejado. Recordaba cómo ella había coqueteado con él en un esfuerzo por captar su atención. Y recordaba cada uno de los besos que le había dado.
                                 Su tía Anabel debía de pensar que era una perdida. Pero Rebeca no se había entregado a Lucas, por lo que mantenía su virginidad intacta.
                                 En aquel momento, su prima Alicia entró en la habitación para cepillar su cabello y recogérselo en un moño. Rebeca se puso de pie y Alicia la envidió.
                                 Rebeca era una joven alta y esbelta. Sus mejillas siempre estaban sonrosadas. Y se le formaban dos curiosos hoyuelos en las mejillas cuando sonreía, lo cual siempre ocurría cuando Lucas estaba en Montaña Clara. Pero Lucas se había ido. Y Rebeca no había vuelto a sonreír.
                                Alicia la abrazó cuando se dio cuenta de que su prima estaba llorando.
-Sé que Lucas ha muerto-afirmó Rebeca-Mientras le escribía esta carta, me asaltó una visión. Le vi tirado en el suelo, en mitad del desierto. Estaba sangrando. Y sus ojos y su boca estaban abiertos de una manera espantosa. Y...
-¡Basta!-le ordenó Alicia, asustada-¡No sigas hablando, Rebe!
-Lucas ha muerto, Ali. ¡Mi corazón me lo dice!
-Tu corazón debería de pensar todo lo contrario.
                               A petición de Alicia, Rebeca aceptó salir a dar un paseo con su prima.
-¡No es justo que te ocupes de mí!-protestó Rebeca-Soy más mayor que tú. Y estás enamorada. Deberías disfrutar de tu primer amor.
-¿Qué estás diciendo?-se asombró Alicia.
-Te vi con ese joven en el manantial. Hay algo entre vosotros.
-¡Casi no le conozco!
-¿Tú no crees en el amor a primera vista? ¡Pues yo sí creo en el amor a primera vista! Fue así como me enamoré de Lucas. Fue amor a primera vista. Y a ti te ha pasado lo mismo.
                             Dieron un paseo por El Llano de Aljibe. Rebeca todavía no podía mantenerse de pie por sí misma.
-¿Por qué no hay un médico permanente en este lugar?-se preguntó Alicia en voz alta.
                             Rebeca sentía que todo le daba vueltas.
-Llévame de vuelta a casa-le pidió a su prima.

jueves, 7 de agosto de 2014

CERCA DEL MANANTIAL

Hola a todos.
Hoy, os traigo un nuevo fragmento de mi relato Cerca del manantial. 
Espero que os esté gustando.

                                Al día siguiente, Rebeca se sintió mejor y quiso acompañar a Alicia al manantial cuando su madre le dijo que tenía que ir por agua.
-Lo que tienes que hacer es guardar reposo-le exhortó Alicia a su prima.
-Y yo quiero hacer mi vida normal-insistió Rebeca-Llevo mucho tiempo encerrada en esta casa. Me desespero.
-Está bien.
                          A Alicia no le quedó más remedio que ceder.
                          Las dos se dirigieron al manantial. Estaban las dos solas cuando llegaron. Alrededor del manantial crecía la maleza. De pronto, Rebeca tuvo la sensación de que ni ella ni Alicia estaban solas.
-Alguien nos está observando-le comentó a su prima.
-¿A qué te refieres?-inquirió Alicia-Yo no veo a nadie.
                       De pronto, Carlos surgió como de la nada. Las dos jóvenes, al verle, se sobresaltaron. Carlos se sintió cohibido al ver que Alicia no estaba sola.
-Disculpad-se excusó el joven-No sabía que teníais compañía.
-¿Es él?-inquirió Rebeca en voz baja dirigiéndose a Alicia.
-Sí...-contestó la chica.
                        Rebeca se apoyó en su prima porque aún se sentía muy débil como para caminar.
                        Alicia la ayudó a sentarse en una roca. Pensó que Rebeca había cometido una locura al acompañarla.
-Éste es Carlos, un buen amigo mío-le contó a la joven-Lo conocí cuando vine una vez por agua a este mismo lugar. ¿Te acuerdas que te lo conté?
                     Alicia se dio la vuelta. Llenó su cántaro de barro con el agua del manantial.
                     Notó cómo le temblaban las manos. Carlos ejercía aquel efecto sobre ella. Se puso de pie. Se dio la vuelta para mirarle.
-Ésta es mi prima Rebeca-le contó al joven.
-Es honor conocerla, señorita-la saludó Carlos.
                      Le dedicó una cortés reverencia. Rebeca lo miró con curiosidad.
-Siempre es agradable conocer a los amigos de mi prima-afirmó.
                       Alicia se sintió también cohibida. Pero se dijo que era bueno que Carlos y Rebeca se conocieran. Se dijo así misma que le preguntaría a su prima a solas qué le había parecido. Rebeca le expondría su opinión con total confianza.
-Tenemos que irnos-le dijo-Rebe no puede estar fuera de casa mucho tiempo.
-Espero volver a veros en otra ocasión-le aseguró Carlos.
                    No lo dijo. Pero Alicia sospechó que el joven quería verla a solas.



                        Alicia y Rebeca se alejaron del lado de Carlos. Rebeca miró ansiosa a su prima. 
-¿Te has visto a solas con él?-le preguntó. 
-Cuando nos conocimos-respondió Alicia. 
-Espero que no vuelvas a verle a solas. Estaría mal. 

miércoles, 6 de agosto de 2014

CERCA DEL MANANTIAL

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de Cerca del manantial. 

ADVERTENCIA: Por si os habéis dado cuenta, he cambiado los nombres de los personajes y también he cambiado la ambientación. Del año 1714 he pasado al año 1860.

Espero que os guste este nuevo fragmento.

                                 Aquella noche, Alicia fue a la habitación de Rebeca a desearle las buenas noches.
-Has tardado mucho en regresar del manantial-comentó Rebeca.
            Llevaba puesto el camisón y estaba acostada en la cama. El cabello de color rojo de Rebeca estaba recogido en una trenza.
            Alicia se sentó a su lado en la cama.
-He estado hablando con un joven-le contó-Lo conocí en el manantial. ¡Es muy apuesto, Rebe!
            La aludida sonrió. Tosió con fuerza. Alicia la ayudó a inclinarse para poder golpear su espalda con la intención de calmar su tos.
            Cuando se le calmó la tos, Rebeca le dedicó una sonrisa débil a Alicia. Tenía la sensación de que estaba viéndose así misma tiempo atrás. A lo mejor, ha tenido un flechazo, pensó Rebeca. Le ha pasado lo mismo que me pasó a mí hace tanto tiempo.
-Parece que han pasado años-suspiró Rebeca.
-¿A qué te refieres?-inquirió Alicia.
-Puede que tengas toda la suerte del mundo al haber encontrado el amor.
            Rebeca volvió a suspirar. Pensó en su prometido, del que no sabía nada desde hacía mucho tiempo. Alicia también se había puesto el camisón. Llevaba su rubio cabello recogido en una trenza. Llevaba un chal de lana sobre los hombros para protegerse del frío.
-¿Vas a volver a verlo?-inquirió Rebeca.
-Me gustaría mucho volverle a ver-contestó Alicia.
-Ten cuidado.
-¿Por qué lo dices?
-Porque no quiero que sufras.
-No te preocupes por mí, Rebe. No creo que me pase eso.
            Alicia se puso de pie. Besó a Rebeca en la frente. Por suerte, le había bajado la frente. Se dijo así misma que su prima tenía algo de razón. No quería arriesgarse a sufrir por amor. Ya veía a Rebeca sufrir. 
            Rebeca tenía sus sueños. Soñaba con volver a ver a su prometido. Quería volver a abrazarle. Todavía guardaba los besos que se habían dado. Por supuesto, no habían ido más allá de aquellos besos. Unos besos que él le había robado.
                        Su tío Jaime la sacó a la calle.
-Te conviene tomar el fresco-le exhortó.
                       La sentó en una silla que uno de los pocos criados que quedaban había sacado previamente.
                       Alicia se quedó junto a ella. Parecía que Rebeca tenía mejor color de cara. Acabará recuperándose, pensó Alicia. Rebeca era mucho más que su prima. También era su mejor amiga.
                        Tuvo la sensación de que Rebeca estaba pensando en su prometido.
-He soñado con él-le contó-Estoy convencida de que va a volver.
-Yo también lo espero-afirmó Alicia.
                       Vivían en la zona conocida como El Llano del Aljibe, al sur de la isla. Era la parte más plana de la misma y donde había más casas.
-¿Crees que le habrá pasado algo?-le preguntó Rebeca a su prima.
-Desecha esos pensamientos-le respondió. Le cogió la mano mientras se ponía de rodillas junto a ella-No has de perder nunca la esperanza. Tienes mejor color de cara hoy.
                     Rebeca esbozó una sonrisa tímida. Se sentía mucho mejor aquel día. Lo achacaba a la sospecha de que su prometido estaba cerca. Casi podía verle llegar.
-Una amiga mía me decía que los soldados se olvidan rápidamente de las mujeres que les están esperando-le contó a Alicia.
-No tienes que hacer caso de lo que te diga la gente-le aconsejó Alicia-Mienten para hacerte daño, Rebe.
                      Pensó en Carlos. Él le había contado que no había nadie esperándole en la Península. Pero también podía estar mintiéndole. No sabía nada de él.
                       Deseaba volver a verle. Era algo que nunca antes le había pasado. Sentirse atraída por un completo desconocido. 



-Nunca has estado enamorada-afirmó Rebeca. 
-Puede que me vaya a enamorar-replicó Alicia-Eso nunca se sabe. 
-Ha pasado algo. 
-Ya te lo contaré. 

martes, 5 de agosto de 2014

CERCA DEL MANANTIAL

Hola a todos.
Hoy, os traigo un nuevo y cambiado fragmento de mi relato Cerca del manantial. 
Deseo de corazón que os guste.

                              A Carlos le había tocado vivir una época extremadamente difícil. Había pasado los últimos cuatro años de su vida luchando en el frente. Desde que tenía uso de razón, lo único que recordaba era la guerra. Todo el país estaba en guerra. Carlos se alistó en el Ejército cuatro años antes. Su padre había pasado gran parte de su vida luchando. Carlos apenas le recordaba en su casa. La estancia en el frente había supuesto una experiencia terrible para él. Tuvo que aprender a disparar y a matar a otras personas a las que no conocía si quería sobrevivir.  Carlos sentía que ya no tenía casa. Cuando regresó a su casa, se encontró con que estaba arrasada.
         Carlos vivía en Ceuta. Era hijo único. Había tenido otros cinco hermanos. Pero todos ellos habían muertos cuando eran pequeños.
                 No sólo eso…Su madre estaba muerta. Murió durante el ataque. Estaba solo en el mundo. Su padre también había muerto, pero a raíz de una herida que se le infectó cuando estaba combatiendo en cerca de Tetuán. No tenía más familia. Carlos decidió irse. No quería ser una carga para sus tíos. Tenía también primos. Pero éstos necesitaban salir adelante. Pensó en ir a la Península Ibérica. Sin embargo, se arrepintió en cuanto pisó el puerto de Cádiz. No tenía a nadie allí esperándole. Estaba solo.
-Ya no tengo nada-pensó-¿Adónde voy a ir?
                Decidió abandonar la Península Ibérica. 

-Lo he perdido todo-pensaba Carlos.
Tenía que olvidar todo lo que había vivido en el frente. Tenía que olvidar que había matado gente. No era ningún criminal. Llegó hasta las islas Canarias.
Buscó un sitio en el que refugiarse.
Encontró aquella isla. Vivía poca gente en ella. Era el lugar idóneo para vivir. Un sitio pequeño…Un lugar tranquilo donde se escondería de todo. Se escondería de sí mismo.
            En ocasiones, Carlos se refugiaba entre las dunas porque necesitaba estar solo. Se llevaba varios libros consigo porque le gustaba mucho leer y los libros era el único recuerdo que tenía de sus padres. No le quedó el consuelo de enterrar a su madre. Tampoco le quedó el consuelo de enterrar a sus padres.  Carlos tuvo mucha suerte y salvó la vida. ¿En serio? ¿Podía considerarse afortunado por estar vivo? Al menos, sus padres ya no sufrían y él, en cambio, sí seguía sufriendo. Casi preferiría estar muerto. Así, no tendría que recordar todo lo vivido en el frente.
            Vivía aislado del mundo. Tenía miedo de todo el mundo. Pero sabía que no podía vivir así toda la vida.  
            Tenía pesadillas. Se despertaba empapado en sudor. Estaba acostado en la arena. Podía escuchar el sonido de las olas. Se decía así mismo que estaba vivo. Vivo… ¿Durante cuanto tiempo? No lo sabía.
            Cierta tarde, vio a una joven que estaba lavando la ropa de rodillas. Lavaba la ropa en el manantial. La muchacha estaba cantando y tenía una voz preciosa.
            Era la primera vez en mucho tiempo que se interesaba en alguien.
            Había vivido bastante tiempo aislado. Tenía derecho a relacionarse con la gente. Alicia estaba ajena al joven que la estaba mirando con admiración. Antes de la guerra, su familia era una de las más ricas del archipiélago. Habían tenido la suerte de sobrevivir. No tenían criados.
            Pero eso poco importaba.
            Estaban vivos.
            La Guerra había terminado. Le preocupaba la salud de Rebeca. Alicia quería pensar que se pondría bien.
            Cuando la joven se acercó, le dedicó una encantadora sonrisa a Carlos. Él depositó un beso en su mano con reverencia.
-Es la primera vez que os veo-dijo la joven.
-No os conocía-dijo Carlos, ruborizándose-Hasta hoy. ¿Cómo os llamáis?
-Me llamo Alicia. ¿Y vos? ¿Sois del archipiélago?
-No soy de aquí. Llevo viviendo en esta isla muy poco tiempo. Apenas acabo de llegar.
-Es un placer conocer gente nueva. En esta isla nos conocemos todos. Sabemos quién es quién y resulta raro ver a un forastero por aquí. Aún así, es un placer conoceros.  
            Carlos volvió a besar la mano de la joven.
-Un nombre muy bonito-dijo con timidez-Alicia…Hermoso nombre…Quiero decir…
-Aún no me habéis dicho el vuestro-dijo Alicia-Decidme-Lo miró con curiosidad-¿Quién sois? Nunca antes os había visto.
-Me llamo Carlos Madariaga.
-¿Habéis estado luchando en el frente?
-¿Os doy asco? No me extrañaría…
-No se trata de eso, es que es la primera vez que os veo.
-Eso ya me lo habéis dicho.
-Disculpad. No suelo hablar con desconocidos, pero os he visto solo y me he preguntado el porqué estábais aquí.
-Es verdad que he estado peleando en el frente. Todo lo que tenía lo perdí cuando estaba luchando. Mis familia, por desgracia, ya no está.  
-Es muy triste perder a tu familia. Mis padres, por suerte, están vivos.
-¿Vuestros padres?
-Mi prima Rebeca vive con nosotros. Sus padres también fallecieron durante la Guerra. Nos tenemos la una a la otra. Por desgracia, mi prima está muy enferma. Y, para colmo de males, no sabe nada de su prometido. Debería de haber regresado ya. Pero…
-Me hago cargo de ello.
-A lo mejor, vos sabéis algo de él.
-Lo único que quiero es olvidar todo lo que pasó en el frente. No sabría deciros nada acerca del prometido de vuestra prima. Conocí a mucha gente luchando. Los rostros acaban olvidándose. Los rostros de los vivos…Los rostros de los muertos…Son otra cosa. Por eso, me refugio entre las dunas; en parte, para no pensar.
-Se está a gusto aquí.
-¿Tenéis mucha prisa por regresar a vuestro hogar?
-La verdad es que no.
-Quedaos y hacerme compañía.
-No puedo.
-¿Por qué no?
-Porque vos sois un hombre y yo soy una mujer. No os conozco. Es la primera vez que os veo. Mis padres no me dejan que hable con desconocidos. Y mucho menos con hombres.
-¿Creéis que quiero haceros daño, señora?
-No lo sé…Es la primera vez que os veo.
-¿De dónde sois?
-De Ceuta…Pero no me queda nada allí. Toda mi familia está muerta. Tengo tíos. Y también tengo primos. Pero ellos tienen sus vidas. No quiero ser una carga para ninguno de ellos. Estuve viviendo en la Península durante unas semanas. Pero…No quería estar allí. Por eso…Me vine aquí.
-Nunca he salido de esta isla.
            Alicia no podía juntarse con Carlos por mucho que le interesase. No podía coquetear con desconocido, aunque fuera tan guapo y atrayente como aquel. Y Carlos no podía hablar con una mujer, aunque fuera la más hermosa que jamás había visto. Era mejor dejarlo en un encuentro casual.
-Es raro que no nos hayamos visto antes de hoy-comentó Carlos.
-Tal vez porque no frecuentamos la misma gente-sugirió Alicia.
-¿Os relacionáis los vecinos?
-Mantengo buenas relaciones con ellos. Antes, teníamos criados. Pero casi todos partieron para el frente. Ayudo en las tareas del hogar. No me quejo. No conozco tiempos mejores. La Guerra no ha pasado de largo por aquí.
 -Mucho me temo que la Guerra no ha pasado de largo para nadie. Ni siquiera en los lugares más pequeños…
-No quiero que penséis que soy atrevida. Pero me gustaría haceros una pregunta. A lo mejor, tenéis una mujer que os está esperando en la Península. ¿Estáis casado? ¿Estáis prometido a alguna joven en la Península?
-No estoy casado, no estoy prometido y no es indiscreción. No pienso que seáis atrevida, señora.
-¿Aún estáis soltero?
-Aún soy un poco joven para casarme. No se me ha ocurrido buscar aún una esposa. No creo que la situación aquí sea la apropiada para fundar una familia. Se respira miedo en el ambiente. No quiero que mis hijos ni mi esposa vivan en un país que está en guerra. Dicen que la guerra ha terminado. No me lo creo. Sigo pensando que los combates siguen en el frente. En la Península…No quiero volver a pelear. Estoy cansado de pelear. Sólo quiero vivir en paz en mi país. No pido mucho. ¿No creéis?
-Pedís lo mismo que pido yo. Vivir en paz y sin miedo a que haya una guerra. Pero, por desgracia, vivimos en una sociedad en la que nos enseña a odiar desde que nacemos. Por eso, de adultos, nos hacemos la guerra unos con otros.
-Lo que decís es muy sensato, señora.
-Pero, por ahora, no puedo seguir hablando porque tengo que regresar a casa antes de que mi madre empiece a preocuparse.
-¿Volveré a veros?
-No lo sé.
            Carlos cogió la mano de Alicia y se la besó con suavidad antes de que ella regresase con su cántaro de agua en las manos y le mirase con dulzura antes de irse.   
            En la rama de un árbol, un pájaro empezó a trinar.


lunes, 4 de agosto de 2014

CERCA DEL MANANTIAL

Hola a todos.
Dejo un poco aparcado mi relato La huida de dos enamorados. 
Sin embargo, prometo terminar este relato a lo largo del mes de agosto.
El relato que centra mi atención en estos días y que quiero terminar se llama Cerca del manantial. 
Empecé a subirlo a mi blog "El blog de una chica del siglo XIX". Sin embargo, sin acabarlo y con tres trozos subidos, decidí borrarlo.
Finalmente, me he decidido a terminarlo y quiero terminarlo en este blog.
Es un relato más bien corto, de corte romántico y de época (mi estilo, vamos) y espero que os guste.
Cuenta el romance que se inicia entre una joven canaria de buena familia y un joven que huye de la violencia.
Se trata de una versión más extendida, ya que he alargado los trozos que subí a mi blog "El blog de una chica del siglo XIX".

MONTAÑA CLARA, ARCHIPIÉLAGO DE CHINIJO, EN LAS ISLAS CANARIA, 1860


Las noticias llegaron a la isla. La Guerra había terminado.
            Una mujer lloraba mientras barría la puerta de su casa. Daba gracias a Dios por el final de la Guerra. Todo había terminado, murmuraba entre sollozos. ¡Gracias a Dios!
            Alicia Huertas Sánchez respiró aliviada cuando escuchó las noticias en la calle. Regresaba del manantial, adonde iba a buscar agua. Alicia era una joven alta y delgada. Llevaba su cabello rubio recogido en una trenza.
            Su prima Rebeca salió cojeando del interior de la casa donde vivían. Se la veía muy nerviosa. Alicia frunció el ceño al verla levantada. Rebeca estaba muy enferma y tenía que hacer reposo. Pero la joven no podía ocultar su alegría.
-¡Ha terminado la guerra, Ali!-exclamó Rebeca, loca de contento.
-Deberías de estar acostada-la regañó suavemente Alicia.
            Teresa no se lo podía creer. La guerra les había afectado en todos los aspectos.
-¡Pero el final de la guerra es bueno!-afirmó la joven-¡Mi novio volverá del frente! Me lo dijo en su última carta. ¡Oh, Ali! ¡No sabes lo contenta que estoy!
-Ruego a Dios que lo que dicen sea cierto-dijo Alicia.
-Me he mareado.
-Es normal, Rebe. Tienes que acostarte. Anda. Vamos.
-Mi novio…
            Rebeca se tambaleó. De no ser porque Alicia le cogió los brazos, se habría caído al suelo. Alicia llevó a su prima de vuelta a casa. Hacía ya algunos meses que la salud de Rebeca se estaba deteriorando poco a poco. Alicia se preguntó si el novio de su prima estaba vivo. O si, por el contrario, estaba muerto. Hacía algo más de un año que no sabían nada de él.
-Si la Guerra ha terminado, demos gracias a Dios por ello-opinó Alicia-Todos hemos sufrido mucho.
                Se santiguó. Lo único que podía hacer era rezar.
               Apenas un año antes, Lucas, el prometido de Rebeca, se marchó al frente a pelear. Era soldado, igual que había sido soldado el padre de Rebeca.
                La joven debía de estar acostumbrada. Los soldados rara vez paraban en casa.
               Sin embargo, empezó a quejarse de fuertes dolores de cabeza en cuanto Lucas se marchó. Pasaba muchos días postrada en el lecho con fiebre muy alta. Apenas probaba bocado.
            Se dirigieron a la casa de los Huertas Sánchez. Alicia oyó a un matrimonio vecino suyo chillar de alegría.     

                     La madre de Alicia, Anabel, decidió quedarse levantada toda la noche para velar el sueño de Rebeca. Alicia se pasó por la habitación de su prima para desearle las buenas noches. 
                      Encontró a Rebeca acostada en su cama. Anabel estaba terminando de arroparla. La joven se hallaba profundamente dormida. Anabel miró a su sobrina con preocupación. La enfermedad que Rebeca padecía era más grave de lo que pensaba. Se lo había dicho el médico. 
                    La mirada de Anabel se cruzó con la mirada de Alicia. 
-Veo que Rebe ya está dormida-observó la joven. 
-Es mejor que descanse-opinó Anabel-Han sido muchas emociones para ella. ¡No entiendo el porqué el General O' Donnell nos ha metido en esta guerra! ¿Qué se nos ha perdido a nosotros en Tetuán? No lo entiendo. 
-El novio de Rebe está peleando en Tetuán. Ella quiere que vuelva. 
                      Se hizo el silencio. 
-Lucas no volverá-auguró Anabel-Está muerto. 
-¡Por el amor de Dios, mamá!-se escandalizó Alicia-¿Cómo puedes hablar así? Yo pienso que Lucas está vivo. 
-Han muerto muchos soldados de ambos bandos. 
-Lucas sabe cuidar de sí mismo. Es un soldado experimentado. El año pasado, regresó de la Cochinchina.
-Es un hombre. Y puede pasarle cualquier cosa. 



sábado, 2 de agosto de 2014

EL VAMPIRO

Hola a todos.
Han pasado siglos desde que subí el último fragmento de El vampiro, mi fanfic de Pecados inconfesables. 
Pero no creáis que me he olvidado de esta historia.
Aunque no tenga ahora mucho tiempo para dedicarme de lleno a ella, la tengo siempre presente.
Es otra de las historias que quiero terminar. Sin embargo, me he propuesto terminar otras dos historias entre este mes y el mes que viene: mi blog novela "Una brisa suave" y mi relato Un sabor agridulce, que estoy subiendo a mi blog "Berkley Manor".
En este fragmento, lord Ruthven e Igor hablan de los asaltos.

                               Estaba empezando a anochecer.
                               Igor retiró la tapa del ataúd de lord Ruthven.
                               Pero su señor ya tenía los ojos abiertos.
-¿Qué hace despierto, señor?-le preguntó Igor, sorprendido-Pensaba que estaría durmiendo.
-No puedo dormir-respondió lord Ruthven-Tengo mucha sed. He podido leerle la mente a Daisy Maning. Su confesión se puede escuchar a muchos kilómetros a la redonda. Hay otro sospechoso.
                              Se sentó en el ataúd. Leerle la mente a Daisy Maning le había dejado cansado. Había pensado que aquella chica era tal y como aparentaba ser. Pero había mucho más trasfondo en ella. Daisy era más compleja de lo que aparentaba. Y su antigua maestra acababa de enterarse.
-Se llama Dolph-añadió lord Ruthven.
-He oído hablar de ese miserable-dijo Igor casi con asco-Creía que estaba muerto.
-Le destrozó la vida a la pobre lady Hawkscliffe. Ella no querrá hablar de él. Le duele recordar algunas partes de su pasado. Pero el pasado nunca queda atrás.
                              Lord Ruthven salió del ataúd. Igor salió de manera discreta de la estancia. Regresó al cabo de un rato portando una copa llena de sangre.
                              La sangre pertenecía a un perro. Igor lo había matado un rato antes.
                              Le tendió la copa a lord Ruthven. El conde bebió todo su contenido con verdadera ansia.
                               Le inquietaba tener tanta sed. Ni siquiera podía calmar aquella sed bebiendo la sangre de un perro. El recuerdo de Parthenia pasó por su mente. Lo último que quería era hacerle daño. Pero sabía que debía de verla para informarle de la aparición de aquel nuevo sospechoso.