lunes, 19 de enero de 2015

CERCA DEL MANANTIAL

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi relato Cerca del manantial. 
Dios mediante, me gustaría terminar esta historia a lo largo de este mes porque siento que ya toca.
Veamos lo que le pasa hoy a Alicia.

                                   Había escuchado en algún lugar que las flores podían ayudar a levantar el ánimo a una persona que estaba triste. Alicia estuvo cortando unas cuantas rosas del jardín. Las colocó en un jarrón que había llenado previamente de agua. Rebeca permanecía sentada en su sillón favorito mirando la chimenea apagada. A pesar de que ya no tenía fiebre, era evidente que la tristeza que la embargaba no la abandonaba.
-¿Cuándo dejará de dolerme?-le preguntó con tristeza a su prima.
-No lo sé, Rebe-respondió Alicia con tristeza similar-No creo que pueda soportar el perder al hombre que amo.
                             El recuerdo de Carlos golpeó la mente de Alicia. Carlos...
                             No lograba quitarse de su cabeza lo ocurrido entre ellos en la ensenada. Su primer beso...
                            El coquetear con los hombres era algo que se le daba a las mil maravillas a Rebeca. En cambio, Alicia siempre había sido la más retraída de las dos. Su padre y su madre la habían sobreprotegido mucho. El vivir en una isla como Montaña Clara había contribuido a forjar su carácter. Pero Alicia era feliz viviendo allí. Habría sido más feliz de no haber conocido nunca a Carlos.
                          Y, sí, había coqueteado con él.
-Ese joven que fue a buscar al doctor Germán te gusta-observó Rebeca-No hace falta que lo niegues. Lo noto en tus ojos.
                         Alicia miró atónita a su prima. Se acercó a ella para sentarse en el brazo del sillón.
                        Rebeca la conocía mejor de lo que había pensado. Podía adivinar lo que pensaba.
                         Cogió la mano de su prima y se la besó.
-¿En qué lo notas?-le preguntó a Rebeca-A lo mejor...No te agrada.
                          Rebeca esbozó una sonrisa triste. Se veía reflejada en Alicia.
                         Los ojos le brillaron a su prima en cuanto mencionó a aquel joven. ¿Cómo se llamaba? No lo recordaba.
-Tía Anabel tiene razón-respondió Rebeca-No puedes tenerle miedo al amor. El hecho de que yo esté sufriendo no significa nada. Amaré siempre a Lucas. Y viviré con el recuerdo de los buenos momentos que he vivido con él.
-No sé si tendré tanta suerte con Carlos-se lamentó Alicia-Me da miedo que le pueda pasar alguna desgracia.
                            Su padre había muerto y su madre había quedado hundida, pero había logrado superar aquella terrible pérdida. Lucas estaba también muerto y Rebeca se estaba muriendo de dolor. Carlos podía correr la misma suerte. Podía ocurrirle alguna desgracia. Y ella se quedaría sola y destrozada. No se sentía capaz de correr aquel riesgo.



                                  Rebeca adivinó lo que su prima estaba pensando.
-A ti no te pasará lo mismo que me ha pasado a mí-le aseguró.
-Eso no lo sabes-le replicó Alicia.
                                Se puso de pie y se alejó del sillón en el que se encontraba sentada Rebeca.
                               No quería amar a Carlos. No podía enamorarse de él sólo para perderlo a continuación. No era tan fuerte como lo eran doña Anabel y Rebeca.
                              Su corazón no lo soportaría.
-Carlos está cansado de luchar-observó Rebeca-Lucas prefirió irse al frente a pelear en lugar de tenerme entre sus brazos. Carlos prefiere sentar cabeza. Se quedará a vivir aquí si tú así lo quieres. Tan sólo debes de darle una oportunidad.
-No puedo-se lamentó Alicia-No puedo hacer eso que me pides.

1 comentario: