Hoy, me gustaría compartir con vosotros este one shot que escribí ayer de Pecados inconfesables.
Un one shot es un cuento de una sola parte. Se le relaciona mucho con los fanfics.
La acción transcurre en Grecia, a finales del siglo XIX. Los apellidos han cambiado, así como el nombre de Rebecca, que es más ruso.
Está centrado en la figura de lady Parthenia Westland. Sí, confieso que siento cierta debilidad por este personaje. Nos centramos en su relación amorosa con el Príncipe Mikhail Kurkov, quien es el galán de esta pequeña historia.
Espero que os guste.
Se llama Amarte.
ADVERTENCIA: Las situaciones descritas aquí son producto de mi imaginación. Los personajes son de Gaelen Foley. Lo que ocurre aquí no guarda relación alguna con la novela.
AMARTE
ISLA DE NAXOS, EN EL
ARCHIPIÉLAGO DE LAS CICLADAS, GRECIA, 1898
Parthenia poseía una cintura de avispa. Su
boca poseía un trazado suave. Poseía, además, una larga cabellera rubia, era
alta, de grandes ojos de color azul claro. Parecía una frágil muñeca de
porcelana con su físico. Su belleza era angelical. Pero algunos decían que
parecía fría. No era la clase de mujer que llamara mucho la atención. O quizás
sí…No lo sabía…
Parthenia podía ser la típica
jovencita que pasaba más tiempo escogiendo la ropa que iba a lucir en una
fiesta que pensando seriamente. Rebecka se burlaba de ella. Decía que no tenía
cerebro alguno. No sabía pensar.
-Papá,
no conoces a Mikhail. Papá, Mikhail me quiere. Y yo le quiero a él. Deseo estar
con él. Papá…Papi, tú me quieres mucho.
Todo esto lo pensaba Parthenia
cuando miraba a su padre. Mikhail podía pertenecer a la nobleza rusa, sí. Pero
era un extranjero. Y su hija no podía casarse con un extranjero.
Dejó que Mikhail, desnudo ante ella,
llenase su cuerpo desnudo de besos y de caricias. Besó cada porción de su piel.
Lamió cada centímetro de su cuerpo. Él la besó. La abrazó. La acarició. Se
abrazaron. Se besaron. Se acariciaron. Se mordieron mutuamente. Hicieron el
amor. Durmieron juntos.
Eran una sola persona.
Allí estaba ella.
Mikhail
contempló a Parthenia a sus anchas.
La
muchacha era, en realidad, muy bonita. No parecía humana. Parecía un hada. Una
ninfa…Un ángel…
Llevaba
su cabello recogido en un moño muy sencillo.
Su
mirada era dulce, pero también era brillante.
La
joven estaba dando un paseo cerca de la Portará.
La gran Puerta que era el icono de la isla.
Parthenia
caminaba con aire ausente.
Ello
confirmó la teoría de Mikhail.
Parthenia
no podía ser un ser humano. Debía de ser un ángel que había descendido a La Tierra. Tenía la sensación de
que permanecía ajena a todo lo que pasaba a su alrededor. Nada le importaba. Mikhail
ardía en deseos de acercarse a ella. Pero era tímido por naturaleza. ¿Qué le
podía decir? Sabía hablar griego bastante bien. Pero tenía la certeza de que no
era suficiente. Se quedó quieto en un aparte. Miraba con arrobo a Parthenia.
Parecía una cariátide. ¡Qué bella era!
Parthenia
era, en conjunto, una joven vital, seria, elegante, inteligente, muy culta,
buena conversadora, discreta, buena confidente, divertida cuando se presentaba
la ocasión. También podía ser apasionada. Mikhail creía que podía despertar su
sensualidad. No era audaz y temeraria como su prima Rebecka. Pero quería
conocer mejor a Parthenia. Quería saber más cosas de ella.
Rebecka
emanaba, según decían algunos caballeros, erotismo y fuego.
Rebecka
había sido presentada en sociedad en San Petersburgo. Según habían comentado
algunos, aquella presentación en sociedad había sido un error lamentable. La
belleza de la joven había sido definida como peligrosa. Mikhail se acordó de la señora Arkadievna. Era una amiga
de su madre.
-Vigila a tu prima, Mikhail, pues será motivo
de escándalo en tu casa-le había dicho.
-No diga eso, Irina Arkadievna-le dijo Mikhail-Mi
prima es una joven preciosa. Le gusta coquetear. Nada más. Sólo quiere
divertirse y conocer gente.
-Rebecka Ward es un peligro andante. Demasiado
bella para estar sola.
-Ser bella no es ningún defecto, Irina
Arkadievna. Al contrario. Yo lo considero una virtud. Me alegra que mi prima
sea tan admirada.
-Rebecka Ward sólo busca una cosa, Mikhail Kurkov.
Y es ser el centro de atención siempre.
RELATO DE UNA CRIADA DE LA SEÑORITA PARTHENIA
WESTLAND
Admito
que me he acostumbrado a este estilo de vida. Servir a mis señores. Como el
otro día, por ejemplo. La señorita Parthenia había recibido a uno de sus
pretendientes. Se llama Mikos. Por lo que sé, es oriundo de Atenas. ¡De la
mismísima Atenas! Me pregunto si la señorita Parthenia estará interesada en él.
Oía a la señorita Parthenia y al señor Mikos riéndose en el salón, que era el
lugar en el que se encontraban. Yo estaba en la cocina. Era ya la hora de la
merienda. Mi jefa, el ama de llaves, me ordenó que volviera al salón, pues, en
ausencia de los señores, alguien debía de vigilar a la señorita Parthenia. Me
puso una bandeja en las manos. Me dirigí al salón. Entré en él sin llamar.
No me
sorprendió ver a la señorita Parthenia sentada en el sofá besando
apasionadamente a su pretendiente. A mí no me cabía la menor duda de que el
señor Mikos había caído rendido ante la belleza de la señorita Parthenia.
Deposité
la bandeja en la mesa que tenía dos teteras llenas de café y leche y dos tazas.
Serví café para el pretendiente de la señorita Parthenia, el señor Mikos, y
leche para ella. Ellos tomaron un sorbo.
-El señor Mikos es el primo de mi amiga Rebecka-me
explicó la señorita Parthenia.
-¡Ah!-exclamé-Conozco a vuestra prima, señor-Me dirigí
al señor Mikos-Es una joven muy guapa. Y muy agradable.
-Rebecka cae bien a todo el mundo-me aseguró el señor
Mikos-Puede tener a cualquier hombre que desee. Por eso está en Naxos. Aquí
vive su futuro marido.
-No entiendo a Alexios-dijo la señorita Parthenia.
-¿Quién es Alexios?-quise saber.
-Es el futuro marido de Rebecka-contestó el señor
Mikos-He perdido la cuenta del tiempo que mi prima lleva aquí esperando. He
venido a ver qué pasa. Pensé que ya estaría casada cuando llegué. Pero me he
equivocado.
-Tienes que encontrar a ese hombre-le aconsejó la
señorita Parthenia-Y tienes que obligarle a que se case con tu prima.
El
verdadero nombre del señor Mikos no es ése. Aquí se le conoce como Mikos. Su
verdadero nombre es Mikhail Kurkov. Él y la señorita Rebecka son naturales de
Moscú. Son primos y viven juntos. De hecho, la señorita Rebecka es la tutora
del señor Mikhail.
-Alec le prometió a Rebecka que se iría con ella a
Moscú después de la boda-le dijo el señor Mikhail a la señorita Parthenia-Pero
el tiempo pasa y él aparece y desaparece como un fantasma. Mi prima está
desesperada. Si esto sigue así, creo que me tendré que batir en duelo con él.
Se está burlando de Rebecka.
-¡Oh, no lo hagas!-le imploró la señorita
Parthenia-Puede ser muy arriesgado.
El
señor Mikhail quería muchísimo a su prima Rebecka. Le dolía verla sufrir por
amor. El tal señor Knight es más mayor que él y tiene más experiencia.
-No quiero que mi prima sufra-afirmó-Y la veo sufrir
cada día que pasa.
El
otro día, estaba limpiando los cuadros que hay en el recibidor que da al salón.
Entonces, vi a la señorita Parthenia. Me escondí detrás del cuadro que había
descolgado para verla mejor. Me gusta vivir en esta casa. La señorita Parthenia
es una joven interesante. Su padre asegura que hará una buena boda. ¡Espero que
se case con el señor Mikhail! ¡Hacen una pareja preciosa! Él la quiere mucho. Y
creo que ella también lo quiere a él.
Había
un hombre con ella. Era el señor Mikhail. Estaban de pie cerca del umbral de la
puerta del salón, que estaba abierta. El señor Mikhail tenía abrazada a la
señorita Parthenia y llenaba de besos su rostro. La besó también en la boca con
mucha pasión. Y besó con fervor sus manos. Yo contemplaba la escena atónita.
No me
gusta ser cotilla, pero no salgo y me aburro. Por eso, espío a la señorita
Parthenia. Cuando el señor Mikhail se fue, seguí limpiando el polvo de los
cuadros y la señorita Parthenia se retiró a su cuarto. Creo que no me vio
¿Cómo
definir a una belleza?
¿Cómo
definir a la prima de Mikhail, Rebecka? Miembro de la nobleza rural
rusa…Enamorada de un caballero griego…Así era Rebecka. Parthenia la conocía y
la adoraba.
Si
digo que Rebecka era la joven más bella y liberada de su tiempo me quedo corta.
Era la mejor amiga de Parthenia. Tenía unos cinco o seis años más que ella.
Sobrepasaba con creces la barrera de los veinte. Y era el polo opuesto a
Parthenia.
Era
todo eso y más. Parthenia la entendía. Era su amiga…Su confidente…
Se
asomó Rebecka por la ventana vestida tan sólo con un camisón de tirantes con
lazos en el escote que era muy profundo. Miró hacia la calle.
El
camisón era de hilo fino y dejaba ver el cuerpo de la joven porque era
semitransparente. Ahogó un gruñido. Alec, su amado Alec, no daba señales de
vida. Él venía a verla todas las noches. Pero también la dejaba plantada con
mucha frecuencia.
Tenía
unos rasgos perfectos. Era una mujer muy bella y eso era algo que había
heredado de su madre. La mujer que renunció a todo por amor. Había oído decir
que su madre era la mujer más bella de todo Moscú.
Tenía
una piel que al tacto era de seda. Se estremeció al imaginarse en brazos de Alec.
Su
voz era cálida. Según sus muchos admiradores, era una voz un tanto ronca y muy,
muy sensual. Era una joven alta. Y esbelta. La nariz era recta y pequeña, como
la de una noble patricia romana. La boca era carnosa, con unos labios bellos y
sugerentes, de trazado sensual.
Se
estremeció al recordar la primera vez que Alec la besó.
Se
apartó de la ventana. Tenía los ojos llenos de lágrimas. Tenía que haberlo
adivinado. Alec no iba a acudir a su cita aquella noche. Era una tonta por
estar esperándole. Él no vendría. Rebecka luchó contra las ganas que tenía de
echarse a llorar. Alec no era un buen hombre. Se lo había dicho Mikhail muchas
veces. Y ella era tan tonta que seguía llorando por él. Pese a que ya le
conocía. Alec sólo vivía por una persona. Él mismo.
Y
Rebecka no se había dado cuenta de eso. ¿Cómo podía haber sido tan tonta? Pero
se corregía así misma en el acto. Alec la quería. No podía dudar nunca de él.
Estaba enamorado de ella. ¿No se lo había dicho muchas veces? Ella le había
creído. ¿Cómo no iba a creerle? ¡Era el hombre de su vida!
La
voz de Rebecka era cálida, un poco ronca y con un timbre muy sensual. Y su risa
era grave, profunda, como sus ojos, y muy ronca. Pero hacía mucho tiempo que Rebecka
no se reía.
Mikhail
y Parthenia estaban cenando en un céntrico restaurante de la isla.
Eran
las ocho de la noche.
Por
lo general, Parthenia nunca salía sola con un hombre al que casi no conocía.
Pero Mikhail era diferente de los demás hombres que ella conocía. Aquélla era
la primera temporada que pasaba Parthenia en sociedad.
Tengo
que salir más, pensó la joven.
Tenía
que dejarse ver. Miró con dulzura a Mikhail. Se sentía cómoda estando con él.
Estaban
dando cuenta de un delicioso plato de musaca con patatas. Había bastante gente
en el restaurante aquella noche. Parthenia estaba disfrutando de una velada
bastante agradable en compañía de un joven al que consideraba como un buen
amigo.
-Eres la mujer más lujuriosa que jamás he
conocido-le dijo Mikhail a Parthenia mientras miraba el subir y bajar de sus
pechos ocultos tras el corpiño de su vestido.
-Más bien me considero fría como el
hielo-sonrió Parthenia.
Mikhail
alzó la mano por encima de la mesa y acarició con la yema de los dedos el largo
cuello de Parthenia.
-A mí no me engañas-le replicó-Te estremeces
cada vez que te toco.
-Todavía no ha pasado nada entre nosotros-le
recordó Parthenia.
-Pero no tardará en pasar. Me gustan las
mujeres que son como tú. De apariencia fría… Pero que esconden un volcán dentro
de sí. Apuesto a que no llevas nada debajo del vestido.
-Llevo una camisola y los calzones puestos. No
salgo nunca medio desnuda a la calle.
Mikhail
cogió el tenedor y se llevó un trozo de musaca a la boca.
-Te estoy mirando-le dijo a Parthenia-Sé que
lo que te estoy diciendo te está desconcertando. Pero te estoy diciendo la
verdad.
-Me gustaría seguir cenando tranquilamente
contigo-le pidió Parthenia.
Mikhail
trató de adivinar los pechos de la joven que estaban encerrados dentro de aquel
vestido tan cerrado y sin escote.
-Pero es que tengo que ser sincero
contigo-insistió el muchacho-Desde que te conocí sólo he podido pensar en ti.
¡En ti! ¡Eres una bruja! He venido a Naxos por mi prima. ¿Recuerdas? Un
sinvergüenza le está tomando el pelo. Y ella, mientras, sigue suspirando por
él. No es justo para ella. Lo sé. Se merece algo mejor. Sin embargo, apenas he
tenido tiempo para estar con ella. ¡Sólo quiero estar contigo! ¿Te parece algo
normal?
-Piensa en Rebecka. Estás aquí por ella. Lo
acabas de decir. Pero estás siempre pegado a mí. Los dos estamos de acuerdo en
que eso no es normal.
Mikhail
vio cómo Parthenia se llevaba el tenedor a la boca con un trozo de musaca. El
camarero estaba atendiendo a una pareja que acababa de entrar en el
restaurante. Otra pareja se disponía a irse una vez que habían acabado de
cenar.
Mikhail
trató de no pensar en cómo estaría Parthenia desnuda.
-No quiero que sufras-le dijo a la muchacha-No
quiero que te pase lo mismo que le está pasando a Rebecka. Eso sería una
injusticia por mi parte. Quiero que te quede esto claro. Nunca te haría daño.
¡Jamás te haría daño!
-Debo de sentirme halagada por lo que acabas
de decir-sonrió Parthenia.
Mikhail
cogió la mano de la joven y depositó un beso en su palma.
-Mi experiencia con las mujeres ha sido
bastante escasa-se sinceró-Limitada…Nula… Nunca he estado con una mujer. No
puedo entender a los hombres que son como Alec. Hoy está con una mujer…Mañana
está con otra mujer…Y le está haciendo daño a Rebecka. Mi prima no se merece
estar con un hombre como Alec. Debería estar con otro hombre. Con alguien
mejor…Con alguien que la sepa amar como se merece…
-Está enamorada-le aseguró Parthenia-Las
personas que están enamoradas no piensan. Se quedan ciegas ante los defectos
del ser amado. No quieren oír como los demás critican al ser amado. Se vuelven
sordas. Para ellas, el ser amado es perfecto. No tiene ningún defecto. Cierran
los ojos. Se tapan los oídos. Y justifican lo que no tiene justificación. Es
muy triste.
Mikhail
bebió un sorbo de su copa de vino.
-Si alguna vez me enamoro, me pasará lo
mismo-afirmó Mikhail-Se dicen que los rusos somos personas frías. No te lo
creas. Los rusos somos bastante románticos. Sentimos el amor hacia los demás
con intensidad. Lo vivimos…Lo sufrimos…Lo disfrutamos…
-Eso es muy bonito-dijo Parthenia-Puede que
digas cosas que me incomodan. Pero también dices cosas muy bonitas. Me halagas.
Parthenia
se puso roja. Sabía que Mikhail estaba mirando sus pechos. Pese a que llevaba
un vestido cerrado, Parthenia no pudo evitar sentirse desnuda ante los ojos de Mikhail.
En aquel momento, el joven hizo algo imprevisto. Se inclinó por encima de la
mesa y besó a Parthenia en los labios. La besó con intensidad. La besó con una
pasión desconocida para ambos. Parthenia le devolvió el beso. ¿Soy capaz de
despertar algún tipo de pasión en un hombre?, se preguntó Parthenia. Me
desea…Me desea…
La
deseo, pensó Mikhail.
Se
pasaría la vida admirando aquel rostro de facciones dulces. Tenía un perfil
digno de una Reina. Quizás sea una Reina, pensó Mikhail.
Era
delgada.
La
piel de Parthenia sería sedosa al tacto. Le cogió las manos y se las besó. Sus
manos eran delicadas y pequeñas, totalmente perfectas. Jugueteó con sus dedos
largos y delgados. Los ojos de la joven estaban coronados por unas espesas
pestañas.
-¿Y el amor?-se preguntaba Rebecka-¿Qué pasa
con el amor?
La
joven se veía atada a un matrimonio carente de amor y lleno de frustraciones.
Había creído que Alec la amaba. Era muy seguro que, una vez casados, Alec le
hiciera regalos en forma de joyas acompañados por falsas promesas de amor para
resarcirla.
Ella
no quería joyas. Rebecka pedía ser amada. Necesitaba que Alec la amara. Si
estaba en Naxos era por él. No por Mikhail. Estaba en aquella isla por él. Por Alec.
El
martes, Mikhail decidió ir a tomar el té con Parthenia. Eran las cinco de la
tarde cuando llegó a la residencia de la joven. Encontró a Parthenia en la sala
de estar, con un pie encima del sofá donde se hallaba. Lucía un vestido de
color blanco, sin ninguna joya y el pelo estaba recogido en un pulcro moño. Mikhail,
al verla, la besó en la mano.
-¿Qué te ha pasado?-le preguntó.
-Ha sido un accidente muy tonto-respondió
Parthenia-He salido a montar a caballo. Monto siempre a los caballos más
dóciles. Pero tuve la mala suerte de que mi yegua se encabritara. El médico me
ha dicho que sólo tengo un esguince. Por fortuna, no tengo nada roto.
Parthenia
tocó una campanilla que tenía a mano, mientras Mikhail se acomodaba y se
sentaba en un sillón, al lado del sofá en el que estaba recostada la joven.
Pasó una criada y Parthenia le ordenó que sirviera la merienda.
Al
poco rato, volvió de nuevo la criada portando un carrito con té, pan, bollos,
zumos varios y quesos. Mientras merendaban, comenzaron a hablar. A Mikhail le
gustaba hablar con Parthenia, ya que podían hablar de cualquier cosa.
La
joven tenía en el regazo un libro que Mikhail nunca antes había visto. Cogió un
bollo y miró el libro.
-¿De quién es ese libro?-quiso saber.
-Me lo prestó una amiga hace poco-contestó
Parthenia-Da un poco de miedo. Pero me gusta mucho. Es sobre vampiros.
-¿Vampiros?
-Ya sabes. Chupan la sangre de sus víctimas.
Mikhail
cogió un vaso de zumo de naranja. Parthenia cogió un vaso de zumo de limón.
Bebieron los contenidos de sus vasos al mismo tiempo. Mikhail le dio un
mordisco al bollo que tenía en la mano.
Durante
unos instantes, le invadió el deseo de hundir sus dientes en la suave carne de
Parthenia.
-¿Cómo se llama el libro?-preguntó Mikhail.
Tragó
saliva. Tenía la garganta seca.
-Se llama Drácula-respondió
Parthenia-Es de un autor irlandés. Bram Stoker. Se inspira en un personaje que
existió de verdad. El Príncipe Vlad de Valaquia.
-¿Vlad?
-¿Has oído hablar de él?
-Le apodaban El Empalador. Le gustaba meter palos por el culo a sus prisiones y
clavarlos en el suelo. Era una forma horrible de morir. La agonía podía
prolongarse durante horas.
Parthenia
partió un trozo de queso. Le dio un mordisco.
-Ese libro me ha dejado sin
sensibilidad-comentó la muchacha-No puedo escandalizarme de nada.
-¿Te gustan las novelas de terror?-le preguntó
Mikhail.
-Te confieso que el terror es mi género
favorito. Lo que pasa es que a mi padre no le gusta que lea esa clase de
novelas. Dice que esas cosas no las hacen las chicas como yo. Una chica bien
como yo.
-Puedes lo que quieras. No le haces daño a
nadie.
-Eso no es lo que dice mi padre. Piensa que
esas novelas me van a convertir en una brutal asesina.
-No te veo matando a nadie.
Parthenia
sonrió con dulzura a Mikhail y le acarició el brazo con la mano. Cogió la mano
del joven. Se la llevó a los labios. Se la besó.
Le gustaba llenar el rostro de Parthenia de
besos. La besaba en la boca. No podía parar de besarla cuando yacían juntos y
desnudos en la cama. La besaba una y otra vez. Era un sueño hecho realidad. Le
daba besos suaves. Le daba besos apasionados.
Besaba sus mejillas. Besaba su
nariz. Besaba su frente. Besaba su barbilla.
Se inclinaba para besar sus pechos.
Los chupaba. Los lamía. Recorría con sus labios sus bien torneadas piernas.
Besaba cada uno de los dedos de sus pies. No dejaba de acariciarla con las
manos. Le gustaba demasiado tocar a Parthenia. Besaba y apoyaba Mikhail la
cabeza en los muslos de su amada.
Uy que erótico y romántico. Adore el capitulo
ResponderEliminarMikhai y Parthenia, me encantaron. Este one shot te quedo súper genial.
ResponderEliminarSaludes