martes, 1 de septiembre de 2015

LOS ÚLTIMOS DÍAS

Hola a todos.
El "one shot" que os traigo tiene que ver con la saga de novelas protagonizadas por la doctora Adelia Aguilar, personaje creado por la mente de la tristemente desaparecida escritora Ariana Franklin. En España, hemos podido leer dos de sus obras, Maestra en el arte de La Muerte y El laberinto de La Muerte. 
Este "one shot" está protagonizado por Allie, la hija de Adelia y de Rowley, su amante.
Este "one shot" no tiene nada que ver ni con la saga de novelas porque carece de su ambiente de misterio y es más bien triste.
Pero deseo de corazón que os guste.

LOS ÚLTIMOS DÍAS

LOCK ISLAND, EN EL RÍO TÁMESIS, 1190

-Te vas a poner bien, cariño-me dice mi madre-Bebe un poco. 
                            Mi pobre madre sólo sabe administrarme todas las medicinas que prepara. Intenta mantener la calma mientras busca en su cabeza algún remedio. Alguna medicina de la que le hablaron mientras estudiaba en la Universidad de Salerno. Cuando se trata de otras personas, mi madre se mantiene fría y serena. Pero es distinto cuando se trata de mí. 
                            Soy su única hija. 
                            Tengo dieciocho años. 
                            Un ataque al corazón acabó con la vida de mi padre. 
                           Y, ahora, una enfermedad que padezco desde que era pequeña está acabando poco a poco con mi vida. Mi corazón nunca ha funcionado bien. 
                            Cuando era pequeña, no podía salir a jugar, como sí lo hacían los demás niños. No podía subirme a los árboles. No podía correr. No podía saltar. Me cansaba enseguida. Sentía cómo le fallaban las fuerzas. He llegado a desmayarme en más de una ocasión. En los últimos tiempos, mi enfermedad ha empeorado. Mi madre ha advertido que los latidos de mi corazón son cada vez más débiles. La desesperación se ha apoderado de ella. 
                             Ha venido a verme un joven médico al que mi madre conoce muy bien. Se llama Simón, como el hombre al que mi madre considera como un padre. Viene de Nápoles. De hecho, es el hijo de ese Simón al que mi madre tanto quiere y del que tanto me ha hablado. Fue brutalmente asesinado por una pareja de sádicos un año antes de mi nacimiento. Por aquel entonces, mi madre ya conocía a mi padre. 
                            Simón es médico. Junto con mi madre, lucha para salvar mi vida. 
                             Yo sé que todos los esfuerzos que hace son inútiles. 
-Me voy a morir-le digo una tarde. 
-No te vas a morir-replica Simón. 
-Tengo mala cara. ¿No es así? 
                             Simón guarda silencio durante unos instantes. Luego, logra esbozar una sonrisa. Afirma que tengo un rostro muy bonito. Sé que intenta ser amable conmigo. 
                              Le agradezco su amabilidad. Me sería muy fácil enamorarme de él. Mi padre hablaba de empezar a buscarme marido en cuanto empezara a menstruar. 
                              Mi madre, naturalmente, se opuso a aquella sugerencia. Le hizo ver que los rigores de un parto me matarían. 
                              A lo mejor, no llegaba a sobrevivir a un embarazo. Nunca antes he pensado en tener un hijo. 
-Quiero salir a dar un paseo-le pido a Simon otra tarde-Hace Sol. 
                            Por suerte, vivimos en una isla muy pequeña. Mi madre se retiró a vivir aquí cuando murió mi padre. La llaman personas del condado de Reading, sitio al que pertenece esta isla, para que la atiendan. 
                           He amado. Pero eso no lo sabe mi madre. 
                          Mi amado era un hombre que estaba prohibido para mí. Su abuela fue amiga de mi madre cuando llegó a Inglaterra. Lo estaba criando ella cuando se conocieron. Mi amado era un hombre que sintió la llamada de Dios cuando era aún un niño. 
                           Fue un pecado terrible el que cometimos. Venía a verme con mucha frecuencia. 
                          Me brindaba un consuelo que necesitaba. 
-Me gustaría poder encontrar a la familia de mi madre-le conté una tarde. 
                            Estábamos sentados a la orilla del río Támesis. 
-¿Te ha contado tu madre algo de ella?-me preguntó. 
-La abandonaron a los pies del Vesubio nada más nacer-respondí-Una familia la encontró y se la llevó a casa. La criaron como una hija. Pero...Sé que le duele. 
-¿Le duele el haber sido abandonada?
-Sí...
-Podría ir a buscar a su familia. Pudo haber sido una familia pobre que no podía mantenerla. A veces...
-O pudo ser una mujer que pecó y la abandonó para tapar su vergüenza. Las dos lo hemos pensado. 
                               ¡Era tan agradable el poder estar con él! El poder abrirle mi corazón. No nos dimos cuenta del amor que estaba creciendo en nuestros corazones. Su vocación religiosa era sincera. Pero también estaba el amor que sentía hacia mí. 
                                Luchó por huir de aquel amor. Por no venir a verme, pero aquel sentimiento era más fuerte. 
                                Confieso que me entregué a él. Le entregué mi virginidad una noche. Mi madre estaba fuera, asistiendo a una mujer de la isla. Estaba muy enferma. Murió cerca del amanecer. 
                                 Mi amado vino a verme para no dejarme sola. Lo siguiente que recuerdo fue su cercanía. 
                                 El acariciar con mi mano su cara. 
-No está bien-murmuramos a la vez. 
                                  Lo siguiente que recuerdo fue que lo besé poniendo toda la pasión que sentía hacia él en aquel beso. Y recuerdo sus manos rodeando mi cuerpo. 
                                 No recuerdo cómo caímos sobre mi cama. Ni cómo acabamos desnudos el uno frente al otro. 
                                Sí recuerdo cómo llenó de besos mi cara. Cómo los besos que me daba en los labios eran cada vez más y más apasionados. Cómo lamió mi cuello con sensualidad. Cómo besó mis pechos con voracidad. 
                                 Y yo me estremecía de placer. De gozo...
                                 Rodeé su cuerpo con mis brazos para apretarme más contra él. 
                                No sentí apenas dolor cuando su cuerpo se introdujo dentro de mi cuerpo. Llevaba mucho tiempo soñando con aquel momento. 
                                Me abracé a él y me dejé llevar por las sensaciones que me embargaban. Placer... Mucho placer...
-El año pasado, apareció ahogado el cuerpo de un sacerdote aquí mismo, en la orilla-me contó Simón-Dicen muchas cosas sobre él. Que se suicidó. 
-¡Dios mío!-murmuré, sobrecogida. 
-El Padre Ulf, recuerdo que se llamaba. Un nombre muy curioso...Para un sacerdote, quiero decir. 
-¡No sigas hablando! 
                                 Mi amado apareció muerto dos días después de nuestra noche de amor. El dolor y los remordimientos fueron los que le llevaron a cometer aquella locura. Simón no sabe nada. No quiero que sepa nada. Muy pronto, mi amado y yo volveremos a estar juntos. 
-Quiero ayudarte-me asegura Simon-Quiero que te recuperes. Eres muy hermosa, Allie. Eres delicada. Y femenina...Serías la esposa perfecta para cualquier caballero. La esposa perfecta para mí...Y me gustaría poder casarme contigo. 
-¿Te has vuelto loco?-me escandalicé-¡No! 
                               Una parte de mí necesita ser amada. 
-Te ruego que lo pienses-contestó Simon. 
-No podría darte hijos sin morir en el parto-le recordé. 
-Buscaremos entre tu madre y yo una cura para tu enfermedad. Allie, te lo prometo. Todo irá bien. 
-Es tarde. Los dos lo sabemos. 
                                Tuve que sentarme sobre la hierba. Apenas había dado cuatro pasos. Y ya estaba agotada. Miré con angustia a Simon. 
                                 ¿Acaso es ciego? ¿No se da cuenta de nada?
                                 Simon...
                                 Se ha enamorado de mí. Esa idea me atormenta durante los días que siguen. 
                                 Pronto, deja de ser sólo una idea. Se convierte en una realidad. Simon me trae ramitos de flores silvestres. Me dice cumplidos. Lo comparo mentalmente con Ulf. Ulf me hablaba con el corazón. Simon me corteja con la insistencia de un trovador. 
                                Y yo quiero ser otra vez amada. No me quiero morir sin haber sido una vez más amada. ¿Acaso me he convertido en una ramera? 
                                 Me gustaría poder hablar de estos temas con mi madre. Pero me temo que le escandalizaría saber que su hija no es virgen. Y que siente atracción física hacia un hombre. 


-Tienes que comer más, hijita-me dice mi madre cuando me sirve un cuenco con caldo. 
                             Estoy acostada en mi cama. 
-¿Crees que soy una ramera, madre?-le pregunto. 
-¡Por supuesto que no!-responde mi madre con firmeza-Eres la criatura más decente y pura que existe en el mundo. No vuelvas a decir nunca más que eres eso, Allie. Es mentira. Lo sabemos las dos.  
-Piensas así porque soy tu hija. 
                             Soy demasiado vieja para casarme. Con diecinueve años, tendría que haberme casado hace mucho tiempo. Pero ningún hombre querría como esposa a una mujer que no puede tener hijos porque podría morir durante el embarazo. 
                                Para mi desgracia, no me quedé embarazada de mi amado. Mi regla bajó a la semana de enterrarle. Mi corazón se rompió al ver que ni me quedaría el consuelo de traer un hijo suyo al mundo. Me había quedado sin nada. 
                                Decido entregarme a Simon. Por lo menos, él tendrá un recuerdo mío para cuando yo ya no esté en este mundo. A pesar de que las fuerzas me fallan, logro escribirle una nota que se la hago llegar por mediación de la buena de Gyltha. 
                                 Aún vive esta pobre mujer que ha sufrido demasiado. Que siempre ha sido leal a mi madre. Que ha cuidado de mí con total abnegación. La abuela de mi amado...No sabe lo que hubo entre su nieto y yo. ¡Jamás lo sabrá! 
                             Simon y yo nos encontramos a la orilla del río Támesis. 
                             Los dos sabemos lo que va a pasar. 
-¿Te casarás conmigo después?-me pregunta. 
-Disfrutemos de la noche-le respondo. 
                             Ya no es necesario que sigamos hablando. 
                              Simon y yo yacemos desnudos sobre la hierba. 
                              No es capaz de dejar de besarme. Yo le devuelvo todos los besos que me da. Me siento muy cómoda cuando me abraza. Siento cómo me besa en el cuello y yo me aferro a su cuerpo. Siento su lengua lamiendo mis pechos. 
                               Le hago este regalo. Mi último regalo...
                               Simon se queda dormido. 
                               Pero yo permanezco despierta. De pronto, una luz blanca lo ilumina todo. 
                               Veo dos figuras masculinas que avanzan hacia mí. Reconozco esos rostros alegres y llenos de amor. Son los rostros de mi padre y de mi amado. 
-Vamos-me dicen-Llevamos esperándote mucho tiempo. 
                               Están juntos. 
                               Quieren que vaya con ellos. Miro a Simon. Permanece dormido. No pienso en nada mientras que les sigo hacia esa luz que me envuelve. 

FIN

No hay comentarios:

Publicar un comentario