viernes, 18 de abril de 2014

UN CABALLERO PERFECTO

Hola a todos.
¡Por fin! He podido darle otro empujón a esta historia que tengo bastante olvidada.
En este fragmento, Phoebe decide ir a visitar a Daphne y a las hermanas de ésta. Durante la conversación, algunos secretos de su familia salen a la luz.
¡Vamos a ver lo que pasa!
Intentaré trabajar en este historia en la medida de lo posible. Lo prometo.

                           La criada vertió té en las tazas de porcelana que había coladas ante las cuatro jóvenes que estaban reunidas en el salón de la casa de los Kendix. Daphne esperaba la visita de su cuñada de un momento a otro. Phoebe también había querido ver a Bárbara y a Martha. Sentía que debía de hablar también con las dos.
-No podemos regresar a Edimburgo-se lamentó Phoebe.
-¿Por qué no?-inquirió Bárbara-Todos tus conocidos están allí. Tus amigas...
-Todas mis amigas están al tanto de la situación económica de mi familia.
-Y Tony...-murmuró Daphne.
-Tony era mi hermano mayor y yo lo adoraba hasta la veneración. Pero también es el culpable de que mi familia se encuentre en esta situación. ¡Necesitamos a Charles! Aunque él tiene derecho a no ayudarnos.
                      Martha miró con estupor a Phoebe.
-Entiendo que la relación entre vosotros esté bastante deteriorada-opinó-Después de todo, le distéis la espalda a raíz de la muerte de Anthony.
                        Sentada en un sillón, Phoebe se puso muy tensa. Las tres primas Kendix se fijaron en que la joven estaba temblando.
-¿Ocurre algo?-inquirió Bárbara-Charles es tu hermano y tiene que ayudaros. Os lleváis mal, pero os quiere. Eso no ha cambiado.
-No se trata sólo de eso-observó Martha.
                  Phoebe negó moviendo la cabeza.
-Hay algo que Charles no sabe, pero que tiene derecho a saber-empezó a hablar la joven-Para mis hermanas y para mí, Charles era un extraño. Cuando nació, nosotras ya éramos algo mayores, queríamos a Anthony. No le necesitábamos. ¿Entendéis?
-No te entendemos-replicó Bárbara-Charles también es vuestro hermano. No sé lo que nos quieres contar. Sé más clara.
-Mi tía Julianna vivía casi encerrada en la casa solariega de mis padres. Pero, aún así, cometió la estupidez de enamorarse de un mozo de cuadras. Mis abuelos ya habían muerto.
-¿Y qué pasó?-inquirió Daphne.
-Mi tía Julianna se veía a escondidas con aquel canalla. Estoy casi segura de que sólo buscaba su dinero.
-Puede que no-replicó Bárbara-Puede que ese joven estuviera realmente enamorado de tu tía.
-El caso es que mis padres intervinieron, aunque era ya tarde. Porque mi tía Julianna se había quedado embarazada.
                        El recuerdo de Bennet pasó por la mente de Martha. Un presentimiento pasó por su mente. Imaginó a Julianna Woolf entre los brazos de aquel joven, en la oscuridad del establo. Recibiendo sus besos.
-Mis padres la encerraron en la casa solariega-prosiguió Phoebe-Cuando mi tía dio a luz a un niño, falleció a los pocos días a consecuencia de una infección. Duró casi un mes, en realidad. Yo era pequeña. Pero...
Bueno...El malnacido de aquel mozo fue despedido. Quería ver a su hijo. ¿Os lo podéis creer? Pero mis padres fueron listos y le dijeron que el niño había nacido muerto. No le volvimos a ver más. Sospecho que le llevaron hasta una tumba falsa. No lo sé. Mi madre hizo circular por Edimburgo la noticia de que estaba embarazada. El plan era sencillo. Pensaban criar al hijo de mi tía como hijo suyo. Ella lo sabía. Y...
                   Poco a poco, se fue haciendo la luz en la mente de Martha. Phoebe estaba a punto de romper a llorar. Daphne y Bárbara la miraron con estupor. No entendían nada de lo que la joven les estaba contando. Pero Martha sí parecía entenderla.
-Regresamos a Edimburgo-prosiguió Phoebe-Mi madre se llevó a aquel niño con nosotros. Para nosotros, era nuestro hermano. Y debía de ser así siempre. Pero tanto mi hermana Lauren como yo no lo veíamos como tal. Tony era nuestro hermano. Y él era un bastardo que un mozo de cuadras le había hecho a nuestra tía. Fuimos muy frías con él, pero por ese motivo.
-¿Nos estás contando que Charles no es vuestro hermano?-atacó Martha-¿Qué es el hijo de tu tía Julianna con un tal Bennet?
-Sí...
                    Phoebe se puso mortalmente pálida al escuchar aquel nombre. Daphne y Bárbara clavaron su mirada en Martha. De pronto, Bárbara pareció entender.
-Hay un hombre en esta isla que se apellida Bennet-le explicó a Phoebe-Se pasa todo el día borracho. Habla de una tal Julianna. Y que tuvo un hijo con ella que murió al nacer. Se parece mucho a Charles.
-¡Cielo Santo!-sollozó Phoebe-Está aquí.

 

                  Phoebe estaba cansada de vivir en aquella casa. No se parecía en nada a la lujosa mansión en la que había estado viviendo en Edimburgo. El salón era pequeño. Los muebles eran viejos. ¡Y ni siquiera tenía servicio! Debía de usar agua del mar que cogía ella misma para lavarse. Charles decía que estaba bien iluminado. Se había encargado de reparar él mismo los agujeros que había en él. Phoebe removió su taza de té con una cucharilla con gesto nervioso.
-¡Se encontrarán!-se asustó.
-No lo creo-dedujo Martha.
-Pareces conocer muy bien a Charles-observó Daphne.
-No...No es eso.
                     Mistress Woolf y su hija Lauren estaban a punto de llegar a la isla. Phoebe sentía ganas de llorar porque era una realidad que iban a vivir allí. No podían contarle la verdad a Charles. Bebió un sorbo de su taza de té. La criada estaba en un rincón y parecía estar ajena a la conversación que las cuatro jóvenes estaban manteniendo. El origen de Charles había sido el secreto mejor guardado de la familia Woolf.
                    Las tres primas Kendix estaban asumiendo la confesión de Phoebe. De pronto, Daphne pareció entender muchas cosas.
                      No era ningún secreto que tanto Phoebe como Lauren adoraban a Anthony. En cambio, menospreciaban a Charles. Daba por hecho de que obraban así porque Anthony era el heredero de todas las riquezas de la familia. Pero no era así. Phoebe estaba desesperada. Tenía que depender de un bastardo. Era casi como un insulto hacia ella.
-Si Charles descubre la verdad, nos echará a la calle a Lauren, a nuestra madre y a mí-se lamentó la joven.
-Creo que os lo merecéis-opinó Bárbara.
-Mi hermana tiene razón-intervino Martha-Os portasteis como unas arpías con Charles y él nunca os hizo daño.
-¡Martha!-se escandalizó Daphne-¡Bárbara!
-Tanto Bárbara como yo tenemos razón, prima. Charles es demasiado noble y nunca las dejará en la calle tiradas, aunque se lo merezcan. Por eso, ha acogido a Phoebe en su casa. Ahora, la casa en la que vive es suya. De nadie más...
                     Martha se interrumpió para beber un sorbo de su taza de té. Le pareció que tenía un sabor amargo.
-Lo siento mucho-se excusó Daphne-Pero pienso que, en parte, tienen razón.
                     Phoebe suspiró.
                     Se sintió más sola que nunca. No tenía ya amigas en Edimburgo. Sólo tenía a su madre y a su hermana. Y, de pronto, también tenía a Charles.
-No pido que me comprendáis-replicó Phoebe-Tan sólo quería sincerarme con vosotras. Charles quiere retomar el contacto con vuestra familia. No le culpo porque siempre os ha tenido mucho afecto.
                   Guardó silencio. No sabía cómo seguir. Pero se sentía mejor tras haberse sincerado con las primas Kendix. Charles no sabía la verdad. No debía de enterarse nunca.
-En estos momentos, necesitamos a Charles más que nunca-prosiguió Phoebe-Si he de tenerlo encerrado en casa para que no vea a Bennet, le encerraré en casa.
-¡Bennet es su verdadero padre!-se rebeló Martha-Tiene derecho a conocerle. A saber de él.
-Lo siento, pero no puedo permitirlo. Puedes pensar de mí que soy egoísta. Y tienes toda la razón del mundo. Para bien o para mal, mi madre, Lauren y yo dependemos de Charles. Si descubre la verdad, nos dejará abandonadas a nuestra suerte. Es cierto que lo merecemos. Pero no estamos hechas para vivir en un asilo. O para ir a la cárcel por culpa de las deudas que dejó Tony.
                    Phoebe y las primas Kendix se pusieron de pie. Phoebe dijo que era la hora de irse. Besó a las tres jóvenes en las mejillas. Martha se dio cuenta de que la joven estaba llorando.

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