Os voy a contar cómo sería para mí mi novela romántica perfecta.
La perfección no existe. Siempre le encontramos un defecto a las cosas. Las novelas románticas no son perfectas.
Pero tienen algo que nos atrae. Que hace que nos metamos de lleno en sus páginas. Que podamos identificarnos con sus personajes.
¿Qué es lo que le pido a una novela romántica? Para empezar, me gustan las heroínas dulces y que vayan acorde con la época que les toque vivir. Pero que tengan algo que las haga especiales. Dulces, pero no tontas. Inteligentes y con cierto carácter...
El protagonista tiene que ser cariñoso con ella. No me gustan para nada los que van de machitos por la vida. A eso les hago la cruz. Los que piensan en pisotear a la prota. Y, luego, le piden perdón de boquilla, sin sentirlo. Cuatro palabras bonitas...Y felices para siempre...
Y me fijo mucho en los secundarios.
Los secundarios han de ser los justos y los necesarios. Personajes que aparezcan allí por algún motivo. Que no estén de comparsa. El escenario me da igual.
Los personajes han de estar bien definidos. Que no sean siempre los arquetipos.
Que tengan claroscuros. Pero que sean humanos.
No me gusta poner malos en mis historias. Pienso que todas las personas tenemos una parte de héroe. Pero también tenemos una parte de villano. Solemos identificarnos más con los personajes imperfectos que con los personajes que son perfectos. Que no sean siempre aristócratas.
Que haya de todo un poco. Que la autora no se ande por las ramas a la hora de contar una historia. Que cuente la historia de un tirón. Pero también me gusta que la vaya introduciendo poco a poco.
Que sorprenda. Que ocurra algo imprevisto. Me gustan las sorpresas. Me gustan los finales felices. Pero que no sean tan empalagosos. Sobre todo, cuando hemos leído la vida de los protagonistas. Esos finales no encajan en su perfil.
Y eso es todo.
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